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Todo lo que está mal y que el tenis debe cambiar ya mismo
Apenas han transcurrido algunas semanas desde el comienzo de la temporada 2020 del tenis internacional, pero en este lapso ya surgieron varios elementos que invitan a la reflexión y al debate. Porque hace un buen rato que el deporte de las raquetas acusa algunos problemas, pero las soluciones tardan en llegar, y en algunos casos, ni siquiera se les da la trascendencia que merecen.
Este domingo, Buenos Aires asistirá a una final inesperada. Casper Ruud se ganó con creces su lugar en la definición, con una excelente semana de juego. Del otro lado estará Pedro Sousa, que hace una semana perdió con Facundo Bagnis en la clasificación. El portugués, de todos modos, entró al cuadro principal de Buenos Aires por el chileno Cristian Garín, con el cartel de lucky loser (perdedor afortunado). La suerte acompañó aún más al 145° del mundo: ayer avanzó a la final sin necesidad de jugar, por el retiro de Diego Schwartzman, desgarrado en su partido del viernes ante Pablo Cuevas. El propio Sousa llega entre algodones a la final, por una dolencia en el sóleo izquierdo.
La baja de Schwartzman completa una semana fatal para el Argentina Open, que antes de empezar ya había perdido a sus dos principales estrellas, los Top 10 Dominic Thiem (4º) y Matteo Berrettini (8º). Luego se sumaron los retiros de Garín y Fernando Verdasco, y ayer, el de Schwartzman, todos con problemas físicos, de mayor o menor grado. Factores que tornan evidente el rigor del circuito, y eso que apenas van unas pocas semanas de competencia. Es cierto que Buenos Aires, con un polvo de ladrillo muy lento, impone un esfuerzo extra. Pero nada bueno puede salir cuando la mayoría de los partidos ronda las tres horas. "Le agradezco a la gente que se quedó hasta el final. A veces me aburro yo también. ¿Quién no se aburre con tres horas de tenis?", contó Guido Pella después de 3h12m contra Facundo Bagnis. Las 3h41m entre Schwartzman y Cuevas dejaron herido al Peque, que por esta lesión se perderá al menos tres semanas de acción. El tenista es su propia máquina y el principal encargado de cuidarla, y más allá de que el armado del calendario es responsabilidad propia, el circuito sobreexige a sus principales figuras, que tienen que jugar por obligación los cuatro Grand Slams y al menos ocho de los nueve Masters 1000 y dos torneos de la serie 500. Así, el margen que queda para los otros certámenes es muy reducido.
La frase de Pella desnudó otra situación: el tenis muchas veces excede el tiempo de atención. El jueves se totalizaron 10 horas y 25 minutos de juego en cuatro singles. No es lo habitual, pero esa cifra revela un exceso. El siglo XXI requiere otros tiempos. Hace un siglo, el mundo del entretenimiento era mucho más reducido; hoy, el tenis compite contra cientos de atracciones. Un partido de fútbol, o de básquetbol, duran dos horas, lo mismo que una película o una obra de teatro. Seguir tenis por más de tres horas bajo un calor intenso aleja al espectador. Hace unas cinco décadas, la aparición del tie-break fue una revolución que ayudó a las transmisiones televisivas para llevar al tenis a todo el mundo. Quizás sea el momento de buscar algo similar: adaptar la regla No Ad (sin ventaja) que ya se aplica en dobles; cambiar un tercer set por un súper tie-break... Partidos más reducidos deberían redundar también en jugadores más saludables.
El Abierto de Australia sufrió en los primeros días de qualy por una nube de humo sobre Melbourne, producto de los graves incendios forestales que azotaron a ese país. Una jugadora debió retirarse por problemas respiratorios, y no tardaron en aparecer las críticas; la organización tardó en responder con la creación de un índice de pureza del aire, similar al que aplica para la regla del calor extremo. Las altas temperaturas también son habituales en Buenos Aires. Ayer, dos espectadores se descompensaron en medio de la semifinal entre Ruud y Londero; el noruego no dudó en acercarles agua a los socorristas. No siempre el público está preparado para el calor intenso, y este es otro tema que debe empezar a contemplarse, aun cuando no sean cientos los afectados. Los jugadores cuentan con bebidas refrigeradas para hidratarse y toallas con hielo; los cientos o miles que siguen el partido no suelen contar con esos elementos. Muchas veces los horarios y partidos son establecidos por la televisión.
Y a propósito de las transmisiones: la TV se perdió de emitir una semifinal de singles por la lesión de Schwartzman, que por supuesto no tiene ninguna responsabilidad. No es la primera ni última vez que sucederá, porque los problemas físicos pueden surgir en cualquier partido. Por eso, no estaría mal extender la regla del lucky loser a todas las etapas, así siempre habría un reemplazo; ayer, por caso, Sousa podría haber jugado contra Cuevas. Desde luego, ese jugador reemplazante acaso debería recibir un poco menos de puntos y dinero, pero tendría otra oportunidad, y así los espectadores que abonaron por una jornada completa, no se verían afectados por una contingencia de última hora. Cada vez con menos margen, el tenis necesita adaptarse al Siglo XXI.
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