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En un partidazo, Ernests Gulbis venció a Roger Federer en cinco sets y avanzó a los cuartos de final de Roland Garros
El letón sorprendió al suizo y le ganó 6-7, 7-6, 6-2, 4-6 y 6-3 en 3h45m de juego, por los octavos de final del Grand Slam francés; el martes buscará un lugar en las semis ante el checo Tomas Berdych
PARÍS.- A las 17.13, un lamento pareció recorrer el aire del Bois de Boulogne. Un rumor de estupor, frustración y decepción, y luego, un brevísimo silencio, y al fin, la ovación, para uno y para el otro. Roger Federer quizá no sea el de sus mejores épocas, pero no por ello el mundo, o al menos el público parisino, se acostumbra a verlo perder temprano. Su sello fue estar siempre en las instancias decisivas, o por lo menos en la segunda semana. Pero el suizo no estará en los momentos cruciales de este Roland Garros . En los octavos de final, Ernests Gulbis cortó el paso de la leyenda sobre el polvo de ladrillo francés con un triunfo de carácter épico por 6-7 (5), 7-6 (3), 6-2, 4-6 y 6-3, y generó un temblor. Porque en el camino podrían caer varios jugadores top, pero es la grandeza de Federer lo que genera el estrépito, la gran debacle de la jornada.
París lamenta la caída del campeón de 2009, el único vencedor en medio del imperio Nadalístico. El estadio Philippe Chatrier, abarrotado como es habitual cada vez que juega Roger, fue una caldera a fuego lento. Que lo aplaudió a rabiar cuando ganó el primer set, y comenzó a enmudecer a medida que el panorama se complicaba, y Gulbis, ese joven impetuoso y de aire arrogante, empezaba a torcer la historia a fuerza de martillazos.
Acaso más de uno no vio venir a Gulbis, y se quedó con la añeja versión del letón, aquel jugador tan talentoso como colérico, demasiado volátil como para tener aspiraciones importantes. Pues bien: ahora es el número 17 del mundo. Este año capturó dos títulos (Marsella y Niza), llegó a semifinales en Barcelona y Rotterdam, y a cuartos de final en Doha, Acapulco, Indian Wells, Madrid y, por ahora, Roland Garros. Gulbis asombró al mundo de las raquetas en 2008, cuando tenía 19 años y llegó en París hasta los cuartos, etapa en la que sólo se rindió contra Djokovic; luego, nunca volvió a repetir una actuación semejante en un torneo de los más trascendentes. Por el contrario, sus participaciones en Grand Slams eran un rosario de primeras y segundas ruedas. Incluso en Australia, en enero pasado, decepcionó. Aunque aquí ya está entre los ocho mejores. Todavía tiene algunas reacciones extemporáneas, y no ha perdido la manía de hacer añicos sus raquetas ("tengo que romper al menos una en cada cancha en la que juego", dijo), pero de todos modos se lo ve más estabilizado, más maduro. Si no, no hubiera podido volver como lo hizo. Gulbis estaba 5-7 y 3-5, con dos set-points en contra (Federer sacaba 40-15), y escapó de ese trance muy adverso. Adivinó el destino de un smash de Federer, pasó al suizo con un desesperado revés paralelo, y allí empezó la remontada.
Algo más: desde un primer momento, Gulbis entendió su papel de chico malo en esta película, y pareció sentirse a gusto con su papel de verdugo. El letón es un tornado; imprevisible de a ratos, y con capacidad para arrasarlo todo a su paso, a pura potencia. Ni se mosqueó cuando el público lo abucheó por ausentarse un largo rato para ser atendido por el trainer; mucho menos se achicó con los aplausos que bajaban cada vez que Federer ganaba un punto. El suizo mostró una faceta emocional; usualmente impertérrito y discreto en sus formas, aquí se permitió alentarse y hasta se lo vio celebrar un par de errores ajenos. Consiguió forzar un quinto set; al mismo tiempo, como en un presagio, la tarde de sol dejó el cielo en manos de oscuros nubarrones. Implacable, Gulbis supo que era su momento y avanzó sin delicadezas, castigando todo lo amarillo y redondo que le pasara cerca. "Roger, Roger". El aliento del público parisino, más que nunca, sonó como un ruego ante lo inevitable, y un revés ancho de Federer marcó el epílogo de una tarde singular.
Hay que rastrear hasta 2004 -vaya año especial en París, con el título de Gaudio- para encontrar una caída tan prematura del suizo en este torneo; esa temporada, Gustavo Kuerten lo despedía en 3a rueda. En 2014, había tenido excelentes resultados, que le permitieron regresar al N° 4 del mundo, pero también es cierto que paró la gira por el nacimiento de sus mellizos, y al regreso, perdió temprano en Roma. Así y todo, su tropiezo generó un fuerte revuelo. La prensa en Roland Garros acudió a la sala principal de conferencias. Gorro negro, campera blanca con mangas negras, Federer esperó cortésmente que llegaran todos. Y contó sus sensaciones: "Por supuesto, estoy decepcionado. Después de las chances que tuve en el segundo set, de pelear duro en el cuarto, no pude jugar un buen quinto set. Creo que Gulbis hizo un buen trabajo, y la clave estuvo en ese final del segundo parcial que fue crucial para él, pero desaproveché muchas ocasiones. Sabía lo que me esperaba, sé cómo juega, tiene un buen servicio, me hubiera gustado jugar mejor. Debí presionarlo más. Pero ya está. Ya cambié el chip a césped, y ahora pienso en jugar Halle y Wimbledon; siento que puedo ganar allí". Y señaló que no lo desconcentró el extenso descanso que tomó Gulbis para ser atendido en el final del cuarto set, pero también pegó un poco: "No parecía lesionado en absoluto. Es lo que las reglas permiten, sí, y supongo que si un jugador pide médico por lo necesita está bien; si es sólo para interrumpir el juego, no es muy limpio".
Gulbis no anduvo con vueltas: "Fue la mejor victoria de mi carrera. Ganarle a Federer, en cinco sets, es algo muy grande. ¿El público? Siempre que juegues contra Roger va a estar en contra tuyo. Intenté jugar siempre a su revés y evitar su derecha, que es la mejor y la más linda del mundo, y salió bien. A veces la táctica sale bien, y a veces no". A los 25 años, el letón, hijo de un empresario millonario y de una actriz -en You Tube se lo puede ver al pequeño Ernests como ?extra' de un film-, está ante su gran oportunidad. En los cuartos de final, se cruzará con el checo Tomas Berdych, que con bajo perfil llegó hasta aquí con un cómodo 6-4, 6-4 y 6-4 sobre John Isner. París verá pasar otros rostros, mientras este Roland Garros ya empieza a extrañar a Federer.
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