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Franco Davin, entrenador de Gaudio en Roland Garros 2004, con LA NACION: “Gastón nunca sería amigo de Coria: ni en el tenis ni afuera”
A 20 años del histórico Abierto francés, el coach contó intimidades de dos semanas irrepetibles
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Habiendo ganado tres títulos en el circuito, alcanzado el top 30 en 1990 y triunfado, entre otros, contra Boris Becker, Andre Agassi y Mats Wilander, las dificultades físicas (especialmente en el hombro izquierdo) empujaron a Franco Davin a un joven retiro, a los 27 años. Pero lejos de mortificarse, el pehuajense encaró la vocación que internamente estaba gestando como jugador y luego lo distinguiría: como coach y conductor de equipos. Una primera tarea en 1998 en la (ex) Fed Cup y la capitanía de la Copa Davis (con el ascenso al Grupo Mundial, en 2001, incluido) lo robustecieron. Guillermo Coria fue su primer pupilo individual. El segundo, Gastón Gaudio, fue una de sus obras maestras: el Gato terminaría ganando Roland Garros 2004. Y con Juan Martín del Potro, tras el éxito en el US Open 2009, se recibió de creador de campeones, siendo el único entrenador argentino con dos trofeos de singles de Grand Slam.
Hace 20 años, el 6 de junio de 2004, Gaudio se transformó en el primer hombre argentino campeón de un major después de Guillermo Vilas. Lo logró en un Abierto francés único e irrepetible, por infinidad de matices. Uno de ellos, porque su rival fue un compatriota antagónico de una época dorada: Coria. A los 54 años, Davin ya no tiene el pelo largo rubio que lucía en 2004. Luce cabello corto, peina canas y se mantiene delgado. Radicado en Miami desde 2015, papá de Juana (22) y Nacho (17), sigue transitando el circuito con perspicacia y pasión. Supervisa a la rusa Veronika Kudermetova, hace base en el club Biltmore de Coral Gables y perfecciona, junto con el entrenador y especialista en matemática Marcelo Albamonte, una plataforma (GSM) para potenciar el rendimiento de los jugadores profesionales y juniors.
Davin, que comenzó su tarea con Gaudio en marzo de 2003 (por una recomendación que el entrenador Tony Pena le hizo al jugador de Temperley), fue una pieza clave en el ascenso del Gato: lo perfeccionó, lo acomodó emocionalmente, lo ordenó. Amigos desde entonces, acaban de coincidir en París, durante Roland Garros. Gaudio, en compañía de su hijo Vicente (de catorce meses) y su pareja (Helena Ayerza). “Me vuelve loco recordar lo que pasó hace veinte años. Fue increíble”, le confiesa Davin a LA NACION.
-A la distancia, ¿qué significado tuvo para el tenis argentino aquel Roland Garros definido entre jugadores con enfrentamientos personales previos y estilos de vida opuestos?
-Comienzo yendo al final de la pregunta, porque son cosas que hablo con exjugadores, con Gabriela (Sabatini) y cantidad de chicos de mi época: la formación es clave. Uno puede ser un gran campeón o un fenómeno en la etapa deportiva, pero si después no tenés una formación, una educación y una buena base, es difícil que se pueda disfrutar lo que lograste. En el caso de Gastón, veo que siguió con sus inquietudes; siempre quiso estudiar, le gustaron las finanzas, hablaba sobre qué podía hacer fuera del tenis, su preocupación para no ser sólo un tenista, teníamos discusiones sobre eso. Le ha ido bien dentro y fuera de la cancha. Es una persona normal, con la que se puede hablar; tuvo una infancia con educación, con una familia muy detrás de él, acompañándolo, cerca del colegio, durmiendo en su casa… El varón puede ser que a los 15 pueda estar más preparado para salir. Pero una chica, por lo menos hasta los 16 o 17, tiene que tratar de dormir en la casa, mantener la escuela, tener sus amigos… El otro día vino un papá a Miami, me comentó que la hija de 14 años está en una academia en Italia y que la está pasando mal, que necesita que la mamá la tape todas las noches, que extraña. Todo el tiempo confirmo que hay que quedarse más tiempo en la casa, con los padres, tratando de hacer bien las cosas. A esas edades muchos priorizan el tenis, cueste lo que cueste; no creo que sea lo correcto.
-En ese sentido, Coria tuvo una formación distinta a la de Gaudio. En una entrevista con LA NACION, en 2014, recordó que al terminar 7° grado se radicó en Key Biscayne: “Era distante, poco demostrativo. También fue por cómo crecí. A los 13 me fui a Estados Unidos y no es lo mismo madurar en tu casa que afuera. Vivía con 50 dólares por semana, me tenía que cocinar, ir al supermercado, lavar la ropa, mandaba cartas porque era casi imposible hablar por teléfono”.
-Claro, claro. Coria tuvo muchas presiones. Fue mucho mejor que Gaudio en juniors, con contratos impresionantes, yéndose de la casa muy chico, viviendo solo en el CENARD. Entonces, ser bueno de chico no sé si es tan productivo si no tenés una base bien hecha, un respaldo emocional y más en los sudamericanos, porque en Europa y Estados Unidos es más fácil mantener la estructura familiar, porque tenés todos los torneos más cerca. Pero en Argentina, en cuanto tenés que empezar a viajar, no es fácil. Enseguida se deja el colegio, se presiona, se prioriza el tenis antes que todo y es un error.
-¿Elegís esta manera de direccionar la entrevista para describir las distintas personalidades? ¿Nunca hubo piel entre ambos?
-Totalmente. La diferencia entre ellos siempre estuvo marcada. Gastón le quería mostrar a Coria que por ese camino estaba equivocado. Gaudio nunca sería amigo de Coria: ni en el tenis ni afuera del tenis.
-Dicen que en esos años a varios integrantes de la Legión les chocaba el individualismo de Coria. ¿Es así?
-Bueno, sí, fue una de las razones por las que explotó todo. En 2005, en la Copa del Mundo por equipos, en Düsseldorf, habían arreglado cómo jugaban cada uno; estaban Coria, Gaudio, Cañas y Chela, si no recuerdo mal. Cuando Coria llegó, dijo: ‘Juego los dos primeros partidos y no juego más, me voy a Roland Garros’. Fue como queriendo sacar ventaja y que los otros se quedaran hasta último momento. Y Gastón, cuando pasó eso, se volvió loco… Muy caliente fue a la conferencia de prensa después de un partido, salió de ahí y me dijo: ‘La recontra cagué, dije todo, me desahogué’. En eso Gastón no tenía filtro. Claro que los quilombos venían de antes, pero ahí terminó de explotar. La distancia se fue ampliando con estas actitudes. Gastón, siempre, siempre, dejó cosas de él por un equipo. Y así se fueron ampliando las diferencias.
-Encima, en la Copa Davis, generalmente Gaudio jugaba y Coria no tuvo un vínculo amigable con la competencia, teniendo un debut tardío, en febrero de 2004, ya siendo 4° del mundo.
-Sí, eso también. Pero Gastón siempre lo hizo reconociendo el gran jugador que era Coria. En ningún momento habló mal de Coria como jugador. Siempre decía que el tipo era un crack. No es que decía, de envidia: ‘Tuvo unos contratos de locos de chico porque se los regalaron’. No, no. En esa etapa Coria era mucho mejor que Gaudio, era de los mejores de la historia de la Argentina. Fue un talento precoz. Pero se dieron las diferencias entre ellos y llegó lo de Hamburgo 2003 [en las semifinales, Gaudio se enojó por los supuestos calambres que tuvo Coria, que terminaría ganando 6-3, 6-7 y 6-0; luego hubo una pelea en el vestuario]. Para mí, ahí Coria empezó a perder la final de Roland Garros.
-¿Por qué?
-Porque ahí se hace como que estaba acalambrado en el segundo set, termina ganándole 6-0 el tercer set y en el último punto hace como que no puede ir caminando a saludarlo a la red porque estaba acalambrado: todo mentira. Gastón se enoja, se putean en la red, en el vestuario también hubo un altercado fuerte y después Coria quiere hacer algo parecido en la final Roland Garros, cuando se le complica. Por eso digo que empezó a perder la final en Hamburgo, un año antes, porque en París Gaudio ya sabía lo que estaba haciendo Coria y Coria también sabía que los que conocíamos la interna no le íbamos a creer.
-Estuviste en Hamburgo 2003.
-Sí, sí.
-Hubo distintas versiones sobre lo que ocurrió en el vestuario, tras el partido. Una dice que Gaudio lo agarró del cuello a Coria y que fueron separados por Luli Mancini y Jorge Trevisan, entrenador y PF del Mago.
-No, Trevisan no estaba. El que lo encaró un poco primero a Coria fue el hermano de Gastón (Diego). Gastón lo encara y medio que lo quiere apretar contra la pared, Coria sale corriendo para meterse en el cuarto de fisios, como para sentirse protegido. Y se cortó. Estaba Luli, estaba yo y medio que fuimos los que frenamos todo. El hermano de Gastón era el que más se lo quería comer a Coria. Igual, Gastón, ya en la red lo recontra insultó, porque Coria terminó el partido en una punta y toda esa caminata hasta la red la hizo como sin poder llegar a darle la mano. Poco creíble. Si Coria iba caminando normal y le daba la mano, Gastón no hubiera terminado así de caliente, pero como Gastón había tenido calambres anteriormente y sabía que no te podés mover, no le creyó.
-Lo que muchos no recuerdan es que Gaudio y Coria jugaron dobles juntos antes de ese torneo de Hamburgo, en Montecarlo 2003. ¿Intentaron un acercamiento?
-Sí. Es que los entrenadores siempre intentan que haya buena relación, porque tenés la Copa Davis, tenés muchas cosas compartidas y decís: ‘Pucha, qué necesidad hay…’. Pero acá era difícil.
-En 2009 lo intentaron con Del Potro y Nalbandian, haciéndolos jugar juntos en dobles, cuando Luis Lobo era el coach de David.
-Sí, en Indian Wells y jugaron muy bien. Siempre es mejor que se lleven bien, que no haya conflictos, porque tenés cosas en común y, en ese momento, ni hablar lo de la Copa Davis, que se estaba intentando ganarla por primera vez y para Argentina era importante. Pero acá no había manera de reconciliación. Coria siempre estaba buscando la ventaja, lo mejor para él. Eso que después pasó en la Copa del Mundo se repetía en la Copa Davis o donde fuera.
-¿Qué versión tenística era la de Gaudio en París 2004?
-El año anterior había jugado muy bien. En la gira de clay había perdido con todos tipos muy buenos, con Ferrero [en Montecarlo y Roma], con Safin [en Barcelona], con Guga Kuerten [en Roland Garros]. Venía bien. De hecho, cuando termina lo de Málaga, que estábamos destruidos [en septiembre de 2003, por las semifinales de la Copa Davis, la Argentina cayó 3-2 ante España, en Málaga y Gastón perdió sus dos puntos], porque había sido una cagada para él, por todo lo que había pasado, un montón de payasadas… No me olvido más: estábamos en la habitación con Gastón y el hermano, y le digo: ‘Jugando así, el año que viene estás top ten’. Lo sentía, lo veía que estaba en un nivel muy bueno. Se lo dije también para motivarlo y que no se quedara con lo que había pasado en Málaga, porque podía salir para cualquier lado, hasta colgar la raqueta. En 2004 pusieron unas pelotas nuevas en los Masters 1000, que eran un espanto: duras, salían para cualquier lado. Y Gastón no las sentía. Sin embargo, en los torneos que mantenían las pelotas buenas, se destacó: en Barcelona hizo final, ganó dos partidos en la World Team Cup y Roland Garros también tenía esa pelota. Veía que estaba jugando muy bien…
-¿Es verdad que Vittorio Selmi, histórico tour manager de la ATP, te dijo antes de Roland Garros que el torneo lo ganaba Gaudio?
-Sí. A Vittorio siempre yo le pregunta: ‘¿A quién ves para que gane?’. Era un tipo que entendía mucho de tenis. Me dijo que si Gastón llegaba a los cuartos lo veía ganador. Y le digo: ‘¿Y a Coria no?’. Me dijo que lo veía bien, pero que a Gastón lo notaba superior. A mí tampoco me hizo mucha gracia, porque dije: ‘La pucha, Vittorio… qué presión anticipada’. Era un tipo que entendía mucho el tenis y el estado de ánimo de los jugadores. Veíamos que, si Gastón mantenía su ritmo y se sentía bien, podía ser muy peligroso. Era muy competitivo.
-Pero el gran candidato era Coria.
-¡Recontra candidato! ¡Recontra! Aparte, si vos ves el partido con Gastón, el primer set fue impecable. Y casi todo el segundo set también. Para Gastón también era… ‘Bueno, hice final, está bien’. Era normal que se conformara. Pero mostró la cabeza que tenía. Después de arrancar tan mal, de toda la situación horrible que estaba pasando, logra darlo vuelta y ganarlo. Increíble.
-¿La parte mental fue uno de los primeros aspectos que trabajaste con Gaudio? Sumaste al psicólogo Pablo Pécora, le pusiste candado a su inestable y amplia vida social...
-Sí. Viajaba con mucha gente. Ya lo había visto en el torneo de Miami y le conté las personas: andaba con 13 acompañantes. Lo hacía en el club y cuando iba a cenar. Entonces, cuando empezamos juntos, traté de que viajara con menos personas, de que no cayera cualquiera en cualquier momento. De hecho, una de las cosas que nos vino bien para Roland Garros fue lo que pasó un mes antes, cuando jugó la final de Barcelona [perdió frente a Tommy Robredo]. La hermana decidió viajar, se le retrasó el vuelo, no había tanta comunicación como ahora, Gastón jugaba creo que a las tres de la tarde y eran las dos y media y la hermana no había llegado, entonces fue toda una preocupación, que llega, que no llega, que se lo pierde. Entonces, le digo a Gastón: ‘¿Ves que es todo un quilombo?’. Fue todo un tema después: cuando Gastón gana las semifinales de Roland Garros iban a venir 25 personas y los frenamos. Yo le digo: ‘No pueden venir, deciles que no’. La mamá siempre me recrimina: ‘Vos me cagaste la final de Roland Garros de mi hijo’. Y yo le respondo: ‘¡No la hubiera ganado si venían todos!’. Marisa siempre me lo dijo, jaja. Imaginate ir a comer la noche anterior con 25 personas, ¡hubiera sido un desastre! Dije: ‘Nos quedamos los que estamos’. Cuando le gana las semis a Nalbandian, llego a la camilla del vestuario, estaban Gastón y la Pantera (Fernando Aguirre, el PF), que me llama a un costado y me avisa: ‘Están arreglando para venir un millón de personas’. Entonces voy y le digo a Gastón: ‘No viene nadie’. Me dice: ‘Ok, pero hablá vos’. Lo llamé al que nos sacaba los pasajes y le digo: ‘No viaja ninguno. Disculpame, te perdés la venta, pero no viene ninguno’.
-¿Gaudio lo aceptó enseguida?
-Sí, sí, no había vuelta atrás. No sé cómo habrá sido la interna familiar, me habrán recontra puteado, jaja. Pero bueno… A él le gustaba estar con gente y está bueno, pero hay momentos y momentos. Siempre íbamos a cenar a un restaurante cercano al hotel, incluso en la misma mesa. Teníamos nuestra rutina. Hasta conservo la llave con agujeritos de mi habitación del hotel [California, en la Rue de Berri]; era la 403. A Gastón le gustaba estar con gente porque le descomprimía la tensión que tiene el tenis. Pero no podés cambiar todo antes de jugar esa final. Le hubiera venido bien o no, no lo sé, yo creía que no. El viaje de la hermana a Barcelona fue un tema de conversación. Sobre todo, por cómo es él: no es un chico que no le interesara. En París hubiera estado preocupado por ir a comer con todos, tendríamos que haber cambiado el restaurante… Un montón de cosas que no iban de la mano del orden.
-El torneo arrancó con un desafío complejo para Gaudio: contra Guillermo Cañas, con el que también tenían cierta pica.
-Sí. Tengo grabado que estábamos en la World Team Cup, en Alemania, donde también estaba Cañas y cuando llegamos al vestuario después de uno de los partidos ya estaba el cuadro impreso de Roland Garros. Gastón lo ve y dice: ‘¡No, la con… de mi madre!’. Empieza a putear y estaba Poncharelo (Fernando Cao), el preparador físico de Cañas, al lado nuestro. Lo llevo a un costado y le digo: ‘Boludo, está ahí’. Terminó siendo un partido muy intenso, a cinco sets, que se suspendió para el otro día. Pero lo sacó adelante y lo impulsó.
-¿Qué hacían en los tiempos libres en esas dos semanas?
-Jugábamos mucho al backgammon. Nos divertíamos mucho. De hecho, hemos tenido muchas horas jugando y eran las cosas que a Gastón lo sacaban del tenis. Gastón se aburría mucho, entonces no era fácil entretenerlo. Tampoco lo podés sacar a caminar porque al otro día no se puede mover. Entonces era entretener a alguien en forma pasiva. Las cartas y el backgammon nos vinieron bien.
-A medida que iban avanzando en Roland Garros, ¿qué les llegaba de la Argentina, en tiempos en los que no había redes sociales?
-Lo que más presión le puso a Gastón fue entre los cuartos de final y la semifinal. Porque ahí llegó todo el mundo que no era del tenis: programas de mucho rating que no eran del deporte, como el de Pergolini, no recuerdo si el de Tinelli también. Eso nos mostró que Argentina estaba un poco frenada por los partidos. Entonces, entre que el torneo te pone producciones para hacer, lo que se decía en Argentina porque eran Coria, Nalbandian y Gaudio, las cosas llegaban… Pasamos de salir del hotel y que no hubiera nadie a que estuviera lleno de periodistas. Y en el club lo mismo. Eso a Gastón lo puso incómodo. La producción de fotos con los tres argentinos fue una locura coordinarla. ‘Que yo esto no puedo, que yo quiero entrenar’. Un caos extra. El vestuario empezaba a quedar vacío, entonces te cruzabas mucho más…
-¿Genera más nervios estar en un vestuario vacío?
-Sí, sí… El día de la final están los dos solos. ¡Es una locura! Hay una película de McEnroe y Borg que lo relatan muy bien. En el vestuario, que suele ser grande, para albergar a 128 tipos, no queda casi nadie. La tele no la podés ver porque no hay partidos, ya hablaste 400 veces de la táctica… Entonces la cabeza te explota. Yo no sabía qué más decirle, entonces lo veo a McEnroe y le digo: ‘Ahí está John, ¿por qué no hablás con él y le preguntás algo?’. Y McEnroe lo puso más nervioso todavía, no sé qué le dijo de los soldados de Vietnam y fue peor.
-¿En la mañana de la final Gaudio te dijo que estaba más contento porque se terminaba el estrés que por jugar el partido?
-Sí, porque pasó lo siguiente: estábamos desayunando, le pregunto cómo durmió, me dice: ‘Bien’. Venía todo bárbaro y cae el tipo de Diadora [la marca que lo vestía], con una camiseta nueva y le dice: ‘Viajaron toda la noche desde Italia para traerte esta camiseta para que juegues’. Yo la veo y digo: ‘Ni en pedo cambiás la camiseta para jugar la final’. Gastón la empieza a mirar, la tela era linda, pero tenía varias cosas raras. Una manga más larga que la otra, pero a propósito. Me agarré de eso y dije: ‘No vas a andar probando ahora, a ver si te sentís incómodo’. Y a Gastón le gustaba. Yo siendo más Bilardista que otra cosa, jaja. ‘Sí, voy a jugar’, responde. Y ahí Gastón me dice: ‘La verdad, estoy más contento porque termina todo que por jugar’. Ya estaba hinchado las pelo…
-Para vos fue un partido especial también, porque habías entrenado a Coria. ¿Qué le dijiste a Gaudio sobre la estrategia a utilizar?
-Por un lado, dije: ‘Qué lindo. Los dos jugadores que entrené están jugando la final de Roland Garros’. Deportivamente estaba contento. Por otro, con Coria no me llevaba bien, nunca tuve buena relación. Era un crack, el favorito. Gastón, si hay algo en lo que no le erraba, era en la táctica. Era un partido que lo había jugado un millón de veces, hablamos un millón de veces de Coria. Con Nalbandian en las semis era distinto, no lo conocía tanto y entonces yo sí podía darle más información. Pero con Coria era otra cosa. Teníamos una idea. A Coria había que aguantarlo; cuando lo aguantabas de fondo no le gustaba, pero era difícil hacerlo también. Coria empezó tan bien, no erraba, estaba impecable y entonces no se estaban dando los puntos en los que Gastón lo podía ahogar o ponerlo incómodo. Después se empieza a dar ese partido increíble que todos vieron. Yo quería un partido largo, de puntos muy intensos.
-¿Qué pensabas en la paliza de los dos primeros sets (6-0 y 6-3)?
-Quería que se armara el partido, como eran los típicos de ellos. Coria venía más preparado para ese partido y empezó impecable: creo que hace uno o dos errores en todo el primer set. Gastón se puso tenso. Perdés 6-0 el primer set de la final de Roland Garros… ¡te querés matar! Te está mirando todo el mundo. De a poco fue metiéndose, soltándose. El desgaste lo hizo sentir un poco mejor, hasta que Coria empezó a sentir que le iba a tener que ganar el partido, no que Gaudio iba a soltarlo. Y ahí es donde cambió todo para Gastón. Mágico, ja.
-¿Con qué momento te quedás?
-Mi película era que Gaudio terminara el partido con un revés como el que terminó. Es increíble. Lo tengo grabado en mi cabeza. Cuando lo vi a Gastón armando el revés… se me pone la piel de gallina al decirlo… Cuando lo veo armando el revés del match point, chau. Dije: ‘Perfeeecto’. Ese revés es el mejor del mundo, desde dónde le pega y en un match point. Ese revés es Roland Garros. Es increíble, increíble. De donde yo estaba sentado, teniéndolo a Gastón de frente, lo vi armar el golpe… te juro que dije que no se le escapaba.
-Te emocionás al recordarlo.
-Sí. Te juro que sí. Me pone loco, no lo puedo creer todavía hoy.
-Se dice que es una final que cambió dos vidas. ¿Coincidís?
-No sé. Volvemos al principio, a la educación. Fue una alegría increíble por todo lo que se dio, lo que vivimos, el proceso, el esfuerzo familiar, todo. Fue la frutilla de un proceso. Sos campeón de Grand Slam para toda la vida, sí. Pero para mí el logro tiene más importancia por la cancha en la que fue: sabíamos que ahí habían jugado Vilas, Gabriela, en ese mismo polvo de ladrillo. Hoy quedan pocos estadios intactos: Roland Garros y el de Wimbledon. Australia cambió, el US Open cambió. En París sentís una energía linda. Al año siguiente veíamos el nombre de Gastón en la cancha 1, que la derrumbaron hace un tiempo. Obvio que te cambia la vida ganar Roland Garros; a algunos más, menos. Y más para los que estamos en el tenis: ganar un Grand Slam es el título más importante. Es irrepetible, porque encima estuvo Vilas ahí. La foto de Vilas con los dos chicos en la premiación es bárbara. Fue muy lindo para Argentina. Es irrepetible.
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