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Adriano Panatta, leyenda del tenis romántico: el deporte para “neuróticos”, la amistad con Vilas y la Davis ganada en Chile bajo la dictadura de Pinochet
El ídolo italiano charló con LA NACION antes de Roland Garros, torneo que ganó en 1976
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“Pronto, pronto… ¿Chi parla?”. El timbre de la voz, del otro lado de la línea telefónica impone respeto. El italiano Adriano Panatta, una leyenda de los tiempos románticos en el despertar del tenis profesional, atiende con amabilidad. Hace pausas que parecen ensayadas por un actor de cine y le dan colorido a su relato. Va rumbo a un evento, pero se detiene para charlar con LA NACION a pocas horas de que Roland Garros, el más valioso de los diez títulos que ganó entre 1971 y 1980, levante el telón. Impulsado por un fuerte físico y amante de los deportes, pudo haber sido nadador, pero terminó pesando más la influencia de su padre, Ascenzio, que era cuidador en el club de tenis Parioli, uno de los más tradicionales de Roma.
“No entrenaba tanto como Guillermo (Vilas) y tenía otros intereses, pero tampoco me pasaba los días siendo un perezoso”, dice Panatta, trayendo a la conversación al Poeta criado en Mar del Plata. De infancia modesta, empuñó la raqueta desde los seis años, la vida lo llevaría a ser un tenista exitoso y mucho más también. Además del Abierto de Francia 1976, ese año logró el trofeo en Roma [nunca más un italiano se consagró en el Foro Itálico] y la única Copa Davis que atesora su país, obtenida ante Chile en Santiago durante tiempos políticos oscuros, bajo el mando del dictador Augusto Pinochet. Pero el romano de 71 años también fue como un galán de telenovela, un habitué en las noticias del espectáculo y el cine. Es aún hoy, a casi 40 años de su último partido [en 1983, en Kitzbühel], una personalidad muy destacada en Italia; una referencia constante.
“El tenis no hace bien: lo inventó el diablo. Siempre digo que es un deporte para neuróticos”, sonríe Panatta, que se retiró con un récord de 392 victorias y 245 derrotas, diez títulos (y 16 finales) y habiendo alcanzado el número 4 del ranking en agosto de 1976. Su mensaje tiene una pizca de exageración y una porción de realidad, aunque él fuera uno de los mejores intérpretes durante una época dorada y de cambios profundos, en la que -además de Vilas- también se destacaban Ilie Nastase, Jimmy Connors, Arthur Ashe, Manuel Orantes, Bjorn Borg y Vitas Gerulaitis, entre otros. Una época de rock & roll, de inspiración y mucha creatividad en el court.
“Era un tenis diferente. Un tenis…, se puede decir, más romántico. En la noche andábamos comiendo juntos siempre. También se descansaba y se jugaba. Era una belleza. Era un tenis más creativo, más talentoso, menos físico. Es verdad que muchas veces parecíamos los Beatles o los Rolling Stones con raqueta, pero no nos sentíamos en un pedestal. Éramos gente normal: después de un partido de Wimbledon o de Roland Garros salíamos caminando entre la gente, hacíamos bromas entre nosotros. Éramos amigos, había camaradería. A algunos les gustaba la música y el arte; a otros no, eran más fríos. Era una época bien especial. Ahora los jugadores se encierran más”, rememora Panatta, que terminó 7-2 abajo en el historial de enfrentamientos con Vilas.
Despreocupado, cuenta que no conserva ninguno de los trofeos que ganó. Aunque el fallecimiento de su padre lo reencontró con un objeto muy simbólico: la pelota con la que ganó el último punto de la final de Roma 1976 ante Vilas [por 2-6, 7-6, 6-2 y 7-6]. “La pelotita la tenía mi padre en un cajón. Yo no lo sabía. Cuando él se fue, mi hermana se puso a ordenar su casa, me llamó y me dijo: ‘Encontré guardada una pelotita con la fecha del partido de la final de Roma’. Era la del match point, marca Pirelli. Increíble. Estaba descolorida y dura como una piedra”, se emociona Adriano.
Ser campeón sobre el polvo de ladrillo del Foro Itálico era uno de los tres anhelos que tenía, además de triunfar en Roland Garros [en la final derrotó a Harold Solomon, de EE.UU., por 6-1, 6-4, 4-6 y 7-6] y la Copa Davis. “Las tres cosas, afortunadamente, las logré y me siento muy bien conmigo mismo”, relata, orgulloso, quien participó de 38 series de Copa Davis entre 1970 y 1983 (37-26 en singles, 27-10 en dobles).
En diciembre de 1976, el equipo italiano capitaneado por una figura como Nicola Pietrangeli y formado por Panatta, Corrado Barazzutti, Paolo Bertolucci y Antonio Zugarelli, conquistó la Ensaladera al vencer por 4-1 a Chile (con Jaime Fillol y Patricio Cornejo), en el estadio Nacional. En aquel momento, el movimiento político de izquierda italiano no le quería permitir a los jugadores que viajaran a Chile porque entendían que la competencia serviría de propaganda para el régimen de Pinochet. Los jugadores europeos recibieron críticas y presiones, pero finalmente viajaron porque entendían que se encontraban ante una gran chance deportiva (y así lo fue). Nada de lo que ocurrió en Santiago pasó inadvertido. Es más: Panatta, en un acto de repudio al gobierno de Pinochet, utilizó una camiseta roja en los partidos. La acción fue tan simbólica y recordada que en 2009 se presentó el documental “La maglietta rossa” (La camiseta roja) sobre aquella serie.
“Hubo mucha polémica en Italia por esa final de la Copa Davis, mucha política, años difíciles... En Italia llegaban las noticias sobre las desapariciones en Chile -asevera Panatta-. Pero nosotros solamente pensábamos en el hecho deportivo y por eso decidimos viajar. Fue un desafío difícil. El público no nos trató bien, pero teníamos un gran equipo y pudimos lograr la victoria”.
Panatta visitó la Argentina en 1975 para participar del Abierto de la República, en el Buenos Aires Lawn Tennis Club. Pero conoció a Vilas unos años antes y logró una conexión especial con el zurdo. Es más, lo “pidió” para que ayudara al equipo italiano antes de una serie de Copa Davis en 1973. “Cuando Guillermo llegó a Italia la primera vez y lo vi, hablé con la Federación Italiana de Tenis y pregunté si él podía venir como sparring a nuestra preparación para la serie contra España. Bertolucci y yo hablamos, y Guillermo, que tenía unos 20 años, vino a ayudarnos. Siempre fuimos muy amigos”, recapitula Panatta, que dos años después de aquel desafío (Italia ganó 3-2) perdió la definición en el BALTC ante Vilas por 6-1, 6-4 y 6-4.
-¿Qué recuerdos conserva de su viaje a Buenos Aires?
-La pasé muy bien. Jugué la final con Guillermo. Recuerdo que el torneo era bello, una Argentina un poco distinta a la actual, ¿no? Un público muy bueno.
-¿Qué lugar ocupa Vilas en la historia del tenis?
-Fue un grandísimo jugador, ¡grandísimo! Muy sólido, con una gran fuerza física, un bravo ragazzo (buen chico). Es verdad que no está bien de salud, ¿no? Qué tristeza. Lo siento mucho, lo siento mucho. Mi último partido en la Copa Davis fue contra él, contra Argentina en Roma [NdR: por los cuartos de final del Grupo Mundial 1983, Vilas se impuso por 6-2, 6-2 y 6-1; el equipo nacional, también con Batata Clerc, triunfó 5-0]. Guillermo era un buen amigo. Estuvo mucho tiempo ganando cosas. Creo que está triste porque para la ATP no fue nunca número 1, pero yo creo que era el mejor en su tiempo. Guillermo ameritaba ser el número 1.
-¿Cómo cuidaban la alimentación en esos tiempos?
-¡Guillermo comía como un animal! A la mañana comía bistec, huevos, frutas, de todo. Era increíble. Él decía siempre que era un animal comiendo. Pero también se entrenaba mucho, mucho, mucho... Yo no tanto como él. Pero tenía un juego muy arriesgado, ofensivo, sin márgenes de error, que me exigía estar siempre al cien por ciento en lo físico.
-¿Cómo hacían para jugar con la raqueta de madera?
-Era más difícil, era mucho más difícil porque era pequeña, dura. Ahora con las raquetas modernas se pueden hacer muchas cosas. Antes casi no se podían hacer efectos. Si ahora le ponen una raqueta de madera a un jugador actual no podría jugar.
-Borg, seis veces campeón en Roland Garros, sólo perdió dos partidos en París: en los 8vos de final de 1973 y los cuartos de final de 1976, ambas contra usted. ¿Conserva esos triunfos entre los más valiosos de su carrera?
-Sí, es posible. Borg era muy fuerte, un número 1 del mundo. Era muy serio cuando jugaba, pero un loco total afuera de la cancha. Me encontraba muy bien contra ellos, los mejores. Yo no pensaba nunca que podía perder. He perdido muchas veces, sí, pero también he ganado muchas otras. Me gustaba jugar contra Borg, Vilas y esos jugadores. No siento nostalgia por aquellos tiempos, aunque sí creo que al tenis de hoy le falta más imaginación.
-Matteo Berrettini, Jannik Sinner, Lorenzo Musetti…, el tenis italiano goza de buena salud.
-Sí, son buenos tiempos, aunque todavía deben seguir creciendo. Sinner es muy joven [20 años], pero sorprende por lo fuerte que es y por cómo construye el punto; tiene buena mente y podrá afirmarse en el top 10. Musetti es divertido de ver y Berrettini también es muy interesante.
-¿Qué le genera el español Carlos Alcaraz?
-Me gusta, claro. Es el mejor jugador emergente del momento. Es lógico que todos hablen de él después de los torneos grandes que ganó a su edad. Creo que podría ser el próximo número 1 del mundo.
-El próximo domingo comenzará Roland Garros. ¿Cree que Rafael Nadal sigue siendo el máximo favorito?
-Lamentablemente lo veo con problemas físicos. Ahora mismo lo veo un poco desgastado, pero es normal después de tanto tiempo. Pero nunca se lo puede descartar. Es una leyenda, un gran competidor. Además, es una persona respetuosa y humilde, que saluda siempre.
-Aunque en julio se cumplirá casi un año del último partido de Roger Federer, ¿él sigue siendo su gran debilidad?
-Roger, para mí, es el jugador más talentoso que conocí en todos los tiempos. Es el que juega o jugaba mejor al tenis, el que entendía todo. Djokovic es una leyenda y podrá tener muchos récords. Pero Federer es un músico del tenis. Ojalá que podamos verlo una vez más.
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