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A 20 años del título de Gastón Gaudio en Roland Garros: el increíble recorrido de la raqueta voladora
La pieza que el Gato arrojó a la tribuna al vencer a Coria en 2004 tuvo una historia novelesca: salió a la venta por 10.000 euros y llegó a Bariloche
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El 6 de junio de 2004, Claudio Crusizio, un fanático del tenis oriundo de Bariloche, era, según cree, parte del “5%” que quería que Gastón Gaudio ganara la final de Roland Garros. “El 95% estaba con Guillermo Coria”, entiende. Cuando vio por TV la resolución del partido, con el exquisito revés del Gato que pasó a la eternidad y, en forma inmediata, el lanzamiento de la raqueta hacia el cielo, se alegró y, a los pocos minutos, pensó: “¡Qué suerte tiene el que la atajó! ¿Quién habrá sido?”.
Crusizio ya tenía una raqueta de Gaudio. Una que el jugador nacido en Temperley había roto en marzo, durante su derrota en el Abierto de Miami ante el estadounidense Robby Ginepri. “Gastón estaba molesto, el umpire le cobró un warning y Gastón le dijo: ‘¿Así que un warning?’. Y rompió la raqueta y la tiró. La agarró una ballboy, la iba a tirar a la basura, pero creo que Gastón la dejó que se la quedara. Al tiempo, buceando un poco en sitios de subastas, la encontré. La chica la vendía y se la compré”, dice Crusizio ante LA NACION, desde Bariloche, donde posee un restaurante, Punto Panorámico.
Con esa experiencia, al tiempo de que Gaudio arrojara la raqueta en el court central de Roland Garros, empezó a buscarla intensa y artesanalmente para intentar saber quién tenía esa joya -una Wilson Hyper ProStaff 6.1- entre sus manos. Investigando, consultando a un periodista francés amigo suyo, lo logró. Alexandre Vivanti, un joven parisiense estudiante de medicina, aquel domingo se sentó en la butaca B12 del Box Loge, cerca de la posición del juez de línea. Utilizó unas entradas que le habían regalado a su padre y que éste no utilizó ya que no le atraían los finalistas. Alexandre la atrapó y tiempo después decidió ponerla a la venta en eBay para pagarse los estudios universitarios.
“Cuando la encontré por Internet no lo podía creer, me puse muy contento, pero tenía que tener cuidado porque podía ser una estafa. Para comprobar que fuera la raqueta verdadera yo tenía el beneficio de tener otra de Gastón de ese año, la de Miami. Entonces, sabía cuánto pesaba, qué cuerda tenía, etcétera”, rememora Crusizio, habitual espectador del ATP de Buenos Aires. Y prosigue: “Le dije al hombre que tenía la raqueta que yo tenía una similar y que la iba a pesar en una carnicería, en el correo y en un almacén, en tres lugares distintos. ‘Hacelo vos también, por favor’, le pedí. Y la diferencia fue mínima: pesaba 389 gramos, con la cuerda. Eso me confirmó que era la verdadera. Además, compare con las fotos que tenía y vi otros detalles, como que tenía la T de Toalson, que era la firma que lo patrocinaba, y la marca de la cuerda que usaba realmente, Kirschbaum”.
El hombre que tenía la raqueta de Gaudio la vendía a 10.000 euros, pero esa cifra era inalcanzable para Crusizio, le hizo una oferta al francés y la aceptó. “Me puse de acuerdo con el precio, la plata se la di a un amigo que viajaba a Francia, pero en el trayecto entre el aeropuerto y el hotel se dio cuenta de que lo habían robado. Eso no impidió la venta, porque mi amigo puso la plata de su bolsillo y me trajo la raqueta. Mi amigo no me quiso contar lo del dinero como diez años después del hecho”, relata Claudio. Desde entonces, no tuvo más contacto con Vivanti: “Nunca más supe de él. Sé que vive a diez minutos de Roland Garros y que es obstetra, así que el dinero le habrá servido para continuar con sus estudios. A Gaudio nunca le había dado el nombre de esta persona hasta hace unos días, cuando le escribí para darle sus datos. Sé que Gastón está en París, quizás puede invitarlo al torneo...”.
La raqueta de Gaudio, en detalle
En 2006, el hijo de Claudio viajó a la Ciudad de Buenos Aires con la raqueta, fue al Buenos Aires Lawn Tennis Club y se la mostró a Gaudio, que se sorprendió. Gastón, que tiene un amigo de la infancia en Bariloche, fue a la casa de Claudio en 2007, le tocó timbre y al ver que éste no se encontraba, se hizo pasar por un “hermano de Gaudio” para lograr información y saber si en ese lugar estaba el tesoro. “Cuando me enteré, me quería morir de la emoción”, cuenta Crusizio. Hasta que en agosto de 2008, Gaudio regresó a Bariloche para jugar una exhibición. “Ahí se la di para que la usara. Comimos un asado. Y me autografió el grip. Le pregunté por qué la tiró y no sabía bien, pero me dijo que fue una liberación después de tanto sufrimiento”, aporta el coleccionista.
Claudio, gran admirador del talento tenístico de Gaudio (y compresivo ante muchas de sus reacciones), profundizó su efervescencia por aquel hecho de París 2004. Durante un viaje a la capital francesa visitó el hotel California, en el 16 de la Rue de Berri, donde se alojaron Gaudio, su entrenador Franco Davin y su preparador físico Fernando Aguirre en aquellas dos semanas. “Entré, quise reservar una noche en la misma habitación en la que dormía Gastón, pero me dijeron que habían hecho una remodelación y que ya no estaba tal cual. Por lo menos me tomé un cafecito en el lobby”, sonríe, desde la Patagonia.
Tiene un video en formato VHS con la transmisión de la TV francesa de la final “en crudo, sin cortes ni publicidad, con sonido ambiente, que es una joya”. Además, compró el libro oficial que anualmente edita la Federación Francesa de Tenis con motivo del torneo. Aquel ejemplar contaba con ilustraciones del dibujante de cómics francés Jacques de Loustal. Explorador y curioso, Crusizio lo contactó y, tras conocer cómo era el proceso hasta que sus dibujos llegaban a la imprenta, le compró algunos bocetos originales del libro referidos a los tenistas argentinos. “Me mandó el original y, de yapa, su credencial de ese año, con la circulaba por el club”, añade, por teléfono, desde su rincón en Río Negro.
Veinte años después de la final del Abierto francés, Claudio atesora la raqueta con cuidado, “bajo siete llaves”. Por seguridad, no la tiene exhibida en su comercio ni en ningún otro lugar. Posee un anhelo que todavía no pudo cumplir: que la ilustre raqueta esté en el museo de Roland Garros. Más allá de algunas conversaciones que ya inició, aún no logró que la Federación Francesa le hiciera una devolución. Hasta pensó en pedirle ayuda a la Embajada Argentina en Francia. “¿Qué más quisiera que, cada vez que un argentino visite Roland Garros, vea la raqueta con la que Gaudio ganó el torneo?”.
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