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Taco, uno de los tantos maestros anónimos
"Ajeno a toda noción del mundo del rugby, llegué a Alumni en 2004 con Stefano, mi hijo de 9 años. Pregunté en la secretaría del club adónde debía dirigirme y me dijeron: «Pregunte por Taco Botta, que será su entrenador» . Cuando lo saludé y presenté a mi hijo, pensé que al nuevo jugador le iban a medir los bíceps, le harían empujar columnas de hormigón o correr 100 metros en 10 segundos? pero no. Taco le dio un beso y le dijo: «Hola, Stefano, vamos a jugar» . Yo me quedé anonadado y comencé a disfrutar como nunca el mundo del rugby y el de Alumni. Hoy, cuando veo un tackle Puma en Nueva Zelanda o un try en Sudáfrica, sé que eso nunca hubiera sido posible sin personas como él, que entregaron su sabiduría y su cultura hacia quienes recién se inician en el rugby." Parte de este texto fue publicado el último sábado en la sección Cartas de Lectores de LA NACION. Lo firma Luis Alberto Lisanti, uno de los tantos padres que llevan a sus hijos a jugar al rugby en la Argentina. Y Taco es Marcelo Botta, quien murió hace unos días, después de afrontar con enorme entereza una cruel enfermedad (esclerosis lateral amiotrófica), la misma que sufre el ex medio-scrum de los Springboks, Joost van der Westhuizen.
Taco Botta, quien se fue de gira con sólo 55 años, llegó a Alumni desde el Colegio San José junto con sus otros tres hermanos (Mario, Héctor y Horacio) y en el centro de la cancha formó parte del club de Tortuguitas multicampeón en la génesis de la década del 90. Pero fue mucho más que un back de un equipo que logró títulos: resultó un maestro del juego del rugby. Entrenando a los más chiquitos, guiándolos como lo refleja la carta de Lisanti y acompañando todas las divisiones que fue recorriendo su hijo Matías, camada 92.
"Taco fue siempre fiel a sí mismo. Entrenando a los chicos era como en la cancha. Siempre para adelante, con esfuerzo. Así vivió hasta el final. Sin entregarse", me cuenta Eduardo Torello, capitán de aquel Alumni campeón y uno de los que estuvo firme al lado de Marcelo Botta desde que contrajo la enfermedad, hace cuatro años. A Torello lo sorprendió, como a muchos otros, la carta publicada. "Es que el señor que la escribió no era amigo de Taco ni uno de los tipos habitués del club, por lo cual tiene muchísimo más valor todo lo que dijo."
Otro rasgo que identificó a Taco Botta con su pasión por el rugby y por su club es que hasta el último momento de su vida fue a ver a Alumni. Su auto era el único autorizado para estacionarse al borde de la cancha 1. Y desde atrás de uno de los alambrados, en su silla de ruedas y ayudado por su amigos para levantar su cabeza, se quedaba viendo todo el partido.
"Taco siempre ganó el Premio al Esfuerzo en el club, que fue instaurado en los 80 cuando a la Primera la entrenaban Lucho Bavio, el Negro Gramajo, Porfi Carreras y los Camardón. Tanto que después de que dejó de jugar, el premio pasó a llamarse Taco Botta", refleja Torello.
Pasado mañana, el rugby argentino vivirá una gran fiesta con el test entre los Pumas y los All Blacks. Es el partido del año. Pero siempre es bueno recordar, como lo grafica la carta del comienzo de este texto, que detrás de cada tackle Puma hay un maestro anónimo que construyó la base de la pirámide. Un Taco Botta.
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