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Djokovic y el curioso karma de un número 1: de elevarse como un dios a ser castigado por la maquinaria del tenis
Novak Djokovic creció en un ambiente hostil, en la Belgrado de la antigua Yugoslavia, mientras las bombas de las fuerzas de la OTAN derramaban sangre y sacudían la tierra. Es un superdotado de la raqueta. Un atleta poderoso y desafiante, con una elasticidad pocas veces vista y una mente brillantemente competitiva dentro del court. Es muy ambicioso. Fuera del rectángulo, el serbio construyó una imagen popular y divertida, aunque a veces parezca forzada y antinatural. Nole posee una fundación con su nombre y, junto con su esposa, Jelena, acostumbran a ayudar a los chicos en la etapa de aprendizaje escolar. Se muestran comprometidos y cálidos. Es un referente y colecciona fanáticos por cada rincón. Pero, cada tanto, cae en la maldición del Joker y se desvía del camino. Muestra la diferencia entre ser profesional y un informal.
Haberse puesto al hombro un certamen de tenis de exhibición en distintas ciudades de los Balcanes, sin protección sanitaria ni distanciamiento social en medio de una pandemia, que derivó, hasta el momento, en nueve involucrados directos o indirectos infectados de coronavirus [él, su mujer y su preparador físico, Grigor Dimitrov y su entrenador, Borna Coric, Viktor Troicki y su mujer, y el actor Milos Bikovic, que participó de la famosa fiesta en Belgrado], fue bochornoso e innecesario. Cuando el avance del Covid-19 y los rebrotes obligan a dar marcha atrás a varios países europeos y asiáticos en su apertura, Djokovic fue, como mínimo, imprudente. Es la máxima autoridad del Consejo de Jugadores de la ATP, pero con sus enormes descuidos puso en riesgo el regreso del circuito, programado para agosto bajo estrictos protocolos (en Washington, EE.UU., para los hombres; en Palermo, Italia, para las mujeres).
No simpatiza a sus colegas
Djokovic fue reelegido como presidente del ATP Player Council en 2018, pero lejos está de tener la simpatía de la mayoría de los jugadores. Da la impresión de que tampoco le importa demasiado. El escándalo que se generó a partir del Adria Tour movió los cimientos y lo colocó en la primera línea de fuego. El estadounidense Noah Rubin, 225° del ranking, una suerte de psicólogo del tour que logró desde un espacio en redes sociales como ‘Behind the racquet (Detrás de la raqueta)’ que los tenistas hicieran terapia, fue uno de los primeros en levantar la voz. "Estoy esperando ver qué pasa con su posición en el Consejo de Jugadores", lanzó, según el diario francés L’Equipe. Algunos entienden que Djokovic debería dejar su puesto, aunque suena difícil que ocurra.
"¿Cómo no pueden ver cuál es nuestro interés común? ¿No te das cuenta de que semejante revés puede afectar toda la temporada? Hay millones de dólares en juego, un montón de trabajos y dinero para los jugadores que lo necesitan. Nuevamente, el 1% de los jugadores toman decisiones que afectan a todos los demás" (Noah Rubin, N° 225 del ranking".
"Estoy decepcionado –amplió Rubin–. Novak es un ejemplo para millones de personas. No sólo se perdió la reunión telefónica con todos los jugadores, ATP y USTA [NdR: el serbio no participó del encuentro por Zoom en el que se discutió sobre el destino del US Open y del resto del circuito], sino que estaba haciendo algo que podía lastimar a muchas personas [NdR: jugando al fútbol]. Las federaciones podrían estar en problemas. Los jugadores podrían perder el dinero que necesitan desesperadamente. Es muy decepcionante. ¿Cómo no pueden ver cuál es nuestro interés común? ¿No te das cuenta de que semejante revés puede afectar toda la temporada? Hay millones de dólares en juego, un montón de trabajos y dinero para los jugadores que lo necesitan. ¿Cómo no lo ven? Nuevamente, el 1% de los jugadores toman decisiones que afectan a todos los demás. Sin preguntarse por un segundo si puede dañarlos".
En dicho encuentro virtual, en el que participaron unos 400 jugadores y autoridades de los distintos organismos del tenis, no se conectaron ni el suizo Roger Federer ni el español Rafael Nadal, los otros integrantes del Big Three del tenis mundial. Eso tampoco pasó inadvertido, sobre todo entre los jugadores que mayores limitaciones tienen para desarrollarse y precisan del apoyo de los referentes. Se habló de egoísmo y de "vivir en una burbuja".
"Hay jugadores que se están matando para cuidarse, entrenarse y hacer los protocolos a la perfección y Djokovic, con todo este show, arruina la imagen del tenis y pone en peligro el arranque que ya estaba planificado", le dijo, indignado, a LA NACION, un preparador físico argentino de primer nivel en el tour. "Indignación es lo que siento. Estas figuras debían cuidar la industria del tenis y lo que hicieron, por lo menos para la Argentina, es hundirnos más", escribió en redes sociales Waly Grinovero, ex entrenador del chileno Nicolás Jarry, actualmente con Francisco Cerúndolo (21 años; 244°).
Por lo pronto, un torneo que se iba a realizar en la academia de Juan Carlos Ferrero en Alicante se pospuso para fines de julio; la decisión se tomó tras el caos del Adria Tour.
Ganándose más enemigos
La espiritualidad de Djokovic lo impulsó a descreer de las vacunas. Ello le generó enemigos en distintos frentes. "Me recuerda a la parábola de la Torre de Babel, donde la gente quería elevarse tan alto como los dioses. Uno tiene la impresión de que Djokovic se creía por encima de ciertas leyes de la naturaleza. Tiene un lado místico. Personalmente, puede pensar que no hay necesidad de vacunarse o que, al comer plantas, puede tratarse. Pero cuando pones en juego a otras personas y tienes la responsabilidad de lo que representas, hay posiciones y acciones que no debes comprometer", castigó, en L’Equipe, el ex tenista francés Jean-François Caujolle, director del ATP 250 de Marsella.
Otros observaron con burla al ganador de 17 trofeos de Grand Slam cuando explicó que el agua reaccionaba a las vibraciones de las personas y que se podía cambiar su composición mediante "la energía y la oración".
Para Djokovic, no ser querido por el público al nivel de Nadal y de Federer, es un asunto traumático. Él mismo reconoció, en un Live de Instagram con el suizo Stan Wawrinka, que vive con resignación y un sabor amargo que los espectadores se inclinen por el suizo y el español cada vez que los enfrenta, en cualquier lugar del mundo. Pero desprolijidades como las del Adria Tour, que hasta lleva a algunos a pedir que sea sancionado, lo distancian más de los otros integrantes del Big 3.
De tal dimensión es el impacto de lo que ha sucedido que hasta el escocés Andy Murray, ex número 1 del ranking y una persona cercana al balcánico, censuró sus actos: "Siempre he tenido una gran relación con Novak, pero no hay duda de que todo con el Adria Tour se ve mal. Cuando vivimos un momento como este, es importante que los mejores tenistas demuestren que entienden la gravedad de la situación, deben mostrar respeto por la distancia social. Los tenistas, en ese torneo, no mostraron eso y estropearon la imagen de nuestro deporte".
Djokovic creció en medio de un conflicto bélico y, pese a la angustia natural que emana de un hecho de semejante magnitud, fabricó una personalidad alegre. Si bien los hechos no se comparan, ahora quedó en el ojo de la tormenta y en una posición sumamente incómoda, expuesto a críticas e ironías que probablemente le dejarán heridas.
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