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Miguel Nido, el hombre detrás del Argentina Open: "El tenis nunca va a morir. Pero puede que desaparezcan torneos"
Miguel Nido conoce Buenos Aires desde hace muchos años. Por eso, cuando surgió la posibilidad de organizar una serie de challengers en Latinoamérica, con una de las sedes en nuestro país, no dudó. Ni siquiera en un momento en el que la Argentina tenía un solo Top 100, a mediados de 1997. La empresa Altenis, que lideró junto con el estadounidense Butch Buchholz y el chileno Joaquín Blaya, armó el ciclo de torneos bautizado Copa Ericsson. De allí surgieron muchos nombres de la Legión Argentina (Guillermo Coria, David Nalbandian, Juan Ignacio Chela, Franco Squillari, Mariano Puerta, entre otros). La misma empresa adquirió luego una semana del calendario del circuito masculino y trajo de regreso al ATP Tour a nuestro país después de seis años de ausencia, con aquella primera Copa AT&T. Hoy, Nido ya no es el dueño mayoritario del torneo, pero sí conserva un buen porcentaje de la fecha (20%). Y como en cada temporada, estuvo en Buenos Aires para seguir el Argentina Open, certamen que ayudó a generar hace dos décadas. "Con todo lo que ha pasado en el país, es un logro muy grande haber llegado a los 20 años y esperamos estar 20 más. Estoy muy orgulloso de lo que hemos hecho", cuenta mientras saluda con una sonrisa y un apretón de manos, y accede a la entrevista con LA NACION.
El ex tenista puertorriqueño, devenido luego en empresario deportivo, toma asiento a pocos metros del estadio Guillermo Vilas y desgrana cómo surgió la idea de llevar adelante un torneo ATP en Buenos Aires. "No se había caído ningún torneo, pero había una semana libre y la ATP decidió que quería crear una gira. En ese momento había muchos torneos en Brasil, quedaba México, Colombia… entonces la ATP decidió hacer una renta por tres años para tener otro evento de tierra y ahí fue cuando nosotros presentamos el proyecto y ganamos la fecha. Después del primer año, que tuvimos la opción de comprar el torneo de Atlanta, que era de tierra, el de Buenos Aires fue el torneo que compramos para hacerlo de manera permanente en el calendario.
-¿Buenos Aires les generaba alguna incertidumbre?
-Siempre el plan, cuando se creó la Copa Ericsson, era tener un ATP, y hablamos de tener un Masters 1000 en la región. Desde el 97, mientras hacíamos la Ericsson, tuvimos la opción de tener este evento en la Argentina o en Brasil. La decisión de verdad la tomamos por el historial de tenis que había en este país y decidimos venir a este mercado, aun cuando en Brasil había más certidumbre de patrocinios, pero no tenían la cultura de tenis de la Argentina. Además, estaba naciendo la Legión. Cuando empezamos la Copa Ericsson, de la Legión no sabíamos nada. Salió de Butch, pero también de Joaquín (Blaya) y de mí. En el primer año, cuando se hizo el evento en 2001, aunque perdimos plata, el torneo tuvo un éxito de público y de patrocinios, entonces pensamos que sería un éxito total. Pero vino la debacle del "corralito" y los cambios del dólar. En 2002 pensamos en no hacer el torneo. Pero siempre hubo un plan a largo plazo y tuvimos la dicha de que había un tipo como Butch, que tenía el dinero y el contacto con las marcas. Teníamos un contrato firmado con AT&T por tres años. Después de 2002, que fue un año duro, si en 2003 no hubiéramos visto una mejora, quizás hubiera cambiado todo. Aunque 2002 fue un año muy difícil más que nada desde el patrocinio, porque se borraron todos, excepto AT&T, el público respondió, pese a la crisis. Eso nos dio la confianza de apostar acá. Si sobrevivimos a eso, a largo plazo tenía que funcionar.
-¿A cuánto estuvieron de no hacer el torneo de 2002?
-De posponerlo, muy cerca. La ATP nos dio la opción de cancelarlo por un año, porque no había otra fecha en el calendario. Toda la debacle sucede en octubre y noviembre de 2001; ya habíamos empezado a sumir gastos, y lo que hizo la diferencia fue que, si posponíamos, la ATP quería que pagáramos parte del prize money a los jugadores. Y cuando hicimos los números, tenía sentido posponerlo, pero ahí le doy el crédito a Butch, que dijo que si lo posponíamos íbamos a perder credibilidad dentro del mercado. El patrocinador nos iba a preguntar luego si nos íbamos a ir si pasaba otra vez algo parecido con la economía. Butch dijo: ‘Tomemos el riesgo. Perdamos plata. Pero hagamos el evento’.
-¿Qué pasó cuando vieron las imágenes de la explosión del 20 de diciembre?
-Fue terrible. Estábamos en Miami y veíamos la violencia en las calles, los patacones, el corralito, la gente enloquecida. Desastre… Lo que no tengo dudas es que, si el torneo era de Butch y dos gringos más en lugar de dos latinos, se acababa. Cerraba el kiosko y se iban. Nosotros perdimos plata en 2001, estuvimos subsidiando el evento y el staff. Pero, cuando vino la debacle, no es que nos agarró acá con demasiada plata, como sí pasó con otras devaluaciones. Para nosotros no fue un golpe tan duro como para otras empresas. Pero el momento de la crisis social fue terrible. Hablamos con la ATP. No nos dio miedo venir, obvio. Soy latino, vengo de Puerto Rico. Butch decía que era una locura y tratábamos de calmarlo. No era lo que está pasando en China ahora. Teníamos la opción de posponer el evento. Nos iba a costar más plata, porque los jugadores se habían comprometido, habían comprado los pasajes. Pero si se complicaba un tema de seguridad, lo hubiéramos cancelado. Le doy un crédito total a Butch. Pocos tipos tienen la visión y la espalda para decir: ‘Me quedo’.
-Hubo una idea, la del Masters 1000 en Nordelta. ¿Cómo surgió?
-Tuvimos una conversación con Eduardo Costantini, que en ese momento estaba construyendo Nordelta. La gente, por entonces, lo veía como un lugar muy lejano. Eduardo tenía una visión que le presentó a Butch, fuimos a ver el lugar. Todo el mundo decía que Costantini estaba loco. En ese momento con la crisis no se podía pensar en lo que vino después. Empezamos la conversación en 2003. Eduardo estaba dispuesto a considerar la construcción de un estadio cubierto como centro de tenis, para tener el evento y tener un lugar multipropósito para llevar otras atracciones durante el año. Se contrataron arquitectos… por ahí está el plano completo. El proyecto llegó a tener seriedad y a avanzar. La situación económica del país mejoró, Nordelta fue creciendo a un ritmo mucho más rápido del que Eduardo pensó. Los patrocinadores tenían mucha inquietud de mudarse a un lugar que parecía lejano. Hoy te digo que hubiera valido la pena hacerlo, porque estaríamos jugando con unas facilidades completamente distintas. Igualmente estamos acá en el Buenos Aires, que tiene una localización espectacular. Es como estar en Central Park en Nueva York. Tiene algunas debilidades, como el parking. Hay que meterle plata al estadio, a los baños. El estadio, por dentro, está bien, porque además se cambiaron las butacas. Pero hay que mejorar algunas áreas, y el costo es alto.
-Seguimos en polvo de ladrillo...
-Por el momento no se va a cambiar. Sigo siendo creyente de que se tiene que cambiar. No solo para Buenos Aires, sino para la supervivencia de esta gira. Si tú miras lo que pasó con Acapulco a partir del cambio de superficie… se fue a otro nivel. No fue por poderío económico. Acapulco ha dejado de pagar garantías, porque los jugadores quieren ir ahí. Nosotros tenemos una plaza muy atractiva. Creo que, si Sudamérica hace una gira de superficie dura, los torneos de Europa van a saltar y van a tratar de que eso no pase, porque los matamos. Si Buenos Aires, Rio y Acapulco pasa a ser una gira en dura, Rotterdam y todos esos torneos se van a querer cortar las venas. Los jugadores se están preparando para Indian Wells y Miami. No la veo inestable la gira actual. Yo no soy Dios, no controlo lesiones, resultados de partidos ni el clima. ¿Entonces qué digo? En el negocio del tenis se vive con esto. Ningún torneo puede controlar eso. Lo de (Dominic) Thiem lo entiendo completamente, es un tema tenístico. Lo de (Matteo) Berrettini también, porque lleva lesionado desde Londres y aparentemente en Australia la cadera no le respondió bien [N. de la R.: ambos jugadores se bajaron del Argentina Open]. Río está teniendo el mismo problema que nosotros, entonces ¿qué te dice eso? Que no es un tema de plata. Acapulco, al irse a dura, se ha ahorrado plata. No paga las garantías de antes.
La realidad es que los jugadores deciden adónde ir a jugar porque les gusta y porque creen que les irá bien, no es por plata. Rafa Nadal no decide. Dime el torneo en el que Rafa, Novak o Roger deciden ir a jugar por plata. Ninguno. El día que escuches que Roger va a Delray Beach sí será por plata. Ahora, viene a jugar una exhibición a Buenos Aires por plata, a Ecuador por plata, lo digo con todo lo que adoro Latinoamérica. Por más que nosotros pasemos a dura no es que podremos ir por Novak o por Roger, pero sí vamos a ir por los mismos que vamos hoy y que nos dicen que ‘no’ por la superficie. Zverev, Tsitsipas, todos esos. Eventualmente podré conseguir dos o tres top, pero también pueden caerse, como pasó. Trajimos a Nadal a Buenos Aires por tres años.
El torneo está muy sólido, económicamente, con los patrocinadores, con su público, pese a la inflación y la devaluación. Esto es negocio: sino no estaríamos acá. El torneo tiene una solidez grande. No hemos perdido en patrocinadores; por el contrario, hemos añadido. Mucho de eso tiene que ver con que llevamos 20 años en el mercado, que tenemos credibilidad. Pero yo, Miguel Nido, estoy convencido de que el espectáculo va a cambiar. Hace 20 años, cuando comenzamos, se necesitaba un torneo de tierra. Había un historial de torneos de tierra en Latinoamérica. Pero el tenis ha cambiado mucho, es un momento en el que los Grand Slams y los Masters 1000 se han convertido en eventos muy grandes, donde hay mucha plata, muchos puntos. Si yo fuera un entrenador, y tengo un chico que es bueno, ¿qué hago? Necesito meterme entre los primeros 100 del mundo para jugar estos torneos. ¿Qué quiero? Al principio de año me tengo que preparar para Australia. ¿Luego qué viene? ¿Dónde quiero estar en óptimas condiciones? En Indian Wells y Miami. Entonces, qué hago antes: ¿me voy a jugar un torneo de tierra a Sudamérica?
-¿Si alguna vez se logra el cambio de superficie, no implicaría también subir a un ATP 500?
-No. El ATP 500 hoy es imposible en este mercado. La fecha te va a costar diez millones de dólares y luego el prize money es el triple. Estas hablando de una inversión de 15 palos. No podríamos jugar acá. Y luego necesitas otras facilidades que no existen. Una semana de ATP 500, hoy por hoy, cuesta entre 10 y 15 millones comprar la fecha, sin tener en cuenta la producción del evento. Luego, el prize money sería de unos dos millones, el triple del actual Argentina Open. Ya son veinte millones de dólares para empezar, sin vender nada. Y sin la garantía. Y te diría que si miras el cuadro principal de Río, y el nuestro, las diferencias son mínimas.
-¿Se puede cambiar de polvo de ladrillo a dura en Buenos Aires?
-Nada es imposible. Es difícil hoy, pero en dos o tres años, Rafa quizás no estará. Yo entiendo el tema de los jugadores, pero me tengo que preocupar por lo que viene. Si a un torneo le va bien, al jugador le va a ir bien. Si los torneos se pierden, son oportunidades que se pierden para el jugador también. Sinceramente, no hemos hecho una buena labor en explicarles a los jugadores lo que significaría para el deporte un cambio de superficie, como lo que sucedió con Acapulco. Mira, había un montón de jugadores que decían que no iban a ir porque había cambiado la superficie a dura; pero al final fueron. Todos, eh. Podemos montar una cancha dura. Nuestro deporte tiene que cambiar, es ahora más desgastante, los jugadores se están lesionando más, se ha hecho muy físico. Si los cracks como Roger, Rafa y Nole pueden jugar dos torneos más por año, ya se haría una diferencia brutal. Entonces, yo tengo que tratar de que un jugador no tenga que estar tres horas en una cancha. Se ha tratado el short set, el round robin… Habría que ver si hubiéramos podido cuidar a Rafa para que no tuviera problemas con las rodillas, eso le alargaría aún más la carrera. Y hay otras cosas claves: los que pagan por esto, que son los patrocinadores, los medios y los seguidores. Hablemos con ellos. Somos de los pocos deportes en los que a estas tres partes no les preguntamos y no los involucramos. Ves que el público tiene una media de 35 o 40 años acá, pero es de 60 o 70 en Indian Wells, se ven muy pocos jóvenes…
El mundo ha cambiado dramáticamente. Antes no tenías 600 canales de televisión para elegir, no tenías un teléfono inteligente, una computadora. Hoy un chico hace diez cosas por día, y lo hace todo en una hora. Para entretenerte, vas a una película, o un concierto, que duran una hora y media o dos horas, no más. Lo único que no ha cambiado es el rubro en el que trabajamos. Quiero ser claro: el tenis nunca va a morir. Pero puede que desaparezcan torneos. Si miran el calendario de hace diez años y el de ahora, verán que ha cambiado mucho, un 30 o 40 por ciento. Todo ha cambiado, pero nosotros no. Y ¿qué hemos hecho para adaptarnos? Hemos buscado otros mercados, que quizás no son importantes para el patrocinador, que no tienen oportunidad al largo plazo. Y todos los días veo torneos que en tres años van a estar muertos, no van a existir más. Hay que mirar a largo plazo.
Aquí perdimos plata el primer año, pero también es un torneo estable, a pesar de los números. Cuando presentamos el torneo en la ATP en 2001, les explicamos que en la Argentina hubo una devaluación del 60 por ciento, que fue peor que la Gran Depresión de los Estados Unidos en 1929. Para ellos, fue el peor momento económico de su historia, y cuando les dijimos que lo de aquí era más grave, pues no lo podían creer, no lo entienden, nos preguntan: ¿Cómo hacen el torneo?
-Muchas veces dijiste que hacía falta un socio local.
-Bueno, no era algo fundamental. Siempre hay que escuchar cuando surge cualquier oportunidad. Siempre pensé que era fundamental un socio local porque a largo plazo yo no me veía viniendo a la Argentina a los 70 años, y creí que los números de este torneo daban bien. Además, era importante tener un vínculo con la ATP, como pasó con Martín (Jaite). Hablé con Tinelli… estuvo cerca, sí, lo que pasó es que llegamos a un acuerdo, hubo un principio de contrato, se lo consideró seriamente, pero no se avanzó más… Yo le compré sus partes de la sociedad a Butch (Buchholz) y a Joaquín (Blaya) en 2010, y a los dos meses viene Claro, el principal sponsor, me dice que se salen del torneo, cuando yo tenía firmado que iban a estar por otro año, con opción de renovar a tres más. Ahí pensé: la pu…, ¿en qué me he metido? Pero luego ves que eres el dueño de la fecha, que tiene un valor y si aquí hay una debacle total, que haga imposible la realización del torneo, pues se lo lleva a otro lugar, vendes la semana y recuperas el dinero. Pero esa parte el socio local no la entendió nunca. Hay un negocio, que es el torneo, que opera actualmente, que tiene pérdidas o ganancias, y un costo operativo, y luego la semana puedes venderle una parte a un socio, como Tennium, que tiene un valor, que es lo difícil de estipular. Ahora tengo un 20 por ciento. En Tennium encontré gente vinculada al tenis, invierten en jugadores, saben y entienden del rubro, y también se dieron cuenta de que teníamos un equipo de gente y nos han permitido seguir; nos han mejorado con ideas, y como equipo hemos trabajado bien, y hay cosas que ellos han visto aquí y las han llevado a otros torneos. Aquí hay una relación de confianza.
-¿Una cuenta pendiente fue contar con Del Potro?
-Mira, lo que te puedo decir es que cualquier tenista puede decidir dónde jugar. Durante toda la época de la Legión, estuvieron Coria, Gaudio, Cañas, y sobre todo Nalbandian, que no era un jugador de tierra y vino nueve o diez años, y le doy crédito porque él no quería jugar por la plata; él quería jugar en Buenos Aires. A él no le convenía jugar en Buenos Aires, porque es un jugador de cancha dura, pero él vino desde un principio, se fue dos o tres años a Europa porque le convenía, y después volvió, y vio que jugar frente a su público, le hacía bien. ¿Qué pasó con Juan Martín? Bueno, él jugó en 2006... Meses antes, salimos a cenar con Buchholz, Blaya y Jaite, en un restorán en Palermo. En una mesa cercana estaba la gente de Wilson, con un chico. Jaite nos dice en la cena: ‘Ese chico va a ser la próxima estrella del tenis argentino’. Tenía 17 años y estaba negociando contrato con Wilson. Butch le dice: ‘Dale un wild card’. Jaite le pregunta: ‘¿A la qualy?’. Y Butch le responde: ‘No, al main draw. Si dices que va a ser tan bueno, que juegue en el cuadro principal’. Martín le cuenta la situación a Del Potro, y no lo podía creer. Lo invitamos para el año siguiente, pero después se fue a jugar a San Francisco, a Delray Beach, y no vino más. Yo lo entiendo, y nunca tuve un problema con él, pero creo que en el segundo o tercer año de profesional, para mí, debió haber jugado acá. Yo nunca me reuní con su padre, sí con su manager, y las conversaciones eran por ese lado.
-¿Pudo haber influido que tenía una pobre relación con Jaite?
-Yo de esa parte no puedo decir nada. Sí puedo señalar que jamás me han dicho que no viniera por esa razón. Tampoco tenía que hablar yo con Juan Martín, sino con su agente, que era la persona indicada. Para mí, hicimos un gesto. Y luego, lo que pasó fue mucho después. A nosotros no nos debe nada, y nos encantaría que jugara, y hasta creo que a él le gustaría jugar acá, que le conviene, y sería increíble que él decida venir y decir: ‘Quiero jugar en Buenos Aires’. Sería más que bienvenido. Al jugador le conviene jugar en su país.
-Con todos los cambios que han sucedido en el calendario, ¿se valora que Buenos Aires sea un torneo estable desde hace 20 años?
-Depende a quién le preguntes. Personalmente creo que se lo valora mucho menos de lo que corresponde. Los jugadores tienen una carrera corta y están preocupados por jugar, ganar plata y puntos, que sea lo mejor posible. La ATP no creo que lo valore, y tampoco los cambios de calendario. Porque casi todos los cambios son en los torneos de nivel 250, como el nuestro. El único 500 que cambió fue la venta de Valencia a Viena, nada más. Esos eventos son más estables. Pero mira: hace tiempo, Indianápolis era un torneo tradicional, fue votado como el evento del año, y a los dos años desapareció, no se jugó más. La realidad es que no se valora lo suficiente. Si este torneo desaparece, se va a otro lado, pues les importará a algunos jugadores argentinos por un tiempo, y no más. Hay torneos que sí les importan, como el de Miami. Pero creo que estos torneos, como el de Buenos Aires, tienen que seguir creciendo. Esta es una plaza tremenda, que puede aumentar en cantidad de público, prensa, jugadores.
-A 20 años de haber firmado la compra del torneo, ¿Buenos Aires es el torneo que esperabas?
-Sí, dado todo lo que hemos vivido como empresarios, y sobre todo ustedes como ciudadanos de Argentina, sí. En una economía y en un país relativamente estable, podríamos estar en otra posición, eso es cierto. Este torneo se merece una facilidad digna, seguir creciendo, pero dada la inestabilidad del país, donde no puedes planificar a largo plazo, es muy difícil. En 2001, cuando les decía a largo plazo, me respondían: ‘La semana que viene’. La dificultad para cualquier empresario es planificar de acá a unos años. No es fácil hablar con los patrocinadores y llegar a un acuerdo por tres años; ni hablar de siete o diez. Casi todos mis acuerdos son por un año, y no se firman hasta fines de octubre, noviembre y diciembre. Y los entiendo. Voy a un proveedor en septiembre y me dice que no me puede dar un presupuesto hasta noviembre o diciembre. En otro país, con un poco de estabilidad, ya sabes que la moneda no se va a devaluar, que la inflación será del tanto por ciento. Eso es lo que nos falta para darle una vuelta a esto. Pero estoy orgulloso de lo que hemos hecho en veinte años.
Luego, hubo que hacer cosas. Cuando se propuso hacer un ATP 500 en Río, me opuse porque sabía que iba a "matar" a San Pablo y Buenos Aires. Y les dije: ‘Si a mí me ponen en la misma semana que Dubai y Acapulco, les devuelvo el torneo’. Ahí sí se hubiera muerto el torneo de Buenos Aires. Nos mudaron un año, y luego recuperamos la semana. Pero fue la muerte de San Pablo. Río es una plaza linda, pero el centro económico de Brasil es San Pablo.
-¿Qué momentos especiales recordás de este torneo?
-El primer año recuerdo que tuvimos apagones dos o tres veces, el estadio se caía a pedazos. La torre echaba chispas… Pensaba que no íbamos a poder jugar de noche, era tremendo. Luego, hubo un viernes de lluvia que el agua entraba a la oficina, la ciudad todavía no había arreglado el tema de los desagües. De todos los problemas hemos aprendido. De partidos, tengo presente el Nadal-Gaudio de cuartos de final de 2005, que fue un partidazo, todos los games eran buenísimos. Luego, uno de Cañas y Nalbandian, que ganó Willy y en un momento juegan un punto impresionante, y alguien del público gritó: ‘Un aplauso para estos dos fenómenos’, y el estadio se paró y les dio un standing ovation (ovación de pie), y no los dejaron volver a jugar por dos o tres minutos. No volví a ver eso dentro de una cancha. Guga, el primer año que vino, en 2001, cuando entró a practicar… le dijimos que íbamos a abrir la central para que se entrenara, y en el momento que pisó la cancha había 3000 personas para verlo. Y otra: un domingo, nos sacamos la foto del staff en el estadio, antes de la final, con Nadal entrenándose. Rafa paró la práctica, vino y se sacó la foto con nosotros en la tribuna. Son momentos increíbles, que a lo mejor la gente no conoce, pero quedan allí.
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