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El impacto Podoroska: cómo puede cambiar el mapa del tenis argentino
Junio de 2002. Una chica casi ignota, de expresión fresca, zurda, 1,79m, cordobesa, participaba en su tercer Grand Slam. Tenía 20 años. Le ganaba a otra argentina más conocida, la pergaminense Paola Suárez, y se metía en las semifinales de Roland Garros. La penúltima vez para una tenista argentina en esa instancia en el torneo preferido (después sería Suárez en 2004), con el que sueñan desde chicos, mujeres y varones de nuestro país, salvo contadas excepciones. Ella era Clarisa Fernández. El mundo le había cambiado de golpe, más allá de caer con Venus Williams en el partido siguiente. El futuro se le presentaba auspicioso. Premios, contratos, despegue profesional. Fue 36 del mundo. Seis años después de aquel suceso en París, con fotos de Champs Elysèes incluidas, se retiró. Lesiones varias, operaciones en las rodillas por desgaste de cartílagos, derrumbaron la ilusión. Su vida siguió y se recibió de Licenciada en Administración de Empresas y desarrolla su vida profesional en Córdoba.
Octubre de 2020, pero tratándose de Roland Garros sentimos que es junio. Aunque París esté más fría. Nadia Podoroska pone nuevamente al tenis femenino argentino en órbita. No es obra de un proyecto global, estructural, como tienen otras federaciones del mundo. Sí es parte de un proyecto personal. Soñado. ¿Cuántas veces se habrá imaginado estar dónde está hoy? ¿Cuántas veces se habrá imaginado salir al balcón del hotel una noche, mirar hacia la Torre Eiffel iluminada y poder decirse "estoy entre las cuatro mejores de mi Grand Slam preferido"? Podoroska decidió regalarse, y regalarnos, un capítulo más de la historia más conmovedora de su carrera. Lo hizo con talento, atrevimiento, actitud, decisión. Siendo ella misma ante la 5 del mundo en la cancha más gigante, esa que puede llegar a encoger el brazo de entusiastas que buscar abrirse paso. No fue su caso: pareció que se sintió como jugando en Rosario. Focalizada. Suelta. Segura.
Poco se la conocía a Clarisa Fernández hace 18 años. Y curiosamente, algo similar ocurría ahora con Podoroska. Era frecuente, hasta hace una semana, leer en las redes con sorpresa a muchas personas que creían que se trataba de una tenista rusa o bielorrusa. Lo mismo sucedía en otros países, habida cuenta de los nombres nuevos que surgen cada temporada en el circuito de la WTA. Una presentación en sociedad en el mejor escenario posible: un Grand Slam.
El tenis argentino siempre necesitó de impactos para seguir autoalimentándose. Los ha tenido entre los varones en distintas épocas. Jugadores top y según los períodos, hasta en cantidad. Algunos pocos surgieron por estructuras armadas a tal efecto por la Asociación Argentina de Tenis. Otros, la mayoría por propio impulso. Al tenis femenino, luego de Gabriela Sabatini, le ha costado más hacerse notar. Tener ese disparador que motive a las más pequeñas a acercarse a las canchas y experimentar una vivencia muy especial. Podoroska bien puede ser ese enlace que se estaba esperando. Por lo que transmite. Por su naturalidad. Porque intenta volcar en la cancha lo que siente. Claro que tiene un plan, como todos los deportistas. Pero se advierte la cuota adicional que marca la diferencia. Que parte de su cabeza.
Una cabeza de a partir de este Roland Garros podrá trabajar y pensar de otra manera. Estar entre las cuatro mejores es de por sí glorioso para ella. Llegando desde la clasificación, además. Ya son 8 partidos los que acumula. Pero el premio es literalmente doble. Cuando Podoroska dice "ahora voy a poder pagarle el sueldo a mi entrenador y hacer mis giras" no es un enunciado cualquiera en un tenista: muchos muy buenos jugadores y jugadoras se han perdido por el camino por no tener esa tranquilidad de salir a la cancha sin estar pensando en cómo hará para pagar las cuentas. La Peque entra en esa sintonía. Si los 283.500 euros por llegar a cuartos de final eran oro en polvo, los 425.500 por acceder a las semifinales representan algo así como 5 millones de dólares, comparativamente hablando con lo que había ganado hasta aquí como profesional. Esto le permite evitar la angustia, proyectar y disfrutar de su carrera. Eso no se lo regaló nadie: es mérito puro.
Y un detalle más. Cuando Sabatini elogia en cada actuación a Podoroska y destaca sus cualidades, probablemente se vea identificada en algunas facetas de su juego. Adaptado a estos tiempos, claro. La rosarina no sólo ha dado saltos de calidad en su ranking y en el alza de sus recursos económicos (a los que se sumarán contratos: ya incorporó a Disney en su remera): también en sentirse competitiva a alta escala. Ver que puede enfrentar de igual a igual a una 5 del mundo y hasta ganarle, con lujos incluidos, como ocurrió en gran parte del primer set. Por eso, más allá de lo que suceda el jueves, Nadia sabe que su vida puede cambiar a partir de un Roland Garros que ya es inolvidable. El tenis argentino la estaba necesitando.
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