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Boris Becker en prisión: de tener sexo en un baño de restorán a la debilidad por su hija, y ¿la expulsión de Wimbledon?
El exnúmero uno del mundo pasa su primera semana en la cárcel por fraude impositivo
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En aquel verano europeo, la vida de Boris Becker ya era un tormento, aunque no comparado con la actualidad: está cumpliendo una pena de dos año y medio de prisión por fraude impositivo. En ese 1999, habían pasado 14 años desde que irrumpió en el All England para convertirse en el más joven ganador de Wimbledon de la historia, con 17 años y 7 meses. Tres temporadas después de obtener su sexto y último Grand Slam, el Open de Australia, el exnúmero 1 del mundo estaba gordo, lejos de la figura estilizada de los 85 kilos que lo acompañó en sus tiempos gloriosos. Seguía siendo un monstruo de 1,90m, pero algo venido a menos.
Curiosamente, estaba próximo a ser padre por segunda vez (ya tenía a Noah, de 6 años), en medio de un matrimonio en crisis con la modelo negra Barbara Feltus. La misma con la que, antes de casarse en 1993, posaron desnudos para la portada de la revista “Stern” como un mensaje de avanzada hacia el racismo y la discriminación. Boris volvía a Wimbledon en 1999, siempre como una leyenda. Con sus tres festejos en la Catedral como grandes mojones de su trayectoria. Cuarenta y nueve títulos, dos Copa Davis, un oro olímpico, tres torneo de Maestros. Demasiada gloria para el León de Leimen, orgullo de su ciudad natal.
Claro que habían cambiado muchas cosas. Era el 77° del ranking mundial y en esa temporada 1999, arrastraba un récord de 7 victorias y 6 derrotas en 13 partidos. Demasiado discreta la marca para un jugador de su categoría. Su mejor performance la había conseguido en Hong Kong, donde llegó a la final, cayendo ante otro emblema del tenis: el estadounidense Andre Agassi.
Boris y su grupo de trabajo iban a cenar con frecuencia a un restorán japonés, cercano al Hyde Park, uno de los lugares clásicos londinenses. A pocas cuadras del Palacio de Buckingham. Se trataba de Nobu, en Old Park Lane. Variedad de pescados y mariscos y sushi como especialidad. Becker nunca imaginaba que ese Wimbledon sería su último torneo como profesional. Ganó sus tres primeros partidos, hasta perder en los octavos de final con el australiano Patrick Rafter, número 2 del mundo, en tres sets. El título sería para Pistol Pete Sampras.
Meses más tarde, los principales diarios sensacionalistas de Inglaterra dispararon la noticia: que Becker, en pleno embarazo de su mujer, había mantenido relaciones con una modelo rusa, de nombre misterioso. En una de las investigaciones de The Sun, se filtró el nombre: Angela Ermakova. Además de modelo, era camarera. Trabajaba en… Nobu.
La historia que contaban por ese entonces era que el “flechazo” de Boris y Angela fue instantáneo. Pero como los paparazzi no descansaban en pos de conseguir la imagen prohibida (de Becker y de cualquier estrella de actividad indistinta), los encuentros no estaban certificados por imágenes. La conclusión, luego de varios capítulos que el público se devoraba diariamente, fue que Becker y Angela habían mantenido relaciones sexuales dentro de uno de los baños del restorán Nobu.
Al año siguiente, en el Wimbledon 2000, Becker ya no estaba activo profesionalmente. Aunque como campeón, tenía un lugar de honor reservado en el All England. La prensa británica no se había olvidado de él. Ya era padre de Noah y de Elías, los dos hijos que tuvo con Feltus. Pero el rumor más explosivo, que dominaba la escena de las portadas en los días lluviosos de Wimbledon en los que no había tenis, era que había tenido una hija de esa fugaz relación con la rusa Ermakova. La beba se llamaba Anna.
Fue un escándalo. Circuló la versión de que todo había sido una maniobra de la Mafia Rusa. Se habló de restos de semen que se congelaron, que Becker fue sedado en una noche de amor y alcohol. Muchas teorías y pocas certezas. Paralelamente, Boris sabía que la peor derrota estaba en curso y que no era en una cancha de tenis, sino en los juzgados: el juicio de divorcio con Feltus era millonario. A partir del cálculo de ganancias de su carrera (25 millones de dólares en premios y otro tanto, o incluso más, en concepto de contratos publicitarios) se potenciaba la cifra de lo que le demandaría la separación.
Alguna vez, el polista Marcos Heguy contó una anécdota que vivió con Sylvester Stallone mientras el popular actor intentaba aprender a jugar al polo. Heguy le dijo: “Ojo Sylvester, que el polo es un deporte caro para practicar”, tras lo cual le enumeró un global de lo que serían los gastos, entre caballos, petiseros, club, herreros, instructores, veterinarios, traslados en camiones. Stallone sólo respondió: “¿Caro el polo? Caro es divorciarse”. Becker dio fe de ello: unos 15 millones de dólares, propiedades en Miami y la tenencia de sus dos hijos fue lo que se terminó llevando años más tarde su exesposa Feltus.
La vida de Boris iba y venía ya desde sus tiempos de tenista. Luchando contra la presión, se hizo adicto a los somníferos, lo que luego le llevó a una batalla con el alcohol, ya que se tomaba un whisky para “reforzar” los efectos. “Quería volver a estar en la cima, volver a ganar, y eso había que conseguirlo a cualquier precio”, escribió en su autobiografía, editada en 2013.
La noche profundizó sus grietas. Alcohol y mujeres le daban un placer engañoso. Cuando se le preguntó por qué las mujeres parecían encontrarlo atractivo, Becker respondió: “Ni idea. No soy especialmente rico, no soy especialmente guapo, no soy Adonis y mi virilidad no es excesivamente grande”.
Lo cierto fue que la historia con la modelo rusa se terminó confirmando tiempo más tarde. La pequeña Anna era efectivamente hija de Becker. Hoy tiene 22, la misma edad que Elías. En su autobiografía, Becker cuenta otra historia respecto de Angela. Ni siquiera la ubica como camarera o que la relación se haya consumado en un baño. “Ella [Angela] dejó su mesa para ir al baño. Yo la seguí... Cinco minutos de charla y luego directamente al lugar más cercano posible y a los negocios”. Y dice que ocho meses le llegó un fax de Angela con la noticia de que iban a ser padres de Anna.
La vida amorosa de Becker tendría un segundo matrimonio, en este caso con la modelo holandesa Sharlely Becker-Kerssenberg, conocida como Lilly. Se conocieron en Miami en 2005 y se casaron en 2009 en Suiza. Fueron 13 años de relación hasta que se separaron en 2018 y tuvieron un hijo: Amadeus, hoy con 12 años.
Las causas judiciales y la sentencia a prisión
En 2001, a Becker se lo acusó de evasión de impuestos: adujo residir en Mónaco, cuando en realidad vivía en Munich. Un año más tarde fue declarado culpable: dos años de libertad condicional y una fianza de 500.000 dólares, además de tener que devolver 3,2 millones en concepto de impuestos atrasados e intereses.
El viernes de la semana pasada, en un tribunal de Londres, Becker fue sentenciado a dos años y medio de prisión por falsear su patrimonio en unos 3 millones de dólares y no pagar deudas. Tenía 24 cargos en su contra, de los cuales fue absuelto en 20. Los cuatro en los que fue encontrado culpable derivaron en que ese mismo día fuera trasladado a la cárcel de Wandsworth, al sur de Londres. Y Anna fue una de las más impactadas por el desenlace y la noticia.
“Espero que mi padre sea fuerte en estos momentos difíciles. Lo apoyaré y lo visitaré siempre que pueda. Ayudé lo mejor que pude”, dijo Anna, que le escribió al tribunal en apoyo de su padre antes de su sentencia. ¿Cuál es la relación de Becker con Anna? La describió en una frase contundente: “Mi hija Anna es una de las mejores cosas de mi vida... Estoy muy orgulloso de mi hija”.
Boris Becker en acción
Pocos entienden como alguien que tuvo 50 millones de dólares en sus cuentas, como mínimo, termine como termina Becker. Que además de tenista profesional y de andar 20 años por el mundo, luego se transformó en comentarista de TV y en empresario. Siendo la imagen de numerosas firmas importantes, como los recordados contratos con Mercedes Benz.
Lo cierto es que Boris se acostumbró a la buena vida, y lejos de bajar los gastos una vez retirado, los mantuvo. Christian Schommers, que coescribió la biografía de Becker de 2013, llamada “La vida no es un juego”, dijo alguna vez como explicación a la debacle financiera del alemán: “Sigue viviendo al mismo nivel que disfrutaba como profesional del tenis en activo cuando los millones fluían. Desde los alquileres caros o las vacaciones en Ibiza, aunque tiene una casa en Mallorca, hasta las comidas caras, los puros, el whisky... encima es extremadamente generoso. Nunca he estado en una cena en la que estuvieran presentes varias personas y que él no haya pagado”.
¿Lo expulsan de Wimbledon por la corbata?
La última perla tiene que ver con Wimbledon. Al día de lectura de la sentencia, Becker estuvo acompañado por su novia actual, Lilian de Carvalho Monteiro. Y llevó una de las corbatas tradicionales del Grand Slam británico. La actitud y que la corbata se viera expuesta en medio de un escándalo alteró el ánimo de los tradicionalistas: el All England Tennis Club analiza la expulsión de Boris Becker como miembro honorario.
Mientras tanto, Boris, con 54 años, pasa su primera semana en la cárcel Wandsworth. Ningún punto de relación con aquellas tardes lluviosas de Londres cuando esperaba en los vestuarios del All England horas y horas, a veces infructuosamente, que el clima mejorara. El cielo lucía cerrado e impenetrable. Como hoy…
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