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De Will Smith a King Richard en el escándalo de los Oscar: la vida no es Hollywood
Richard Williams esquiva como puede los pelotazos que le tira su hija. Venus, de 14 años, está furiosa porque su padre se niega a que compita como profesional. Conmovido, Richard le pide a Venus que se acerque. Le confía que su padre lo dejó solo cuando él era niño y tres blancos adultos comenzaron a golpearlo porque había rozado por accidente a uno de ellos (“los negros no podíamos tocar a los blancos”). Y que él jamás haría algo así. “Todo lo que hice es para protegerte”, le dice Richard a Venus. La escena de “King Richard” (la película que permitió a Will Smith ganar el Oscar) emociona. Pero la realidad fue aún más dura. En su autobiografía “Black and white”, el propio Richard Williams cuenta que cojea desde siempre porque cuando era niño miembros del Ku Klux Klan lo apuñalaron con un clavo y un picahielo. Que fue perseguido con palo, bate, pistolas y cadenas. Le rompieron tres veces la nariz y le sacaron los dientes. Y que su cuerpo conserva la memoria de toda esa violencia.
“King Richard” quedó opacada tras la bofetada de Will Smith a Chris Rock por la burla del comediante a la alopecia de su esposa actriz. Cero glamour para tanta alfombra roja. Peor aún, arrepentido mientras recibía el premio, Smith habló del “arte que imita a la vida” y se disculpó recordando que Richard Williams era criticado en su momento como un “padre loco” porque él también era “un feroz defensor de su familia”. Cuenta The New York Times que Serena, en el palco, se tapó la cara al escucharlo. Ella misma, Venus, y el resto de las hermanas Williams habían participado de la producción de “King Richard” para homenajear a su padre. Jamás imaginaron que, justamente en la noche del Oscar, Will Smith terminaría “reviviendo” el lado oscuro del homenajeado.
Porque Richard Williams, familia negra que reinó en el deporte blanco, confrontó además con el sistema cuando impuso sus propias reglas en los contratos y sacó a sus hijas del circuito más de tres años para que tuvieran tiempo de ir a la escuela, a la iglesia y a divertirse. Para que siguieran siendo niñas. Un periodista lo cuestiona y Richard, odioso y querible, le pregunta cuántos idiomas sabía él, porque Venus, con 14 años, ya dominaba cuatro. La presión, decidió el padre, la impondría en todo caso sólo él. La película admite el conflicto. Menciona inclusive que Richard sí había abandonado a una familia previa con cinco hijos. “No sé si quiero que hagan la película, no quiero que la gente me odie”, cuentan que dijo el padre a sus hijas (ambas campeonas formidables). Homenaje al fin, su tiranía y terquedad, dice la película, tenían como único propósito “proteger a la familia”.
“King Richard” habla también del “libro de 78 páginas” que el padre escribió para sus “hijas campeonas” antes mismo de que ellas nacieran, sin saber nada de tenis, pero después de ver que la ganadora de Roland Garros de 1980 había cobrado un premio de 40.000 dólares. El propio Richard confesó alguna vez que escondió las píldoras anticonceptivas a su esposa Oracene porque ella dudaba de seguir teniendo más hijos. Vivir en el barrio difícil de Compton, en California, también fue elección de Richard, convencido de que “los mejores campeones salían del gueto”. Hasta pagó a jóvenes para que simularan hostilidad en pleno entrenamiento y sus niñas se hicieran “duras”. Rompía botellas en el fondo de la cancha para que sus hijas se acostumbraran a no retroceder, caso contrario debían saltar entre los vidrios.
“King Richard” tampoco cuenta que, cuando finalmente Venus irrumpió en el circuito a los 14 años, lejos de estar sola, la familia Williams fue al torneo con abogado, contador y asesor financiero. La película sí recuerda un diálogo célebre: cuando el entrenador Rick Macci le dice a Williams que tiene en sus manos “al próximo Michael Jordan femenino”. “No, hermano”, lo corrige “King Richard”, “tengo los dos siguientes”.
También Earl Woods presentó a Tiger en la TV como futuro campeón de golf cuando su hijo tenía apenas tres años. Y allí está Mike Agassi, que obligaba a su hijo de siete años (Andre Agassi) a golpear 2500 pelotas por día. Padres que, criticó en su momento la periodista Ann Marie Hourihane, deberían estar acaso “en la cárcel”, pero seguirán estando en los libros “hasta tanto las autoridades deportivas no tomen en serio la protección de los niños”.
La noche de los Oscar terminó acaparada por Will Smith (el actor cuenta en su autobiografía que tenía nueve años y no pudo reaccionar cuando vio a su padre golpear brutalmente a su madre y que ese episodio marcó toda su vida). Siempre hay un contexto. De Will Smith a Richard Williams. De “Soy leyenda” a “King Richard”. Hubo más premios el domingo. Entre ellos, el documental de Lusia Harris, pionera del basquetbol femenino, también negra, nacida cuando el racismo era legal en Estados Unidos, igual que papá Williams. Harris murió hace dos meses en el más absoluto anonimato. Su funeral se celebró en el Coliseo Walter Sillers. Es el nombre de un histórico supremacista blanco de Mississipi. La ficción, sabemos, ayuda a dramatizar historias. Pero la vida real suele ser más compleja que Hollywood.
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