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Un gesto de grandeza: el día que Gabriela Sabatini esperó que a su rival se le pasara el ataque de hígado
Gabriela Sabatini se acercó al tenis en River, con apenas seis años. Pero su aproximación al deporte de las raquetas se produjo, primero, viendo a su hermano, Osvaldo, cinco años mayor. “El que jugaba era Osvaldito. Y Gaby empezó mirando: se sentaba en un banco y seguía todo lo que pasaba desde ahí. Yo, que era profe de los chicos y hablo hasta con las piedras, le hacía chistes, pero ella no emitía sonido. Era tímida. Osvaldito me decía que me iba a cansar si esperaba a que me contestara”, recapitula Daniel “Palito” Fidalgo.
Sin embargo, en abril de 1977, una tarde, mientras dejaba el club de Núñez, Fidalgo se sorprendió al ver a la pequeña Gabriela peloteando en el frontón, muy entusiasmada, con una raqueta Cóndor. Y se produjo este diálogo:
Fidalgo: Uy, Gaby, ¿jugás al tenis?
Sabatini: Sí.
F: Mostrame que sabés hacer, dale. [Gaby aceptó, picó la pelotita, la lanzó y golpeó diez tiros seguidos de drive, sin errar]
F: ¡Guau, qué bueno Gaby! ¿A ver de revés?
S: No, de revés no sé.
F: Y cuando te va al revés, ¿qué hacés?
S: La agarro con la mano y empiezo de nuevo.
La pared de ese frontón que ya no existe, según recuerda Fidalgo, actual director de Deportes de River a excepción del fútbol profesional, tenía una inclinación que generaba que la pelota siempre se dirigiera al drive de un diestro.
F: Me gustaría que vinieras a la escuelita. ¿Querés?
S: Y…, sí, sí.
F: Bárbaro. Le voy a decir a Osvaldo, tu papá.
A los pocos días, Fidalgo habló con Osvaldo (p). "Se sorprendió cuando le conté. ‘¿Te parece bien? No sé. ¿Te dijo que sí?’, me dijo Osvaldo, que era una gran persona. Y a los pocos días, Gaby empezó a venir a la escuelita, directo conmigo en iniciación", recuerda Fidalgo, ante LA NACION. Palito se convirtió en el formador y primer entrenador de Gaby; juntos estuvieron hasta fines de 1984, cuando el chileno Patricio Apey ya tomó la posta de la conducción.
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En 1982, Sabatini, con Fidalgo como entrenador, participó del 90° Río de la Plata, en una de sus primeras experiencias profesionales en el país. Con apenas doce años, superó la clasificación tras vencer a Analía Falcón y a Mariana Pérez Roldán. Luego, cayó en la primera ronda del cuadro principal ante Emilse Raponi. "A Gaby le encantaba competir y jugar. Un año después de aquel torneo, ya en 1983, fuimos al Abierto de la República para que disfrutara. Ella venía de atrás, sin presión, le encantaba estar allí", cuenta Fidalgo.
Sabatini ya no debió jugar la qualy en ese certamen: ingresó directo y en la primera ronda le tocó Ivanna Madruga, por entonces número 1 de la Argentina y defensora del título. "Empezó el partido, Ivanna arrancó dominando, pero después se hizo mucho más peleado, Gaby mejoró, hasta que sucedió algo de película", aporta Fidalgo, uno de los dirigentes de la Asociación Argentina de Tenis durante la campaña del título nacional en la Copa Davis 2016.
En el match, en la cancha de la tribuna Bullrich del Buenos Aires Lawn Tennis Club, la cordobesa Madruga sacaba 6-2, 4-4 y 40-30, cuando se acercó a su silla y literalmente se desplomó, ante el sobresalto del público. Fue llevada al vestuario y la atendió el doctor Roberto Sanz, quien le diagnosticó una dispepsia vesicular e intestinal, según figura en el libro "Historia del Tenis en la Argentina", de Roberto Andersen y Eduardo Puppo. Madruga, nueve años mayor que Sabatini, estuvo allí durante 22 minutos.
"Esa era una época en la que se acostumbraba comer carne en lugar de pastas antes de los partidos -narra Madruga, ante LA NACION-. Y por la presión del partido, justamente, porque yo era la favorita y la número uno del país, ella venía en ascenso pero la miraban todos, a mí se me demoró hacer la digestión, empezamos a jugar el partido, gané el primer set pero me empecé a sentir mal, mal, mal. Llamaron a un médico, me llevaron al vestuario. Creo que en ese momento no se podía estar más de 10 minutos fuera de la cancha. Y cuando viene el médico constata que era un ataque de hígado, que no había hecho la digestión. Me pone una Buscapina inyectable, me tapan con toallas, porque yo no paraba de temblar del ataque. Y le mando a decir, creo que por mi papá, que era mi entrenador, que le daba el partido porque no sabía si podía seguir".
Fidalgo también hace memoria: "Ivanna fue al vestuario, pasó el tiempo, la nena [Gaby] se quedó sentada, con la gente esperando, pero pasaron más de 20 minutos y el árbitro se le acerca a Gaby y le habla. Ella me mira, viene y me dice: ‘El señor dice que se pasó el tiempo y que gané’. Y yo le digo: ‘Si, es correcto, reglamentariamente ganaste. Pero hacé lo que quieras. Esta es una buena oportunidad para vos, estás jugando contra la número 1 del país. Decidí vos’. Gaby me miró, pensó y respondió: ‘La voy a esperar’. Fue y se sentó".
Así fue. El árbitro del partido mandó a avisarle a Madruga que Sabatini quería seguir jugando y que la esperaría. La cordobesa se recuperó, retornó al court y ganó el segundo set por 7-6 (7-3). "Me acuerdo que cuando me acerqué a la red para retomar el partido, que fue después de unos 25 minutos, le dije a Gaby: ‘Vos vas a ser una grande por tu actitud’. Me acuerdo perfectamente. Es una excelente persona y humilde. Me alegro que haya salido una excelente jugadora y lo digo de corazón", agrega la ex jugadora nacida en Río Tercero, que terminó defendiendo el título al derrotar en la final a Viviana González Locicero.
Sabatini quedó eliminada en singles, pero continuó en el torneo en dobles y ganó el trofeo, en pareja con Adriana Villagrán. De todos modos, aquel gesto lleno de grandeza y amabilidad ante Madruga, el martes 25 de octubre de 1983, dejó una huella. El periodista Alberto Laya, prestigioso jefe de la sección Deportes de LA NACION durante años, ya se había jubilado en 1983, pero seguía escribiendo la columna Mirador Deportivo que firmaba con el seudónimo de Olímpico. Y, en uno de sus artículos, titulado "Así, honestamente", le dedicó varias líneas a aquella actitud de Sabattini (sí, escrito con doble t). "Gabriela prefirió seguir jugando antes que lograr un triunfo frío, escasamente apasionante. Su destino adverso quedó sellado entonces en pleno juego. En momentos en que no abundan los gestos desinteresados, los bellos gestos, devorados frecuentemente, por la ambición, vale la pena señalar la actitud de una pequeña jugadora que depuso su normal aspiración de ganar. Curiosamente, aun perdiendo, salió de la cancha como una vencedora, una vencedora a la que, tal vez, la brillante trayectoria de su rival le impuso un respeto reverencial. Estos son los gestos que hacen falta, por honestos, por espontáneos, por estar reñidos con una insatisfecha e insoportable voracidad".
Fidalgo se emociona, aun hoy, hablando de aquella niña que este sábado cumple jóvenes 50 años: “Aquel gesto de Gaby marca el perfil que tenía la familia. Ganar no era todo lo que valía. Y eso que ella era competidora, nunca le gustaba perder. Pero disfrutaba de jugar. Fue una época muy linda. Tuve la suerte de cruzarme en su camino. Y hoy sigo viendo la misma persona. Le tocó ser una estrella, pero no ha cambiado y eso es lo más grande que tiene”.
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