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RÍO DE JANEIRO.- El Jockey Club Brasileiro tiene 93 años. Se ubica en la porción sur de la ciudad, serpenteado por tres barrios: Leblon, Lagoa y Gávea. El club, con 19.000 socios y cimentado en un área mayormente de clase alta y con 640.000 m², es el alma de las carreras de caballo pura sangre, pero también promueve otras actividades, deportivas, culturales y gastronómicas. Así como el Buenos Aires Lawn Tennis Club es la casa del Argentina Open que acaba de finalizar, el Jockey es el hogar del Río Open, el único ATP de categoría 500 de la limitada gira sudamericana, que se disputa esta semana. Un torneo que, por infraestructura, comodidades, servicios y entretenimientos bien podría considerarse un Masters 1000, la mayor jerarquía luego de los Grand Slams.
El torneo carioca levantó el telón en 2014 y lleva once temporadas disputadas, con la interrupción de 2021, por la pandemia. Reparte premios por US$ 2.574.145 en total. Generalmente, para calcular cuánto cuesta hacer y desarrollar un certamen de tenis se calcula el prize money total por tres, es decir que en este caso sería de unos 7.700.000 dólares. El Río Open, una suerte de hermano mayor de los ATP sudamericanos (Buenos Aires, con 25 años de historia, sigue siendo un 250, al igual que Santiago de Chile), tiene un fuerte respaldo de los patrocinadores. Según detalló Luiz Procopio Carvalho, el director del torneo, ante LA NACION, son 40 las empresas que los acompañan, que representan el 75% de los ingresos, con Claro, el conglomerado mexicano de servicios de telecomunicaciones como la principal y distintas categorías de sponsors (uno de ellos, el gobierno del Estado de Río de Janeiro).
El certamen, compacto por donde se lo vea y con entradas agotadas desde noviembre, se juega mayormente en turnos nocturnos para evitar las altas temperaturas. Ello le aporta un matiz festivo y sociable. El evento genera un fuerte impacto económico en la ciudad: el año pasado fue de 160 millones de reales (producto del turismo, comercios y servicios). Además, produce 6000 empleos directos e indirectos en sectores como alimentación, transporte, hotelería e infraestructura.
El predio cuenta con ocho courts de polvo de ladrillo, con el estadio Guga Kuerten, con 6200 butacas, como el principal. Es un escenario desmontable, con tubulares y una cabecera techada; tiene la pintoresca particularidad de que, a lo lejos, como si bendijera y custodiara, se observa el Cristo Redentor, en el cerro del Corcovado. El segundo estadio en importancia, la “Quadra 1″, tiene lugar para 937 personas.
Claro que uno de los sectores con los que el Río Open marca la diferencia en la región y lo acerca más a lo que se observa en los torneos de Miami o Indian Wells es la zona comercial, aquí bautizada Boulevard Leblon. No bien se cruza la puerta de ingreso, el visitante se encuentra con un amplio corredor cubierto y de 10.000 m² que actúa como centro de entretenimientos.
Los sponsors ofrecen acciones que generan impacto y efervescencia, como el sitio en el que se permite empuñar una raqueta para hacer saques y medir la velocidad. O aquel otro en el que se invita a tomar los joysticks para jugar al tenis virtual, posar para las fotos en un gran sillón armado de pelotitas de tenis, competir por regalos o escuchar charlas entre distintos protagonistas (este miércoles se produjo una entre João Fonseca y Fernando Meligeni, el extenista brasileño, 25° en 1999, nacido en la Argentina).
Allí también, obviamente, la gastronomía tiene un papel fundamental, con alimentos y bebidas de todo tipo. El torneo tiene dos áreas VIP, el Club Corcovado (de 2000 m²) y, una más exclusiva, Pedra da Gávea (de 500 m²), donde el martes por la noche, Crico y Roberta, los padres de Fonseca, esperaron, ansiosos, el -finalmente malogrado- debut de su hijo en el certamen. El Río Open tiene un patrocinador oficial de indumentaria (FILA) y, también, su propia Boutique, la tienda en la que venden distintos productos, desde los clásicos toallones que utilizan los jugadores (con un valor de 325 reales) hasta vasos, paraguas, anotadores, libros, llaveros...
La música y el arte tienen su espacio: hay bandas en vivo y en distintos sectores se luce el afiche oficial del torneo, una idea tomada de Roland Garros, que luego se traduce en remeras estampadas (125 reales) y posters. Para esta temporada, la ilustración fue de Luiz Zerbini, uno de los exponentes de la “Generación 80″, el movimiento que marcó la transición hacia el arte contemporáneo en Brasil.
This is Rio. 🔥@atptour • @TennisTV • #RioOpen pic.twitter.com/x0OfXA6K5A
— Rio Open (@RioOpenOficial) February 19, 2025
Otro de los diferenciales que tiene el torneo carioca, al menos con lo visto la semana pasada en el Argentina Open, es el acceso cara a cara del público a los jugadores. Estos caminan por el predio, custodiados a distancia y, los que quieren, se prestan a tomarse fotos y firmar autógrafos. Algo distintivo -y necesario en semanas sofocantes como esta- son los puestos de hidratación gratuitos y ventiladores que pulverizan agua. En el ATP porteño hubo quejas del público porque les hacían desechar el agua antes de entrar en el BALTC.
Los jugadores también valoran el ambiente “vacacional” que les aporta el mar y la playa a la estadía. “El hotel oficial está frente al mar, entonces parece que estás en el Caribe de vacaciones. Después venís al club y tenés que correr con 40 grados, pero se disfruta; es una buena combinación”, contó, por ejemplo, el platense Tomás Etcheverry. Además, el Río Open cuenta con un torneo de exhibición de tenis en silla de ruedas, en el que participan el cordobés Gustavo Fernández (4° del mundo), los españoles Martín De la Puente y Daniel Caverzaschi (3° y 10°) y el local Daniel Rodrigues (20°).
El Río Open es una fiesta, pero no completa. El director del torneo le aseguró a LA NACION, con preocupación, que se sienten limitados por la ATP. “No tenemos la cantidad de jugadores top que nos gustaría. Si miras el cuadro de Doha [esta semana, con Carlos Alcaraz, Novak Djokovic y Alex De Miñaur, entre otros] y Rotterdam, que son torneos ATP 500 muy buenos, tienen más que Río y no porque tengan más budget o hagan mejor trabajo que nosotros. No. El tema siempre es la superficie lo que nos complica”, sentencia Carvalho. Inicialmente, la lista de jugadores en Río era la misma de Buenos Aires, pero la de nuestro país terminó siendo de mejor ranking, porque figuras como Holger Rune y Lorenzo Musetti finalmente no actuaron en Brasil.
Y amplía, con firmeza: “Los torneos deberían hacerse en la superficie que tenga sentido y no estar presos en una superficie porque hay un porcentaje de torneos durante el año o porque algunos jugadores no quieren perderse más torneos en polvo de ladrillo. Es un argumento con sentido. Si fuera así los jugadores estarían un año en tierra y otro en dura, pero casi siempre son los mismos que vienen, no hay una rotación, no es saludable para nosotros”.
“Antes, (Carlos) Moya y (Juan Carlos) Ferrero jugaban casi todo en tierra y los torneos de dura nunca iban a tener al 1 y al 3 del mundo, algo que tampoco es saludable. El circuito debería tener una gira de dura, una de tierra y otra de césped para que no se mezclen las superficies en las mismas semanas y haya igualdad deportiva. Es un tema súper complicado. Los jugadores no tienen un consenso sobre el tema”, agregó Carvalho.
En su explicación, el director remarcó: “El potencial de Río está un poco limitado por no estar en dura; si fuera así tendríamos cuatro o cinco top ten, con una cancha para quince mil personas. Ahora hay un momento Fonseca, pero esto viene pasando desde hace años después del Covid-19. Las entradas se agotan cuando las lanzamos. Fonseca ahora viene para dejar esto más fuerte, pero Sudamérica es un mercado increíble. La diferencia con Argentina es que tienen a muchos top 100; si Brasil tuviera tantos jugadores quizás no necesitaría a las estrellas, porque el mercado se mueve solo”.
Carvalho dice que la situación le da “pena y bronca”, ya que además no se siente escuchado por los ejecutivos de la ATP, mayormente europeos o de América del Norte. “Por ser brasileño y vivir en Londres veo y creo que hay una mentalidad… casi una discriminación con Sudamérica -opina-. Como que somos los hermanos pobres, que no tenemos potencial y no es así. Mucho menos en el deporte. En el board de la ATP ya no hay una representación sudamericana. Hace poco hubo una situación fea: hicieron una pesquisa del mercado del tenis mundial y lo hicieron en ocho o nueve países y ninguno era de Sudamérica. ¿Cómo puedes hacer un análisis del mercado y no utilizas a Sudamérica? Utilizan a Asia, a China y, por favor… vas a los torneos y hay pocas personas en las tribunas. En Sudamérica hay pasión, historia y gente que entiende del juego”.
El Río Open tiene un gran beneficio: la figura de Fonseca, situación que lleva a los organizadores del torneo a pensar en ampliar el predio en el futuro, aunque ello no es sencillo. “Una vez que creces en la cancha central, tienes que crecer en todo: más baños, espacios de comida, estacionamientos. Las personas dicen: ‘Aaahhh, puedes poner más tribunas y listo’. Pero no es así. Con Fonseca tenemos que trabajar todavía más duro. Tenemos contrato con el Jockey por dos años más”, cuenta Carvalho, entusiasmado porque el torneo es encumbrado, según las encuestas, como uno de los espectáculos de Río de Janeiro más famosos, con el Carnaval y el Rock in Río, súper eventos que trascienden más allá de los problemas de seguridad que tiene la ciudad. El torneo, además, tiene un fuerte compromiso social, invitando a jugar y a desarrollarse a los chicos de la favela Rocinha; uno de ellos, de hecho, siguió conectado con el tenis y viajará a EE.UU. para estudiar y jugar.
El Río Open no deja de ser un negocio, claramente. Y, en noviembre de 2023, sus organizadores lamentaron que Buenos Aires no fuera elegido para dar el salto de calidad que buscaba, el upgrade a 500. “Lloramos juntos cuando no lo eligieron, porque nos daba ilusión tener dos 500 juntos; era bueno para todos –expresa Carvalho-. Tenemos una buena relación, hacemos juntos los acuerdos con los jugadores que vienen. Martín (Jaite, el director) vino hace algunos años para ver el torneo, le abrimos todas las puertas. No somos competencia, para nada. Lo mismo con Santiago de Chile; me llevo bien con Cata Fillol. Ahora estamos solos los tres torneos contra todo el resto. Norteamérica es muy fuerte, Europa también. Somos los más chicos del grupo. Perdimos fuerza política con la reestructuración de ATP. No estamos en contra de Arabia, que hace su negocio. Lo que queremos es tener la misma oportunidad para desarrollar algo parecido; tenemos potencial, pero es duro. Tenemos poca voz”.
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