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Cuando las lágrimas contenidas de Clerc son una buena señal
Algo importante está pasando cuando las lágrimas se adueñan de la mirada de uno de los más grandes del tenis argentino. Sucedió en la noche del jueves: el resultado de la elección estaba cerca de conocerse y solo unos pocos sabían ya que Agustín Calleri era el nuevo presidente de la Asociación Argentina de Tenis (AAT). Pero Calleri y los suyos, cuidadosos y sobre todo respetuosos con la historia de todo un ex número cuatro del mundo, se contenían, esperaban a que se oficializara el resultado. Clerc, Batata, acababa de volver al majestuoso hall del aún más majestuoso edificio del club Gimnasia y Esgrima tras una breve salida al jardín. El Clerc que volvió de ese paseo era muy distinto al que se había ido minutos antes: Batata acababa de enterarse de que no sería presidente de la AAT, de que en diez minutos debería felicitar a Calleri. Cualquiera que en ese momento hubiera prestado un poco de atención a su lenguaje corporal y a la humedad en sus ojos se habría dado cuenta al instante de cuánto estaba sufriendo.
Las lágrimas contenidas de Clerc fueron, pese a su dolor, una señal positiva para el tenis argentino: el candidato perdedor sufría por orgullo, porque su sueño era real y sincero, pero se tragaba las lágrimas para no empañarle el momento al rival. El candidato ganador, que no ignoraba el sufrimiento de su contrincante, se controlaba al máximo para que el tenis diera el ejemplo y nadie pudiera pensar en un contagio que convirtiera a la del tenis en una elección made in AFA.
Nada de eso: votó el 94 por ciento del padrón y hasta desfilaron varios presidentes de clubes de fútbol. Pese a los enconos de meses, a las triquiñuelas hasta el final y a la hipersensibilidad en ambas listas con múltiples asuntos, incluyendo lo que escribiera o dejara de escribir la prensa, la noche de le elección fue una buena señal para el tenis argentino. Estaba el presidente saliente, Armando Cervone, estaban los dos candidatos, estaban buena parte de los mejores jugadores de las últimas décadas, todos de pie y conversando en un escenario que respiraba deporte.
Es cierto que faltaban Guillermo Vilas, Gabriela Sabatini, Gastón Gaudio y David Nalbandian, pero estaban Guillermo Coria, Juan Mónaco, Martín Jaite, Mariano Zabaleta, José Acasuso, Florencia Labat, Mariana Pérez Roldán y unas cuantas viejas y no tan viejas glorias. Era el tenis comprometiéndose con el tenis, como nunca antes había sucedido en una elección de la AAT. Por eso, en el final, las mismas lágrimas contenidas por Clerc rompieron el dique y ya eran de todos. Lágrimas repartidas entre la felicidad y la tristeza según la lista, y lágrimas de alivio general. Porque el abrazo de Clerc a Calleri, inmediato, sincero y fraternal, cerró la etapa de la elección y abre posibilidades que sonaban a inexistentes al comenzar la semana: un tenis argentino mayoritariamente unido y con un plan común. Precisamente el tenis, símbolo de la división en el deporte nacional.
Quizás también por eso es que se vio a Clerc sufrir y emocionarse al límite: él, como pocos, sabe del daño que el tenis se hizo a sí mismo durante décadas de divisiones y enfrentamientos. Él, como pocos, sabe que vivir en permanente tensión puede costar una o dos Copas Davis, y algunas cosas más. Él, sabio ya a los 59 años, quizás haya pensado que perder una elección no tiene por qué ser el final de nada.
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