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Campeón de Wimbledon. Novak Djokovic dejó el infierno y regresó al cielo: otra vez, en carrera por ser el mejor de todos los tiempos
Tras un primer semestre conflictivo a partir de su decisión de no vacunarse contra el Covid-19, el serbio recuperó su poderío y a pisar fuerte en los récords del Big 3
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Tras las tinieblas, el paraíso. Novak Djokovic pareció hipotecar su firme intento de encumbrarse como el mejor tenista de todos los tiempos al no querer vacunarse contra el Covid-19, con las limitaciones profesionales e internacionales que ello le provocó (una conflictiva deportación de Australia incluida, en enero pasado, antes del primer Grand Slam de la temporada). Se le cerraron puertas, recibió severas críticas desde distintos ámbitos (no sólo los deportivos), dividió opiniones y sufrió bofetadas que afectaron su espíritu. De hecho, tras aquel desprolijo incidente en Melbourne, no se lo vio con el semblante habitual durante mucho tiempo. Parecía perturbado, sin chispa ni alegría. Sin la malicia tenística que lo llevó a elevarse.
Pero el serbio es un ser de mente granítica que, criado entre bombardeos durante la guerra de los Balcanes, todo desafío que pueda enfrentar a partir de esa huella parece insignificante. Es una leyenda del deporte, un referente, y recobró su capacidad para escapar, resurgir y desahogarse. Recuperó su ánimo y volvió a potenciar sus recursos bajo presión. Y lo concretó en Wimbledon, el torneo más prestigioso del circuito, el que generó sus primeros cosquilleos cuando miraba por TV los raquetazos de Pete Sampras. “Mi primer recuerdo de tenis es verlo ganando la final de 1993, cuando yo tenía pocos años. Ese día les pedí a mis padres que me compraran una raqueta”, confesó. De allí en más, el césped británico fue su “inspiración”. Casi tres décadas más tarde, Nole levantó el trofeo dorado en la Catedral por séptima vez, la misma cantidad del propio Pistol Pete y el británico William Renshaw (protagonista de otra época, entre 1881 y 1889), una menos que Roger Federer (el máximo ganador en el All England). Djokovic lo logró al vencer al circense australiano Nick Kyrgios (40° del ranking y por primera vez en una final de major) por 4-6, 6-3, 6-4 y 7-6 (7-3), en tres horas.
“Fue un año de mierda, un año duro, sobre todo para él, pero también para los que estábamos cerca de él. Después de lo que le ocurrió en Australia le tomó un tiempo seguir adelante y encontrar su forma”, confesó el croata Goran Ivanisevic, entrenador de Djokovic y uno de los campeones de Wimbledon más inesperados de la historia (en 2001, siendo el 125° del mundo). Nole (de 35 años), que ganó su primer grande en Australia 2008 (cuando Federer ya tenía doce trofeos y, Rafael Nadal, tres), llegó a las 21 coronas de Grand Slam, superando al suizo (20) y recortando la distancia con el español (22). Bajo las condiciones actuales, el exnúmero 1 no podrá participar del US Open, el último major de la temporada: para ingresar en EE.UU. se requiere un plan de vacunación, algo a lo que Djokovic no está dispuesto a acceder. Entonces, su búsqueda de ser el más ganador de torneos grandes deberá postergarse para 2023.
“Me he comprometido bastante en estas dos semanas, en mis prácticas, en la concentración que tuve. ¿Qué más puedo hacer, para ser honesto? Me he quedado tranquilo la mayor parte del tiempo. Traté de dormir bien, de comer bien. Ni siquiera tomé una cerveza”, dijo Kyrgios, con sus modos tan particulares, tras disputar su primera final grande (había sido cuartofinalista en Wimbledon en 2014). Y hasta que mantuvo la cordura en la final, fue una amenaza real para Djokovic. En la jornada más sofocante del torneo (35°) y antes de que discutiera con el umpire (el francés Renaud Lichtenstein) y lanzara acalorados reclamos hacia los integrantes de su palco, el número 13 del mundo en 2016 se lució improvisando, divirtiendo y anotando saques de alto impacto (terminó con 30 aces).
Pero un Kyrgios más aplicado y pensante, que hasta devolvió tiros del elástico Nole haciendo la Gran Willy, no pudo sostener la osada propuesta durante el tiempo que exige la final de un grande y ante un “veterano” como Djokovic, que sumó su 32° aparición en una final de Grand Slam, cifra récord entre los hombres (una y dos menos que Serena Williams y Chris Evert, respectivamente). Las piernas empezaron a pesarle al jugador aussie, perdió frescura, llegaron las dificultades, empezó a maldecir y Djokovic creció. En el cuarto set, Kyrgios tuvo un último intento de resistencia y llegaron al tie-break, pero Nole aceleró y ya nada lo detuvo.
Más allá del cotillón y las chicanas previas a la final, Kyrgios no representaba un rival más para Djokovic, ya que lo había vencido en los dos enfrentamientos previos (en Acapulco e Indian Wells 2017), privilegio que sólo ostentan el checo Jiri Vesely y el ruso Marat Safin (ya retirado). “¿Estrategias? No puedes preparar el partido contra Kyrgios. Es un genio, un genio del tenis. No sabés lo que va a jugar a continuación en el punto. Sólo nos concentramos en lo que Novak tenía que hacer, en las cosas con las que tenía que tener cuidado”, narró Ivanisevic. Más allá de los primeros cimbronazos, Nole lo resolvió con certezas, llegando a las 28 victorias consecutivas en el All England (no pierde desde los cuartos de final de 2017, cuando no pudo terminar el partido ante el checo Tomas Berdych, por una lesión en el codo derecho).
7°, será el ranking que tendrá Djokovic desde este lunes, pese a ganar Wimbledon. Como el torneo no entregó puntos, Nole perderá las 2000 unidades por el título de 2021 en el All England y caerá cuatro posiciones (era el 3°). Insólito.
“Este año no ha sido igual que los años anteriores. Empezó como empezó y me afectó definitivamente en los primeros meses del año. No me sentía muy bien en general. Mentalmente, emocionalmente, no estaba en un buen lugar. Quería jugar, pero al mismo tiempo, cuando salí a la cancha en Dubai [NdR: en febrero, en su primer torneo en el año; cayó en los cuartos de final], sentí mucha presión y emociones. En ese momento me di cuenta de que iba a llevar algún tiempo, que tenía que ser paciente y tarde o temprano me pondría en el estado óptimo, donde me gusta estar. No es casualidad que este lugar [Wimbledon] tenga tanta relevancia en mi vida y carrera. También es un alivio, considerando lo que he pasado este año. Agrega más valor y más significado. Quiero mantener mi cuerpo sano porque eso es necesario para seguir a este nivel. Y, por supuesto, mantenerme mentalmente cuerdo y motivado para competir con los más jóvenes”, describió Djokovic, que termina su obra de arte, se recuesta sobre la emblemática superficie y ensaya el avioncito, divertido. Ahora sí.
El resumen de la final de Wimbledon
Se acomoda en la alfombra -a esta altura y después de dos semanas de pisoteo, bastante descolorida- y, buscando complicidad con el público, mastica el césped. Los brotes saben bien para él. Es Federer el dueño de ese jardín, pero el serbio escribe sus capítulos en letras de oro y ya es uno de los dioses del All England.
Se olvidó del infierno y llegó otra vez al cielo. Perdió tiempo y energía, pero continúa en carrera para tratar de ser el mejor tenista de todos los tiempos.
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