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El preparador físico del campeón: “Había que tener agallas para estar todo el día con él”
El profesor Juan Carlos Belfonte, con el que Vilas compartió la gira, cuenta que era muy demandante y destaca que sólo él podía entrenarse 8 horas por día
¿Quién, fuera de la familia, conoce más a Guillermo Vilas que el profe Juan Carlos Belfonte? Pasaron 40 años desde el triunfo en Roland Garros y 50 desde que se conocieron y empezaron a entrenar juntos. Hoy, con 78 años, amante del tango y de Boca, trabaja en el Centro Cervecero de Quilmes, en la escuela de tenis de Marcelo García. Y espera ansioso el estreno de un documental con su vida. Estuvo con Guillermo y también con Björn Borg, Víctor Pecci, el golfista Vicente Fernández y el jockey Eduardo Jara, entre otros. Pero el tema es Vilas. Por qué llegó, cómo lo hizo, cómo era.
“La meta era ser uno de los mejores. Se cumplió. El triunfo más grande ha sido su permanencia. Su paso por el circuito hizo crecer al tenis argentino a límites insospechados y fue muy reconocido en el mundo. Eso confirma aquello de que un deportista no es aquel que marca un récord, obtiene un título o luce tal o cual atuendo: un deportista es una forma de caminar por la vida. Un país no se hace con grandes deportistas, sino con deportistas con grandeza”.
–¿Cómo llegó a París en el 77?
–No había empezado bien el año. Era esa etapa había que sortear un pozo. Pero tenía temperamento.
–¿Por qué hubo tanta diferencia con los rivales?
–Había varios circuitos y en ese Roland Garros faltaron algunos jugadores, como Borg y Connors, pero Guillermo jugó muy bien. Era difícil superarlo en polvo.
–¿Es cierto que se entrenaba 8 horas por día?
–Hubo tiempos en que sí. No todos podían. Era muy perfeccionista. Si había algo que no le salía, iba con 3 o 4 juveniles y se entrenaba hasta la noche. En el deporte hay reglas que no se transgreden. No se puede entrenar la destreza sobre la fatiga. Vilas podía, tenía mucha resistencia.
–Al entrenarse tanto, la alimentación era cuantiosa.
–Sí. Nosotros elegíamos entrenar en el campo natural, los bosques, porque es sedativo para el sistema nervioso. Su desayuno incluía mermelada y tostadas. Al otro día omelettes. A veces jamón, en otras frutas. El desayuno era su comida base del día y debía ser copioso porque era un jugador que lo desgastaba. Los almuerzos eran livianos y las cenas a veces no tanto.
–¿En qué había que cuidarlo, cuál era su debilidad?
–De las gaseosas: tomaba muchas. El problema de las gaseosas es que hace más difícil la digestión. Fue sano: tomaba muy poco alcohol. A veces fumaba pipa.
–¿Y su personalidad?
–Había que tener agallas para estar todo el día con él. No era fácil, era demandante.
–¿Pedía opiniones?
–A mi sí. A Ion Tiriac también, claro. Me consultaba mucho, lo mismo que a Tiriac.
–¿Tenía sexo durante los torneos?
–Eso lo puede contestar sólo él. A algunos torneos viajaba con la novia. No es un tema tan tabú. Un deportista adulto sabe cuándo puede y cuándo no le conviene. A un deportista de elite, en momentos cruciales, la misma tensión lo saca de eso.
–¿Cómo le sentaron el matrimonio, la maternidad?
–Estaba contento cuando se casó. Está bien con su mujer. Se merece vivir en paz.
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