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Diego Schwartzman, el máximo favorito en el Córdoba Open: la baja en el ranking, la ansiedad, el peso de las críticas y el “no” a la Copa Davis
El argentino mejor ubicado en la clasificación de la ATP busca recuperar las buenas sensaciones en una gira que le dio satisfacciones y en la que debe defender muchos puntos
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CÓRDOBA.- Diego Schwartzman fue uno de los mejores veinte tenistas del mundo durante tres años consecutivos, entre septiembre de 2019 y octubre pasado, alcanzando -incluso- el número 8, en 2020. Se destacó por sostener una alta regularidad durante un tiempo prolongado. En ese período dorado ganó dos de sus cuatro títulos ATP y jugó otras siete finales, obtuvo victorias que parecían imposibles (como ante Rafael Nadal, sobre el polvo de ladrillo de Roma 2020), fue semifinalista de Roland Garros… “Me malacostumbré a ganar”, sonríe, ante LA NACION, el primer favorito en el Córdoba Open, el torneo que abre la gira sudamericana sobre polvo de ladrillo. Hoy, cambió pétalos por espinas.
El año pasado, después de llegar a los 8vos de final de Roland Garros, perdió catorce partidos (siete en primeras rondas) y sólo ganó siete. Esta temporada no comenzó mejor: sufrió molestias físicas, ganó un partido (en Australia) y perdió dos. Inflexible y perfeccionista, su escenario tenístico actual lo altera.
“De chico sí estaba acostumbrado a perder, pero después ya un poco menos...”, vuelve a sonreír el Peque Schwartzman, que este jueves tendrá un desafío de alta complejidad frente al porteño Juan Manuel Cerúndolo (actual 114°; campeón del ATP cordobés en 2021), por los 8vos de final.
“Siempre le doy importancia al ranking, soy bastante crudo conmigo y no me permito hacer las cosas mal; no me gusta -dice el porteño-. Llega un punto en el que me pongo a pensar: ‘Che, ¿lo sigo haciendo o no lo sigo haciendo?’. Porque no me permito hacer las cosas mal por un período largo. Si me pongo a ver de dónde vengo, cómo arranqué la carrera, qué hice, el ranking que hoy sigo teniendo [28°], me digo: ‘Es un camino muy bueno’. Pasa que hoy uno es más malo cuando las cosas no salen, la repercusión es mayor cuando la cosa está mal, entonces ya no dejás sólo de analizarte a vos sino también las opiniones ajenas”.
-A los 30 años y con tantas temporadas en el tour, ¿le seguís dando interés a la crítica externa?
-Los comentarios no dejan nunca de afectarte. Estamos inmersos en el mundo de las de las redes sociales y de la opinión pública masiva. No le presto atención a si dicen que lo estoy haciendo bien o mal, sino a las sentencias y a la mala educación. Los años te hacen tener más claridad sobre cómo le afecta a un montón de gente que está a tu alrededor y, entonces, te afecta un poco más.
-¿Le pedís a tu familia que no se enganche con la crítica?
-Mi mamá es muy sanguínea y a veces me dice: ‘Con aquel no hables más’ (sonríe). Muchas veces buscan al primero que tienen a mano para pegarle; a mi mamá, mi papá, mi hermano, mi novia. Y no saben lo que uno prepara, si está bien físicamente, si está mal. Yo tampoco me voy a poner a contar en una conferencia qué es lo que pasa en mi casa cuando salgo del estadio; el estado anímico juega. No me gusta andar mostrando lo que hago cuando termina la parte de pegarle a la pelota. Sin ir más lejos, pasó con la selección argentina que terminó campeona en Qatar: después de un partido y medio estaban por darle a la yugular. Y se vio la reacción de los jugadores, que pudieron dar vuelta la página y terminar como campeones. Pero a un deportista le puede afectar mucho.
-¿El año pasado sufriste ataques de ansiedad?
-Sí, fueron ataques de ansiedad bastante complejos. Estaba en un proceso en el que estaba incómodo en la cancha y, quizás, en alguna semana no tendría que haber competido porque no la pasaba bien. Pero nunca pensé que parar me podía hacer bien. Por lo general, uno no se pone a analizar cuando las cosas van bien, algo que puede ser un error, ya que a veces las cosas no están bien más allá de ganar. Es un desafío sostener durante muchos, muchos años un nivel alto, un ranking alto, una expectativa propia y de la gente que me rodea. Desde 2017 siempre gané muchos partidos, me volví regular. Pero cuando los números no salen, si no estás fresco de la cabeza como para afrontarlo, cuesta.
-¿Estás buscando soluciones?
-Sí, todo el tiempo. A veces parezco enojado dentro de la cancha, pero necesito tener esa furia en el partido. Necesito que errar un golpe o perder un partido realmente me moleste. Es personal: hay jugadores que salen de la cancha y se olvidan del partido rápido y van al otro día a entrenarse con la mejor cara. Yo necesito frustrarme y al otro día ir a entrenar enojado para buscar una solución. Vamos a tratar de hacer un cambio en la raqueta: bajar la tensión, cambiar la cuerda, cosas que me ayuden a tener más potencia. El tenis cambió en estos cuatro o cinco años, cambió la velocidad del juego y hay que tratar de acoplarse.
-Durante esta gira sudamericana defendés muchos puntos: 540. ¿Qué tan presionado estás?
-Siempre es una gira a la que venís con cierta tensión, porque querés jugar bien en tu casa. El año pasado perdí las finales de Buenos Aires y de Río contra los que terminaron 1 y 2 del mundo, Ruud y Alcaraz. En ese momento me decían: ‘Que lástima. Se te escapó con Ruud, que era un buen partido’. Después hizo dos finales de Grand Slam. Sobre Alcaraz me decían: ‘Es nuevito’. Y terminó arriba de todos. Nunca fui de mirar mucho lo que defiendo porque me vuelvo loco.
-¿Por qué no jugaste la serie de Copa Davis en Finlandia, el fin de semana pasado? Sos el single 1 y tu ausencia no pasa inadvertida.
-Todo arrancó en Bolonia [en septiembre pasado, en la fase de grupos de las Finales], cuando después del partido con Suecia, en el que Ymer era un buen rival como para arrancar, me tocó perder fácil. Decidimos un poco en conjunto, porque en ese momento Seba (Báez) y Fran (Cerúndolo) estaban jugando muy bien, estaban ganando muchos partidos… Siempre el capitán tiene la potestad de decir si vas a jugar o no, nos juntamos y dijimos: ‘Probemos que jueguen los chicos, porque hoy quizás lo pueden hacer mejor que yo’. Y la decisión para Finlandia fue un poco parecido, más allá de que después en Australia tuve una lesión. De Bolonia no me fui conforme, porque fui a jugar tres partidos, después del primero me sentí incómodo y un poco en conjunto resolvimos que era mejor que jugaran los chicos. Nos tocó irnos a todos frustrados porque no pudimos ganar los tres singles. Y seguí con esa línea de poder darle un espacio a otros jugadores porque estoy convencido de que la Copa Davis nunca fue un torneo de rankings sino de rendimientos. Después tocó Finlandia, lejos, en condiciones en las que muy pocos de nosotros nos sentimos cómodos. Ellos lo hicieron bien y se perdió. Creo que Argentina, con todos los jugadores que tiene hoy dentro de los 150, va a entrar en un proceso de estar una vez en el Grupo Mundial, en el repechaje, en el Grupo Mundial. En conjunto se tiene que encontrar un camino para no salir de ahí y entender que es un proceso hasta que vuelvan a salir, seguramente, otros jugadores y se vuelva a pelear más arriba.
-¿Es momento de pensar en un tenis argentino desarrollado más sobre superficie dura que en polvo? El tenis moderno así funciona.
-Siempre hablamos un poco de eso y, sin embargo, aparecen y aparecen jugadores. No sé cómo, pero terminan apareciendo jugadores pese al nivel que tenemos en infraestructura, a los obstáculos económicos, a los viajes, la inflación, etcétera. Te juro que no entiendo cómo hace un chico de 13 o 14 años para viajar siendo argentino, algo que también extiendo al resto de los latinos. Si no es con el apoyo de una empresa o de un privado, es imposible. Entonces creo que los chicos, en los últimos años, fueron eligiendo otros deportes más viables y eso es una cagada, por así decirlo, pero es una realidad de dónde estamos. Hay un esfuerzo grande para hacer torneos de Challenger en la región o Futures, pero al final el nivel más alto está lejos de acá y eso cuesta.
-¿Le cerrás la puerta a un regreso a la Copa Davis?
-No, no. No puedo decir que sí, que voy a jugar en septiembre, ni tampoco puedo decir que no. Viéndolo por tele, me quería matar de que no fui a Finlandia. En la Copa a veces lo hice mejor, a veces peor. Me tocó sufrir en algunos partidos. Por eso quise abrir las puertas a otros jugadores que lo pueden hacer bien. Me encanta todo lo que representa la Copa Davis y es un sueño estar ahí para cualquiera. Pero veremos en septiembre.
-¿Te sorprendió la noticia del fin del vínculo entre la Federación Internacional y el grupo de Gerard Piqué, responsables del cambio de formato de la Davis que nunca fue productivo?
-Creo que a veces es muy buena la incursión de los privados, por así llamarlos, porque pueden potenciar, pero algunas veces sale mal y en este caso salió mal. No creo que nadie tuviera mala intención de que un proyecto saliera mal. No salió mal económicamente porque en ese sentido las federaciones tuvieron un extra, pero a nivel espectadores y jugadores, sí: la Copa tuvo un declive importante en los últimos años. Ojalá que vuelva a tener pasión y atracción. Ojalá que se recupere el formato tradicional y que tenga puntos para el ranking, para que atraiga a todos los jugadores. Tampoco es normal que las finales se jueguen siempre en el mismo país. Es como que todos los mundiales se jueguen en el mismo lugar. Eso no existe. Para algunos no es motivante.
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