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Estafador, presidiario y mujeriego: el tenista de saque supersónico que pasó de tomar champagne con la realeza a deambular por las cárceles
Ganador de un Grand Slam y finalista en Wimbledon, sacaba a 246km/h
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¿Tenistas en prisión? Hasta aquí teníamos historias basadas en casos de corrupción por protagonistas involucrados en arreglo de partidos y/o apuestas. O escándalos por doping. Claro que, aún en esas situaciones, era muy difícil encontrar jugadores/as que hayan terminado entre rejas, presos. ¿O acaso lo de afamado alemán Boris Becker es un hecho aislado y excepcional?
Hace una semana, Becker, exnúmero 1 del mundo y el ganador más joven de la historia de Wimbledon (17 años y 7 meses), escuchaba la sentencia de un tribunal de Londres. “Dos años y 6 meses de prisión”, la mitad de ese lapso de manera efectiva y el resto, dependiendo de su conducta. Un bombazo para la historia del tenis. El alemán, de 54 años, con capítulos de gloria deportiva (6 títulos de Grand Slam, 2 Copa Davis, un oro olímpico) y de escándalos varios, como la hija clandestina supuestamente concebida en un baño de restorán con una modelo rusa, que terminó en el millonario divorcio de su primera mujer, la modelo Barbara Feltus, quedó perplejo. Aunque íntimamente se lo veía venir. Fue absuelto de 20 cargos, pero encontrado culpable de cuatro. Haber falseado su patrimonio para no pagar deudas terminó condenándolo. Y cerró ya ese mismo viernes 29 de abril en la cárcel de Wandsworth, al sur de Londres. Un destino que nadie imaginó. ¿Cómo una leyenda como “Boom Boom” Becker iba a ir a prisión?
Becker era un espectáculo. Saque furibundo, derecha implacable, revés para sostener los peloteos y una mentalidad ofensiva como pocas. Siempre para adelante. Sus palomitas en la red son un recuerdo eterno, lo mismo que su espalda sucia por el pasto de Wimbledon o el polvo de ladrillo de los torneos en canchas lentas. Los revolcones no lo amilanaban: era como que los disfrutaba. Y allí en la central de Wimbledon, donde irrumpió en aquel 1985 para coronarse y sorprender al mundo a los 17 años, hubo muchas historias previas dignas de relato. Una de ellas, protagonizada por un estadounidense con el que jamás llegó a cruzarse dentro de una cancha, pero que apenas seis años antes, en 1979, jugó el partido de su vida. No lo ganó, pero quedó en la historia por distintos motivos. Y se une a la saga de Becker por un motivo nada grato: fue otro de los tenistas de elite que terminaron en la cárcel. Varias veces.
Nacido en Chattanooga, Tennessee, el 15 de octubre de 1951 e hijo de un prestigioso abogado, Roscoe Tanner jamás imaginó en su niñez que podría ser tenista. Pero lo fue. Y de los buenos. Se hizo profesional en 1972 y ganó 15 títulos. Zurdo, de 1,83m, Roscoe tenía uno de los mejores saques de los años 70 (y 80). Con un swing muy particular: tomaba la pelota en pleno ascenso e impactaba en un solo movimiento. La velocidad era fenomenal. Cuando resultaba imposible leerle el probable destino, la pelota terminaba en ace. Si se le adivinaba el lugar, no era sencillo tomarlo a contrapierna cuando se adelantaba a la red. El saque le facilitaba su juego. Y tuvo un récord que asombra aún hoy: 246,2 km/h. Fue en el torneo de Palm Springs, en 1978.
¿Qué tiene de particular? Que 40 años después, esa marca sigue estando en el Top 6 de los saques más rápidos de la historia. El más rápido es de Sam Groth (Australia), en un challenger en 2012, con 263 km/h. Detrás, Albano Olivetti (Italia), con 257; Ivo Karlovic (Croacia), con 251; Milos Raonic (Canadá), con 250, y Andy Roddick (Estados Unidos), con 249.
Pero los 246,2 km/h de Tanner fueron en una época en la que los materiales de las raquetas eran diferentes, las pelotas también, al igual que la superficie. Y su altura, de 1,83m, está lejos del promedio de arriba de los 2 metros de estos tiempos. Son 20 centímetros de hándicap que otorgaba. Aún así, Roscoe metía miedo con su saque.
“Ser zurdo le daba una ventaja a Tanner, como se la da a Nadal. Si Rafa fuera diestro, su saque dejaría mucho que desear. Roscoe era zurdo, pero además le pegaba como un látigo. Muy muy rápido, y su ventaja era el movimiento. Tiraba la pelota muy baja y le pegaba rápido. Esa combinación era clave. Apenas salía de la mano le pegaba. Te sacaba chispa de tiempo para la devolución. El resto de juego era normal. Dificil que metiera cuatro o cinco bolas seguidas, entonces no te daba ritmo. Muy agresivo dada su propia inseguridad. Plano y slice de los dos lados. Logró cosas muy importantes gracias al saque. Era típico de esa época porque se jugaba más en canchas rápidas”, analizó Tito Vázquez, exjugador, coach y capitán de Copa Davis, a pedido de LA NACION.
Tanner fue número 4 del mundo y jugó dos finales de Grand Slam. La primera, en 1977, fue nada menos que ante nuestro Guillermo Vilas en el Abierto de Australia, cuando se disputaba sobre el césped del estadio Kooyong, en Melbourne, allí donde el Gran Willy había ganado el Masters en 1974. Tanner no le dejó chances, jugó un gran partido y lo superó por un triple 6-3. Vilas, ese año, fue el mejor de todos: ganó Roland Garros y el US Open, además de establecer numerosos récords.
La otra final de Tanner fue en Wimbledon 1979. La que lo hizo famoso. Porque su rival era un ilustre: el sueco Björn Borg, que ya venía de tres conquistas consecutivas sobre el mítico pasto londinense. Nadie apostaba demasiado por Roscoe ese día y lo cierto fue que paralizó a Estados Unidos con una actuación memorable. Le tocó perder, sí, pero fue con mucho orgullo. Una batalla de cinco sets ganada por El Hombre de Hielo por 6-7, 6-1, 3-3, 6-3 y 6-4.
Aquella actuación catapultó a Tanner. Pasó a beber champagne con el Principe Rainiero en Mónaco, a cenar en la Casa Blanca con el presidente Ronald Reagan y su esposa, Nancy. Su imagen aparecía en avisos publicitarios de productos varios, lo elegían para ser jurado en los concursos de Miss Estados Unidos. Comentaba partidos de tenis por TV. Difícil medir si llegaba al rango de celebridad, pero Tanner era una marca impuesta en el mercado de la imagen.
Lo que se potenció en 1981, cuando fue campeón de la Copa Davis en Cincinnati. La primera final que jugó la Argentina, con Vilas y José Luis Batata Clerc como bastiones, frente a un rival “imposible” en cancha rápida: John McEnroe, Tanner y McEnroe-Peter Fleming en dobles. El 1 del mundo y la mejor pareja de dobles del planeta, más Tanner, el hombre del saque temible. Estados Unidos ganó por 3-1, una serie para el recuerdo. Batata doblegó a Tanner el primer día en un partido memorable, la Argentina dio batalla en el dobles con una pareja peleada al punto de no hablarse y Clerc estuvo cerca de igualar 2-2 el tercer día frente a McEnroe, finalmente ganador. Para Tanner, otro mojón inolvidable de su carrera.
Hasta que en 1985, con cerca de 2 millones de dólares de ganancias, debió retirarse por lesiones en el codo izquierdo. Justo el izquierdo, su brazo fuerte. No hubo caso, pese a que buscó la solución con distintos tratamientos, kinesiología. Tenía 33 años y todavía podía comprometer a más de un rival, pero todo terminó. Y comenzó su calvario. En realidad, ya había comenzado mucho antes…
El tenis, el dinero y la fama potenciaron uno de los lados débiles de Roscoe: las mujeres. Tenía una doble vida permanente, a pesar de la tolerancia de sus parejas. Claro que todo tenía un límite. Cada viaje era un drama. Las infidelidades comprobadas (incalculable serían las veces que en realidad transgredió los límites) dinamitaron sus dos primeros matrimonios, con un desenlace imaginable: sendos divorcios con Nancy Cook y Charlotte Brady. De esas dos parejas tuvo tres hijas. Las deudas por las separaciones y por gastos en pensiones alimenticias mensuales, sumados a los malos negocios, lo convirtieron en un permanente moroso. Y allí sus problemas se potenciaron una vez que dejó de producir, es decir, luego del retiro del tenis.
Promediando los 43, Roscoe tuvo otra noticia que lo sacudió de lleno. Una pareja ocasional neoyorquina, de nombre Connie Romano, lo denunció por la presunta paternidad de su hija. Las pruebas de ADN fueron irrefutables. En ese 1994, la reacción de Tanner fue desconocer su paternidad a pesar de los estudios que otorgaban un 99,5% de efectividad. Llegó a un acuerdo extrajudicial con Romano, pero tuvo otro problema serio: nunca pagó los 500.000 dólares que había acordado como resarcimiento. Al no comparecer ante la justicia, tres años después fue detenido y pasó una noche en la cárcel de Naples, en el estado de Florida. Sería su primer paso por prisiones.
Tanner, contra Connors, Vilas y Borg
Muchas de las veces que estuvo en problemas, su padre, para evitar males mayores y el desprestigio de la familia, pagaba algunas de las deudas. Pero la existencia de cheques sin fondo con su firma era una constante. Y un día, Leonard Tanner II se cansó de los desajustes y del tipo de vida que llevaba su hijo varón y dejó de pagar.
Roscoe, insistente, se casó por tercera vez, a pesar de que su patrimonio casi no existía. Como contrapartida, sí tenía cuantiosas deudas. Margaret Barna, su tercera mujer con papeles, pensó más en el Tanner tenista que en el exjugador devenido en deudor empedernido y apostó a una vida nueva. ¡Danger! Grave error: Roscoe no sólo no tenía plata, sino tampoco criterio. Un día le ofrecieron un yate por 50.000 dólares, le gustó, y decidió comprarlo, sin fondos. Enésimo cheque rechazado. Cuando lo quisieron demandar, había tomado otros rumbos: Europa. Pero la imagen estaba por el piso: era el jugador que casi le había ganado a Borg una final de Wimbledon para algunos; para otros, el extenista y ahora “el estafador”.
En Europa vivía de lo que cosechaba como profesor de tenis, a 30 euros la hora. Su nueva vida no podía tener mucho futuro: se lanzó una orden de captura internacional. Cuentan las notas de aquella época, reflejadas en una investigación que realizó el diario L’Equipe, que Tanner estaba en un hotel, bañándose, cuando irrumpieron en su habitación varios policías para detenerlo. Ocurrió en la ciudad alemana de Karlsruhe. Fue en 2003. Tenía 52 años.
De tenista profesional, tomar champagne con la realeza en Mónaco y de comer con el presidente de Estados Unidos en la Casa Blanca a un destino lamentable: una celda en la cárcel de Karlsruhe, mala comida y dos duchas por semana. Como tantos presidiarios, Tanner se volcó a la religión. Fue trasladado semanas más tarde a Estados Unidos. Cuatro meses preso en el Condado de Pinellas, en Florida, y otros cinco en el de Somerset, en Nueva Jersey. Haciendo el recorrido vía terrestre en camiones jaula como los que se ven en las películas americanas, esposado y vigilado por guardias de seguridad. Todo por deudas impagas. Compromisos adquiridos no resueltos. Un punto de contacto con las vivencias actuales de Boris Becker.
Tanner fue puesto en libertad en 2004. Volvió a dar clases de tenis, en definitiva, lo que mejor había hecho. Le pagaban unos 65 dólares la hora. Pero duró poco: no concurrió a un juzgado por sus deudas con Connie Romano y otra vez detenido. En 2005, violó su libertad condicional. Fue sentenciado con un año de prisión en la cárcel de Lake Butler, en Florida. Curiosamente, seguía emitiendo cheques sin fondos, como en mayo de 2008: fue detenido en Knoxville por el delito de emitir 72.000 dólares en cheques sin valor como pago de dos Toyota Highlanders. Terminó desalojado de la casa que habitaba en Vero Beach.
Hoy tiene 70 años y cinco hijas. Abrió hace un tiempo una academia de tenis en Florida, pero no se lo ve a Roscoe Tanner, así como sus rivales muchas veces no veían sus saques por la velocidad que traían. “Era impresionante, realmente. Así como lo describís era su saque: era un movimiento muy corto, tomaba la pelota apenas subía y era un latigazo Todavía está entre los seis mejores saques de todos los tiempos. Fue ‘el sacador’ de esos tiempos. Hubo muchos buenos. Recuerdo a John Sadri, a Víctor Amaya, Brian Teacher. Pero Tanner era tremendo”, recordó Batata Clerc ante la consulta de LA NACION.
No es, el de Boris Becker, un caso excepcional. Antes que él, alguien acostumbrado a que los puntos fueran más cortos producto de su formidable servicio decidió tomar atajos desaconsejables en su vida y pasó de prisión en prisión. Lejos del glamour del mundo del tenis. Una vida signada por los foot-faults y las doble faltas. Roscoe Tanner lo eligió así.
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