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Del Potro y el mejor arranque de año de su carrera, un aliciente para dar el salto histórico
Tenía todo en contra: el cansancio acumulado (y expresado gestual y verbalmente en los últimos partidos), el horario (por calor y humedad), la diferencia de calidad de rival respecto del partido anterior que pudo sobrellevar con entereza, y hasta detalles menores, como el color negro de su remera, que se transforma en una mochila en días soleados. Juan Martín del Potro llegó al Masters 1000 de Miami impulsado por un gran momento y por la posibilidad concreta de irse de Crandon Park como N° 3 del mundo, algo impensado hace no mucho tiempo. Ilusión que se acrecentó con la prematura eliminación de Roger Federer. John Isner, el gigante XXL (2,08m), 17° y con 32 vitales años, le puso freno a una de sus mejores rachas (21-4) y lo dejó todavía como el sexto del ranking. ¿Hay motivos para tomar la caída como un impacto negativo? En absoluto. Porque Del Potro, en rigor, protagonizó el mejor arranque de temporada de su carrera. Un segmento en el que muchas veces ni siquiera llegaba a tomar ritmo. Como que se le iban rápido los dos primeros Masters 1000 del año por un cúmulo de factores, lesiones incluidas.
Este Del Potro que, en medio de las variables y las oportunidades que le brinda el circuito, se encontró a los 29 años con la chance concreta de pelear por el N° 1 a lo largo de 2018, es una versión recargada y temible para los pocos exponentes de su nivel que hoy están sanos, en condiciones de plantársele frente a frente. Excluimos de la lista a figuras como Djokovic, Murray y Wawrinka, mientras se espera el regreso de Nadal. Mentalmente, con apoyo externo, se hizo fuerte en los últimos dos meses, superando sin traumas situaciones personales que lo movilizaron pero no lo voltearon. Hubiese sido una picardía justo cuando pudo comenzar el año en inmejorables condiciones físicas, su karma en reiteradas ocasiones. Y lo aprovechó con creces.
La marca de 21 victorias (15 seguidas) y 4 derrotas entre enero y marzo es de un valor enorme para él. Un registro que incluye dos títulos: un ATP 500 (Acapulco), con victorias sobre tres top ten, y su primer Masters 1000, venciendo a Federer en la final. Comparable en los números (no en calidad) con otros arranques positivos: el 19-5 de 2009 (título en el 250 de Auckland), el 21-6 de 2011 (título en el 250 de Delray Beach), otro 21-6 en 2012 (títulos en el ATP 500 de Rotterdam y el 250 de Marsella), y más atrás, con el 16-5 de 2013 (victoria en Rotterdam). Fueron sus temporadas de mejor inicio. Distantes de otras más sombrías, deportiva y físicamente: 9-6 en 2007, 2-3 en 2008, 3-1 en 2010, 7-3 en 2014, 2-2 en 2015, 5-3 en 2016 y 6-4 en 2017. Siempre tomando la referencia de enero-febrero-marzo.
Ahora se avecina el segmento de polvo de ladrillo, que le demanda otra respuesta física y donde, además, su tenis pierde explosividad y le otorga mayores posibilidades a los rivales. Pero a diferencia de aquellos años en los que recién adquiría impulso en el césped, en junio, previo a las competencias en canchas duras, Del Potro se está moviendo desde una perspectiva diferente. Hacía cinco años que no disputaba tantos partidos seguidos. Se pierde ese hábito, el fondo. Hay que reeducar el cuerpo, las sensaciones, el equilibrio de la confianza. El tenis, evidentemente, nunca se fue. Estaba esperando el llamado final.
La muñeca hoy no es tema (una bendición). Sí lo fue el cansancio. El aprendizaje que se llevará, junto con su cuerpo técnico, es que hay que dar menos señales de debilidades: rivales como Isner no lo perdonan. Ya tiene un saque mortífero (que promedió los 220 km/h), buena derecha y criterio para jugar al tenis con lógica, esto último algo que no muestra Raonic. Saber por qué vía lastimar psicológicamente a un adversario preocupado por dolores, fatiga y temperatura es un handicap importante. Además, el norteamericano volcó un plan perfecto: atacar los espacios que Del Potro deja por cubrir su revés, ese que todos atacaban sistemáticamente hasta hace poco. Y lo cumplió sin fisuras.
Llega el tiempo del descanso. El primer gran descanso. Con muchas buenas noticias. Para recargarse con la convicción de que cuando vuelvan los peso pesados, él tendrá una ventaja importante: tenis y confianza. El 1 es un cebo más que interesante, la perla que le faltaría a su vida de éxitos, frustraciones, dolor y renacimiento. Dice que el ranking no le importa. Le importa desde siempre, como cuando era su obsesión mejorarlo para no cruzarse con los mejores en las primeras ruedas. Quizá no quiera sumar el factor presión en una etapa en la que su carrera le sonríe. En juego, convicción y resultados, un combo como para animarse a dar un salto de calidad para la historia.
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