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El campeón del Córdoba Open: Juan Manuel Cerúndolo, el Hannibal Lecter del tenis que no grita ni rompe raquetas
Es la regla del tenis. Desde que empuñan por primera vez una raqueta siendo niños, los jugadores añoran destacarse como juniors, llegar al profesionalismo, evolucionar en las grandes ligas, ganar partidos en los courts más prestigiosos, encumbrar títulos, celebrar en los Grand Slam, lograr un ranking de elite, firmar contratos, obtener reconocimiento. Pero el porcentaje que lo logra es muy reducido; las mieles son para unos pocos.
Juan Manuel Cerúndolo cumplió 19 años en noviembre pasado y, apenas, está dando sus primeros pasos en el circuito mayor. Antes de jugar la clasificación del Córdoba Open no poseía partidos ATP. Sin embargo, ocho triunfos en cadena -tres de la qualy, cinco del main draw- le cambiaron la vida. La última función fue una obra de arte: venció al español Albert Ramos Viñolas (47°; ex 17°) por 6-0, 2-6 y 6-2, en 1h53m, para ser el primer argentino de la Era Abierta en ganar un trofeo en su debut en ATP, el quinto campeón peor clasificado (335°) de la historia y el argentino más joven en obtener un título desde Guillermo Coria (19) en 2001, en Viña del Mar.
[R][R] CerunIDOLO [R]@juanmacerundolo completes the dream week in Cordoba, defeating Ramos in a 3-set rollercoaster to win his 1st ATP title!#CordobaOpenpic.twitter.com/jrLqEtHOzj&— Tennis TV (@TennisTV) March 1, 2021
"Juan Manuel desnuda, con su estilo, las fragilidades del tenis moderno. Hoy es casi todo potencia, velocidad, explosión. Pareciera que Juanma juega algo lento, pero es muy inteligente. Tiene muy clara su estrategia", apunta Daniel Orsanic, el capitán del equipo argentino campeón de Copa Davis 2016. Zurdo, de 1,83 metro y 70 kilos, el menor de los hermanos Cerúndolo [detrás de Francisco, de 22 años, 135° del ranking y jugando en la qualy del ATP de Buenos Aires; y María Constanza, de 20, jugadora de hockey sobre césped del Belgrano Athletic Club y las Leonas] tiene cualidades que no se asemejan al tenis de máxima velocidad y alto impacto de los últimos tiempos.
Con un servicio que no es potente y que se basa en la ubicación de la pelota y el efecto, el músculo de Juan Manuel es la mente. No tiene pudor en jugar decenas de pelotas altas (y globos) hasta reacomodarse en la base de la cancha cuando es atacado, saborea el arte de la defensa y el contraataque, tiene una precisa lectura del juego. "Me gusta jugar con la velocidad del otro", reconoce Cerúndolo y sonríe. Tiene el trofeo cordobés a pocos centímetros, habla con LA NACION, cierra los ojos y susurra: "Todavía no puedo creer lo que hice. Estoy muerto de cansancio y muy contento al mismo tempo, no se que pensar".
"Es un cirujano", compara Alejandro ‘Toto’ Cerúndolo, padre de "Juanma y Fran", tenista profesional (309° en 1982). Y aporta, emocionado: "La velocidad es un elemento importante en el tenis masculino y femenino actual. Pero Juanma tiene la particularidad de que amortigua muy bien los tiros, pone el punto en cero todas las veces que sea necesario con pelotas altas. Esa estrategia la comparo con el clinch del boxeo: cuando el peleador trabar los brazos o sujeta al rival para defenderse. Él lo hace todo el tiempo, normalmente le tiran misiles y muestra humildad, tira el globo y sigue corriendo hasta que se acomoda y ataca. Lo hablé mil veces con él. Llevándolo al fútbol, me gusta el arco en cero: no errar, evitar contras y a partir de ahí ganar el punto, que decante como una fruta madura".
El tenis es "un ajedrez físico", sentencia Cerúndolo (padre), capitán del equipo argentino de la ex Fed Cup en cuatro series entre 1988/89. "Juanma siempre entendió el tenis así, de contragolpe, con efectos de todo tipo. No es súper expresivo. Te juega con una cara de póker que lo querés matar. Enfría el partido. Los tres mejores zurdos en tierra, Vilas, Nadal y Muster, no tuvieron grandes saques, sí con slice y nosotros tenemos que copiar eso. Voy a cumplir 62 años, soy pre-Guillermo, que tiene 68, me crié viendo cómo se desarrollaba y él nos tiene que servir de referencia".
Campeón del prestigioso Orange Bowl (Miami) en 2013, en la categoría Sub 12, Juan Manuel no se muestra sanguíneo ni expresivo. A su coach, Andrés Dellatorre, le gustaría que alguna vez se desahogara, que gritara, pero esa conducta no es parte de su esencia. Aseveran que nunca rompió una raqueta: lo más parecido fue haberla "picado" contra el piso, pero ya no lo hace. "Siempre fue así, desde chiquito", cuenta su mamá, María Luz Rodríguez, ex tenista profesional y psicóloga deportiva. "Es muy frío, muy medido –amplía–. Es la forma que siempre le dio éxito. Así es cuando gana y cuando pierde: no es un drama. No hay llanto, no hay tiradas de raquetas, no hay mufas; hay análisis. Es tranquilo siempre. No es que está haciendo un esfuerzo para mostrarse así, no se está poniendo un traje que no es natural. Francisco es totalmente distinto: necesita pegar un grito, descargar; ha roto raquetas. Son el día y la noche en cuanto a personalidad. Eso sí: han sido muy inteligentes en el colegio. Juan Manuel portó la tercera bandera de su colegio, el Esquiú, en Belgrano. Es muy capaz, completó el secundario, donde lo ayudaron para que no perdiera la escolaridad pese a ir mucho menos en los últimos dos años. Pero él también cumplía con el contenido y los exámenes. Tiene un grupo divino de amigos. Tuvo su viaje de egresados a Cancún, en 2019". Ese mismo puñado de amigos (a muchos los conoce desde salita de 3) lo alentó en la noche cordobesa desde las tribunas.
La pandemia "lo mató" a Juan Manuel, dice María Luz. Y lo explica: "El 2020 era el primer año que había decidido no estudiar [NdR: su hermano, Francisco, estudia Licenciatura en Management con orientación en Economía y Finanzas, y rinde materias en forma online], se sentía con ganas de entrenar todo el año, de hacer doble turno físico por primera vez y el virus lo paró. Estuvo entrenándose seis meses en el living de casa, trabado y complicado". Pero llegó el regreso de la competencia, los viajes a los Futures y Challengers con los temores por el Covid-19, la pretemporada a fines de 2020 y la acción, en los primeros días de 2021, en Antalya, Turquía, donde perdió la final de un M15 ante el 556° (contra Giovanni Fonio, de Italia).
Desde entonces, concretó el cambio de raqueta (dejó de jugar con un modelo pesado y rígido, reemplazándolo por otro más amigable, con el que no tiene que hacer tanto esfuerzo y le despide más sin perder control). Cayó en la primera ronda del Challenger de Concepción, Chile. Y llegó a Córdoba, su nuevo paraíso. Pasó la qualy sin perder sets, se clasificó para su primer cuadro principal de la ATP [NdR: junto con Francisco hicieron historia porque desde 1981, con Carlos y Alejandro Gattiker, que no había dos hermanos argentinos en el mismo main draw de un ATP], y fueron cayendo los rivales (todos más experimentados), uno por uno. El brasileño Thiago Seyboth Wild, el serbio Miomir Kecmanovic (41°), el brasileño Thiago Monteiro, Federico Coria y, en la última función, Ramos Viñolas, el finalista de Montecarlo 2017.
"El combo de la raqueta, una cuerda nueva y la mejor tensión, con estos 500 metros de altitud que hay en Córdoba, que hacen que la pelota pique un poco más, fue un plus para Juanma. Tiene un guante en la mano, es muy habilidoso. Con eso suple un poco la falta de peso –dice el Toto–. Él era un enano cuando era chico; jugaba contra (Thiago) Tirante, que medía 1,80, y lo superaban. Era de los más chicos de la categoría; recién hoy tiene una carrocería normal. Empezó a dar el estirón a los 16-17, años. Todavía le falta el ensanchamiento de hombros, una especie de última horneada".
Y no puede evitar que se le humedezcan los ojos, el padre de la criatura: "Estoy emocionado porque son muchas cosas fuertes. Me vienen recuerdos de cuando tenía 6-7 años e iba con mi viejo a verlo jugar a la paleta en el club Comunicaciones y después yo jugaba al tenis. Me crié así, después fui al club Mitre, hasta que llegué al Tenis Club Argentino, que era como estar en River o Boca. Es una locura que muy hijos jueguen profesionalmente. A Juanma hay que optimizarle el sentido estratégico. Fran está en las antípodas: tiene una bazuca en el brazo, tira y tira, aunque a veces se excede. El tenis es un juego de pensamiento, de errores; es científico. En el tenis, el 85% son errores".
El título de Juan Manuel Cerúndolo es el 224° de single masculino para el tenis argentino. El último campeón nacional había sido Diego Schwartzman, en Los Cabos 2019.
"Lo llamo Hannibal Lecter: les come el cerebro a los rivales", confiesa Cerúndolo (p.), haciendo una divertida comparación con el personaje de ficción inventado por el novelista Thomas Harris, dado a conocer en la novela 'El dragón rojo' (1981) y magistralmente interpretado en el cine por Anthony Hopkins. Como a Nadia Podoroska en el último Roland Garros, el título en el Polo Deportivo Kempes le altera el mapa a Juan Manuel. Saltará 154 posiciones hasta el puesto 181° y puede pensar en las clasificaciones de los Grand Slam. "Entrené toda mi vida para esto. ¿Cómo lo festejo? Como un título más. El martes tengo que jugar contra (Federico) Delbonis, en el ATP de Buenos Aires", dice, con una frialdad que abruma. No es una pose. Así piensa, así se alimenta. Voraz, calculador, exigente, perfeccionista. El futuro llegó.
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