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El emblemático club de los partisanos donde se formó Novak Djokovic y que lucha contra la crisis y los deportes más populares
El Teniski Klub Partizan, en Belgrado, es una institución que late por el fútbol y en la que también jugaron al tenis Ana Ivanovic y Janko Tipsarevic
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BELGRADO (Enviado especial).– Los libros son precisos; los historiadores no dudan. En 1878, sólo tres años después de que el tenis se incluyera en el All England Croquet Club londinense (Wimbledon), los oficiales del ejército austrohúngaro ocuparon distintos territorios, entre ellos Priboj, una porción del suroeste serbio a orillas del río Lim, en la frontera con Montenegro. Junto al cuartel, sobre un terreno desparejo, nivelaron una red para jugar al tenis con las raquetas y las pelotas que ellos mismos habían llevado. Así nació la primera cancha de tenis en Serbia, el país en el que 109 años más tarde nacería el jugador más exitoso de la historia moderna (y antigua), Novak Djokovic.
Jugaban singles y dobles, normalmente un oficial con su esposa contra una pareja formada por su colega y la esposa. Según el diario serbio Blic, como el ejército austrohúngaro era multiétnico, los desafíos de tenis entre sus miembros de diferentes orígenes se consideraban “partidos internacionales”.
La población local recién empezó a jugar en 1912 con las raquetas abandonadas por los austrohúngaros durante su retirada. Pero a principios de la década del ‘30, la cancha original desapareció ya que el terreno se utilizó para la edificación de una iglesia. Fascinado con la historia, en 2013, a través de su fundación, Djokovic donó 25.000 euros para la construcción de canchas en Priboj.
En el idioma serbio está permitida la escritura con letras cirílicas y latinas, pero hay un escenario en el que se utiliza el mismo lenguaje: el del deporte. Fútbol, básquetbol, waterpolo, tenis, voleibol, handball. En este país de la península balcánica con siete millones de habitantes les apasiona realizar actividad física. Ello explica, por ejemplo, que los porcentajes de obesidad en el país sean menores a los de la media de la región, con un 22,5% en los adultos mayores de 18 años, según estadísticas de la Organización Mundial de la Salud.
Nole tomó su primera clase de tenis a los cuatro años, en junio de 1991, en un court de Kopaonik, una zona turística en las montañas donde su familia tenía un restaurante. Ese día se enamoró del deporte que lo haría leyenda.
Tras aquellas experiencias iniciales empuñando la raqueta, Djokovic pisó el Teniski Klub Partizan a los seis años. El club de tenis es parte de la institución deportiva Partizan creada en 1945 en tiempos del Ejército Popular Yugoslavo. El equipo de fútbol, con 27 campeonatos de la primera división ganados, es uno de los dos con hinchadas más multitudinarias de Serbia; el otro es Estrella Roja (35 títulos). En Partizan, por ejemplo, se formó el talentoso Predrag Mijatovic, futbolista de Real Madrid en los 90.
Un paredón blanco con algunas inscripciones políticas circunda la calle Humska, en una zona residencial del barrio de Dedinje/Autokomanda. En el número 1 del camino empedrado hay dos puertas verdes abiertas y, en lo alto, un viejo cartel con dos tipografías distintas que indica: “Teniski Klub Partizan”. Desde la fundación de la rama tenística del club, en 1952, muchos de los mejores jugadores yugoslavos y más tarde serbios actuaron para la institución que lleva camiseta blanca y negra a bastones. Ana Ivanovic (1º en 2008), Janko Tipsarevic (8º en 2012) y Dusan Lajovic (23º en 2019), además de Nole, claro, fueron las principales figuras “modernas” que alguna vez jugaron para los “partisanos”.
Tras subirse los escalones de la entrada al club y traspasarse la puerta, el naranja del polvo de ladrillo y el verde de las tribunas y las ligustrinas entran por los ojos. Hacia la izquierda, el pasillo conduce al antiguo bufet del club, que parece detenido en el tiempo. Una heladera-mostrador contigua a la barra sin usar y dos máquinas expendedoras de café y gaseosa son parte del modesto mobiliario. Las paredes están nutridas de fotos encuadradas y en la mayoría aparece Djokovic. En una, con no más de 16 años, Nole viste la remera de franjas negras y blancas junto con otros jugadores. En un extremo de la barra, junto a un cuadro autografiado de Novak en el que se lee “Focus”, hay un busto de Josip Broz, conocido como “Mariscal Tito”, controvertido líder autoritario y primer presidente de la Yugoslavia socialista tras la Segunda Guerra Mundial.
Si bien futbolísticamente Djokovic es hincha –sin fanatismo– de Estrella Roja, en el ámbito tenístico Partizan es el club que lleva en su corazón; así lo señaló siempre. A los doce años viajó a Alemania para sumarse durante dos temporadas a la academia del croata Niki Pilic, pero antes y después, incluso hasta los 18 años, siempre regresó a Partizan para entrenarse y competir; incluso, en junio de 2003, ganó su primer Future, en Belgrado, como miembro del “TK Partizan”. Allí se sentía arropado por todos, como por Dusan Grujic, quien fuera presidente del club durante 22 años. Mucho más que un dirigente deportivo, falleció en 2020 con un anhelo: que el court central de Partizan llevara el nombre de Nole más allá del riesgo de que algún socio se quejara por la conocida simpatía de Novak por el clásico rival. “No me importa. Sólo sé que Djokovic fue el único que envió ayuda, porque si no fuera por él que envía pelotas, raquetas, mochilas, equipamiento... la pregunta sería si nuestros hijos podrían entrenar”, afirmó Grujic en 2015, en el medio serbio Telegraf.
El club de tenis, bajo las normas de una institución que le da absoluta prioridad al fútbol, estuvo en crisis económica; en los inviernos, por ejemplo, se llegó a calefaccionar los ambientes con leña y no con dispositivos eléctricos, que son más costosos. Incluso, la construcción de su club house comenzó hace veinte años y todavía no se pudo terminar (sueñan con hacerlo en 2025).
Es domingo por la mañana y llueve (mucho). El club tiene catorce canchas de polvo de ladrillo (la principal con tribunas de cemento) y una de superficie dura cubierta por un globo temporal que, lógicamente, es la única ocupada durante la visita de LA NACION. Uros Grujic asumió la pasión de su padre Dusan y es el actual director general del TK Partizan. Pese al mal clima, recibe al enviado argentino con amabilidad y predispuesto a narrar la historia de la entidad. Más allá del efecto contagio que genera Djokovic, no son tiempos sencillos para el club; son poco más de cien los miembros adultos que juegan allí, además de otros 50 chicos que asisten a la escuelita. El tenis lucha contra dos obstáculos en Serbia: frente a la mayor popularidad de otros deportes (fútbol y basquetbol, sobre todo) y contra los altos costos para practicarlo.
“El impacto de Novak en general es mucho mayor que el que tuvo sólo dentro de este club. Claro que como persona y por todo lo que ha hecho por el tenis es muy importante que haya sido parte de nuestro club. Nos gusta promoverlo y mencionarlo, porque es una gran parte de nuestra historia. Jugó aquí, creció aquí, tuvo muchos partidos, títulos... Para nosotros, internamente, es muy importante”, le expresa Grujic a LA NACION. La charla se produce en la oficina de la junta directiva; en las paredes hay fotos encuadradas y en una de ellas están Djokovic y Dusan Grujic abrazados, motivo de emoción para Uros.
Se podría imaginar que ante cada logro de Djokovic más chicos aparecen en el club por efecto contagio, pero no es así, según el dirigente. Lo explica: “La gente pensaría que ese es el caso, pero lamentablemente hoy no. En Serbia, el tenis está decayendo porque es un deporte muy caro y somos más una nación de básquetbol y fútbol. Además, el problema es que no todo en el tenis funciona como se supone que debería. Eso tiene un gran impacto en que los niños no se sientan tan atraídos por el tenis como deporte, a pesar de que tenemos al mejor tenista de todos los tiempos. Es un poco contradictorio y es una locura que así sea. Pero, por desgracia, el tenis no está mejorando, lo cual es triste. Es muy caro, pero también desde el punto de vista organizativo y por cómo está todo organizado aquí, desde la federación de tenis hasta nosotros como clubes, la infraestructura, el costo... Todo va en sentido negativo en lugar de positivo. Así que tenemos que hacer mucho desde el punto de vista de la gestión. La Federación Serbia de Tenis tiene que cambiar cosas para que el interés no disminuya, sino que aumente”. El mes pasado, Goran Djokovic, tío de Novak, fue elegido como presidente de la federación (era vicepresidente).
Uros Grujic describe a Djokovic como un “elegido de Dios que, así y todo, tiene los pies en la tierra”. Y amplía su sentencia: “Hay dos formas de famosos. Los que son de una manera cuando están frente a la cámara y de otra fuera de ella. Y tienes lo opuesto: personas que son exactamente iguales frente a la cámara y fuera de ella. Y él es eso. Es idéntico a como lo ves en cámara. Es humilde y normal. Crecimos juntos en estas canchas. Más tarde me fui a jugar al fútbol. Obviamente, él siguió con el tenis y todavía estamos en contacto, tal vez dos veces al año nos vemos. Ayudó al club hace unos años cuando hubo problemas financieros al fallecer mi padre y nosotros, como nueva dirección, asumimos el control. Inmediatamente me llamó y me preguntó cómo podía ayudar. Eso demuestra que es una persona humilde, realista, directa y buena”.
Djokovic “lleva la bandera serbia por todo el mundo y muestra lo mejor del país”, dice Grujic. Y aporta: “Todo lo que caracteriza a Serbia, Novak lo transmite a nivel mundial. Habla bien, tiene buenos modales, tiene esa agresividad deportiva por la que somos conocidos. Es extrovertido, tiene un buen sentido del humor y así somos. Lo único que no muestra tanto es la comida, porque en Serbia se come muy bien, pero él tiene una dieta específica que obviamente tiene que respetar. Pero aparte de eso, Novak representa lo mejor de Serbia y estamos muy orgullosos de él como nación”.
Entrevista exclusiva con Djokovic
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