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Francisco Cerúndolo, uno de los tenistas del momento, a solas con LA NACION: “Siento que me convertí en una amenaza para el resto”
De chico no fue el mejor de su categoría, pero el argentino de 23 años disfruta de un presente de ensueño, siendo campeón de ATP y 25° del mundo; “Quiero hacer un buen US Open”, dice
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Cameron Norrie, la mejor raqueta de Gran Bretaña desde el año pasado, contó en forma risueña estar experimentando los “beneficios” de sus impactos en horario central que lo llevaron hasta las semifinales del último torneo de Wimbledon, el mes pasado. En las calles del barrio londinense de Putney, donde vive, perdió el anonimato. “Bajás a tomar un café y el barista te reconoce. ‘Oh, no te preocupes por pagar hoy, está bien’. Fui a la tintorería y me dijeron: ‘Ah, gran Wimbledon. ¿Sabes qué? Esta vez no te preocupes por pagar’. Y yo dije: ‘Hombre, está bien, puedo pagarlo’”, narró el número 12 del mundo, en el periódico Daily Mail.
El porteño Francisco Cerúndolo (23 años) no tuvo el éxito de Norrie en el All England, pero se marchó ovacionado del emblemático court central tras empujar a los límites a Rafael Nadal y caer en la primera ronda, en cuatro sets. Pocos días después, obtuvo su primer título ATP (en Bastad, Suecia). Encadenó -sus primeras- dos victorias ante rivales del Top 10 (Casper Ruud y Andrey Rublev). Llegó a las semifinales en el tradicional torneo de Hamburgo. Y ascendió hasta el puesto 24 (hoy, es 25°). Disfruta del momento más radiante de su carrera. En abril ya había roto los pronósticos alcanzando las semifinales del Masters 1000 de Miami. Todo ello hizo que su estatus en el circuito se realzara y que su popularidad aumentara, claro.
“La situación cambió bastante. No al nivel de Cameron, claramente. Pero ya después de Miami, venía acá, salía a la calle, iba a cualquier lado y me conocían. No pasaba inadvertido en ningún lugar. Siempre alguno me conocía. Al principio me daba un poco de vergüenza, me sentía algo intimidado, pero después me fui acostumbrando. Después de Wimbledon, del partido contra Nadal, esa popularidad aumentó. Ahora, al volver al país, en el aeropuerto me pedían fotos, autógrafos… Algunos te conocen, otros no, pero preguntan ‘¿Quién es este?’ y hace una rueda. El reconocimiento está buenísimo, pero también perdí privacidad”, dice el mayor de los hermanos Cerúndolo, durante su visita a LA NACION.
Luego de la gira más productiva de su vida, el Pistolero [apodo que se ganó por la explosión de su derecha] regresó a Buenos Aires por un puñado de días. Pero en pocas horas volará a Montreal, donde iniciará una extensa gira que lo llevará por el Masters 1000 canadiense, Cincinnati, el US Open [desde el 29 de este mes] y, seguramente, por primera vez al equipo nacional de Copa Davis [en la fase de grupos de las Finales, del 14 al 18 de septiembre, en Bolonia, Italia].
-En marzo de 2021, cuando pasaste la qualy del ATP de Buenos Aires y llegaste a la final [caída ante Diego Schwartzman], eras 137° del mundo, tu presente era muy distinto al actual. También desde el reconocimiento, ¿verdad?
-Ahora es distinto, sí. La primera vez que sentí el cambio fue en el último torneo de Miami. No recuerdo después de qué partido fue, pero el celular me explotaba. Yo decía: ‘Uh, ¿cómo será esto?’. Pensaba en los que están más arriba: ‘Si a mí me molesta que uno o dos días el celular me explote, ¿cómo hacen los que ganan un montón de partidos todas las semanas y que tienen que hacer fotos, prensa, responder mil mensajes, autógrafos, esto, lo otro…?’. Pero te empezás a acostumbrar y te das cuenta de que es parte de tu profesión. Cuando estoy en Argentina trato de estar mucho con mi familia, con mis amigos, con mi equipo de trabajo, que son los que más me conocen. Y con ellos me olvido un poco de que soy tenista.
-A diferencia de tu hermano, Juan Manuel, de chico no eras el mejor de tu categoría y tu camino hacia el tenis profesional distó de lo convencional: hasta fuiste a la universidad de EE.UU. un tiempo. ¿Cuándo hiciste el clic hasta sentirte parte de la elite?
-Cuando empecé a jugar los Challengers, en 2019, tras dejar rápido los (ex) Futures. Me empecé a dar cuenta del cambio; había diferencias de intensidad, en el juego, en el entrenamiento. Ahí dije: ‘Bueno, me tengo que empezar a entrenar un poco más en serio’. Y eso me llevó a empezar a armar mi equipo, a profesionalizarme más en todos los ámbitos, porque hasta ahí lo hacía sostenido con pinzas. Viajaba solo, me entrenaba sólo con mi papá [Alejandro Toto Cerúndolo]. Después, cuando hice final en Buenos Aires el año pasado, me di cuenta de que había llegado a un nivel importante, que estaba jugando contra los mejores del mundo, que tenía que empezar a cerrar todas las puertas y cuidar los detalles. Sumé la psicología, mejoré la alimentación, el entrenamiento físico... Me costó todo el año pasado, pero esta temporada me ordené mejor. Al nivel en el que estoy, todos juegan impresionante; la diferencia la hacen los detalles. Entonces, tenés que estar preparado para aprovechar la oportunidad cuando llegue. Hoy en el circuito están muy parejos todos: entre el 20 y el 150, capaz, se pueden ganar entre todos. Claramente los que están más arriba son los que tienen más constancia todo el año.
-¿Hace un tiempo no tan lejano sentías que dentro del vestuario de los torneos te hacían pagar derecho de piso y que de cierta manera te ignoraban?
-Y…, sentía como que recién empezaba, que no me daban bola y uno está ahí, sin conocer a casi nadie. Entonces, capaz que estás solo, no tenés con quién charlar. Y eso es duro. Pasás de estar en un Challenger, donde tenés amigos y gente para cenar, a estar ahí, siendo el pendejo, el que estás apareciendo, al que todos le quieren ganar y te tenés que ganar el respeto de los demás dentro y fuera de la cancha. Y eso lleva un tiempo.
-¿Y hoy cómo te sentís?
-Nooo; hoy ya me siento parte. Después de Wimbledon creo que cambié la cabeza, me di cuenta de que estaba teniendo un nivel alto. Estaba haciendo una gran gira y ya todos me empezaron a mirar de otra manera. Siento que me convertí en una amenaza para el resto.
-¿Qué te dejó la inolvidable experiencia en Wimbledon?
-Fue todo muy loco. Sentí que estaba destinado a jugar ese partido. Llegué a Wimbledon y hay dos vestuarios: uno para el Top 35 y otro para el resto. Yo fui a este último y, al entrar, me dicen: ‘No, vos tenés lugar en el otro vestuario, en el de los preclasificados’. No tenía ni idea, era mi primera vez ahí. Por la baja de los rusos había quedado 34, 35; no salí sembrado por poco. Ya eso me chocó: estar con los mejores fue tremendo. Y el primer día le digo al del vestuario: ‘¿Hay alguna posibilidad de que me lleves a ver la cancha central?’. El flaco, re copado, me hizo un tour. Fuimos a la cancha, el tipo me contaba todo y en un momento le dije: ‘En esta cancha voy a jugar’. Se moría de risa. Al día siguiente se estaba por sortear el cuadro, vemos que no se baja nadie por lo que yo no entraba entre los 32 sembrados y le digo a mi entrenador [Kevin Konfederak]: ‘Ojalá que me toque Nadal o Djokovic’. Era un torneo lindo, no había puntos, qué mejor que ahí... Empezamos a entrar en calor y en un momento agarro el celular, entró en Twitter y ¡pum!: veo Cerúndolo-Nadal. Dije: ‘Bueno, me tocó Rafa’. En esos días, desde el sorteo del viernes hasta el partido del martes, estuve ansioso por entrar en la cancha y jugar. Media hora antes del partido me empecé a sentir nervioso. Y desde que caminé del vestuario a la cancha, pasando por los pasillos internos, sentía que Rafa me caminaba acá [hace gestos en la nuca], que me suspiraba en el oído, un ‘buuufff’. Sentía que venía un león [sonríe]. Estábamos a unos metros de la entrada, me mentalicé y dije: ‘Entro a matar o la voy a pasar muy mal’. Desde que pisé el pasto, pensé: ‘Mirá dónde estoy’. Entré en modo partido y se me fueron los nervios. Si no hacía eso, perdía 6-1, 6-1 y 6-1.
La presión asfixiante que ejerce Rafa Nadal:
-La presión extra que genera Nadal en la previa de un partido es aplastante, ¿no? Son muy conocidos sus videos dando saltos, corriendo de un lado al otro.
-Sí, sí. Ya de por sí entrás en el vestuario y el primer locker es el de él. Entonces, cada vez que entrás, lo ves. Después, cuando estábamos afuera del vestuario esperando que los de seguridad nos llevaran a la cancha, yo caminaba primero y él detrás, pero lo hacía, te juro…, pisándome los talones. No me daba espacio. Es terrible. Después, estar en el hall principal de Wimbledon, con todos los trofeos, mucha gente…, es una locura. Te abren la puerta y entrás. La cancha estaba explotada. Cuando me fui de la cancha estaba re caliente: no había podido ganar el cuarto set y tenía muchas ganas de ir al quinto, porque sentía que lo había dominado durante dos sets enteros a Nadal, pero cuando empecé a sentir la ovación de la gente y de él mismo, a quien vi ahí parado aplaudiéndome, me puse contento y orgulloso. Sentí que había hecho un partidazo, que había cumplido. Y ese partido me cambió la cabeza: me autoconvenció de que podía estar a nivel, que le podía jugar a cualquiera de igual a igual.
-¿Qué tiene de especial la pelota de Nadal, por más que el pique en el césped sea distinto al polvo de ladrillo, donde domina más que todos?
-Me sorprendió mucho el saque. Uno podría creer que saca a meterla o que siempre te saca al revés, pero me sorprendió que tiene mucha puntería: en los momentos importantes iba a la línea. Yo lo miraba a Konfe y le decía: ‘No puede ser’. Después nos reíamos y decíamos: ‘No puede tener suerte durante 20 años. No es suerte’. Cada vez que estábamos 40 iguales o que era break point para mí, el flaco la ponía en la línea. Pero después, en el pasto, no sentí tanto el pique de la pelota que le he visto en el polvo. Me sorprendió la derecha, eso sí, porque espera mucho tiempo para pegarle, no sabés hasta el último segundo adónde te la va a jugar, te descoloca, la esconde muy bien y, ¡pum!, viene con una aceleración tremenda.
-¿Tuviste contacto con otro Big 3?
-Sí, con Djokovic. El año pasado fui al torneo que hacen en Belgrado, donde se juega un Challenger y un ATP en semanas seguidas, en el mismo complejo. Estaba por entrar en la cancha, haciendo la entrada en calor en el gimnasio y veo que Novak viene caminando hacia mí. Era la primera vez que lo veía y yo, que estaba solo, decía: ‘Está viniendo para acá’. Me empecé a poner nervioso, se me acerca, se me presenta. ‘Hola, soy Novak, un gusto’. Y yo le respondo; todo en inglés. Me empezó a felicitar. Yo venía de hacer la final en Buenos Aires y de ganar algunos Challengers. Me sorprendió que el flaco, siendo el número 1 del mundo, sabía todo de mí, no sólo sobre la final en Buenos Aires. Me preguntó por Juanma, que en ese momento no estaba en Belgrado; lo felicitaba por ganar el ATP de Córdoba. Con Federer coincidí muy poco en el circuito. Lo crucé en Roland Garros el año pasado, que jugó y después ya se lesionó. Si Roger vuelve, me encantaría poder enfrentarlo, aunque sea una vez.
Hay jugadores profesionales que, una vez que dejan el court, apagan la maquinaria y se enfocan en otras distracciones o actividades. Fran Cerúndolo, uno de los más destacados de una joven generación argentina que empuja en el tour [junto con su hermano Juan Manuel (100°, ex 79°), Sebastián Báez (31°), Tomás Etcheverry (88°) y Camilo Ugo Carabelli (114°), entre otros], suele invertir tiempo estudiando el juego. “Me gusta mucho mirar tenis y lo hago todo el tiempo. Me pongo a ver todos los partidos. Así aprendo, analizo. Hablo mucho con exjugadores. Con David [Nalbandian], por ejemplo, a quien veo en los torneos y tengo buena onda; siempre fue mi ídolo. Con el que más hablo es con el Peque [Schwartzman]; me ayuda, me aconseja, me tira tips”, comentó el jugador diestro, de 1,85m.
-¿Cómo evolucionó la semana de Bastad hasta ganar tu primer ATP?
-Después de Wimbledon nos fuimos a Múnich, donde yo juego Interclubes: nos entrenamos toda una semana. El viernes y el domingo jugué dos partidos para mi club [el Grosshesselohe] y perdí los dos. Uno contra el alemán Oscar Otte [actual 41°], 10-8 en el tercer set, y otro con (Botic) Van de Zandschulp [26°], creo que 7-5 y 7-6. Generalmente los partidos de Interclubes son tranquilos, pero acá tuve a dos rivales difíciles y los tomé como una buena preparación para Bastad. Llegué con buen ritmo. Con Pedro Sousa, en el debut, jugué bien. Y ya contra Ruud, en octavos, estuve muy bien y lo gané 7-5 en el tercero. En un momento me puse nervioso, pero la victoria me terminó dando la confianza que necesitaba. Se me estaban escapando muchos partidos en el final, estaba con bronca. Y cuando se me dio este triunfo agarré una confianza tremenda. El mejor partido fue en las semifinales contra (Pablo) Carreño Busta, que venía de ganarle 6-1 y 6-0 a Schwartzman. Y en la final, al igual que en Buenos Aires, otra vez jugué contra un argentino [Báez], con lo difícil que es siempre eso.
-En este período se notan cambios en tu juego. Por ejemplo: muchos tiros “neutros” pasaron a ser más agresivos. ¿Es parte de una búsqueda con tu equipo?
-Sí, venimos trabajando en muchas cosas, pero a medida que vas subiendo el nivel tenés que ajustar los detalles. En un Future, capaz, tiraba un derechazo y se acababa el punto. En un Challenger tiraba dos, tres y al cuarto lo sacaba. Y acá tengo que estar más fino, tener más precisión, y hay muchos puntos peloteados. También tuve que aprender a tener más paciencia para no desesperarme en la primera pelota y tirar cualquier cosa. En la medida que fui agarrando eso empecé a darme cuenta en qué bola podía acelerar, en cuál no y tratar de estar agresivo desde las piernas, estar atento para ver si pica corta o larga. Soy un jugador al que le gusta ser agresivo, pero no me tengo que ir al extremo de ser un delirante y tirar cualquier cosa. Con los entrenamientos fuimos perfeccionando esas cositas.
-El año pasado debutaste en los Juegos Olímpicos, en Tokio. Ahora, ¿te ilusiona tener tu presentación en la Copa Davis en septiembre?
-Sí, obvio. Toda mi vida quise jugar la Copa Davis: es un sueño que tengo desde muy chiquito. Y sería buenísimo poder jugarla este año o cuando me toque. Es uno de mis objetivos.
-A principios de año, precisamente, se habrán planteado objetivos con tu entrenador, pero los fueron cumpliendo rápidamente. ¿Qué te proponés de acá en adelante?
-Mi objetivo de este año, después de Australia, era ponerme Top 100 y jugar los tres Grand Slam que quedaban. Pero en un mes me metí Top 100. Hice semifinales en Río y en Miami, y me metí Top 50. Entonces, empezamos a ponernos otro objetivo: después de Roland Garros fue terminar el año en el Top 30, pero ahora ya estoy 25. Fue muy loco. Mi próximo objetivo es terminar el año en el Top 20. El Top Ten lo tengo como un sueño de más adelante, no es el objetivo de este año. Me gustaría mucho hacer un buen US Open. El año pasado, que fue mi primera vez ahí, perdí en la entrada de la qualy: gané dos partidos, pero no pude entrar en el cuadro principal. Este año, en París y Wimbledon, me tocaron (Daniel) Evans y Nadal, que eran preclasificados, perdí en primera ronda y por eso tengo ganas de hacer un buen torneo en Nueva York. Es parte del proceso. Todo se está dando muy rápido.
El objetivo de Francisco Cerúndolo hasta fin de año:
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