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Emma Raducanu, la tenista que conocían pocos, se convirtió en campeona de Grand Slam y de pronto se transformó en un boom millonario
Con 18 años, ganadora del US Open, tiene todo para transformarse en una de las atletas más codiciadas por las empresas; el secreto de su particular fenómeno
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A Emma Raducanu siempre le gustaron los deportes. Desde chica. En algún sentido lo sigue siendo. Equitación, ciclismo, incluso ballet. Hasta que se perfiló por el tenis, disciplina que conoció a los 5 y que desarrolló con mayor énfasis a partir de los 10. Dueña de una frescura y de un rostro angelical, ya en tiempos de juniors empezó a llamar la atención. Aunque no estaba en el gran radar para un circuito profesional femenino que en los últimos tiempos viene cambiando de caras y de nombres a la hora de consignar a la mejor del mundo. Los tiempos de Serena Williams han pasado y la sucesión rota de manera constante. Algunas con más presencia, otras con más ángel y no faltan las que rozan la gloria y siguen siendo en cierta forma desconocidas. Desde 2019 está más consolidada en la cima la australiana Ashleigh Barty.
De pronto, se avecinaba Wimbledon 2021 y entre los wild cards, invitaciones especiales que las federaciones usualmente se reservan para jugadores de su país, uno fue para ella. La número 338 del mundo. Británica desde los dos años, cuando sus padres, rumano él (Ian), china ella (Renee), decidieron dejar Ontario, Canadá, para instalarse en Londres. Era, es, la chica multicultural: Emma Raducanu. Hasta ahí, había ganado unos US$ 300.000 en su carrera. Su único título era un ITF en Pune, India, en 2019, donde obtuvo... 3935 dólares.
Su paso por el All England no fue en vano. Ganó un partido, dos, tres. “Ojo que hay una chica nueva que es sensación”, circuló por los pasillos del célebre escenario del Grand Slam sobre césped. Llegó a octavos de final y todos se angustiaron con ella cuando pisó por primera vez la cancha central de Wimbledon y fue víctima de espasmos, que la obligaron a abandonar en el partido frente a la australiana Ajla Tomljanovic, la novia del italiano Matteo Berrettini. Luego del mal momento y de la incertidumbre por cómo se fue de la cancha, con palpitaciones incluidas después de ser revisada por los médicos, al día siguiente apareció con su frescura en programas de TV. Contando lo que le había sucedido al detalle, sus sensaciones. Semanas más tarde apareció por Silverstone como invitada, para ver la Fórmula 1 y de paso recorrer el circuito en un auto convencional. Ya era Emma Raducanu y no la chiquita que hizo ruido en Wimbledon.
Dos meses después, rompió con toda la lógica: sin wild-card, siendo ya la 150a del mundo, jugó la clasificación en el US Open y ganó sus tres partidos. Entró en el cuadro principal y se consagró campeona a los 18 años. Diez partidos seguidos. Nunca alguien había establecido un “costa a costa” semejante, de partir desde la qualy y levantar la copa a las tres semanas. Ella pensaba que apenas estaría una semanita en Nueva York. ¡Increíble! La felicitó la reina Isabel II, también Lewis Hamilton, la elogió el DT Jürgen Klopp. Ya nada será igual.
Son victorias, sucesos, que cambian la vida de un deportista. Les pasa a todos, por lo general: ha habido tenistas que llegaron sin sponsor a un torneo, les fue bien y entre partido y partido su remera ya mutaba con el nombre de alguna empresa que se anticipó a un eventual impacto mundial. Otros que conquistan dos buenos certámenes en cuestión de semanas, trepan en el ranking y en popularidad y todos los planetas se alinean de golpe: las firmas de indumentaria les hacen propuestas irresistibles, a veces para saltar de una marca a otra, al igual que las raquetas e incluso calzados. Contratos a veces de cinco años, con mejorías de acuerdo con los rendimientos y objetivos. Y algunos elegidos hasta son tomados como imagen por empresas que nada tienen que ver con la actividad que desarrollan estos deportistas.
En los sueños de Raducanu no estaba ganar el US Open 2021 llegando desde la clasificación y mucho menos todo lo que le fue pasando durante esta semana. Con visitas a programas célebres de la TV de Estados Unidos (Good Morning America, por ABC), cenas de gala (Met Gala, en el Metropolitan Museum of Art). Hasta hizo un tour por el New York Stock Exchange y se interiorizó por el mundo de la Bolsa. Y fue en soledad: sus padres no pudieron viajar por problemas de visado a raíz de la pandemia.
Obviamente, también fluyeron numerosas propuestas a futuro que su manager recibió con los brazos abiertos. La simpatía de Raducanu ayuda. Quizá no es tan expresiva durante el juego: su rictus, al menos en el US Open, fue de seriedad. Cuando terminan sus partidos sale el ángel que lleva dentro. Lo mismo que en sus posteos en las redes sociales. Y sus salidas casi humorísticas. Cuando le entregaban el cheque por US$ 2.5 millones por obtener el título, le preguntaron qué iba a hacer con esa suma de dinero, impensada por cierto. “Perdí los Airpods, así que lo primero que voy a hacer será comprarme otros”, dijo sonriente. Un gasto que le demandaría 200 dólares...
Horas después, en medio de la euforia, comenzaron los cálculos y las proyecciones sobre lo que sería la vida de Raducanu a partir de ahí. Con signos muy nítidos en cuanto a perspectivas: su manager es Max Eisenbud, el hombre mágico, vicepresidente del área tenis de IMG, gigante de las corporaciones que maneja contratos publicitarios de estrellas. Eisenbud se encargó de los negocios de Maria Sharapova cuando la rusa ganó Wimbledon con sólo 17 años. Es reconocido como el factótum del grueso de las ganancias de la ex número 1 fuera de las canchas, con una suma aproximada a los US$ 320 millones. Un boom que trascendió las fronteras del tenis.
“Precisamente todo lo que tiene Raducanu es a partir no sólo de su frescura y de sus cualidades tenísticas. Producto de sus raíces familiares, tiene poder de penetración en toda clase de mercados. Me animaría a decir que estamos frente a otro caso Naomi Osaka. Hasta podría superarla”, vaticinaron expertos en marketing consultados por los medios europeos.
“El fenómeno Raducanu va más allá de las canchas, del tenis y deporte en términos de comerciabilidad. Una de las cosas más impresionantes para mí fue su mensaje en mandarín para la audiencia china porque el principal problema que tienen las estrellas deportivas occidentales para triunfar allí es la barrera del idioma”, le confió Conrad Wiacek, jefe de análisis deportivo de GlobalData, a Reuters. “El cielo es el límite, ya que cualquier marca occidental que se posicione en China la consideraría una embajadora”, agregó. En ese sentido, la nacionalidad china de Renee, su mamá, es determinante para la apertura asiática.
Ahora bien, ¿hasta dónde puede trepar comercialmente Raducanu y por qué se la compara con la japonesa Osaka? El impacto de su triunfo en el US Open permite a los especialistas en marketing deportivo estimar que en los próximos dos años, por distintos contratos, acumulará ganancias por US$ 28 millones.
Para Tim López, director de la firma de marketing deportivo CSM, “Raducanu ya captó un gran interés de las empresas, tiene una gran demanda, pero si siguen sus éxitos como en el reciente US Open se convertirá rápidamente en una de las atletas más comercializables del planeta”. Osaka, que conquistó cuatro Grand Slams entre 2018 y 2021, obtuvo la temporada pasada US$ 55 millones sin incluir el ingreso en concepto de premios de los torneos, de acuerdo con el informe de la revista de negocios Forbes. Publicación que consigna, además, que las tenistas dominan la clasificación de las deportistas más ricas: las nueve mujeres mejor pagadas del mundo practican tenis.
La premiación como campeona del US Open
Raducanu tiene ya un convenio de ropa con Nike y de raquetas con Wilson. “Pero las empresas hacen fila para conseguir su imagen”, aseguró Nigel Currie, consultor de patrocinio y marketing, a la BBC. “Emma tiene el potencial de ganar niveles similares a los de algunas de las estrellas deportivas mejor pagadas fuera de la cancha, siempre y cuando mantenga sus buenas actuaciones en ella”.
Y habló a futuro: “El cielo es el límite para ella. Está en el deporte adecuado, uno de los más lucrativos para las atletas. Evidentemente, tiene que seguir ganando, está en el comienzo de su carrera. No hay razón para suponer que no vaya a ganar otros eventos y otros Grand Slams”. Con una mirada más abarcativa: “Gran Bretaña no había tenido una campeona de Grand Slam desde hacía más de 40 años. El momento, además, es perfecto: la superestrella Serena Williams está llegando al final de su carrera. Emma es muy simpática, muy brillante. Responde bien a las preguntas. Dice las cosas correctas; desde el punto de vista del marketing, es un sueño. Veo a las marcas peleando por ella. Las de ropa... La mayoría de las grandes estrellas tienen seis o siete contratos de patrocinio. Habrá un enorme, mega, acuerdo de relojería a la vuelta de la esquina porque todas las principales estrellas del tenis lo tienen. Y encima aparecerá como embajadora en el número de octubre de Vogue”.
El caso Osaka, de apenas 23 años, llama a la comparación. Según Forbes, sus ingresos treparon a US$ 37,4 millones en un año, superando la marca de Sharapova en 2015 como la deportista que más dinero acumuló en una temporada. Campeona de Grand Slam en 2018 y 2019 (luego sumaría otros títulos), Nike se la sacó a Adidas por un contrato por US$ 10 millones. Las últimas informaciones sobre sus movimientos comerciales citan un total de 15 empresas que la auspician.
El partido que la catapultó a todas las portadas
El entusiasmo que genera Raducanu, siempre y cuando su paso por el tenis no sea fugaz producto de las presiones con las que deberá lidiar a partir de ahora, lleva a imaginar que superará a la propia Osaka, más allá de que conquiste la misma cantidad de títulos grandes que la japonesa o no. El impacto ya se dio y hoy todo es optimismo, cálculos y un futuro sin techo a nivel deportivo y comercial. Su edad, frescura, integrante rutilante de la Generación Z, su doble raíz familiar y un perfil en ascenso (e incontenible) nos están hablando de un nuevo fenómeno. Sin vueltas.
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