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El Abierto de Australia, un torneo emocional, más activo de lo normal y con el corazón en la mano
Treinta fallecidos. Tres mil millones de animales muertos. Hectáreas ardiendo. Viviendas calcinadas. Los incendios forestales generaron un verdadero drama en Australia entre fines de 2019 y principios de 2020. En medio de ese contexto, con todo organizado, el primer Grand Slam tenístico de la temporada, el Australian Open, estuvo en jaque. Con partículas de aire alcanzando el nivel más alto en la escala de contaminación y los rascacielos de Melbourne perdiéndose en el humo, finalmente, resistió. Los organizadores suspiraron, con cierto alivio, tras el último punto y creyeron que nunca más vivirían algo semejante. Claro: nadie sospechaba que el próximo obstáculo sería un brote de Covid-19. El certamen ostentaba, al igual que Wimbledon, seguro contra pandemia, pero finalizó a mediados de 2020, no pudieron renovar el contrato y se quedó sin protección. Con el país controlando el virus, se inició un período de negociación entre el gobierno local y Tennis Australia, que alcanzó (con rígidos protocolos mediante) la añorada aprobación. Así, el bautizado ‘Happy Slam’ (el Slam Feliz) pasó a ser un certamen emocional, con el nervio en público.
El primer grande levantó el telón algunas semanas después de su fecha original, sin temperatura sofocante. Hay elogios y respaldo por el esfuerzo realizado por la organización. Y hay quejas por las condiciones en las que los jugadores pudieron prepararse. "En mi opinión, el torneo es una mierda", expulsó el francés Benoit Paire. "Mi juego y actitud estuvieron bien [NdR: perdió en la 1ª ronda ante el bielorruso Egor Gerasimov por 6-2, 2-6, 7-6 (7-5) y 7-5], pero en general estoy muy decepcionado con este evento. No me inscribí en esto. Firmé un protocolo en el que podría practicar durante 14 días. La mayoría de los jugadores vienen y piensan: ‘Oh, hay un poco de dinero que ganar aquí’, entonces vienen. Soy el primero entre ellos. Pero al final del día, si tienes que hacer tantos sacrificios y aun así resulta tan mal, con tanto caos, sólo tienes que decir ‘alto’. No entiendo muy bien a dónde vamos, no entiendo qué está haciendo la ATP. Se vuelve casi grotesco. El tenis no es eso. Francamente, no lo estoy disfrutando", aseveró, enojado, porque al igual que otros jugadores como Guido Pella y Juan Ignacio Londero, debió permanecer en su habitación durante la cuarentena luego de arribar en Melbourne en un vuelo con casos positivos de coronavirus. El francés, que jugará los próximos ATP de Córdoba y Buenos Aires, no contó con el permiso de las cinco horas diarias para entrenarse fuera de la habitación. ¿Sabía a lo que se exponía? Sí. Y lo aceptó.
Este año, el premio económico por ganar el título en Melbourne es de 2.750.000 dólares australianos, un 33% menos que en 2020. Por alcanzar la final, AUD 1.500.000 (27% menos). Pero los organizadores, en una decisión destinada a apoyar a los jugadores de menor ranking, aumentó los porcentajes del prize money en las primeras rondas: AUD 100.000 (11% más que el año pasado) por la primera rueda, AUD 150.000 por la segunda (17%) y AUD 215.000 por la tercera (19%).
"Me han sorprendido las diversas críticas vertidas por algunos tenistas que han tenido la suerte de poder participar en los distintos torneos australianos (...) Constato que vivimos en una época en que la queja y la exigencia, siempre hacia todo lo que hacen los otros, no conocen límites", escribió en el diario español El País, Toni Nadal, tío y formador de Rafa. "Ha sido una pesadilla. Me han tratado como si fuera una delincuente: me trasladaron de un hotel a otro escoltada por policías, una carta de detención", bramó Paula Badosa (España; 70°), una de las 72 jugadoras que llegaron a Melbourne en un "vuelo infectado", tras competir en Abu Dhabi, y que sufrió la cuarentena estricta. Roberto Bautista Agut, el 13° del ranking, describió el aislamiento como "estar en la prisión con wifi", pero luego, ante la viralización de sus palabras, se disculpó por la desafortunada frase. La situación, algo extrema, parece haber empujado a muchos protagonistas a posiciones dialécticas inusuales en un sistema que suele mantener la corrección y no se sale del eje. Hay egoísmo, también hay solidaridad. Se ven miserias y valores. Todo a la vista. Sin esconder nada.
Hay lágrimas. Como las de Gael Monfils (11°), un tenista reconocido por su talento y por entretener al público. Atraviesa una pesadilla el francés: no gana desde febrero de 2020, en Dubai. Desde la reanudación del tour, en agosto pasado, perdió cada desafío: en Roma, Hamburgo, Roland Garros, Viena, hace unos días en uno de los dos ATP 250 organizados en Melbourne y también en su debut en el Australian Open: ante el finlandés Emil Ruusuvuori, de 21 años y 86°, por 3-6, 6-4, 7-5, 3-6 y 6-3. Está atormentado, Gael, y se quebró. "Me gustaría salir de esta pesadilla. No tengo confianza, me siento mal. Juego mal, no puedo sacar bien, no puedo pegar una derecha, cometo errores, juego seis metros detrás de la línea, toco las lonas del fondo. ¿Por qué? No lo sé. Hay muchas cosas, tengo mis propias razones. Volver me va a llevar tiempo", reveló. Y pidió compresión: "Me siento juzgado y pido un poco de clemencia. Sí, es cierto, perdí muchos partidos. Lo intento, estoy trabajando, pero no puedo. Me gustaría levantarme y decir que esta pesadilla terminó. Si esto se repite la próxima semana, comenzaré de nuevo, pero no sé cuándo se detendrá. Cuando uno está caído, no le disparen". Su pareja, la ucraniana Elina Svitolina (5°), contrató un coach para que la ayude en su "salud mental" debido a la vulnerabilidad que le generó el encierro durante 2020.
Tampoco oculta sus lágrimas, aunque de felicidad, la canadiense Bianca Andreescu. Campeona del US Open 2019 y acorralada por lesiones, no competía desde octubre de ese año. Ex número 3, actual 9°, necesitó dos horas para superar, en la primera ronda, a la rumana Mihaela Buzarnescu (138°) por 6-2, 4-6 y 6-3. "Estoy súper, súper feliz con la forma en que luché, especialmente hacia el final. Me tomé 15 meses de descanso (sonrió). He pasado por bastante durante ese tiempo. No fue fácil. En ese momento me di cuenta de que todo esto vale la pena. Nunca me rendí. Tengo una experiencia increíble", expresó la tenista de, apenas, 20 años. Algunos ponen excusas; otros, pese a tener menos rodaje, no. Jannik Sinner (19 años), la joya del tenis italiano, no tuvo descanso después de ganar el título en el Great Ocean Road Open, el domingo. Estuvo programado en el día 1 de Australia y se despidió, tras una batalla de 3h55m, contra Denis Shapovalov (11°). "Obviamente sí que me he ido sintiendo más cansado poco a poco, pero creo que debo aprender cosas de todo esto. Si vas a los grandes torneos y llegas a cuartos, semis o final, estarás cansado a esas alturas. No perdí por estar cansado, él ha sido mejor que yo en los puntos importantes", dijo Sinner, dando clase. En otra sala de prensa, Federico Coria, tras despedirse ante Milos Raonic, reconoció: "Soy un 80% feliz, me falta el 20%, que es hablar inglés. Estoy estudiando, pero no me animo. Es algo que me molesta todos los días, porque me pierdo un montón de momentos por no atreverme y hablar. También me falta estar en el equipo de Copa Davis. Y jugar Wimbledon, porque completaría los cuatro main draw, y el Argentina Open. Estoy pasando un momento muy lindo y ojalá pueda cumplir esos sueños".
Nick Kyrgios le apuntó a Novak Djokovic y lanzó: "Es un gato muy extraño. Un gran jugador de tenis, pero desafortunadamente alguien que está de fiesta sin camisa durante una pandemia global, no sé si puedo tomar algo de ese hombre". Pero Nole salió del ring: "No lo escuché y no le voy a responder".
El Abierto de Australia es el primer Grand Slam con el Hawk-Eye Live, (Ojo de Halcón en Vivo), un sistema automatizado que elimina a los jueces de línea. Para que el programa conserve un "matiz humano" tiene incorporadas voces grabadas que gritan "out (fuera)", "fault (falta)" o "foot fault (falta de pie)", y el torneo incluyó, a modo de homenaje, a trabajadores de distintos servicios (médicos, bomberos, guardavidas) para esas voces pregrabadas. El público celebra. ¿Público? Sí, está autorizado el ingreso de una porción reducida cada jornada (17.922 espectadores visitaron el Melbourne Park el primer día).
El Abierto de Australia estuvo en jaque, pero está de pie y hasta parece más activo de lo normal. Con el corazón en la mano.
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