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Del Potro, tras su derrota en Wimbledon: sin pólvora y aplacado, como si el cinematográfico 2016 le hubiese consumido toda la energía
Lo que dejó el traspié del tandilense en la segunda rueda ante Ernests Gulbis
LONDRES.- Juan Martín del Potro se marchó extremadamente pronto de Wimbledon. El inesperado cachetazo, en la segunda rueda, ante el letón Ernests Gulbis (589° del mundo) por 6-4, 6-4 y 7-6 (7-3), profundizó aún más una temporada opaca, imprecisa, con obstáculos deportivos, menos preparación de la que su categoría pide y con situaciones personales doloras. Australia 2014 había sido la última vez que Del Potro no había logrado superar la 2ª rueda de un Grand Slam. Martiniano Orazi, su preparador físico durante siete años, alguna vez lo calificó como “un adicto al triunfo”. Y es verdad. Durante aquella etapa en la que Del Potro, Orazi y el entrenador Franco Davin formaron un trío poderoso, el tandilense ostentaba una fuerza interior que movía montañas. Enfermo e intoxicado, llegó a ganar torneos. No es, precisamente, lo que exhibe hoy. Por momentos parece resignado, aplacado. Raro en él.
La temporada 2016 fue asombrosa. Después de estar muy cerca de abandonar el tenis luego de las cirugías en la muñeca, volvió al tour en febrero del año pasado en Delray Beach y apenas podía empujar la pelota de revés. Terminó a fines de noviembre como la bandera de la conquista de la Argentina en la Copa Davis, habiendo ganado la medalla de plata olímpica en el medio. Fueron demasiadas emociones vividas en poco tiempo. Su ánimo fue un electrocardiograma descontrolado. Dio más de lo que pensaba. Sin un coach estable, quemó los manuales del tenis y celebró haber recuperado su vida como tenista exitoso.
Este año lo arrancó más tarde; no actuó en la gira oceánica. Jugó pocos partidos (22). Disputó siete desafíos ante adversarios del top 10 y sólo le pudo ganar a Kei Nishikori (9°), en Roma. Sigue sin un coach estable. Insinuó que tendrá uno “extranjero” durante la gira sobre canchas duras de América del Norte. El oficio y la experiencia le sirven para quitarse de encima a ciertos rivales dubitativos, como sucedió con el australiano Thanasi Kokkinakis en la primera ronda de Wimbledon. Pero luce sin electricidad en las piernas, con poca reacción. Sus desplazamientos no tienen la explosión de antes. Sus tiros no llevan la carga de pólvora de otros momentos. Hay partidos en los que golpea el revés de dos manos con bastante soltura y otros en los que abusa del slice (ya no sorprende ni hace daño de esa manera, como en 2016). No es una cuestión de superficie o torneo, porque seguramente después del US Open, el All England debe ser el sitio que más lo inspira a Del Potro. Hay otras cuestiones, es evidente. Hay, sin dudas, un asunto de incentivo, de motivación.
“Estoy tranquilo y sé que el tenis me va a acompañar cuando pueda acomodar todas las cosas feas que me pasaron”, dijo Del Potro, antes del comienzo del torneo, al que llegó después de bajarse de s-Hertogenbosch y Queen’s por problemas en la ingle. El cinematográfico 2016 elevó muy alto la vara. En el mundo del tenis todos esperaron que, estando sano y teniendo aquel impulso de unos meses antes, esta temporada intentara, directamente, recuperar su lugar en el top 5. Pero, hasta aquí, su imagen estuvo muy distante de esa ilusión. ¿Él tendrá intenciones de volver a hacer un esfuerzo supremo, una vez más, como para tratar de estar en las mejores posiciones?
“No siento la presión de lo que se espera de mí. Lo tomo como algo bueno. Cuando la gente, a mí o a cualquier deportista, le pide mucho más es porque creen que puede andar mejor. La gente es inteligente como para saber a quién pedirle más, por el nivel de cada uno. Pero yo he hecho un gran esfuerzo por volver a jugar y cuando uno es cauto y trata de armar programaciones para ir siempre de menor a mayor…, me pasó lo del año pasado, que terminé bajando mil puestos, ganando la Copa Davis, Río… Sensaciones que no las viví en mi carrera y las viví todas juntas en cuatro o cinco meses. Y es lógico que este año se repita todo eso. Son otras competiciones. Hoy tengo un ranking (32°) que hace un año no tenía. El nivel de juego está mejorando, quizás no como la gente espera. Pero mi revés está mejor que hace un año. Prácticamente de la muñeca ya no hablo y esas son cosas muy buenas para mi futuro. Físicamente estoy, tal vez, al 50% de lo que puedo estar. Entonces me deja tranquilo”, analizó Del Potro, antes de regresar hacia Buenos Aires.
¿Y por qué se encuentra al 50%? Así intenta explicarlo. Así lo asume. “El año pasado, físicamente, sobre la última parte estaba mucho mejor pero todavía traía algunos problemas con la muñeca. Ahora es como que se invirtió un poco. El revés va mejorando, pero físicamente no he podido entrenar tanto como quisiera. Venir a jugar un torneo tan grande con la preparación que no es la ideal, no es lo mejor. Si sigo manejándome como con la muñeca, teniendo paciencia y pudiendo hacer un bloque de entrenamiento fuerte, la muñeca me va a ayudar y ahí me voy a sentir en condiciones de sentirme pleno. Espero que no falte mucho para eso. Ahora es una cuestión física y de movimientos. Acá, en césped, que es la superficie donde mejor te tenés que mover, tuve limitaciones y lo noté cuando tuve que invertirme de derecha, quedaba uno o dos segundos detrás del golpe”. En la Argentina y antes de volver a viajar -Washington, desde el 31 del actual, será su primer desafío-, Del Potro se someterá a un tratamiento para intentar rehabilitarse de las molestias en la ingle.
El campeón del US Open 2009 contó que para la temporada de polvo de ladrillo tenía “hablado” a un entrenador, con el que iba a estar acompañado en varios torneos. “Después tuve que acortarla y recién volví sobre Roland Garros. Ya no tuve quince o veinte días, que es un buen tiempo para armar una gira y aprender. Para la gira de pasto había hablado con un extranjero, que me iba a ayudar desde que terminaba París y hasta aquí, pero no tuve la chance de jugar los torneos previstos. Espero que para la temporada de Estados Unidos lo pueda hacer. Por lo general, paso un mes y medio, dos meses allí; es un buen tiempo de probar con uno”, apuntó. Apellidos de potenciales entrenadores hay varios.
De todos modos, Del Potro lanzó una aclaración que tiene varias lecturas: “Tampoco es algo que me preocupe como tal vez a otra gente. En 2015 hice casi toda mi recuperación solo, sin entrenador. Volví a jugar al tenis mejor que antes, te diría. Es una sensación mía. Por eso no me presiono más”.
De todos, esta versión de Del Potro luce desordenada y un entrenador serio y con experiencia podría ser saludable para su planificación. Aletargado, sin un plan B desde lo estratégico y confundido, así se mostró Del Potro durante los pocos días que estuvo en Wimbledon. El mágico 2016 quedó bastante lejos y parece haberle exprimido toda la energía. Su próximo desafío será en las canchas duras de América del Norte, donde mejor se siente. Los próximos días serán valiosos para encerrarse con sus más íntimos y tomar decisiones. Si cambia, es más probable que pueda volver a meterle miedo a los rivales. Si no hace ninguna modificación a su manera de encarar el circuito, es factible que siga sufriendo y padeciendo fuertes dolores de cabeza.
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