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Cómo fue el regreso de Juan Martín del Potro a la superficie que más lo exige
MADRID.– La sonrisa no le cabía en el rostro. Tras 39 días sin jugar, Juan Martín del Potro debutó con un triunfo y con ánimo para ilusionar en el arranque del Masters 1000 de Madrid , un torneo que siempre le trae buenas sensaciones y experiencias. Como quien se siente un poco en casa, aunque el polvo de ladrillo no sea lo suyo.
"Confiado", fue la palabra que usó para definir su estado de ánimo. Lo cierto es que, sin sorpresas, pero con un poco más de dificultades de lo que cabría esperar, el tandilense, número 6 del ranking, se impuso al bosnio Damir Dzumhur (32º) por 6-3 y 6-3. Esos son los datos del partido con el que ayer regresó al circuito. En medio, lo que hubo fue la fiesta del reencuentro con los fans que no dejaron de alentarlo. Sobre todo, cuando en el primer set, Dzumhur llegó a quebrarle una vez el saque.
La mira está ahora en su próxima cita, mañana y ya en octavos de final, donde se medirá con el serbio Dusan Lajovic. "Será un partido difícil, pronosticó. "Trataré de estar bien concentrado y de jugar un poco mejor", prometió.
También tuvo tiempo para hacer bromas con su famoso y poderoso drive. "¿Qué quieren? ¿Que yo diga que mi derecha es la mejor? ¡No puedo! Si quieren, díganlo ustedes", desafió. Sabe Del Potro que, entre el saque y su derecha está su mejor juego y para eso se prepara. Para mantener el control del partido y seguir avanzando en el torneo madrileño.
Una hora y veinte minutos bastaron para que liquidara el trámite. Pero antes de irse de la cancha principal, la Manolo Santana, se demoró largos minutos saludando al público y, en especial, a la hinchada argentina. "Siempre que vengo a Madrid me siento bien. Esta fue una de las ciudades que más extrañé cuando no podía jugar", confesó, en declaraciones al pie de la cancha y después de haber despedido a su rival con un abrazo. La grada, que por momentos estuvo dividida en simpatías, le devolvió el piropo a la ciudad. La misma ovación con la que antes había saludado los derechazos con los que estira su cuerpo de casi dos metros para jugar.
"¡Oleeee!", fue la primera exclamación de la tribuna cuando Del Potro arrancó el juego con un saque demoledor contra el que Dzumhur nada pudo hacer. Pero luego las cosas cambiaron y durante el partido más de una vez el bosnio defendió con altura, aunque sus armas no le alcanzaron. "Para ser mi primer partido en tierra después de mucho tiempo [el último había sido en junio de 2017, en la tercera rueda de Roland Garros ante Andy Murray] creo que fue aceptable. Jugué por momentos bien y eso me da un poco tranquilidad y confianza para lo que sigue", señaló el tandilense.
El miedo está en sus lesiones y en el esfuerzo que hace para superarlas. Sobre todo, su muñeca. Pasar de la superficie dura a la de polvo de ladrillo le impuso un entrenamiento "diferente" y "específico" con el que se estuvo preparando días antes del debut. "En polvo de ladrillo no puedo hacer tanto revés de slice, que es el golpe que vine usando más por mis problemas de muñeca, pero en esta superficie no se juega mucho así, en tierra exige implicar mi muñeca al máximo, pegar con dos manos", advirtió Del Potro.
Pero confesó que está contento porque, hasta ahora, el cambio va dando resultado. "Mi muñeca está respondiendo bien, sigo tratamiento todos los días, estoy tranquilo, porque lo vengo haciendo bien y eso me permite jugar los tornos que quiero", tranquilizó.
La tarde arrancó nubosa y pesada. Incluso, habían caído una de esas lluvias de Madrid que, al disiparse, lo dejan todo pegajoso. El partido fue en el estadio central, cuyo techo se desliza y cierra en la medida en que haga falta. Eso, precisamente, sucedió al poco tiempo de haber empezado el primer set. Tan silencioso que buena parte del público ni siquiera lo notó. Sí, por supuesto, los jugadores. "Es otra cosa. Se pone más pesado y la pelota va más lento. Pero no noté gran problema en acoplarme a un juego que empezó al aire libre y que terminó bajo techo", explicó. Lejos de complicarlo, la escenografía, en su conjunto, le fascinó. "Es un estadio muy bonito para jugar", dijo. Además, mientras sus golpes "hagan daño", mucho no le importa.
De buen humor, impecable con la remera anaranjada con la que se presentó al diálogo con periodistas después de un rápido paso por las duchas, bromeó cuando salieron como tema las exclamaciones del público cada vez que estira su brazo para pegar la derecha. "Son divertidas las exclamaciones", contó. "Lo malo de ese juego del que tanto hablan es que muchas veces las pelotas, de tan fuerte, se van lejos. Algunas entran. Pero otras no y eso es lo malo", bromeó. El próximo desafío, el jueves, por los octavos de final, ya tiene rival (Lajovic). Un jugador que, a pesar de las dificultades, intentará derrumbar al gigante.
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