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Del Potro: un gigante sin cuentas pendientes
El repaso de la carrera de un tenista que se formó en Tandil y llegó a la cumbre con el US Open 2009 y la Copa Davis 2016
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“De todos los jugadores del circuito, Del Potro es de los que han tenido mayor mala suerte. Habría luchado por ser el número 1, tenía unas condiciones especiales para el tenis. Un jugador completo, pero se encontró con varios problemas, y constantes. Tenía todo para crecer, pero le vinieron muchas lesiones. Si no, habría estado ahí. Seguro”.
Toni Nadal, el tío y formador de Rafael Nadal, el mejor competidor de todos los tiempos (y, desde hace algunos días, el máximo ganador de trofeos de Grand Slam, con 21), siempre distinguió en Juan Martín del Potro a un tenista de altísima jerarquía, con recursos técnicos (y emocionales) como para encumbrarse como un obstáculo para su sobrino y para los otros jugadores de la elite.
El propio Roger Federer, con olfato para diferenciar a los buenos de los extraordinarios, se dio cuenta de inmediato que Del Potro podía ser un peligro. Siete años mayor que el tandilense, intentaba amedrentarlo desde la propia entrada en calor en los partidos. Golpeaba unas pocas pelotas de fondo e iba a volear, como para que Juan Martín no tomara ritmo. Lo apuraba para arrancar el desafío. “Esas cosas Federer no las hacía contra jugadores con los que sabía que no podría perder salvo que pasara algo raro y jugara muy mal. Pero contra Juan, sí”, contó, hace años, Franco Davin, coach de Del Potro desde febrero de 2008 a julio de 2015.
“Ya desde que voleaba, Federer le marcaba las pisadas en la cancha haciendo más ruido de lo normal. ‘Pa, pa, pa’, se escuchaba que hacían las zapatillas y le jugaba rápido en el peloteo para que se sintiera incómodo desde el principio y empezara jugando frío. Además, una vez que empezaba el partido, enseguida se ponía a gritar los puntos en su favor. Esos jugadores son astutos y Roger olía que Juan podía ser una dificultad”, aportó Martiniano Orazi, su expreparador físico.
Fruto de la escuela de tenis del club Independiente de Tandil y formado por Marcelo Gómez, Del Potro tuvo facilidad para los deportes desde chico. El fútbol lo apasionaba y algunos lo comparaban con Claudio Marangoni. En la vida de Palito, apodo que tenía porque era delgado y alto, el tenis fue ganando terreno hasta que tuvo que dejar el fútbol. Jugó su primer torneo Nacional a los siete años, en Bragado, y desde los 8-9 años y hasta los 13-14 le dedicó mucho más tiempo al perfeccionamiento de sus golpes y desplazamientos dentro del court. En 2002, con 14 años y en Miami, ganó el Orange Bowl, prestigioso torneo junior. Sacó su primer punto ATP en 2004, con 15 años y poco más de siete meses. Desde que apareció por primera vez en el ranking, el 24 de mayo de 2004, nunca dejó de evolucionar hasta tocar el cielo con las manos logrando el Abierto de los Estados Unidos en 2009 (tenía 20 años), venciendo a Federer (por entonces, el 1°) en la final (y a Nadal, que era el 3°, en las semifinales).
Su juego, basado en una derecha sumamente potente, un servicio poderoso y una propuesta de alta intensidad, se complementó con un inteligente manejo de la escena que le permitió ganarse el afecto del público alrededor del mundo y ser conocido como –por ejemplo en Gran Bretaña– como el ‘gigante amable’. De 2,03 metros (aunque por “coquetería” siempre declaró 1,98), Del Potro fortaleció su físico para luchar contra los mejores. Lo consiguió y llegó a la elite (su mejor ranking fue 3°, en 2018), pero las lesiones minaron su crecimiento. Una y otra vez. Desde la primera cirugía de muñeca derecha, en mayo de 2010, pasando por las tres en la muñeca izquierda entre 2014 y 2015 (por las que estuvo cerca de retirarse), hasta las cuatro en la rodilla derecha (tras la fractura de rótula), la carrera de Juan Martín fluctuó entre los desafíos heroicos y los períodos de oscuridad e incertidumbre. Dio demasiadas ventajas y, así y todo, se convirtió en uno de los jugadores más destacados en tiempos de dominio del Big 4 (Federer, Nadal, Djokovic y Murray).
Con dos medallas olímpicas (bronce en Londres 2012, plata en Río 2016), 22 títulos (el tercer argentino con más trofeos) y 13 finales (una de ellas, la del US Open 2018), terminó de encumbrarse como leyenda con la conquista de la Davis 2016, el último título grande que le faltaba al deporte de nuestro país y que ni siquiera habían podido ganar Vilas, Batata Clerc y Nalbandian. Del Potro hizo de la resiliencia una circunstancia que lo liberó cada vez que estuvo contra las cuerdas. Sus recuperaciones lo colocaron en un escenario épico muchas veces. Por ello, pese a no competir desde junio de 2019, (casi) nadie se animaba a darlo por retirado. Pero esta vez la llama parece apagarse. Pasó demasiado tiempo en penumbras. Dice que no se rinde, pero sus gestos muestran lo contrario. El final está cerca. Puede quedarse tranquilo: no tiene nada pendiente.
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