"El Comité Olímpico Argentino no aprueba el boicot de los Juegos Olímpicos de Moscú. De ninguna manera podemos frustrar el esfuerzo de nuestros jóvenes atletas. Los intereses políticos no pueden prevalecer sobre los deportivos. La Argentina participará en los Juegos".
El coronel Antonio Rodríguez, presidente del COA, tenía una posición muy clara respecto de lo que pensaba de la tensión internacional por la guerra fría. Y así lo expresaba el 25 de enero de 1980, algunos meses antes de la competencia. "Estas dudas ya existieron. Algo similar ocurrió en Helsinki 52, durante la Guerra de Corea, y en Múnich 72, por la Guerra de Vietnam. Y los Juegos no se detuvieron". La realidad iba a terminar pasándolo por arriba. Sus deseos y los ideales olímpicos estaban muy lejos de las decisiones del gobierno nacional.
Los deportistas argentinos continuaron su preparación normalmente. En febrero, el equipo de fútbol dirigido por Federico Sacchi se consagró campeón invicto del Preolímpico de Colombia. Arrasó a todos sus rivales. El partido más festejado fue el triunfo por 3 a 1 ante Brasil, que por esa derrota se quedó fuera de los Juegos. Osvaldo Rinaldi, volante central, hoy lo recuerda así: "Había limitaciones por el amateurismo. Entonces se convocaba a jugadores de equipos del interior que, si bien pertenecían a la AFA, no tenían relación directa. La mayoría era de Talleres. Los pocos que fuimos de Buenos Aires éramos menores de 21 años. Ya cobrábamos, pero no teníamos contrato. Fuimos cuatro los que veníamos del Mundial juvenil de Japón: Sperandío, Meza, Rossi y yo. Eran vericuetos legales que encontraban para poder armar el equipo".
Por aquellos días, el tema era de interés mundial. El filósofo francés Jacques Julliard, en los albores del boicot, se refería de alguna manera a los muchos conflictos del olimpismo: "Hoy no es el amateurismo; hoy es el dinero. No es la salud; es el doping. No es la amistad; es el patrioterismo. No es la libertad; es la cárcel. Hoy, los Juegos no constituyen ya el deporte. Es la guerra".
La exhibición del fútbol en Colombia generó un clima de ilusión grande. La Argentina era el campeón del mundo vigente en mayores y en juveniles. La AFA esperaba conquistar el único título que le faltaba por entonces, la medalla dorada olímpica, para obtener un triple reinado inédito. "[Julio] Grondona nos hablaba de eso, nos pedía que nos metiéramos en la cabeza que podíamos lograr algo muy importante. Después del torneo, en marzo empezamos a entrenarnos en Tucumán. Yo viajaba con Carlos Randazzo desde Buenos Aires los lunes y nos entrenábamos hasta el viernes, cuando volvíamos para jugar en nuestros equipos. Era una preparación seria. Teníamos un equipazo y mucha ilusión", evoca Rinaldi.
El doctor Félix Peña, subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales de la Cancillería, opinaba el 3 de abril: "La Argentina debe ir a los Juegos Olímpicos. Debemos ser coherentes con lo que fue la posición oficial del país frente a los hechos de Afganistán, que han sido públicamente cuestionados por nuestro gobierno. Pero se ha entendido que no era necesario acompañar la propuesta de Estados Unidos a cierto tipo de sanciones a Unión Soviética. Si no acompañamos otras sanciones, no hay motivo para no ir a los Juegos".
Hoy, Rinaldi todavía no sabe muy bien el motivo por el que la Argentina no fue a Moscú. "No me acuerdo de la causa exacta. Sólo sé que habíamos hecho los trámites, que nos entrenamos un mes y medio o más en Tucumán y que de repente nos avisaron que no íbamos". La selección de Venezuela ocupó el lugar de la Argentina.
En abril, el lobby para sumar naciones al boicot era cada vez más intenso. Hay quienes dicen que por eso la selección de básquetbol, que fue al Preolímpico de Puerto Rico, sabía que no iba a poder participar en Moscú. Adolfo Gurí Perazzo lo desmiente rotundamente: "Nosotros estábamos convencidos de lograrlo. ¡Era nuestro sueño llegar a ser olímpicos!". En esa disciplina, la Argentina llevaba 28 años sin participar en la cita, desde Helsinki 1952.
El equipo, bajo la conducción de Miguel Ángel Ripullone, jugó brillante el torneo. El triunfo definitorio fue sobre Cuba, en la última fecha. Sin embargo, al igual que el fútbol, el encuentro más importante fue con Brasil. Los argentinos, con figuras como Perazzo, Eduardo Cadillac, Miguel Cortijo y Carlos Raffaelli, vapulearon a la poderosa formación liderada por Oscar y Marcel. El resultado fue contundente: 118 a 98, en una época en la que no existían los triples. ¿Qué tan lejos podría haber llegado la Argentina en Moscú? Imposible decirlo, pero vale mencionar que Brasil ocupó la plaza vacante, concluyó en el quinto puesto y estuvo cerca de la pelea final por las medallas.
Una reunión fuera de agenda
El 7 de mayo de 1980 el ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz, realizó un viaje a Washington. Fue una visita sorpresiva, fuera de agenda, según informó LA NACION en esos días. El pedido fue solicitado por el gobierno estadounidense y, presumiblemente, para sostener conversaciones sobre el embargo cerealero a la Unión Soviética. Las relaciones argentinas con Estados Unidos alcanzaban también el tema Malvinas, por el cual una semana antes el comodoro Carlos Cavándoli había estado reunido en Nueva York.
Martínez de Hoz se entrevistó con Zbigniew Brzezinksi, consejero de Seguridad de la Casa Blanca, y con Lloyd Cutler, asesor directo del presidente Jimmy Carter.
Según las crónicas, Brzezinksi le indicó al ministro argentino que necesitaban que Buenos Aires acentuara las presiones económicas a la URSS. LA NACION cita a una fuente diplomática en off: "Martínez de Hoz reiteró la posición del gobierno argentino en contra del embargo. Hubo una discusión franca sobre la preocupación norteamericana por la instrumentación del embargo en la venta de granos a la Unión Soviética y las implicaciones de la invasión soviética a Afganistán".
Más tarde, Martínez de Hoz se reunió con el subsecretario de Estado, Warren Christopher, y con el subsecretario de Asuntos Internacionales del Departamento de Agricultura, Dale Hathaway. Para fines de año, se esperaba que la cosecha argentina jugara un papel decisivo en el embargo.
La Argentina planteó que se había visto obligada a diversificar sus mercados compradores a la Unión Soviética, China y las naciones árabes ante la necesidad de obtener divisas, justamente para compensar su desfavorable saldo en el intercambio comercial con Estados Unidos. Es decir, la adhesión argentina al embargo, según ese razonamiento, repercutiría inmediatamente en una merma de las importaciones de productos estadounidenses.
Al día siguiente, a primera hora de la tarde, el gobierno nacional emitió un comunicado en el que se indicaba la decisión de no concurrir a los Juegos Olímpicos. Más tarde, suavizó el mensaje, pero con el mismo efecto inmediato. Dejaba de ser una orden, para ser una sugerencia: "Se recomienda la no concurrencia a los Juegos Olímpicos". La razón invocada, por supuesto, era la invasión soviética a Afganistán.
¿A qué se debió el cambio en el comunicado? La formalidad olímpica hace especial mención a la independencia del gobierno respecto a los comités olímpicos nacionales. De esa manera, el COA faltaba a la cita pero evitaba una posible sanción del Comité Olímpico Internacional.
Inmediatamente los despachos desde Washington informaban de "profunda satisfacción y complacencia del gobierno de Carter por la decisión argentina". Las agencias internacionales dieron cuenta de que la determinación había sido tomada apenas unas horas después de la visita de Martínez de Hoz a Washington.
El coronel Rodríguez, que se encontraba en una reunión de la Organización Deportiva Panamericana en Guatemala, acató la orden. Intentó equilibrar sus declaraciones para no sonar contradictorio con sus mensajes iniciales, pero probablemente no lo logró. "Los intereses nacionales deben prevalecer sobre los deportivos", dijo de manera inapelable.
Técnicamente, el gobierno no le impidió al COA participar. Se lo aconsejó. Pero estaba todo dicho. Además, si el gobierno no iba a prestar apoyo económico del Estado para Moscú 80, aunque el COA hubiera querido no hacer lugar a la "sugerencia", no tenía manera de afrontar los costos de la participación.
El nadador Alejandro Lecot, que estaba clasificado para las pruebas de 400 y 1500 metros libre, aún lo lamenta: "Me acuerdo de la tarde en que me enteré. Estaba en casa y mi viejo, Alberto, me dijo que Argentina había decidido no ir a los Juegos. No puedo decir las cosas que pensé, las que quería hacer en ese momento de angustia. Mi viejo me abrazó, me contuvo. Yo tenía 19 años".
A diferencia de Rinaldi, él sí se acuerda de las razones: "Teníamos que alinearnos con Estados Unidos por las presiones económicas. Se hablaba de embargar a la Unión Soviética, pero a los dos meses ya estábamos vendiéndole cereales de nuevo. Fue una decisión política por la bajada de línea y nada más. Otros países que se suponía estaban alineados, como Brasil y España, terminaron compitiendo. En agosto, a modo de compensación, Estados Unidos organizó un torneo internacional y nos invitaron a todos durante una semana a Hawái. No sé quién pagó todo eso".
Por unos meses se limitó la venta de cereales a la URSS, pero eso no se debió al pedido estadounidense, sino a que la cosecha argentina se había visto afectada por inundaciones. Para el segundo semestre de 1980, la exportación de granos siguió normalmente. Estados Unidos había jugado un rol importante en los créditos que el Fondo Monetario Internacional había otorgado a la Argentina entre 1975 y 1977. El país no podía permitirse cerrar el comercio exterior con los soviéticos. Y el apoyo al boicot fue una moneda de cambio frente a la demanda.
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