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Chris Evert, leyenda del tenis: la rivalidad histórica con Navratilova, la presión mental que tienen los jóvenes y lo que más recuerda de Sabatini
A los 66 años, la ex número 1 del mundo sigue de cerca el mundo de las raquetas; cómo ve el tour femenino, la situación de Naomi Osaka y el Masters con las ocho mejores de la temporada
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Han pasado muchos años desde sus días de número 1 del tenis femenino, pero todo lo que rodea a Chris Evert no hace más que ratificar su condición de leyenda del deporte, incluso más allá de las raquetas, a punto tal de haber sido la primera mujer en ser nombrada “deportista del año” en los Estados Unidos, a mediados de los ‘70. A los 66 años, continúa muy activa, siempre involucrada en el mundo del tenis. La videoentrevista con LA NACION se realiza horas antes de que Evert viaje a Italia, en primer lugar, y luego a Guadalajara, como embajadora del Akron WTA Finals, que se jugará en suelo mexicano por primera vez.
Sus casi 18 años como jugadora en el máximo nivel arrojan números como para el asombro. Fue la primera líder del ranking de mujeres, allá por noviembre de 1975, y totalizó 260 semanas en lo más alto –es la cuarta marca en la historia, detrás de las 377 de Steffi Graf, las 332 de Martina Navratilova y las 319 de Serena Williams–; ganó 157 torneos en singles, incluidos 18 de Grand Slam (dos veces en Australia, siete en Roland Garros, tres en Wimbledon y seis en el US Open), además de cuatro Masters y ocho Fed Cup (hoy, Billie Jean King Cup). Edificó una rivalidad histórica con Martina Navratilova, la mayor de todos los tiempos en el tour femenino. Su carácter frío en el juego le valió el apodo de “Princesa de Hielo”; luego fue Chris America.
Se retiró a fines de 1989, dándole una Fed Cup a Estados Unidos en su último encuentro. Ingresó en el Salón de la Fama del Tenis en 1995. Reside en Fort Lauderdale, y en Boca Raton, también parte de Florida, lleva adelante una academia de tenis junto a su hermano John. Tuvo tres hijos con el esquiador Andy Mill; también estuvo casada con el tenista británico John Lloyd, y luego con el golfista australiano Greg Norman, y atravesó un espinoso romance con su compatriota y colega Jimmy Connors en tiempos de máximo esplendor para ambos. Hoy alterna sus tareas como comentarista de tenis en televisión con la función de embajadora del WTA Tour, atenta a lo que sucede en el ámbito de las raquetas y lista para acompañar a las ocho mejores jugadoras de la Porsche Race to Guadalajara, la carrera de clasificación hacia el Masters que reúne a las más destacadas de 2021, y que comenzará el miércoles próximo. Las protagonistas serán Aryna Sabalenka, Barbora Krejcikova, Karolina Pliskova, Maria Sakkari, Iga Swiatek, Garbiñe Muguruza, Paula Badosa y Anett Kontaveit. La única (y gran) ausente es la australiana Ashleigh Barty, la número 1 del mundo, nada menos.
–¿Creés que ha cambiado mucho el tenis desde tu época como jugadora? ¿Cómo te sentirías jugando con tu estilo en estos días?
–Bueno, tengo 66 años ahora, así que no tendría ni la mínima chance, ja… Creo que cada deporte ha evolucionado, y por ahí me preguntaba por qué se habla tanto de los cambios en el tenis y no tanto en deportes como el golf y la natación, o alguno de ésos. ¿Conocés a Mark Spitz? Lo recordás, ¿no? Ganó siete medallas olímpicas de oro en natación, y 20 años después las mujeres rompían sus récords, así que eso te da una idea de cuánto ha evolucionado el deporte a través de los años, por la tecnología, porque hay nuevos equipamientos, porque hay ayuda de la ciencia, nuevas maneras de entrenar... Creo que teníamos algunos jugadores muy atléticos en mi época. No creo que los tenistas ahora sean necesariamente más atléticos; sólo creo que se entrenan de una manera diferente, así pueden conseguir más potencia en sus tiros, y sus carreras duran más. Definitivamente el tenis actual es mucho mejor que en mi época, eso es cien por ciento seguro.
–¿Cómo ves el futuro del tenis ante el final de una era, con Serena Williams y Roger Federer cerca del retiro?
–Bueno, sólo puedo responder respecto de la parte femenina, porque me parece que aun si Federer se retirara todavía está Djokovic, y aún hay varios jugadores experimentados. En cuanto a las mujeres, creo que se ve claramente el impacto y el legado, y lo que hizo tan dominantes a las hermanas Williams. Han sido jugadoras muy especiales y llegaron en un momento en el que eran necesarias para el tenis. El tenis necesitaba un impacto, y ellas le dieron un nuevo estilo de potencia al juego. Están llegando probablemente al final de sus carreras, y todos ven que hay un montón de jugadoras que han sido influidas por ellas, pero no veo a nadie que se destaque de una manera tan dominante. Ash Barty es la número 1 del mundo, pero no diría que es tan dominante ni que vaya a ganar siete, ocho o nueve torneos años por año, que es lo que solían hacer las Williams. Así que veo un circuito más igualado, que se ha vuelto más competitivo y más intenso que nunca.
–Más allá de la baja de Barty, el WTA Finals tiene un cuadro renovado y atractivo. ¿Hay alguna jugadora que te haya impresionado más que el resto?
–Creo que este ha sido un año de gran éxito para todas estas mujeres. Krejcikova fue una sorpresa total por ganar Roland Garros y conservar su lugar, y ha jugado muy bien últimamente. Es difícil elegir una. Me parece que todas merecen estar entre las ocho mejores y todas han tenido su momento de gloria y de tenis brillante. Creo que voy a elegir a Sabalenka como la próxima en ganar un torneo de Grand Slam. Cuando veo estos nombres, la veo un poco más favorita que al resto, por su juego potente, su personalidad, sus grandes impactos y su servicio, pero sobre todo porque ha madurado un montón el año pasado. Así que esa sería mi elección. Pero es un grupo en el que podría apostar por cualquiera de estas ocho mujeres, porque no les veo ningún punto débil.
–Las ocho jugadoras son de Europa. ¿Se dio así sólo por coincidencia o ves algo similar a lo que sucede en el ATP, con fuerte dominio de jugadores de esa región?
–Es cierto. Es un concepto interesante. Ahora veo que no tenemos a nadie de América. Y es que normalmente habríamos tenido a Serena, y también a [Sofia] Kenin, pero ha estado lesionada durante mucho, mucho tiempo, así que no puede estar. Quizás alguna jugadora de Asía... Pero es cierto de que son todas de Europa, y no le veo una explicación a esto. Creo que una de las cosas buenas de ir a México y que las finales se desarrollen en Guadalajara es tener un lugar diferente, en el que estas jugadoras top, y también las que estarán en el dobles, puedan influir y ayudar a promover el deporte, impulsar en las chicas jóvenes el sueño de ser tenistas profesionales. Vimos que sucedió cuando tuvimos las Finales de la WTA en Singapur, y de repente los torneos se dispararon en Asia, en China y muchos otros lugares de esa región, y el tenis se convirtió en algo muy exitoso. Así que esperamos que tener este torneo en América Latina genere más interés en el tenis y ayude a más chicas a jugar a este deporte.
–Vos estabas acostumbrada a jugar los grandes torneos, a ser la número 1 por mucho tiempo. ¿Cómo manejabas la presión?
–Bueno, las cosas son diferentes ahora. Pienso que cada uno tiene diferentes emociones, son distintas mentalidades. Es algo muy individual, que depende de cada persona. En mi caso, yo podía concentrarme muy bien, ése era mi punto fuerte. Y también podía ser muy paciente y estar muy tranquila, y creo que eso me ayudó a lidiar con la presión. Simplemente no permití que eso me atrapara. Siempre traté de tener el control, así que para mí la parte mental del tenis no fue tan difícil como la parte física. Yo tenía que trabajar mucho más en mi físico. Ahora, lo que puedo ver hoy en día es que todo se magnifica en las redes sociales, y eso sí es muy diferente a lo de mi época. Y lo siento por estos jugadores, porque tienen que soportar muchas más opiniones, críticas y culpas; tienen que escuchar todo eso, sufrir las reprobaciones de la gente... En ese sentido es más difícil ahora, pero creo que pasa por mantener los pies en la tierra, y un buen equipo de personas a alrededor.
–Estaba pensando en un caso como el de Naomi Osaka...
–Sí, creo que hubo mucha presión sobre Naomi. También veo que hay mucha presión en ganar partidos, pero también está el hecho de pasar de ser alguien relativamente desconocido hace dos o tres años a ser la deportista más famosa del mundo, y eso afecta a cualquiera, no importa cuán fuerte uno crea que puede ser. Es un cambio de vida muy grande. Yo la aplaudo por tomar la decisión de salir del circuito, tomarse un tiempo al margen y tratar de encontrar un balance en su vida, porque pasar de ser una chica normal a ser una superestrella... No es fácil encontrar ese equilibrio, y puede llevar mucho tiempo.
–Esta semana tuvimos en Buenos Aires nuestro primer torneo de WTA en 34 años. Me gustaría saber tu opinión sobre lo que eso puede implicar.
–Bueno, ustedes han tenido a Sabatini, a Guillermo Vilas... Han tenido grandísimos jugadores, campeones de Grand Slam. Ahora tienen a Nadia Podoroska, que está haciendo las cosas muy, muy bien. La vi llegar a las semifinales de Roland Garros el año pasado, y estoy segura de que eso ayudó a que hubiera un torneo de la serie 125 en Buenos Aires. Es importante mantener ese torneo, que tenga mucho apoyo. Como te comentaba, tener las finales de la WTA en América Latina puede inspirar a muchas jóvenes, tal como pasó cuando se jugó el Masters en Singapur y le dio fuerza al tenis de Asia. Confiamos en que surgirán más jugadoras en la región después de esto. Creemos que es importante, y cruzaremos los dedos para que Podoroska continúe ese impulso.
80 partidos: el superclásico femenino
Hace décadas, Chris Evert y Martina Navratilova construyeron una rivalidad histórica. Un enfrentamiento potenciado entre dos jugadoras top ultracompetitivas, de estilos de juego diferentes, porque Martina sacaba y subía a la red enseguida, y Chris jugaba desde el fondo y tenía un contraataque fantástico. Incluso tenían personalidades distintas... más cerebral la estadounidense, nacida en el seno de una familia católica; de carácter emotivo la zurda, nacida en la Checoslovaquia de libertades restringidas detrás de la Cortina de Hierro, decidida a huir hasta encontrar su lugar en los Estados Unidos. Y fue un superclásico del tenis porque se vieron infinidad de veces frente a frente: 80 partidos oficiales, con registro favorable a Martina (43-37), de los cuales 60 fueron finales (36-24 para la zurda de origen checo).
El primer capítulo fue en un torneo jugado en Akron, Ohio, en 1973, con victoria para Evert por 6-3 y 7-6 (7-4). “Me quedé impresionada, porque nunca había visto un drive tan grande, ni me había enfrentado con un servicio tan zurdo que me sacara de la pista del lado de revés”, contó hace unos meses Evert en una sesión de Instagram Live en la que rememoró esos duelos con su archirrival y ahora amiga. “Por supuesto que recuerdo ese partido. ¡Mi objetivo era asegurarme de que recordaras mi nombre!”, le contestó Navratilova, desafiante desde sus primeros tiempos como jugadora. Un duelo que duraría hasta 1988, con un último episodio en la final del torneo de Chicago que Martina ganó por 6-2 y 6-2.
–Tuviste una formidable rivalidad con Martina. Se ve que tienen ahora una gran amistad. ¿Podés contarme algo de cómo fue la relación entre ustedes a través de los años?
–Claro, tuvimos una rivalidad que duró muchos años. Y por supuesto, hubo muchos altibajos en el medio, porque un día ella era la número 2 del mundo y yo la número 1, y luego ella era la 1 y yo la 2... Y la verdad es que hubo momentos en los que no nos hablábamos, en los que nuestros entrenadores nos decían que no teníamos que hablarle a la otra. Pero al final de nuestras carreras nos acercamos mucho. Creo que en ese momento nos dimos cuenta de que nuestra rivalidad era más grande que lo que éramos individualmente, y tuvimos una relación mucho más madura, en la que podíamos ser muy amigas, porque ella es una gran persona y yo soy una buena persona. Así que no había ninguna razón para que no pudiéramos ser amigas, aun siendo competitivas en la cancha. Y tienes razón en que hemos dejado la rivalidad de lado y nos convertimos en grandes amigas, y es maravilloso. Es cierto que hubo momentos de pequeñas fricciones, como sucede en una rivalidad, en la que no todo es duraznos con crema, pero siempre nos hemos respetado mucho, y siento que de ese modo ella me convirtió en una mejor jugadora, y yo la ayudé a ser una gran tenista. Así que en ese sentido fue genial, una gran rivalidad para las dos, así como en lo individual también.
–Otra de tus rivales en el circuito era Gaby Sabatini, con la que jugaste nueve veces [6-3 para Evert].
–Ah, me encantaba Gaby. Era una gran chica, una gran deportista, excelente competidora, muy fuerte... Recuerdo cuando empezó a ganarme. Fue de las primeras en jugar con mucho top spin, y me obligaba a pegar por encima del hombro, porque ella tenía ese juego de pelotas altas y pesadas, y se me hacía difícil devolver esos impactos, me costaba generar fuerza con esos tiros. Era una jugadora demasiado buena. No era fácil tenerla como rival. Una muy buena tenista.
–Como leyenda del tenis, ¿cuál crees ha sido el legado de Sabatini y cuál es su lugar en la historia del tour femenino?
–Creo que será recordada como una excelente deportista, una jugadora que competía muy bien, trabajaba duramente... No recuerdo si llegó a ser una número 1.
–No, le faltó muy poco para lograrlo.
–Bueno, pero ella en cierto modo cambió el juego: de pegar plano a pegar con más efecto, como lo hacían los hombres. Comenzó a manejarse muy bien con el top spin y jugaba un tenis completamente diferente al que acostumbrábamos, así que en cierto modo fue una pionera en un momento de cambios en el tenis femenino. También se convirtió en alguien muy popular: recuerdo que el público la adoraba.
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