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Daniil Medvedev: la encrucijada del número 1 del mundo del tenis, obligado a dar señales en medio de la guerra
La invasión de Rusia a Ucrania se produjo en el mismo momento que el moscovita llega a la cima del circuito masculino
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Como cualquier joven que se dedica al tenis desde niño, Daniil Medvedev habrá soñado una y mil veces con ver su nombre al tope del ranking. Ser el número 1 del mundo: una esperanza y una obsesión para cientos, miles de tenistas. Apenas un puñado lo consigue. La lista de los que alcanzaron la cima sólo tiene 27 nombres en casi cinco décadas, desde que el ranking se estableció de manera oficial en 1973. En lo que va del siglo XXI, esa selectividad quedó muy marcada: a partir del 2 de febrero de 2004, cuando Andy Roddick le cedió el testigo a Roger Federer, apenas cuatro nombres mandaron en el circuito masculino del tenis por los 18 años siguientes: el astro suizo, Rafael Nadal, Novak Djokovic –máximo líder, con 361 semanas al tope- y Andy Murray. Hasta que Medvedev llegó desde Moscú para quebrar esa hegemonía. Vaya si es trascendente lo que consiguió el ruso.
Eso sí: lo que acaso jamás imaginó Medvedev fue en qué circunstancias iba a alcanzar el número 1. Porque, más allá de los indiscutibles méritos deportivos, hay una situación que todo lo abarca en estos días, y es la invasión de Rusia a Ucrania. Un conflicto que empezó casualmente el mismo día en el que Djokovic perdió con el checo Jiri Vesely en Dubai, y con esa derrota le abría las puertas del liderazgo al ruso. El propio serbio fue de los primeros en felicitarlo por la hazaña conseguida, mientras Medvedev jugaba el Abierto de Acapulco, del que se despidió el sábado por la noche, con una caída frente a Rafa Nadal.
Congratulations also to a very deserving @DaniilMedwed, who will now become world number 1. 👏🙌
— Novak Djokovic (@DjokerNole) February 24, 2022
El lunes, con el primer puesto oficializado, el ruso subió a sus redes sociales un comunicado en el que expresó: “Es un inmenso honor ocupar este lugar. Estoy seguro de que todos pueden entender que esto llega con sensaciones encontradas por todo lo que sucede esta semana. Gracias a mi esposa, equipo, patrocinadores, amigos y todos los que me han ayudado en el camino. Es un viaje largo y espero con ansias lo que venga en los próximos años”. Palabras muy cuidadas, lejos del temperamento que a veces muestra Medvedev durante los partidos. Más de una vez explotó contra rivales y jueces de silla, lo que le valió unos cuantos abucheos y silbidos de la gente, que a su vez supo explotar en su favor en el Abierto de los Estados Unidos.
Ahora, la felicidad no parece ser completa para el nuevo líder del tour, que está en el centro de las miradas. Porque es ruso, y es una emblemática figura deportiva de un país que acapara las críticas en Occidente por invadir a Ucrania. Factores que incomodan, y en cierto modo lo condicionan. Porque estaría mal visto si Medvedev está de acuerdo con la decisión que tomó Vladimir Putin, y en caso de oponerse, podría tener problemas con el gobierno de su país o ser visto como un antipatriota. Parece difícil que el nuevo número 1 salga bien parado de esa situación. Este es un panorama muy distinto de lo sucedido en septiembre pasado, cuando conquistó el US Open con una rotunda victoria sobre Djokovic, y el presidente Vladimir Putin le envió un telegrama de felicitación: “¡Así juegan los grandes campeones!”.
Medvedev contó en Acapulco, el día en que la guerra comenzó: “Ver las noticias de lo que sucede en casa, despertarme aquí en México… no fue fácil. Como tenista, quiero promover la paz en todo el mundo. Jugamos en tantos países diferentes. Y he estado en muchos países, como junior y como profesional. Simplemente digo que no es fácil escuchar todas estas noticias. Estoy a favor de la paz”. En una posición similar se pronunció su compatriota Andrey Rublev, 6º del ranking, que luego de una victoria en Dubai escribió en la cámara de televisión: “No a la guerra, por favor”. Pero Rublev dio un paso más allá: hace unos días, se consagró campeón de dobles del torneo de Marsella, con Denys Molchanov como compañero. Molchanov es ucraniano.
Más aún: Medvedev tiene varios colegas ucranianos, entre ellos Illya Marchenko y Sergiy Stakhovsky, que acaso no están en los primeros puestos del ranking, pero forman parte del tour. Stakhovsky, de 36 años y que llegó a ser 31º del ranking en 2010, tiene una icónica victoria sobre Federer en Wimbledon, en su día de gloria, y fue miembro del Consejo de Jugadores de la ATP, así que conoce a la perfección los pasillos del tour. Y en las últimas horas, en una entrevista a Sky News, anunció que se alistó en el ejército ucraniano para luchar contra el invasor ruso, al igual que miles de civiles voluntarios.
En los grandes torneos, Medvedev también puede cruzarse con la ucraniana Elina Svitolina, esposa del francés Gaël Monfils y 15ª del ranking femenino, y fuerte activista en redes sobre la situación en su país. Svitolina anunció que no iba a jugar contra rivales de Rusia o Bielorrusia, hasta tanto las autoridades del circuito no dispusieran seguir las recomendaciones del COI y tratar a los tenistas de esos países como atletas “neutrales”, sin referencias a sus nacionalidades. “No culpo a ninguno de los deportistas rusos, ellos no son responsables de la invasión de nuestra tierra natal. Y quiero destacar a los jugadores, en especial de Rusia y Bielorrusia, que valientemente han manifestado su posición contra la guerra”, dijo Svitolina en ese seguido.
En efecto, la respuesta llegó pronto. “Los jugadores y las jugadoras de Rusia y Bielorrusia podrán seguir compitiendo en los torneos internacionales del circuito y en los Grand Slams. Sin embargo, no competirán bajo el nombre o bandera de Rusia o Bielorrusia hasta nuevo aviso”, señalaron en un comunicado conjunto la ATP, la WTA, los cuatro Grand Slams y la Federación Internacional de Tenis (ITF). Una decisión que es distinta de las de otros organismos deportivos, que directamente han prohibido la participación de deportistas de Rusia y Bielorrusia. En los próximos días, el circuito se mudará a los Estados Unidos para la gira sobre cemento en los Masters 1000 de Indian Wells y Miami. Habrá que esperar para saber qué hará el público estadounidense ante jugadores de los países en conflicto.
Vale algo de contexto. La relación entre política y deporte siempre ha sido muy fuerte en Rusia desde los tiempos de la Unión Soviética. Años atrás, desde el gobierno hubo un fuerte apoyo para quienes querían dedicarse al tenis, con el presidente Boris Yeltsin, un fanático del deporte de las raquetas, como impulsor. No sucedió lo mismo cuando llegó Vladimir Putin. Desde hace décadas, el tenis ruso tiene como capitán vitalicio en los equipos de Copa Davis y Billie Jean King Cup (ex Fed Cup) a Shamil Tarpischev, uno de los dos miembros de ese país en el Comité Olímpico Internacional (COI), junto a la ex atleta Yelena Isinbayeva; y de hecho, Rusia (o Federación Rusa de Tenis, la denominación utilizada) es el actual poseedor de la Copa Davis. Pero, por falta de infraestructura, muchos de los tenistas rusos no se desarrollaron en su tierra natal, sino que emigraron desde muy pequeños para formarse en otros países, tal el caso de Rublev, que se formó en la academia Guillermo Vilas en Mallorca. Medvedev, en tanto, encontró su espacio en el sur de Francia y suele pasar buena parte del año –cuando no está de gira- en Monte Carlo. En Cannes conoció a Gilles Cervara, su entrenador desde hace cinco años.
Horas antes de saberse al tope del mundo, Medvedev ensayó otro post en las redes: “¿Recuerdan lo que dije después de perder la final del Australian Open? Esta historia era sobre mí, y mis sueños de niño. Hoy quiero hablar en nombre de cada niño del mundo. Todos tienen sueños, sus vidas recién están empezando, así que tienen muchas experiencias por aprender: amigos, grandes emociones. Todo lo que ven y sienten es por primera vez. Por eso quiero pedir por la paz en el mundo, por la paz entre países. Los chicos nacen con una confianza en el mundo, ellos creen mucho en todo: en la gente, en el amor, en seguridad y en justicia, en sus posibilidades en la vida. Estemos juntos y demostremos que es verdad, porque cada niño no debería dejar de soñar”.
Desde la ATP se busca manejar con cuidado este tipo de temas, con la misión de no herir a nadie y comprender que, muchas veces, el tenista es un individuo al que no le gusta verse involucrado en situaciones de política, y que puede estar de acuerdo o no con lo que sucede en su país. Hace cuatro décadas, sucedió algo similar con un tenista argentino: a Vilas le tocó lidiar con ese panorama cuando era una de las estrellas del circuito y estallaba la guerra de Malvinas. “En 1982 sentía que llegaba con las mejores chances de ganar Wimbledon. Venía jugando muy seguro en canchas rápidas (…) Todo estaba alineado, pero cuando supe que la situación con las Malvinas se complicaba, decidí borrarme del All England, no tuve el menor incentivo de jugar al tenis. Para involucrarme de una manera efectiva colaboré con dinero destinado a un fondo patriótico que nunca supe si llegó a manos de los soldados. Al menos me dieron un recibo, que conservo como símbolo”, le contó el inmenso Willy hace unos años el mejor tenista argentino de la historia al periodista Eduardo Puppo. Vale el recuerdo, más allá de la distancia en el tiempo, y de la inmediatez que hoy existe con las noticias.
Pero ahora, en estos días, como el tenis de Medvedev, todo es mucho más rápido. Incluso el nuevo líder del circuito puede quedar en una encrucijada: puede tomar sus decisiones y dominarlo todo dentro de una cancha, pero afuera de los courts el mundo no es tan sencillo, y su situación puede cambiar de un momento a otro.
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