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Del Potro y el ATP de Buenos Aires, en horas decisivas: está convencido de la vuelta, pero todavía sufre por la rodilla y tuvo que infiltrarse
El tandilense, de 33 años, no compite desde junio de 2019 y aumentó la intensidad de los ensayos
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Transcurrieron 953 días del último partido oficial de Juan Martín del Potro (el 19 de junio de 2019, sobre el césped de Queen’s; triunfo ante el canadiense Denis Shapovalov por 7-5 y 6-4). Y se cumplirán 964 días el próximo lunes 7 de febrero, cuando se levante el telón del ATP 250 de Buenos Aires, el certamen en el que el tandilense tiene decidido reaparecer en el circuito. Es demasiado tiempo de inactividad para un deportista de alto rendimiento. Entre un extremo y el otro, ingresó cuatro veces en el quirófano para operarse de la rodilla derecha y -más allá de su enorme espíritu de lucha- ya nada es como antes.
Su tolerancia al dolor, luego de tantas intervenciones y tratamientos, es muy baja. En las últimas semanas aumentó la intensidad de los entrenamientos, pero le reaparecieron molestias en la zona operada, motivo por el que todavía no hizo oficial su presencia en el Argentina Open ni tampoco en el ATP 500 de Río de Janeiro, una semana después. Es más, en estas horas canceló momentáneamente sus prácticas y se realizó una nueva infiltración en la rodilla para tratar de disminuir las molestias.
Después de seis días de ensayos en el club Uncas de Tandil durante la segunda semana de enero, en la que su rendimiento fue de menor a mayor bajo un clima sofocante y terminó simulando puntos con Marcelo “Negro” Gómez, su formador, con el canasto del otro lado de la red, Del Potro regresó a la Ciudad de Buenos Aires buscando dar un paso más para su añorado retorno. En el Tenis Club Argentino, el escenario de Palermo en el que se entrena habitualmente, la semana pasada aumentó la exigencia con el cordobés Juan Ignacio Londero (actual 136°, ex 50°) del otro lado del court. En los primeros días jugaron puntos sueltos, en los que Del Potro (acompañado por el preparador físico Leo Jorge) lució una sincronización impecable al impactar la pelota. “Sigue teniendo un timing de locos. Cada pelota que toca de derecha es winner”, contó un testigo.
El saque también le funcionó perfectamente a Juan Martín. Y una jugada que repitió decenas de veces ante Londero fue bajarle la pelota con slice y cruzado, invertirse de derecha y buscar dominar con un tiro ganador de drive. Lo hizo una y otra vez, con naturalidad y eficacia. Sin embargo, después de varios días “positivos” de entrenamientos con el campeón del Córdoba Open 2019, las dificultades aparecieron sobre el final de la semana cuando llegó el momento de ensayar sets. Del Potro se sintió incómodo, sus desplazamientos sobre el polvo de ladrillo porteño disminuyeron, su lenguaje corporal no fue el mismo y sus tiros ya no hicieron tanto daño. Se lo notó cansado y un poco tenso. Desde hacía mucho tiempo que no tenía un ida y vuelta intenso contra un rival en actividad y, evidentemente, cuando sumó kilometraje lo padeció.
Con la ansiedad de los organizadores de los torneos de Buenos Aires y Río en alza por no tener aún una confirmación de Del Potro, nuevamente el Tenis Club Argentino fue el escenario de los entrenamientos de Juan Martín durante esta semana. Aunque el “rival” fue otro: Sebastián Báez (88°) que, de cierta manera, es respaldado y apadrinado por el campeón del US Open 2009. La buena relación entre el tandilense y el coach de Báez, Sebastián Gutiérrez (integrante del cuerpo técnico de Daniel Orsanic en la Copa Davis) acercó a Juan Martín a una de las raquetas nacionales más destacadas de la nueva generación. Luego de llegar a la segunda ronda del Abierto de Australia, Báez regresó a Buenos Aires y, antes de viajar a Córdoba (competirá, desde la semana próxima, en el ATP del Polo Deportivo Kempes), se dio el gusto de practicar con uno de sus referentes. Del Potro volvió a elevar la vara en el court, a acrecentar la exigencia.
LA NACION confirmó que Del Potro volvió a tener altibajos. Ya no se lo observó con la fluidez y la alegría de otros días en el court. Y no porque enfrente tuviera a un colega con el que no tiene afinidad (al contrario), sino porque su cuerpo (y su mente) no le respondieron como pretendía y no pudo terminar los entrenamientos como deseaba. Sabe, además, que todo el mundo del tenis está muy expectante, esperando un anuncio sobre su futuro y eso actúa como una gran presión, inclusive para él, que llegó a lo más alto del Empire State Building empuñando una raqueta con apenas 20 años.
Competitivo y perfeccionista al máximo, a Del Potro le sudan las manos mientras se acerca el tiempo límite para el comienzo del ATP de Buenos Aires donde el público, los organizadores, los patrocinadores y la prensa (también su familia y amigos, claro) añoran volver a verlo en acción. Él es el primero que quiere estar allí (ya se lo comunicó a sus más cercanos), donde sólo jugó en 2006, cuando tenía 17 años, era 155° del ranking y recibió un wild card. Los nervios crecen; los nervios juegan.
La gente de su confianza está muy encima suyo. Tratan de empujarlo y sostenerlo anímicamente durante los días en los que el actual 755° del ranking se amarga por los dolores de una rodilla que, según los médicos, “está sana”, pero que no deja provocarle dolores de cabeza (y por ello en estas horas volvió a infiltrarse). Le dan aliento y le aseguran que el día que entre en una cancha y sienta el respaldo del público se energizará y, al menos por un tiempo, se olvidará de los trastornos de una rodilla que -según contó el protagonista- nunca reaccionó ante tratamientos poco invasivos y que fue operada por última vez en marzo de 2021, en el Midwest Orthopaedics at Rush de Chicago por Jorge Chahla, un cirujano ortopédico nacido en Tucumán pero radicado en EE.UU., especializado en problemas de rodilla, cadera y hombro.
Juan Martín se siente en tiempo de descuento. No volverá a operarse. “La definitiva”, escribió en sus redes sociales tras su última intervención. Por ello la situación es sumamente delicada. Por momentos se siente aturdido y hasta acorralado. Pero luego respira profundo, se calma, mira a su alrededor, se recuerda como tenista y levanta el espíritu. Todavía tiene esperanza.
Sabe, Del Potro, a los 33 años, que mucha gente del tenis lo quiere y que, si está pendiente de él es por lo que generó como deportista, por la Copa Davis, las medallas olímpicas, los títulos en el circuito y los incomparables escopetazos de derecha. Difícilmente alguien le pueda pedir algo más en el aspecto deportivo. Construyó una carrera de ensueño habiendo dado demasiada ventaja (cuatro operaciones de muñeca, la misma cantidad en la rodilla derecha). Si después de dos años y medio sin competir, el cien por ciento de los fanáticos del tenis no lo dan por retirado es, precisamente, por su categoría y la capacidad de resiliencia que ostentó tantas veces. La incertidumbre crece. Las horas pasan y no fluyen como todos quisieran. Del Potro sigue jugando, como lo describió en septiembre pasado al visitar Flushing Meadows, el partido de su vida.
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