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El adiós al Profe Belfonte. Cuando llevó a Björn Borg a ganar su 4° Wimbledon y porqué no fue a la cena de los campeones
"Portensé bien ustedes que están ahí afuera. Me quiero ir de acá, llevenmé a casa". El ProfeJuan Carlos Belfonte chateaba hasta sus últimas horas por un grupo de WhatsApp con amigos de toda la vida llamado "Cena amigos de tenis". Había cumplido los 81 el 1° de abril y no había perdido nunca la sensibilidad, su espíritu alegre, su capacidad innata para hacerse querer. Afectado por una leucemia, fue internado en el hospital Rivadavia hace unos días, con un cuadro de neumonía y luego llegaría el positivo por Covid-19. "Quiero irme a casa, estoy bien", repetía. No se iba a entregar fácilmente.
El Profe era un tipo muy especial. Conocido sobre todo por su estrecha relación con Guillermo Vilas y por el trabajo que durante 40 años desarrolló con los equipos argentinos de Copa Davis en nada menos que 58 series. Pero circunscribir su radio de acción a nuestro país sería totalmente injusto: Belfonte era un profesional respetadísimo a nivel internacional y quizá como anécdota sea suficiente contar lo que sucedió en el verano europeo de 1979...
"No te retires, esperá. ¿Y sabés qué? Los grandes campeones de las carreras de caballos no se retiran, sino que a lo sumo no llegan a la meta porque se rompen en el intento de alcanzarla", le dijo Belfonte a Björn Borg, con problemas de espalda. Lo atendió, lo recuperó y Borg ganó el 4° de sus 5 títulos en Wimbledon 1979.
"No puedo jugar. La espalda me está matando. Me voy a bajar". La frase la pronunció nada menos que Björn Borg, el quíntuple campeón de Wimbledon, que acababa de ganar en Roland Garros. Belfonte había entablado relación con el coach de la leyenda sueca, Lennart Bergelin y recurrió al Profe para tratar de revertir lo que parecía inevitable. Belfonte, que además de preparador físico era quiropráctico, evaluó a Borg y le dijo: "No te retires, esperá. ¿Y sabés qué? Los grandes campeones de las carreras de caballos no se retiran, sino que a lo sumo no llegan a la meta porque se rompen en el intento de alcanzarla".
El Hombre de Hielo no se bajó, tenía sus dos o tres horas de entrenamiento diario y luego las sesiones de quiropraxia con Belfonte. Dos semanas más tarde levantaba su cuarta copa de Wimbledon consecutiva tras vencer por 6-4 en el quinto set al estadounidense Roscoe Tanner, dueño del saque más devastador de esos tiempos. Borg, agradecido, lo invitó como "Hombre de Honor" a la cena en el All England. Una mesa para 3: Borg, Bergelin y Belfonte. Hasta le alquiló el jacquet. El Profe agradeció el gesto y le respondió: "Me enaltece tu invitación, pero tengo que irme ya a Bruselas. Mañana juega mi club, el Buenos Aires Lawn Tennis, la final contra el campeón europeo, de Checoslovaquia. Tengo que estar ahí". En el BALTC jugaban Vilas, Ricardo Cano, Fernando Dalla Fontana, Gustavo Tiberti y Gustavo Guerrero, entre otros. Del otro lado estaban...Ivan Lendl, Tomas Smid, Pavel Slozil. Ganó el BALTC por 5-4, con Belfonte al pie del cañón. Un canto a la lealtad.
Su relación con Vilas
Imposible no relacionarlo con Vilas. Al lado del mejor tenista argentino de todos los tiempos estuvo el Profe, siendo parte del grupo de trabajo que se completaba con el coach rumano Ion Tiriac. En 2017, rememoró en LA NACION los 40 años del triunfo en Roland Garros 77.
"Vilas era muy perfeccionista, a veces practicaba hasta 8 horas diarias. Si había algo que no le salía iba con 3 o 4 juveniles y se entrenaba hasta la noche. En el deporte hay reglas que no se transgreden: no se puede entrenar la destreza sobre la fatiga. Vilas podía, tenía mucha resistencia. ¿De qué lo tenía que cuidar? De las gaseosas: tomaba muchas. Y hacen más difícil la digestión. Pensemos que los desayunos de Guillermo eran copiosos. Claro, después lo quemaba en los entrenamientos", decía Belfonte.
–¿Y su personalidad?
–Había que tener agallas para estar todo el día con él. No era fácil, era demandante.
El mensaje de despedida de la esposa de VIlas
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Indudablemente, con Vilas tuvo un vínculo muy especial, sobre todo por el impacto de lo que consiguió en su carrera. Pero el Profe tenía a otros tenistas en su "grupo de debilidades": el paraguayo Víctor Pecci, Gustavo Guerrero y Guillermo Rivas eran algunos de ellos. Que no dudarán ni un instante en remarcar todo lo bueno que les dejó Belfonte en tantos años de viajar y compartir momentos a través del deporte.
No puedo salir a la calle si no siento el empedrado de Barracas
Su compañera de vida, Marta, había partido mucho antes que él. Pero Juan Carlos no perdió nunca el espíritu ni las ganas de hacer. No sólo en el tenis: también fue preparador del golfista Vicente Chino Fernández y del jockey Eduardo Jara. Vivía en el lugar de siempre: su departamento sobre Avenida del Libertador, cerca de la Plaza San Martín, en Retiro. Hace 5 o 6 años se lo quisieron llevar a los Estados Unidos, a trabajar para la United States Tennis Association (USTA), con un contrato muy tentador. Lo rechazó, y cuando le preguntaron porqué desechaba una propuesta de ese calibre, respondió con su sello: "No puedo salir a la calle si no siento el empedrado de Barracas". Aunque Barracas no fuese Retiro, la palabra empedrado formaba parte de su vocabulario esencial. Como el tango, como su pasión por Boca.
Con su deceso, muchas almas lo lloran en Sudamérica (José Luis Clerc, Javier Frana, Gustavo Luza, Ricardo Cano, Luli Mancini, Pancho Mastelli, Francisco Yunis, José Luis Damiani, por ejemplo) y hasta en Estados Unidos. Como Jay Berger, un ex jugador y campeón del Abierto de la República en el Buenos Aires agobiado por las lesiones. Belfonte metió mano en las rodillas de Berger y después llegó a ser el 7° del mundo cuando ya se veía fuera de servicio. ¿Cómo olvidarlo?
Lo mismo que aquellos chicos a los que sacaba de la calle y llevaba a entrenar. A algunos hasta les dio hospedaje. O jugadores de bajos recursos que no podían dar el salto de calidad y tampoco conseguían un trabajo estable. Y años más tarde se abrieron camino en el mundo dando clases de tenis. Se habla de al menos unos 15 que hoy le rinden tributo a Belfonte.
"Serios no son los que no se ríen, serios son los que hacen las cosas bien", les solía decir a sus muchachos, esos con los que era mucho más que un preparador físico, más bien un confidente; esa oreja dispuesta a escuchar y a aconsejar. "Cuando venían los chicos del interior, el Profe los cuidaba, los protegía y acompañaba. Los esperaba en los Lagos de Palermo, con su perro Corbata . Todo lo hacía gratis. Después se fue profesionalizando más y entrenó a los mejores del mundo", recordaba Tito Vázquez durante el homenaje a Belfonte en el BALTC por los 80 años.
Como un gran campeón, el Profe peleó hasta el final. Fiel a su palabra.
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