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El caso Raúl Pérez Roldán. Historias detrás de un sistema que marcó carreras tenísticas y cambió estilos de vida
Hace menos de un mes, la entrevista con Guillermo Pérez Roldán sacudió al deporte mundial, y en especial al tenis argentino. En la nota exclusiva con LA NACION, el ex N° 13 del mundo, hoy con 50 años y viviendo en Chile, confesó por primera vez a un medio periodístico haber "sufrido maltrato físico y sido estafado" por su padre y ex entrenador, Raúl Pérez Roldán. Un crudo relato, tres décadas después, con detalles estremecedores. Y la frase concluyente: "Conté sólo el 1% de lo que pasó".
Desde entonces, LA NACION ha recorrido distintos escenarios, con voces de ex jugadores también afectados por el estilo de la escuela que Raúl Pérez Roldán condujo en el Club Independiente de Tandil (Mariano Zabaleta, también vicepresidente de la Asociación Argentina de Tenis; Guillermo Rivas, Martín Stringari, y alguno como Luis Moreschi que directamente dejó el deporte. Incluso, el propio Raúl Pérez Roldán habló sobre el tema: "Es una cuestión familiar, que debe tratarse internamente".
Ahora, se conjugan 5 historias relacionadas con los métodos casi militares empleados por el entonces director de la escuela de menores de la Asociación Argentina de Tenis en los años 80, de su manejo arbitrario en la designación de juveniles para las giras europeas y de experiencias cercanas.
En Estudiantes de Olavarría, un fracaso
El éxito de la escuela de tenis de Tandil y la valiosa presencia en el circuito de un representante de Azul como Federico Delbonis llevaron al histórico Club Estudiantes, en Olavarría, una ciudad de la provincia de Buenos Aires ubicada a apenas 150 y 60 kilómetros de las nombradas, respectivamente, a preguntarse: "¿Por qué nosotros no?". A diferencia de los Juan Martín del Potro, Juan Mónaco y Mariano Zabaleta, entre otros, la ciudad que, en parte, se hizo popular por sus cementeras no logró desarrollar tenistas de renombre. Diego Hipperdinger (177° en 2001; sancionado por doping en 2005 cuando ya se había naturalizado español) y Eduardo Agustín Torre (596° en 2014) fueron los más destacados.
Impulsados por el deseo de convertir el club en una academia seria de alto rendimiento, los dirigentes decidieron, en el segundo semestre de 2009, contratar a Raúl Pérez Roldán para dirigir la escuela de tenis. Presentado en agosto de ese año en medio de una gran expectativa, Raúl "tuvo la fortuna" de que a las pocas semanas de asumir Del Potro ganara el US Open, lo que hizo aumentar su prestigio, pese a que no había participado alguna de la formación de Juan Martín.
Sin embargo, la presencia de Raúl en el club negro y blanco no terminó resultando como se añoró. Cuando Pérez Roldán llegó a Estudiantes, la escuela, con filosofía recreativa, tenía 460 alumnos.Y cuando terminó rescindiendo el contrato con el club, en febrero de 2012, quedaban unos 70. ¿Qué pasó en el medio? Raúl cambió todo el sistema de entrenamiento, lo hizo mucho más rígido y la mayoría de los alumnos no estaban preparados o no se encontraban interesados en exponerse a tantas exigencias. Muchos empezaron a abandonar el tenis o a cambiar de deporte. Hasta el día de hoy, la dirigencia de Estudiantes está arrepentida de aquella contratación.
"Fue un fracaso. No llegó a maltratar a la gente, pero fue muy estricto. Hasta implementó la ‘Pelota rusa’, que consistía en tirarle pelotazos al que llegaba unos minutos tarde. Venía tres veces por semana a la ciudad, controlaba un poco los entrenamientos y se volvía a Tandil. Pocas veces se quedaba. Su presencia fue más circo que otra cosa. Puro marketing. No salió ningún jugador", rememoró, ante LA NACION, alguien que lo padeció en el club.
¿Los momentos más felices de mi carrera? No sé, ¿vos tenés alguno? Porque yo no puedo decir ninguno
Aquellos que vivieron de cerca la etapa de Raúl en el ‘Bataraz’ todavía recuerdan, desorientados, el día que Guillermo Pérez Roldán, en junio de 2010, asistió al club para brindar una charla abierta. En el ambiente se sabía que la relación entre padre e hijo no era la mejor, pero, durante la conferencia de Guillermo, se vivió un momento muy incómodo. Fue cuando le preguntaron al ex número 13 del mundo si podía rememorar los momentos más felices de su carrera. "No sé, ¿vos tenés alguno? Porque yo no puedo decir ninguno", respondió Guillermo, en un clima tenso, dirigiéndose a su padre, que lo miraba desde algunos metros, sin sentarse en la mesa.
Con el tiempo, la escuela de Estudiantes rescató su filosofía, pero nunca recuperó la cantidad de alumnos que ostentaba antes de la llegada de Raúl.
El precio de los excesos: la mirada de Guillermo Corti
Guillermo Corti nació en Balcarce hace 59 años y conoció el tenis a los 8, por su padre, Honorio, quien fuera vicepresidente de la Federación Atlántica de Tenis. Construyó una valiosa etapa en el circuito de menores y llegó a estar entre los primeros 500 del ranking mundial de la ATP en 1981. Tuvo el privilegio de practicar durante un buen período con el Guillermo más famoso del tenis nacional (Vilas, obvio) y logró participar durante un tiempo del rígido sistema de entrenamiento de Raúl Pérez Roldán en Tandil, a poco más de 100 kilómetros de su ciudad natal.
"Conocí a Raúl en 1972. Él era amigo de mi padre, que fue la persona que construyó la primera cancha de tenis en Balcarce, en 1969. Tengo un gran aprecio por sus hijos, Guillermo y Mariana; también por Franco Davin y Patricia Tarabini, que siempre se comportaron muy bien conmigo. Raúl como coach fue bueno, ganó prestigio, pero era común la exigencia al límite. Hoy esos métodos que Raúl tenía no podrían utilizarse; de ninguna manera. A Guillermo lo presionaba muchísimo. Si se enojaba te tiraba pelotazos al cuerpo. No permitía nada que se saliera de su disciplina militar. No permitía el disenso, sólo daba órdenes. En la cancha de tenis casi no se hablaba, porque se hacía sólo lo que él quería. Éramos como soldados", sentenció Corti, sparring del equipo argentino de Copa Davis en 1981, que terminaría perdiendo la final ante EE.UU. (3-1, en Cincinnati).
Corti conoció el trabajo de Ion Tiriac cuando el rumano era coach de Vilas y, en cierta medida, lo comparó con Raúl Pérez Roldán, aunque sin tanta agresividad. "Tuve la suerte de conocer y entrenar durante dos años con Vilas y con Tiriac, y puedo decir que Ion era bastante parecido dentro de una cancha a Raúl. Tiriac era un déspota, aunque nunca lo vi tirar pelotazos. Era estricto al máximo y, como con Raúl, era imposible corregirlo. Yo hice el servicio militar en Tandil, en 1980, y Pérez Roldán se formó así, con estilo militar. Sé lo que digo. El jugador que no aceptaba sus métodos, se tenía que ir".
Impacto. Eso generó en Corti la confesión de Guillermo Pérez Roldán en LA NACION. No porque no supiera algunas de las actitudes de Raúl, sino por la crudeza del relato y por revivir los hechos. Y así lo resumió, con conocimiento: "Raúl hoy está pagando el precio de sus excesos. En su momento se compró un Haras en Mar del Plata con el éxito de sus hijos. Dejó todo ahí".
El estilo Carruthers: química y menos rigidez
Roberto ‘Kiko’ Carruthers fue entrenador de Guillermo Pérez Roldán. Estuvieron vinculados, aproximadamente, un año y medio. Y durante ese período, el actual presidente del centenario Temperley Lawn Tennis Club se preocupó por utilizar un sistema de conducción distinto al que había impuesto Raúl durante años, menos rígido. Carruthers recuerda, con orgullo, el viaje de 1992 en el que "Guillo" ganó el ATP de Casablanca y el Challenger de Agadir. "También lo acompañé a Hamburgo cuando fuimos a ver al médico de Boris Becker para probar un método de recuperación con algas para la rodilla", aportó.
Carruthers conoció, desde el primer momento, los maltratos que recibía Guillermo, e intentaba animarlo. "A veces lo notaba serio y preocupado. Nos hicimos amigos. Cuando lo conocí, él había probado con algunos entrenadores, pero no le habían durado ni una semana. Nos llevamos bien, arreglé el contrato y empezamos. El papá era demasiado estricto con él. Yo lo incentivé más en la parte afectiva que en la tenística. Con Raúl éramos muy distintos. Un ejemplo del principio: llegábamos a un hotel y Guillo me informaba que cenaba a las 20.30 y después se dormía, pero yo le decía: ‘¿A esa hora tenés hambre?’. Me decía que no, pero que estaba acostumbrado a eso. Yo le daba más libertad. Cuando viajábamos me preguntaba si podía salir y yo lo autorizaba, pero le decía que fuera responsable. A las 12 tenía que estar en la cama durmiendo. Le cambié los hábitos y nos fue bien", rememoró Carruthers ante LA NACION.
Actual integrante de la comisión directiva de la Asociación Argentina de Tenis, Carruthers recapituló: "Durante muchas noches charlábamos sobre los problemas que tenía con el padre. Muchas veces lo vi apenado. No sé si aprendió mucho o poco conmigo, pero aprendió a vivir. El sistema tenístico de Raúl era muy bueno, todos jugaban bien. Era el entrenador del momento. Pero los métodos de él no me gustaban. Leer las declaraciones de Guillermo en el diario me provocaron una reacción fuerte. Es duro volver sobre el pasado, pero él necesitaba decirlo. Este chico ganó mucho dinero, pero necesitaba afecto. Para mí fue uno de los 5-6 mejores tenistas argentinos en la historia. Nunca le tembló el pulso en los momentos críticos y de esos hay pocos".
Carruthers reconoció que Raúl era una persona "autoritaria". "Una vez, en Roland Garros, conseguimos que Guillo se entrenara con Jennifer Capriati. Estuvo feliz. Pero después del entrenamiento me llamó Raúl y me lo recriminó", recordó Carruthers, que tomó con disgusto las palabras del ex tenista Guillermo Rivas, hace unas semanas en LA NACION. Hoy, a los 56 años y radicado en EE.UU., Rivas relató su mala experiencia con Raúl Pérez Roldán en menores y afirmó que la AAT había sido cómplice de sus métodos y le apuntó al escribano Juan José Vasquez, a quien describió como un "ser tenebroso".
"No me gustó lo que dijo Rivas sobre el escribano Vasquez, porque fue un presidente excepcional de la AAT –dijo Carruthers–. El día que murió la madre, por ejemplo, él estaba despidiendo a unos equipos de la Asociación, y llegó a Lomas de Zamora cuando su madre estaba agonizando. Me gustaría que se rectifique. Es el Consejo Directivo el que contrata a los entrenadores; entonces, no fue solamente Vasquez quien eligió a Raúl".
De la Peña: sanar para olvidar el mal
Horacio De la Peña nació en agosto de 1966; tiene tres años más que Guillermo Pérez Roldán. Ambos se conocieron en las categorías menores del tenis nacional cuando el zurdo tenía 15 y, quien luego sería bautizado como Rocky, 12. Como profesionales se enfrentaron dos veces, siempre con triunfos de Pérez Roldán (en Palermo 1988 y en Roland Garros, un año después). La vida los llevó a coincidir en distintas etapas del camino. Hoy, prácticamente, son vecinos en Santiago de Chile, donde están radicados desde hace muchos años.
Desde que Guillermo dijo lo que dijo sobre la hiriente relación con su padre, al Pulga De la Peña se le revolvieron los recuerdos sobre un hecho que el mundo del tenis argentino conocía, pero que, por distintas razones, no exteriorizó. "La confesión de Guillo me pareció algo muy sano para él, porque después de haber atravesado un calvario durante gran parte de su vida, yo sé que le costaba mucho soltarlo. Sus amigos, sus compañeros de trabajo, lo vivíamos con él, lo entendíamos, pero nos costaba. Era el padre y uno no podía decir mucho ni opinar. Todos le decíamos: ‘¿Qué pasa? ¿Por qué lo aguantás?’. Uno no se tiene que meter en las relaciones padre-hijo, o al menos eso es lo que creíamos cuando éramos chicos. Y cuando pasa el tiempo te das cuenta los daños colaterales que realmente deja", expresó De la Peña, que aprovechó la cuarentena por el Covid-19 para realizar ricas charlas tenísticas desde su Instagram (@elpulgadelapena).
"Guillo ha sufrido mucho durante gran parte de su vida –prosiguió el 31° del mundo en 1987–. Le ha costado relacionarse con gente por haber tenido ese mal ejemplo. Así que yo creo que es muy lindo ahora, que es padre de un varón [NdR: el 15 de mayo pasado nació Damián, el tercer hijo de Guillermo Pérez Roldán], que quiera tener una buena relación con su hijo. Y para eso tiene que sanar sus penas anteriores".
La decisión que cambió la vida de Gustavo Merbilhaa
Gustavo Merbilhaa era un junior prometedor. Oriundo de La Plata, pertenecía a la camada de Guillermo Pérez Roldán y Franco Davin. Cuentan que estaba palo y palo con ellos, allá por los años 1984-86. Pero su carrera ATP casi no existió. Su mejor ranking fue 887°, en mayo de 1989, a los 21. Hoy, con 51, conduce la escuela de tenis del Club Estudiantes de La Plata, en City Bell; le pone mucha energía y su iniciativa permitió reflotar una actividad que había decaido. ¿Qué pasó en el medio de su vida? ¿Por qué no llegó? ¿Qué tiene que ver Raúl Pérez Roldán en su desarrollo?
"No soy rencoroso ni de hablar mal de la gente. Pero conmigo hubo una gran injusticia. No sé si hubiese llegado a ser un gran profesional o no, pero en la época de junior estaba parejo con las figuras del momento, que eran Guillo Pérez Roldán y Franco Davin. A Franco le gané las cinco veces que jugamos y a Guillermo lo vencí en tres de los cinco enfrentamientos. Justo fueron los partidos en los que su padre no estuvo...", recuerda Merbilhaa.
Que conoce de cerca la escuela de Tandil. "Cuando tenía 14 me alojé en la casa de los Pérez Roldán. Fui a la escuela becado, porque mi viejo siempre fue un laburante y no teníamos plata. El método que usaba era militar. Hoy no se utilizaría, estaría mal visto, aquella era otra época. Si llegabas 10 minutos tarde, era pelotón de fusilamiento: te hacía pasar delante de un paredón y 20 o 30 chicos te tiraban pelotazos a la cabeza. ¡Sonaban fuerte! Y las que te pegaban, dolían en serio. Nunca haría eso hoy con mis alumnos. Raúl nunca me maltrató físicamente. Gritos y puteadas, siempre. Era su forma".
¿Cuál fue la injusticia que le cambió la vida? "Yo era el N° 1 de juveniles, había ganado 3 de 5 torneos nacionales. Tenía el derecho de hacer la gira europea bancada por la Asociación Argentina de Tenis, presidida por Juan José Vasquez y con Raúl Pérez Roldán a cargo de menores. De pronto, inventaron un Master con 8 jugadores para decidir qué juniors viajaban al año siguiente. '¿Jugamos todos?', pregunté. ‘No, el Master lo auspicia tal empresa (automotriz), que patrocina a Pérez Roldán y Davin. Ellos van seguro. La tercera plaza la ocupará el ganador del Master’, me responde la AAT. Me quejé, obvio. El lugar era mío, yo no tenía que jugar nada para tener ese derecho. Perdí la final con Gustavo Giussani, que encima fue el 9° participante de un torneo de 8 y entró sin ranking. Viajaron ellos 3. Quise largar el tenis ahí mismo. Le dije a mi viejo: ‘Esto es una mafia. Gane lo que gane, siempre van a viajar los mismos".
Merbilhaa estuvo 3 meses sin jugar. El padre lo motivó nuevamente. Para poder pagarle una gira de Satélites, vendió el auto: era lo único que tenían. Fueron los dos a Europa. Los resultados no ayudaron. El padre se volvió y Gustavo decidió probar suerte en torneos por plata en Francia. Con eso se fue arreglando, aunque lejos de imaginar una carrera en el ATP Tour. Fueron 15 años en Francia, donde estaba seis meses al año; los otros seis, en la Argentina, donde también llegó a jugar al padel.
"En aquel tiempo en Francia, lo tuve en jaque a Gael Monfils cuando tenía 17 años y había ganado Wimbledon, Roland Garros y Australia Open juniors: 4-4 en el tercero, y yo ya con 35... Antes, le había ganado al sueco Mikael Pernfors tres años después de que fuera finalista de Roland Garros 1986. A Nicolas Mahut, el del partido más largo en Wimbledon, lo derroté cinco veces. Le gané 6-2 y 6-0 a Gilles Simon. Siempre en esos torneos por plata que suelen jugar los franceses. Esa fue mi vida después de aquella experiencia frustrada", recuerda.
–A la distancia, ¿sentís que aquella gira junior pudo haber cambiado para siempre tu vida?
–Ese manejo arbitrario pudo haber cambiado mi vida, sí. Yo estaba de igual a igual en esa época. Después Guillermo y Franco me sacaron ventaja. Quizá les vieron mayor proyección. Pero lo cierto es que fui privado de una gira esencial para dar el salto internacional. Imaginate que si no necesitás mínimo 80.000 dólares por año para ir a probar suerte y no teníamos nada. Las decisiones se tomaban así. Me hubiera gustado tener una oportunidad. Cuando reclamé, se me cagaron de risa.
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