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El regreso de Roger Federer a la Suiza francófona, donde vivió los peores/mejores años de su vida
La leyenda del tenis, que esta temporada sólo jugó dos partidos, reaparecerá este martes en el ATP de Ginebra, donde nunca jugó, y aspira a llegar competitivo a Wimbledon; la ciudad, con lengua francesa, lo cobijó durante su adolescencia y por momentos fue “un infierno”
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El tiempo, cruel e imposible de esquivar, pone a Roger Federer [probablemente el mayor artista tenístico de todos los tiempos] contra las cuerdas y la nostalgia empieza a doler. El suizo, que en agosto cumplirá 40 años, construyó su carrera eludiendo los traumas físicos, al ritmo de su armonioso juego de piernas. Pero el año último sufrió dos cirugías de rodilla derecha y, el 10 de marzo pasado, en el torneo de Doha, se cortaron los 400 días sin actividad para el ex N° 1. Desde entonces, luego de un puñado de partidos oficiales, optó por realizar bloques de entrenamiento hasta su nueva función. ¿Dónde? En el ATP 250 de Ginebra, desde este martes, ante el español Pablo Andújar [H2H: 0-0], en el tercer turno de la cancha central [cerca de las 11 de la Argentina; ESPN Extra]. Su retorno tiene condimentos periféricos al court: es su vuelta a la Suiza francófona [distinta a la región “alemana” de Basilea, donde nació]; allí vivió un “infierno”, dos de sus peores/mejores años de su vida.
En Suiza se hablan cuatro lenguas: alemán, francés, italiano y romanche. Fue a los 14 años cuando Federer [actual 8° del ranking] dejó su región germana para perfeccionarse en el Centro Nacional de tenis suizo, en Ecublens, próximo a Lausana, la zona francesa. El cambio abrupto fue, durante meses, traumático. “Roger tiene una relación especial con Ginebra, donde tiene varios amigos íntimos, y con la Suiza francófona. Pasó dos años, 1995-1997, en Lausana. Vivió en una casa de familia, de los Christinets, y aprendió tenis en el Centro Nacional. Allí conoció a su preparador físico Pierre Paganini, a su futuro entrenador Severin Lüthi y a su compañero de dobles Yves Allegro. Aprendió francés de adolescente con sus amigos, lo que sigue influyendo en la actualidad. Si el alemán es su lengua natural y el inglés la materna [NdR: su madre, Lynette Durand, nació en Johannesburgo], el francés es el idioma de la juventud, en el que se muestra más franco, porque está acostumbrado a hablar como los jóvenes y a utilizar palabras de la jerga. Su discurso es mucho menos controlado que en inglés y eso lo hace muy simpático”, le detalla, a LA NACION, Laurent Favre, reconocido periodista de Le Temps, un periódico con sede en Lausana.
Vale la pena poner en contexto. Los suizos alemanes representan el 70% de la población, los francófonos el 20% y los italianos el 10%. Zurich se considera la capital del país (políticamente, es Berna), mote que también que es “disputado” por Ginebra. “Los latinos ven a los germanos como alemanes: trabajadores, disciplinados, aburridos. Los germanos ven a los franceses como franceses: buenos para disfrutar de la vida, pero poco fiables en el trabajo. Esto se puede ver en los deportes, donde los equipos francófonos de fútbol y hockey sobre hielo no ganan el título nacional desde hace mucho tiempo (1999 para el fútbol, 1981 para el hockey). Pero en el tenis, la Copa Davis es una pasión de la parte francófona de Suiza, y el equipo suizo ha jugado todos sus partidos importantes en Ginebra, Lausana o Neuchâtel”, aporta Favre, acostumbrado a cubrir el circuito profesional de tenis (y los movimientos de Federer, claro).
Pero aquellos tiempos no comenzaron siendo agradables para el luego ganador de 20 trofeos de Grand Slam. La familia Federer vivía en Wasserhaus, un barrio de Münchenstein, una comuna del cantón de Basilea-Campiña y la decisión de Robert Federer y Lynette de enviar a Roger a perfeccionar su tenis a unos 200 kilómetros fue un impacto emocional para el preadolescente. El propio Roger describiría esa etapa como un “infierno”, en el libro “Roger Federer, Quest for perfection (Búsqueda de la perfección)”, del periodista suizo Rene Stauffer, del diario Tages-Anzeiger. “No era feliz allí. Estaba lejos de mis padres y no hablaba nada de francés. No tenía amigos. No encontraba motivación y estaba triste muy a menudo. Quería volver a mi hogar, pero mis padres me convencieron para quedarme”, reveló Federer, que con frecuencia se quedaba dormido en las clases y se relacionaba poco con Vincent, el hijo de su “familia adoptiva”. El tenista esperaba, ansioso, los viernes para viajar a Basilea por el fin de semana.
Con el paso del tiempo, la estadía de Roger en la Suiza francófona se hizo un poco más amena, empezó a aumentar su vínculo con los integrantes de su familia momentánea y ese estado anímico se trasladó al court de tenis, claro. Si bien la formación escolar es muy similar, la porción francesa de Suiza es menos estricta, con una mentalidad más relajada, “mediterránea” e “internacional”. Se cree que las nuevas influencias de un sitio más distendido e independiente terminaron siendo un impulso de libertad para Federer.
“En términos deportivos, [la formación en Ecublens] fue lo correcto. Y aunque hubo momentos difíciles, fue bueno. Mirando hacia atrás, incluso creo que pasé allí los dos años más importantes de mi vida humana. He aprendido a viajar a cualquier lugar sólo en Suiza. He aprendido a sufrir, a manejar situaciones difíciles en el entrenamiento. Yo pensaba que había dado todo, pero eso no fue suficiente para los entrenadores de allí. No entendía por qué. Pero me abrió los ojos sobre los requisitos para el más alto nivel. Y luego he tenido la suerte de vivir con una familia, gran anfitriona, con la que todavía tengo muy buenos contactos. Estos dos años tienen un valor de oro”, rememoró Federer, en las últimas horas, en un reportaje con el diario Tribune de Genève, realizado por el periodista y ex tenista suizo Mathieu Aeschmann (dos años mayor que Roger).
Federer aprendió francés con 14 años y, según él, por ese motivo cuando lo habla lo hace como un adolescente. Su base francófona fue “el tenis, los juegos de cartas y las salidas con amigos. Es ligero, colorido”. Pudo perfeccionarlo durante cinco años cuando trabajó con un fisioterapeuta personal nacido en Marsella [Stéphane Vivier], pero no lo hizo. Según explicó Federer en el mismo reportaje, en el court piensa “60-70% en suizo alemán y 30-40% en inglés”. Cuando era joven a veces gritaba ‘Allez’ o ‘Come on’ [’Vamos, en francés e inglés], pero en los momentos de alta intensidad emergía el suizo alemán.
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“De todas las ciudades del mundo, de todas las patrias íntimas que un hombre busca merecer a lo largo de sus viajes, es Ginebra la que me parece la más propicia a la felicidad”. La frase le pertenece al escritor Jorge Luis Borges, que vivió y murió, el 14 de junio de 1986, es esa ciudad suiza.
Cuando Federer anunció que participaría, por primera vez, en el Gonet Geneva Open, fue como si los planetas se alinearan. El Tenis Club de Ginebra, ubicado en una belleza natural como el Parc des Eaux-Vives, frente al lago Lemán, nunca lo había recibido para el torneo. Ocurre que hay tres certámenes ATP en Suiza: Basilea, Gstaad y Ginebra. Federer ha jugado y ganado en los dos primeros, en la Suiza alemana, pero nunca en Ginebra. El torneo, que fue de gran categoría en la década del ’80 [Guillermo Vilas, Bjorn Borg, Mats Wilander y Adriano Panatta fueron algunos de los que allí jugaron], ya no existía cuando Federer comenzó su carrera ATP, en 1998. Tras jugarse por última vez en 1991, el torneo renació recién en 2015, cuando Federer ya era una estrella que jugaba pocos ATP de categoría 250 y mucho menos si eran en la semana previa a Roland Garros. Pero este año, el Abierto francés se atrasó una semana, dejando un espacio entre Ginebra y la acción en el Bois de Boulogne. Federer añora estar competitivo para Wimbledon, desde el 28 de junio, y necesita jugar tantos partidos como sea posible antes de pisar el césped del All England.
“Federer fue a menudo a Ginebra desde 2005 hasta 2015 para la Copa Davis. Sus antiguos compañeros cuentan que, como el equipo ganaba casi siempre que él estaba aquí, intentaban ganar 3-0 el sábado para poder salir por la noche, porque los domingos a la noche no hay mucho que hacer en Ginebra”, apunta Favre. Y el periodista añade, con precisión, ante LA NACION: “En agosto de 1998, Roger jugó un Challenger en otro club ginebrino, el TC Drizia, un mes después de su primer partido en el ATP Tour, que perdió en Gstaad contra el argentino Lucas Arnold Ker. La última vez que estuvo aquí fue en 2019 con motivo de la Laver Cup, que fue un gran éxito de popularidad e imagen. Todas las entradas se agotaron en pocas horas, incluso las más caras. Roger estaba muy orgulloso de haber traído a Borg, McEnroe y Nadal a Suiza”.
El torneo, sobre polvo de ladrillo, con 481.270 euros en premios y cuyo main draw comenzó este lunes, sólo tiene permitido el ingreso de cien personas por jornada. La burbuja sanitaria dispuesta por el gobierno aislará a Federer de miles de admiradores, pero de igual la manera la región celebra su visita y la exposición que tendrá la ciudad durante estos días. Según le contó Laurent Ducret, jefe de prensa del torneo, a LA NACION, recibieron 200 solicitudes de acreditación más que en la última edición jugada, en 2019 [ahora la mayoría son virtuales, claro]. “Estamos muy orgullosos y felices de dar la bienvenida a Roger. Tenemos que afrontar un gran interés por nuestro torneo. Televisión y prensa nacional e internacional quieren cubrir el torneo”, comentó Ducret. Según los medios suizos, el torneo recibe una subvención del Ayuntamiento de 250.000 francos [unos US$ 280.000].
Federer, que es el primer favorito [el segundo es el canadiense Denis Shapovalov y el único argentino del cuadro principal es Guido Pella, que debutará ante el italiano Fabio Fognini], en su primer desafío deberá lidiar ante un veterano especialista de tierra, como Andújar, actual 75° [32° en 2015; ganador de cuatro títulos sobre canchas lentas], que en la primera ronda venció al australiano Jordan Thompson por 6-0 y 6-4. Con un pronóstico de lluvia para toda la semana, las condiciones no favorecen al juego del helvético: se encontrará con una cancha jabonosa y con pelotas pesadas.
“Estoy enfocado en mí mismo. Tengo que jugar unos diez partidos para poder saber dónde estoy. En Doha estaba particularmente preocupado por mi nivel y cuando gané el primer set contra Dani [Evans] en el entrenamiento pensé: ‘¿Qué? ¿Puedo jugar a este nivel?’’. Me sorprendí a mí mismo. Aquí en Ginebra estoy más concentrado en mi regreso al polvo de ladrillo. Si gozo de buena salud, si puedo encadenar partidos, servir durante horas y recuperarme. Eso aumentará mi confianza. Lo que me importa es jugar mucho y olvidarme de la parte del entrenamiento y la preparación. Estos partidos los tomaré como un entrenamiento privilegiado”, aventuró Federer, antes del debut.
"¿Una cualidad de Roger? Su mirada. Es como un Zidane o un Maradona en el fútbol: lo ven todo más rápido. Los grandes jugadores tienen una mejor coordinación ojo-brazo-cerebro"
El suizo Marc Rosset (9° de ATP en 1995), en illustre.ch
Solamente jugó dos partidos en la temporada [en Doha, venció a Evans y perdió con Nikoloz Basilashvili en los cuartos de final] y no compite sobre polvo de ladrillo desde Roland Garros 2019 [perdió en las semifinales con Rafael Nadal]. “Las cosas han ido bien en los entrenamientos. Cuando vuelves de una lesión, estás en una posición diferente al resto. Estoy emocionado con la vuelta y ahora mismo no me centraré en estar al mismo nivel que Rafa o Novak [Djokovic]”.
Federer está de regreso y eligió un lugar afecto a sus raíces para readaptarse al tour.
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