Imponente por estatura (1,93m) y contextura, Gael Monfils tranquilamente podría ser confundido con una figura de la NBA, al estilo de Carmelo Anthony, su ídolo. El francés adora el básquetbol y es fanático de New York Knicks. También le encanta el fútbol, y podría haber seguido los pasos de Rufin, su padre, nacido en Guadalupe y que, según cuenta Gael, llegó a jugar en la Ligue 1 francesa. Pero Monfils se dedicó al mundo de las raquetas y es un muy buen tenista. Llegó a ser el número 6 del mundo y actualmente ocupa el puesto 43º del ranking; una posición injusta para su capacidad y talento, que muchas veces se ha visto perjudicado por las lesiones, que le han impedido llegar aún más lejos. Pero el francés no se queja, y por el contrario, en una charla con LA NACION, dice que se siente “bendecido” por jugar al tenis.
Monfils es una de las figuras del Argentina Open. Para los memoriosos, no es la primera vez que Monfils desembarca en nuestro país. Jugó una exhibición, la Copa Peugeot, a fines de 2011, en el Buenos Aires Lawn Tennis Club. Pero esta vez, en el mismo escenario, la apuesta es distinta. Es la primera vez que Monfils viene a jugar por los puntos, lejos del frío europeo, e incluso de los torneos indoor que se juegan en su país. Empezó 2018 con un título en Doha, luego cayó en la segunda rueda del Abierto de Australia, ante Novak Djokovic, y la semana pasada estuvo en Quito, donde se despidió temprano, en cuartos de final.
“Vine porque quería empezar a jugar en polvo de ladrillo. Es una superficie que se me da bien, también quería jugar en Sudamérica, que es algo que le faltaba a mi carrera, y pensé que este era un buen momento. Respecto de lo que sucedió el año pasado, tuve problemas con mi rodilla derecha, y por eso pensé que era mejor jugar en canchas lentas, y también que Buenos Aires era una buena opción”, cuenta Monfils. El estreno fue un auspicioso triunfo por 6-1 y 6-4 sobre el uruguayo Pablo Cuevas, un rival nada accesible para una primera rueda, pero el francés se mostró más consistente y sólido, con apenas un par de toques de su estilo, tan versátil como impredecible. En la segunda ronda se enfrentará con el serbio Dusan Lajovic.
“Conocía mucho de este torneo porque se habla bastante, estamos al tanto de que es un gran campeonato, que vienen muchos nombres de peso, y en lo personal también me quedó un gran recuerdo de aquella vez que vine. Se ve que el público entiende de tenis, es algo que se siente en la cancha”, dice Monfils. Y, más allá de su capacidad, no se ve como candidato: “No, definitivamente no soy uno de los favoritos. En este momento a mí me sirve venir y ganar un par de partidos. Estoy feliz por haber ganado mi primer partido a un rival que siempre es duro. Recién ahora me siento un poco mejor, porque llegué hace un par de días con un resfrío, y me costaba un poco respirar”.
Es uno de los jugadores preferidos de la gente por su estilo espontáneo, capaz de imprimir golpes de enorme jerarquía; una garantía de espectáculo. Pero, por otra parte, a Monfils no se lo ve muy convencido con el cartel de ‘showman’, incluso cuando Djokovic aseguró, hace un par de años, que el francés era el único jugador por el que aceptaría pagar una entrada. “La gente puede decir lo que quiere, y a veces es como que trata de encasillarte dentro de algo. Todo lo que hago es para ganar el punto, es lo que me sale; después, si le gusta a la gente, mucho mejor. Me divierto con el tenis, y es importante disfrutar el juego, pero no por eso dejo de ser profesional”, responde.
También es un fiel exponente de la reconocida escuela francesa, que ha gestado muchos jugadores de exquisita técnica, y que el año pasado vio coronado su esfuerzo con la obtención de la Copa Davis. Pero aún aguarda la irrupción a la altura de una de las leyendas que lideran el tour en estos días. “Sólo nos falta un poco de suerte. Tenemos muchos buenos jugadores, pero los que están arriba son Federer, Nadal… no es fácil. Y nunca sabés dónde puede nacer el próximo fenómeno, si en Suiza, en Moldavia…”, dice. En lo personal, explica sobre su situación: “No es fácil mantenerse todo el tiempo al ciento por ciento, y a veces el rival es mejor que yo, o yo no estoy en mi mejor forma. Tuve muchos problemas con lesiones, pero sé que si estoy bien puedo jugar de igual a igual contra cualquiera”.
-¿Qué es el tenis para vos?
-El tenis, para mí, es alegría. Yo siempre digo que he sido un bendecido por jugar al tenis. Desde donde vengo nadie hubiera podido predecir que yo me dedicaría al tenis. El tenis es algo divertido para mí.
-¿Es cierto que cuando eras chico te gustaba más el fútbol que el tenis?
-Bueno, mi padre (Rufin) era un futbolista profesional, llegó a jugar en la Ligue 1, pero en mi vecindario nadie jugaba al tenis. Y fueron mis padres los que me enseñaron a jugar al tenis… Sí, es cierto, cuando era joven no sabía nada de tenis; empecé a jugarlo porque era divertido, pero cuando iba a la escuela se hablaba de fútbol, no de tenis.
-¿De qué jugabas?
-Prefería jugar como delantero, pero después mis compañeros me pedían que fuera al mediocampo porque era el que más corría, y cuando estábamos perdiendo me mandaban al arco (risas).
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