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Australian Open: Medvedev, un témpano en el infierno, administra con maestría el papel de chico malo y antipático
El ruso tuvo cruces con el público, derrotó a Kyrgios y avanzó a la tercera ronda
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Daniil Medvedev es como un témpano en medio del infierno. Tiros de rayo láser, técnica poco ortodoxa y larguísimo alcance de brazos construyen su estilo. Sin embargo, el ruso, número 2 del mundo, sostiene esos recursos con una personalidad que rompe el molde, se adapta a los desafíos espinosos y a la falta de carisma que muchos encuentran en él. Ostenta un poderoso control emocional y administra con maestría el papel de chico malo y antipático. Lo puso en escena muchas veces; lo volvió a hacer pisando el Rod Laver Arena para vencer al picante Nick Kyrgios [7-6 (7-1), 6-4, 4-6 y 6-2, en casi tres horas], por la segunda ronda del Australian Open.
Kyrgios es un talentoso provocador que en Melbourne se alimenta de su público. Y parte de su estrategia fue armar un show sobre la superficie dura aussie para encender a los espectadores y, de cierta manera, impulsarse e intentar amedrentar a Medvedev, el máximo candidato al trofeo tras la desprolija deportación de Novak Djokovic. Pero el moscovita de sólo 25 años frunció el ceño, logró blindarse y hasta se marchó del court central australiano endulzado por algunos aplausos. Ganó la pulseada deportiva y emocional. No es casual que lo haya hecho. El jugador que el año pasado venció a Djokovic en la final del US Open (impidiéndole al balcánico obtener los cuatro grandes en forma consecutiva) aplica técnicas de control mental milenarias.
Para Medvedev y su equipo fue un acierto, en su momento, la contratación de Francisca Dauzet. Psicóloga que profundiza en los procedimientos de la medicina china y la filosofía de los guerreros shaolín, ayudó a que el tenista ruso se convirtiera en una máquina capaz de soportar el dolor y la frustración sin ofrecer signos de debilidad. En el tenis no expresar las emociones es una virtud sumamente valiosa. “La mente de Daniil es grande y compleja, similar a una computadora (…) Cuando un shaolín lucha, nunca se distrae con nada de lo que ocurre a su alrededor, se concentra únicamente en la pelea”, explicó Dauzet, hace un tiempo, en el diario L’Equipe. Con trabajo y paciencia, ella, más el coach francés Gilles Cervara, lograron que Medvedev domara los demonios y pasara a disfrutar (o a controlarse) en los momentos en los que otros sufren. No fue fácil, claro. Requirió de preparación y ejercicios. Inclusive hoy, más allá de su altísima jerarquía, Daniil sigue padeciendo breves lapsus de ira.
“Creo que cuanto más asciendes en la clasificación, más lejos quieres llegar. He sido el número 2 durante bastante tiempo. He estado jugando bastante bien. Por supuesto, sí, quiero convertirme en el número 1, ganar 25 Grand Slams o algo así. Pero para mí lo más importante es el trabajo duro en mí mismo, tratar de mejorar mi juego, ser un mejor jugador, así que trato de ganar cada torneo que juego”, confesó Medvedev (finalista de Australia 2021) luego de derrotar a Kyrgios. Su próximo obstáculo será el neerlandés Botic van de Zandschulp, 57° y cuartofinalista en el US Open 2021.
Apasionado por los autos y los videojuegos, admirador de Quentin Tarantino y jugador de ajedrez, el tenista de 1,98 metro se sometió a diversos estudios de biomecánica hace unos años para obtener información que le sirviera para perfeccionarse. Y lo consiguió. Con trece títulos ganados (además de Flushing Meadows, la Copa de Maestros en Londres y cuatro Masters 1000 incluidos). “Jugamos tantos partidos en el año... Ganamos algunos, perdemos -dice Medvedev- . Tu forma puede subir y bajar, física, mental, tenísticamente, puede fluctuar incluso durante un torneo, especialmente un Grand Slam, que dura dos semanas. Pero después del US Open que gané sé que soy capaz de jugar siete grandes partidos seguidos en la misma cancha o en el mismo lugar, derrotando a los mejores jugadores del mundo. Y a veces lo hago tal vez jugando peor pero todavía siendo capaz de ganar y esa es la mayor confianza que puedo darme a mí mismo: saber que es posible”.
Medvedev es, para muchos espectadores, demasiado antipático. Las escenas de sus duelos verbales con los espectadores ya forman parte de un baile que el ruso se siente cómodo practicándolo. Ni bien derrotó a Kyrgios y en medio de la habitual charla con Jim Courier (exnúmero 1 del mundo, campeón de Australia en 1992 y 1993, y sagaz entrevistador), domó a las fieras que lo fastidiaban desde las tribunas, reclamó respeto para el ex jugador estadounidense, dejó ricos conceptos en el micrófono y recién allí se perdió por las entrañas del estadio, entre aplausos. Cumpliendo su cometido. Satisfecho por toda la obra.
“Vine aquí al Abierto de Australia bien preparado. Quiero ganar tantos partidos como sea posible. Es difícil, los Grand Slams son difíciles, habrá oponentes difíciles. A veces pierdes temprano, a veces pierdes tarde, a veces lo ganas. Solo quiero tratar de jugar realmente bien. Si logro obtener grandes resultados, puedo convertirme en el número 1, por supuesto, con Novak perdiendo sus puntos aquí [el serbio no podrá defender su título]. No podemos dejar de hablar de esto. Pero así es la vida, ya sabes. A veces alguien sale herido, a veces alguien pierde. (Djokovic) no logró jugar aquí. Esa fue otra historia, pero el resultado es este y si logro convertirme en el número 1, incluso con estas circunstancias, creo que aún debería tener algunos créditos”, sonrió Medvedev. Blanco o negro, sin grises. Ama jugar al límite. Es consciente de lo que provoca y del potencial que ostenta. El tenis y el espectáculo, agradecidos.
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