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Tenis, China y abusos: ¿dónde está Peng Shuai?
“Como un huevo golpeando una piedra o una polilla contra la llama”, escribió Peng Shuai. La tenista china avisó que, aun así, “cortejando la autodestrucción, diré la verdad sobre ti”. Su verdad es abuso sexual. Y el denunciado (“la verdad sobre ti”) es Zhang Gaoli, ex vicepremier chino. Su posteo en Weibo (Twitter chino) fue eliminado en menos de media hora. Y, desde entonces, 2 de noviembre pasado, Peng, de 35 años, número uno del mundo en dobles en 2014, desapareció de la escena. La WTA, que pidió al gobierno chino una investigación “completa, justa y transparente”, afirma que varias fuentes le aseguran que Peng está “a salvo”, supuestamente en Beijing, y “no bajo ninguna amenaza física”. Pero no logra dar con ella. Reclaman los críticos históricos de China (patrocinador poderoso de la WTA). Y reclama también el tenis. Desde Martina Navratilova a Novak Djokovic. ¿Dónde está Peng Shuai?
Tenista desde los ocho años, campeona precoz y operada a los doce de una cardiopatía congénita, Peng mostró carácter en la conferencia de prensa postriunfo en Wimbledon 2013, cuando un periodista japonés le preguntó a su compañera de dobles, Hsieh Su-wei, taiwanesa, cómo recibiría el título su país. Peng interrumpió y bloqueó la pregunta diciendo que ella no podía aceptar que se describiera a Taiwan como un “país”. Con Hsieh, amiga de veinte años, con la que también ganó Roland Garros 2014, Peng rompió finalmente pero no por la siempre tensa relación China-Taiwan. El motivo, que ambas ventilaron en sus redes, fue la puja por la exclusividad del preparador físico que compartían. Lesiones y falta de patrocinadores afectaron su carrera. Sin competencia desde febrero de 2020, volvimos a saber de Peng tras su denuncia contra Zhang, 75 años, ex miembro del principal órgano de toma de decisiones en China. Peng contó que años atrás Zhang la agredió sexualmente en su casa y que luego mantuvieron “una relación extramarital intermitente”. Y que no tiene pruebas de su denuncia.
En el tenis, el vínculo intenso padre-hija recuerda desde los años ‘90 los abusos sicológicos sufridos por Jennifer Capriati y Mary Pierce, entre otras, hasta los siguientes, ya más complejos, de la croata Mirjana Lucic y la croata-australiana Jelena Dokic (en su autobiografía habla de azotes, escupidas, gritos de “puta” y pérdida de conocimiento). Padres abusivos, por exigencia desmedida o directamente maltrato, sufrieron también tenistas varones como Andre Agassi, Bernard Tomic y, como publicó LA NACION en 2020, Guillermo Pérez Roldán, entre otros.
Pero las mujeres, claro, llevan la peor parte. A la suiza Timea Bacsinszky, top ten en 2016, Igor, su padre húngaro, la metió dentro de una cancha a los tres años de edad. “Me puso en una jaula”. Timea recuerda el día que su padre renunció a su trabajo y se convirtió en entrenador a tiempo completo. “El peor momento de mi vida”. El tenis echó de su Salón de la Fama al célebre doblista Bob Hewitt, campeón de los cuatro Grand Slam en los años ‘60. Nacido en Australia, pero nacionalizado sudafricano, Hewitt, ya profesor de tenis, abusó de alumnas en los ‘80. Una tenía apenas diez años. En 2015, con 75 años de edad, fue condenado a seis años de prisión. Cumplió la mitad de la pena y quedó libre en 2020. “Solo quiero disculparme si ofendí a alguien de alguna manera”, expresó. “No me ofendiste”, le respondió una de sus víctimas, “me destruiste”.
Ayer, tras clasificarse semifinalista en el ATP Finals de Milán, Daniil Medvedev confió en que Peng Shuai “esté a salvo”. El ruso acababa de ganarle al alemán Alexander Zverev, oro olímpico en Tokio, número 3 del mundo y ahora bajo investigación de la ATP. Hace tres meses, la ex pareja del alemán, la tenista rusa Olga Sharypova amplió a la revista online Slate abusos que Zverev sigue negando. Puñetazos en la cara, golpes contra la pared y asfixia con la almohada. No hay comentarista de tenis en la TV, especialmente mujer, que pueda omitir el caso cada vez que juega Zverev. En septiembre pasado, cuando Zverev apabullaba con su gran tenis al sudafricano Lloyd Harris, Martina Navratilova confió en que las denuncias no fueran ciertas, pero aclaró que, en casos así, ella siempre tiende a creer en la mujer. “Me too”, respondió, simple, el ex tenista Jim Courier, que la acompañaba en la transmisión.
En China, el #MeToo cobró fuerza en 2018 cuando Zhou Xiaoxuan (conocida popularmente como Xianzi) acusó en las redes a Zhu Jun, popular presentador de radio y asesor político, de haberla abusado en 2014 (ella tenía 21 años). Fue un escándalo. Hace un mes, Zhu fue absuelto por “falta de pruebas” y demandó por cien mil dólares a Xianzi, que fue hostigada en las redes, empujada cuando asistió al tribunal y sufrió el cierre de sus cuentas al día siguiente del fallo. Pero Xianzi dio valor a otras mujeres. Fueron denunciados, entre otros, un activista contra la discriminación, un ambientalista, tres periodistas, un académico, dos entrenadores de bádminton y un célebre presentador de TV. En agosto pasado, la policía arrestó a Kris Wu, una megaestrella pop, cantante y actor chino-canadiense, con 52 millones de seguidores en Weibo, acusado de violaciones varias, incluyendo a menores de edad. El acusado es ahora un político de alto nivel. Y todos nos preguntamos dónde está Peng Shuai.
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