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Ashe, el modelo deportivo de Obama
Barack Obama, el hombre del momento, no eligió como su ídolo deportivo al notable Muhammad Alí, el gran provocador que se convirtió al Islam, desafió al establishment blanco y fue despojado de su título y condenado a prisión por negarse a combatir en Vietnam. El nuevo presidente de los Estados Unidos ama el básquetbol y los Chicago Bulls, pero su referente en el deporte tampoco es el fenomenal Michael Jordan, un ídolo globalizado que rompió barreras y fascinó a los patrocinadores, aunque careció de compromiso social. El modelo de Obama es el tenista Arthur Ashe. Ganador hace 39 años exactos del Abierto australiano, Ashe es aún hoy el único campeón negro, en masculino, del Abierto de los Estados Unidos (ocurrió en 1968, cuando todavía era un tenista aficionado y cobraba apenas 20 dólares diarios de viático) y de Wimbledon (en 1975, le ganó la final a Jimmy Connors, que estaba 10-1 en las apuestas). Ashe, nacido en 1943 y muerto en 1993, ganó 33 títulos en single y también fue campeón de la Copa Davis, como jugador, primero, y capitán, después. Pero no fueron estas victorias la razón de la admiración de Obama por Ashe. "En un mundo ideal, los niños deberían mirar a sus padres como ejemplo de conducta, pero yo crecí sin mi padre y Arthur Ashe fue el deportista que más me inspiró porque siempre se comportó con respeto y dignidad", dijo Obama a la revista Sports Illustrated .
Ashe perdió a su madre a los 6 años. "Los niños son tuyos. No los hice nacer para tu madre ni para la mía", advirtió antes de morir Mattie Cunningham a Arthur Ashe Sr., un policía descendiente de esclavos, que obligó a su hijo a estudiar duro, ir a misa, ayudar a los más pobres y a no hacerse enemigos, algo conveniente para un niño negro de Richmond, Virginia, corazón profundo de la América racista. Arthur hijo así lo aceptó cuando, por ejemplo, con 12 años de edad, y ya un promisorio tenista, fue echado de un torneo por el color de su piel. Lo mismo le enseñó su profesor, Robert Walter Johnson, primer médico afroamericano que realizó un parto en el Lynchburg General Hospital de Virginia, que entrenaba niños negros con su propio dinero y que ordenaba a sus alumnos que respondieran como buena, aunque la pelota rival picara algunos centímetros fuera de la línea. Ashe, que llegó a ser segundo teniente del Ejército de los Estados Unidos, mantuvo esa línea cuando se coronó primer campeón negro del US Open en 1968, en plenas revueltas raciales tras el asesinato de Martin Luther King. Le asustaba Malcolm X. No compartía el discurso radical de Muhammad Alí. Y mucho menos se le hubiera ocurrido protestar con el puño levantado como un mes después lo hicieron los atletas Tommie Smith y John Carlos en el célebre podio de los Juegos Olímpicos de México 68. Así fue que en 1973 aceptó jugar en Sudáfrica para formar su propio juicio sobre el apartheid. Perdió la final frente a Connors, pero ganó el dobles con Tom Okker y se coronó primer campeón negro del Abierto sudafricano. Pensó que así enviaba su mensaje a los segregados. Visitó el gueto de Soweto y fue aclamado por los pobres, pero los activistas negros de Sudáfrica lo llamaron "Tío Tom" y le dijeron que su "concesión" legitimaba el racismo.
Su postura cambió tras la matanza de Soweto, en 1976. Se convirtió en un duro defensor del boicot deportivo al régimen racista. Cuando en 1990 fue liberado tras su larga prisión, Nelson Mandela pidió que Ashe fuera incluido en la delegación política que los Estados Unidos enviaron a Sudáfrica. Nunca supo si haber controlado tanto sus emociones fue la causa del primer infarto que en 1979 forzó su retiro del tenis. Sufrió un segundo infarto en 1983. Su activismo se hizo más intenso. En 1985 fue arrestado por una protesta ante la embajada sudafricana en Washington y en 1992 cayó otra vez preso al reclamar por los refugiados haitianos. "¿Se deberá esta cruzada mía antiapartheid a mi relativa inacción de los años 60? Mientras corría sangre por las calles de Birmingham y Memphis, yo jugaba tenis vestido de blanco inmaculado", se cuestionó en su libro póstumo, Días de gracia, en 1992. Ya había escrito tres volúmenes sobre la historia de los deportistas negros en los Estados Unidos ( "A Hard Road to Glory" ). Comentaba tenis por TV, escribía para The Washington Post y daba charlas en universidades y en escuelas, pero siempre diciendo exactamente lo que pensaba, exigiendo a los jóvenes deportistas negros que estudiaran y se formaran, y no esperaran una beca reglamentaria o revelando que, si bien era demócrata, en 1988 había votado por George Bush.
Ese mismo año, los médicos le dijeron que había adquirido el sida en una transfusión de sangre. Decidió él mismo hacer pública su enfermedad en 1992, horas después de que un editor del USA Today lo llamó a su casa pidiéndole una confirmación, pues el diario consideraba que el rumor que le había llegado era de interés público y debía ser publicado. "Me enojé. Me sentí invadido. No soy un político, no cometí ningún crimen. Pero tampoco quiero que me obliguen a mentir, aunque ahora me estén forzando a hablar de algo que pertenecía estrictamente a mi vida privada", dijo Ashe. Calificó de "canalla" a quien divulgó su enfermedad, pero aun en medio de su dolor no atacó al USA Today, que, al día siguiente, defendió su actitud ante los lectores, que enviaron centenares de cartas de protesta al diario. "No es un servidor público, pero es una persona tan influyente como un presidente", se justificó el USA Today . Ashe tuvo un único momento de debilidad en la conferencia, cuando intentó explicar por qué había decidido mantener en el ámbito privado una enfermedad que por entonces suscitaba más crueldades que compasiones. Lo auxilió tomando el micrófono su esposa, la fotógrafa Jeanne Moutoussamy, con la que se había casado en 1977. Ashe se quebró llorando porque habló de Camera. Su hija adoptiva tenía apenas cinco años y no hubiera querido exponerla, más allá de lo que pensara el USA Today y el supuesto derecho del público "de estar informado".
Ashe se rehizo. Creó una fundación que recogió hasta cinco millones de dólares para tratar a enfermos de sida. McEnroe dijo que jamás había visto a las grandes estrellas unidas en una exhibición hasta que fueron convocadas por la fundación de Ashe. Respetuoso y digno, como lo fue toda su vida, dentro y fuera de la cancha, Ashe jamás se victimizó por el hecho. Y tampoco olvidó sus convicciones. En 1992, invitado por la Asociación Nacional de Periodistas Negros en Detroit, dijo que el sida no fue lo peor que le había sucedido en la vida. Porque lo más difícil, afirmó, fue lidiar con su condición de "vivir como un negro en los Estados Unidos". Una neumonía terminó con su resistencia unos meses después, el 6 de febrero de 1993. Obama tenía entonces 32 años. El básquetbol, que en la escuela le había demostrado que ser negro no era una "desventaja" y, según dijo, le había permitido hacer sus amigos blancos "más íntimos", ayudaba a Obama en aquellos años a allanar dificultades en su trabajo con comunidades afroamericanas en Chicago. Hoy es Superman-Obama. Lo elogian hasta los que unos años atrás alababan a George W. Bush. Son las reglas del juego. Pero su referencia deportiva, ya lo sabemos, es Arthur Ashe. Un hombre digno y, ante todo, que siempre fue fiel a sí mismo.
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