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David Ferrer, íntimo, a pocos meses del retiro: "Haber sido inconformista en mi carrera me dejó heridas"
David Ferrer tuvo, de cierta manera, un vínculo con la Argentina desde el primer momento. No nació un día cualquiera: lo hizo el 2 de abril de 1982, cuando se inició el conflicto de Malvinas . Claro que el tenista español no lo advirtió hasta hace pocas semanas, cuando devorándose un libro de historia –es un ávido lector– se encontró con la vida de Margaret Thatcher, la impulsora de la guerra. Desde Jávea, un municipio de la Comunidad Valenciana, Ferrer construyó una carrera ejemplar: fue "el mejor de los humanos", en la era de los Cuatro Fantásticos (Roger Federer, Rafael Nadal, Novak Djokovic y Andy Murray) fue Nº 3 del mundo, ganó 27 títulos de ATP y tres Copa Davis . Si por él fuera, seguiría corriendo dentro de un court, pero el daño en los tendones de Aquiles ya no se lo permiten. A los 36 años, decidió retirarse. Eligió cuatro torneos más para despedirse: Buenos Aires (11 a 17 de febrero), Acapulco, Barcelona y Madrid. Y le abrió las puertas de su vida a LA NACION desde Valencia.
–Una vez dijiste que el día que perdieras la ilusión en el tenis llegaría otra etapa de tu vida, sin embargo son los problemas físicos los que te empujan a retirarte del deporte. ¿Es así?
–Sí, pero creo que va unido, porque en definitiva mi ilusión es poder estar arriba, tener un ranking mejor [actualmente es 148º], poder estar entre los 20, jugar torneos grandes, estar en las canchas centrales. Y está claro que mis problemas físicos han hecho que mi ranking bajara y cuando eso pasa la ilusión también se pierde. Ese conjunto de cosas han hecho que este sea mi último año como tenista profesional. Respeto a todo tenista profesional que disfruta jugando torneos menores, pero no me compensa hacerlo a la edad que tengo y con todo lo que he conseguido. Cuando estás acostumbrado a ganar partidos, llegar a rondas finales, mantener una regularidad y ves que tu cuerpo ya no es el mismo, vienen jóvenes, intentas reinventarte y aun así el ranking va bajando..., todo eso hace mella. Y eso es lo que me ha pasado.
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–¿Cómo fue eso que a partir de aceptar tal cual eras pudiste evolucionar en el tenis?
–Sí, sí, es que era inmaduro, muy efusivo y hasta que no entendí que había días mejores o peores, hasta que no empecé a conocerme a mí mismo, era difícil cambiar. Fue clave poder ver a figuras como Juan Carlos Ferrero, Rafael Nadal y Carlos Moya, a quienes tuve cerca, para saber cómo evolucionaron tanto para bien como en el ocaso de sus carreras; no es el caso de Rafa, que ya vemos que todavía no tiene su ocaso (sonríe). Eso me hizo mejorar mi actitud día a día y mis rutinas. Lo que pasa es que cuando haces un deporte en el que hay una presión extrema y las pulsaciones están tan altas... De joven me he autoexigido mucho y al final me hacía perder un poco los nervios y los papeles.
–¿Ser protagonista en el tenis de elite te lleva a vivir en una burbuja, en un mundo irreal?
–Cuando estás en un deporte de alto nivel y muy arriba es un mundo que en tu vida diaria y en tu casa no funciona así. Estás en un foco mediático, quieras o no. Te sientes muy valorado por la gente, el halago o la crítica es constante. Y al final, cuando eres joven, hay momentos en los que puedes perder la perspectiva, pero es algo lógico. Te puedes confundir por la inmadurez. A todo el mundo le puede pasar: a algunos más, a otros menos, depende de la educación de tus padres o de cuando llegues a casa y te digan las cosas como son.
–¿La mente es lo más valioso para un tenista?
–No, para el tenista no. ¡Para la persona, sí! (lanza una carcajada). Para vivir el día a día es importante la mente y, también, ayudarse con profesionales en la materia. Si tienes una buena mente pero no tienes talento para hacer el deporte, da igual que seas un privilegiado mental. Entonces, se tienen que unir ciertos factores para que todo encaje. En el tenis se tiene que unir el talento, la disciplina y el trabajo diario. He trabajado con psicólogos más al final de mi carrera, cuando empecé a perder partidos. Cuando perdía estaba triste con la gente que me rodeaba, con mi mujer, mi familia, y sufrí. Ir a un psicólogo personal, no a uno deportivo, me ha ayudado mucho a estar mejor conmigo mismo, estar bien, aceptarme y ojalá lo hubiera hecho desde joven, porque creo sinceramente que me hubiera ayudado.
–¿Es verdad que estuviste 24 horas sin hablarle a tu mujer tras perder una final?
–Sí, en 2013, venía de ganar Buenos Aires. A la semana siguiente jugué Acapulco e hice final, en la que ya era una gira espectacular, pero perdí con Rafa Nadal [6-0 y 6-2] y me puse mal. Mi mujer vino a verme a Acapulco porque luego iba casi dos meses a la gira de Indian Wells y Miami, pero no le hablé. Con el tiempo me di cuenta de que no supe disfrutar de esos momentos. No he sabido disfrutar el cien por ciento de los buenos momentos y eso es algo de lo que…, pues no me arrepiento, pero lo he visto ahora y no lo volveré a hacer cuando me pasen cosas malas. Los errores están para aceptarlos, aprender y no volverlos a repetir.
–¿La obligación de ganar puede ser asfixiante?
–Sí, sin dudas. Cuando sientes la obligación de ganar es una carga que llevas. Cuanto más arriba estés, más vas a tener esa carga y más presión vas a sentir, porque más te vas a exigir. Pero…, bendita presión, ojalá la tuviera en estos momentos (sonríe). Lo que más echaré de menos será competir. Pero, al final, te digo una cosa: yo estoy muy bien conmigo mismo. En mi carrera lo di todo. Si no he dado más fue porque no he sabido.
–Siempre fuiste inconformista. ¿Cómo hiciste para convivir con el Big Four, jugadores que casi no le dieron lugar al resto en lo más alto?
–Nunca lo pensé. A veces me preguntaban si hubiera ganado un Grand Slam si ellos no existieran, pues sinceramente no lo sé [fue finalista de Roland Garros 2013]. Si no hubiera estado el Big Four yo no hubiera sido el número 3 del mundo, porque no hubiera mejorado. Yo veía a Roger y a Rafa, luego vinieron Novak y Murray, y siempre intenté que las cosas que ellos hacían bien pudiera acoplarlas yo, dentro de mi estilo, claro. Y eso me ayudó. Sobre todo con Rafa y Toni Nadal, el hablar mucho con ellos. Las tertulias me gustan, escuchar otras opiniones me gusta. Inconformista siempre lo he sido, en el tenis y en la vida.
Si utilizas mal las redes sociales pierdes la perspectiva de la vida real. Si estás más preocupado por los likes que por la persona de al lado o por aparentar algo que no sos, pierdes la esencia
– El 8 de julio de 2013 llegaste al Nº 3. Por arriba tenías a Djokovic y Murray, por debajo a Rafa y Roger. ¿Qué pensaste aquel día?
–Te soy sincero…, ese año fui al Masters de Londres y no gané ningún partido porque acabé cansado, venía de jugar la final de París-Bercy [perdió con Djokovic], llegué a casa en Valencia, vi el ranking, me vi como Nº 3, pero ese día estuve muy triste porque no había podido jugar bien en Londres. Por eso digo que si algo pudiera cambiar de mi carrera sería disfrutar cada momento. Haber sido inconformista en cierta etapa de mi carrera me ha dejado heridas.
–¿Cómo se explica la vigencia de Federer?
–Tiene algo diferente a los demás. Anticipa la jugada, tiene un ojo mejor que el contrario. Y se junta con que físicamente se mueve perfecto, ha trabajado mucho, pero tiene un talento natural y ha nacido para jugar al tenis. Luego, él lo ha explotado y lo ha gestionado muy bien. Es elegancia pura. Es el jugador que más inferior me hizo sentir [17-0, el historial].
–¿En qué se diferencia con Nadal?
–En la mentalidad. Son diferentes juegos. Hablamos de dos personalidades en el mundo del tenis que difícilmente se vuelvan a repetir. Nunca se sabe, pero se han juntado dos genios en la misma época.
–¿Cómo será el tenis el día que ya no estén?
–No lo sé. Me va a costar a mí también, que me encanta verlos. Será diferente porque le han dado gloria al deporte, lo han mejorado en muchos aspectos y le han dado muy buen ejemplo a la sociedad.
–Con casi 20 años como profesional, sumás 1099 partidos jugados. ¿Qué te provoca ese número?
–Hostia..., no lo sabía. Me provoca dolores en los tendones de Aquiles cuando me levanto cada mañana (sonríe). Pero bueno, ahí está mi carrera. Cuando miro hacia atrás pienso que he tenido mucha suerte de no tener lesiones graves, que he podido ser regular muchos años. Es un número que cuando estás metido adentro no lo valoras, pero ahora sí lo hago.
–El triunfo ante Juan Martín del Potro en la final de la Copa Davis 2011, en Sevilla [6-2, 6-7 (2-7), 3-6, 6-4 y 6-3], ¿fue el mejor de tu carrera?
––Fue, sin dudas, de los mejores tres partidos de mi vida, porque le gané a un Del Potro que estaba en muy buenas condiciones, fue un muy buen partido y durante mucho tiempo, casi cinco horas. Fue inolvidable.
–En la final de 2008, en Mar del Plata, fuiste testigo privilegiado de cómo se autoboicoteó el equipo argentino. ¿Qué recordás?
–Me es difícil opinar de algo cuando no estás dentro. Lo que puedo decir es que en cualquier competición de equipo, sobre todo en el tenis, es fundamental que haya buen ambiente entre los jugadores. Si no hay unión va a ser difícil que puedas conseguir la Copa Davis y Argentina lo demostró. Tenían mejores jugadores de ranking en Mar del Plata que cuando ganaron en Croacia 2016 y de visitante. Ahí está el ejemplo. Es fundamental que cada uno asuma su rol y que los egos se pongan un poco de lado. Lo que pasa es que cuando se juntan dos o tres top a veces es complicado hacerlo. Y cuando eres joven no lo piensas tanto y en el futuro te das cuenta que algunas cosas de su momento no valían la pena.
–Aquel fin de semana de 2008, más allá del título español, recibiste un golpe duro perdiendo con Nalbandian por 6-3, 6-2 y 6-3, en el 1er punto de la serie. Luego te presentaste derrumbado en la rueda de prensa...
–Fue un año muy duro para mí. Estaba mal. Sin desmerecer a David, porque estaba en un momento espectacular, no di lo máximo. Me autodestruí en la conferencia de prensa, fue uno de mis errores e hizo que no pudiera jugar el punto definitivo [lo hizo Fernando Verdasco ante José Acasuso; España ganó 3-1]. La experiencia me ayudó para las otras Davis que gané.
–¿Comprendías la efervescencia, a veces tóxica, que se vivía en la Argentina con la Davis?
–Es que vosotros son muy pasionales en el deporte; bueno, en la vida en general. Y en la Davis puede haber sido un arma de doble filo, que presionó a los jugadores. Y cuando tienes esa carga cuesta más jugar al tenis. Ese cúmulo de cosas hizo que Argentina, teniendo el momento espléndido de la Legión, no pudiera ganarla. Ser jóvenes y ser tan buenos, con esas rencillas entre ellos, hizo que no se ganara. Y quizás en otro momento sin tanta presión y en el que no se esperaba que ganara la Copa, lo consiguieron.
–¿Qué opinás sobre el nuevo formato de la Davis? ¿Puede perder la esencia?
–Creo que es una buena apuesta si se modifica un poco el calendario, la fecha. El problema es que ahora está puesta al final del año y los jugadores están de vacaciones después del Masters y es difícil que la juegue todo el mundo. Es el principal problema. Y luego también que la ATP ha puesto la Copa del Mundo al principio de año en 2020. Eso le quita valor a la Copa Davis, que es un torneo único. Además también está la Rod Laver Cup. Lo que puedes sentir en la Davis no se siente en otro torneo y no me gustaría que se perdiera. El formato está bien, porque el calendario es muy ajustado y ya no se pueden jugar tantas eliminatorias.
–En mayo de 2018 nació Leo, tu primer hijo. ¿Cómo es tu vida actual?
–Todo cambia (sonríe). Me cuesta dormir. Pero muy bien, cada mes que pasa el vínculo es mayor. El amor de padre no lo sabes hasta que no lo vives. Ahora me iré dos semanas y ya lo extraño. Es otra etapa de mi vida y esta de tenista la quiero cerrar de la mejor manera. Queda muy poco. Pero me gusta la enseñanza, sobre todo a la gente de 14 a 18 años, que es cuando más incertidumbre se tiene. Quiero ser un buen educador, pero después de descansar. Hoy vivo mucho más pausado. Tengo perro, lo paseo. Vivo otra vida. Pero por las mañanas sigo entrenando como un animal, eso no lo he dejado.
Ver esta publicación en InstagramBienvenido Leo!!! Gracias a todos por las felicitaciones!!
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Triste por los incidentes en la final de la Copa Libertadores
David Ferrer jugó el ATP de Buenos Aires por primera vez en 2003, cuando era 49º. Volvió en 2004 y 2005. En 2010 jugó su primera final (perdió con Juan Carlos Ferrero). Fue campeón en 2012, 2013 y 2014. Y también compitió, sin tanto éxito, en 2016 y 2017. Construyó una amistad con David Nalbandian, Juan Martín del Potro y Juan Mónaco. Se siente muy querido en Buenos Aires. Y por ello se puso mal cuando la final de la Copa Libertadores, en diciembre pasado entre River y Boca, se mudó a Madrid por la inseguridad. "Me entristeció lo que pasó. Muchos juzgaron al país desde afuera sin conocerlo. En España los hinchas se comportaron muy bien", destacó el tenista.
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