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Sueños y secretos de los hombres que trajeron los Juegos a la ciudad
Desde ese piso 41, Buenos Aires es otra cosa, una colosal mole de cemento que muere en el río y un Aeroparque sobre el que flotan aviones que parecen de juguete. Desde ese piso 41 en el corazón de Palermo Chico, la vida es un inmenso e impactante silencio. Y desde ese piso 41, también, Gerardo Werthein tiene la posibilidad de ver todo, literalmente todo lo que sucede en la ciudad. El jefe del olimpismo argentino puede, por ejemplo, terminar de desayunar, girar la silla hacia el ventanal que mira al suroeste y confirmar si en el Parque Olímpico de Villa Soldati se está trabajando bien: "Si quiero, con unos largavistas veo todo. Si me dicen que están todos trabajando en las obras y solo son seis, desde acá lo veo".
Werthein da a entender que puede sonar a broma, pero que en realidad no lo es tanto. "Soy tremendamente exigente", dice. Una cualidad seguramente necesaria para llegar a esa meta que se planteó hace ya ocho años: una Buenos Aires olímpica, que es lo que sucederá esta semana.
Que la Avenida 9 de julio sea escenario este sábado de la inauguración de los Juegos Olímpicos de la juventud puede sonar para muchos a hecho menor, enfocados en el dato innegable de que esa misma avenida será una tortura para los automovilistas a partir de hoy y por unos cuantos días en un país pendiente de la cotización del dólar. Y es cierto: los Juegos juveniles no le cambiarán la vida a esos adultos atormentados por la crisis, pero marcarán un antes y un después para miles de adolescentes de entre 15 y 18 años. Muchos de ellos, argentinos. Hay que ver las instalaciones del Parque Olímpico de Villa Soldati para entender que, si se sueña con ser deportista de éxito, tener eso en casa es incluso más que soñar despierto.
"Sí, este viernes el tránsito va a estar complicado", admite Rodríguez Larreta durante un diálogo con LA NACION. Es jueves por la tarde, y el jefe de gobierno trasladó su oficina a las mesas de un bar en Palermo. Alguien le plantea a Franco Moccia, ministro de Desarrollo Urbano y Transporte, la necesidad de un semáforo en una esquina cercana, pero el ambiente es calmo, nadie se inquieta demasiado por la presencia de tanto político en las mesas de al lado.
"El personaje más astuto de la política argentina", dijo recientemente Carlos Pagni de Rodríguez Larreta, y algo de eso se intuye cuando se le pregunta por los Juegos: "La villa olímpica está tan, pero tan lista, que los departamentos tienen hasta las camas hechas. El otro día, el del paro general, los obreros durmieron ahí para no perder un día de trabajo".
Son esos mismos obreros a los que Werthein puede seguir desde el piso 41 con largavistas o desde el aire a bordo de un helicóptero. "Puedo ver todo lo que se está haciendo", insiste en su charla con LA NACION el empresario, que habrá ganado en 2013 la sede de unos Juegos juveniles, pero que siempre quiso mucho más, porque apunta a algo bastante más grande para dentro de unos años.
Por eso es que la legión de altos dirigentes que desembarcará desde esta semana en la ciudad -sede de una especie de G20 del deporte mundial- se encontrará con un volumen de Juegos muy superior a los de Singapur 2010 y Nanjing 2014: Werthein quiere que Buenos Aires marque un antes y un después en la percepción que los poderosos del COI tienen del país. Extremadamente crítico de la organización de Río 2016, el presidente del COA busca marcar contrastes, aunque en unos cuantos aspectos no sea posible comparar unos Juegos "de los grandes" con unos juveniles. Lo sabe Rodríguez Larreta, que insiste en que los Juegos de la juventud son "un 60 por ciento del movimiento que generan los Juegos grandes", pero que esto no será el caso en cuanto a repercusión mediática mundial. "No, no, en eso no hay comparación posible, claro".
El príncipe Alberto de Mónaco, el emir de Qatar, el príncipe Federico de Dinamarca y un largo etcétera de familias reales desembarcarán en estos días en Buenos Aires junto a algunos presidentes de la región, grandes ex deportistas y Thomas Bach, el presidente del COI del que Werthein es aliado íntimo y que ayer visitó ayer Tierra del Fuego. Hoy recorrerá las instalaciones de los Juegos con una conversación de estas horas dándole vueltas en la cabeza: la posibilidad de que el centro de esquí de Cerro Castor sea en 2024 sede de los "Juegos del fin del mundo", de unos Juegos de invierno de la juventud que requieren mucho menos logística e inversión que los porteños.
Con todas las satisfacciones que la Argentina le dio a Bach -aquí se consagró campeón mundial de esgrima y presidente del COI-, no extrañaría que el alemán le dé un impulso a esa idea: días atrás el gobierno italiano terminó de martillar los clavos en el ataúd de la candidatura invernal para 2026. Si no quiere que el olimpismo sea cada vez más asiático (y chino), Bach debe maniobrar el buque olímpico en otra dirección. Lo hizo ya con Senegal como sede de los Juegos juveniles de 2022, ni hablar de París 2024 y Los Angeles 2028. Pero la desafección olímpica crece, y para el alemán, que estará casi tres semanas en la Argentina, Buenos Aires es un gran tubo de ensayo: quiere ver qué funciona aquí y trasladar lo mejor de la experiencia juvenil a los Juegos mayores. Nota al pie: los Juegos con los que Bach sueña son los de Corea del Sur/Corea del Norte 2032. En ese caso sí se zambulliría feliz en el poder asiático, puerta de entrada a un Nobel de la Paz para el ex esgrimista.
Algo que el COI observará con gran atención es el desarrollo de la ceremonia inaugural del sábado. Se repartieron ya más de 650.000 pulseras entre jóvenes y adultos que pretenden asistir a unos Juegos que se desarrollarán con un concepto Disney: una vez adentro de los Parques el acceso a todas las atracciones será libre. Es la primera vez que unos Juegos se inauguran en la calle y sin la limitante de entradas carísimas. "No hay precedentes de algo así -destaca Rodríguez Larreta-, la gente en la 9 de julio va a ser muchísima y el acto se desarrollará mirando al sur, porque el corazón de los Juegos está en el sur. El espectáculo no estará fijo, la avenida se moverá con él".
¿Cómo saldrá esa inauguración? Nervios para Werthein, que de imaginarla en el Campo de polo de Palermo pasó a algo mucho ambicioso, y trabajo para Rodríguez Larreta. "Le estoy dedicando cada vez más tiempo a los Juegos, aunque no creo que pueda estar todos los días en un evento". ¿Y cuál no se quiere perder? "El bádminton, porque lo jugué de chiquito y nunca más. Y el BMX".
Mientras Diego Santilli, su número dos, se entusiasma con "el mejor jardín de infantes de la ciudad", una novedad a pasos de la villa olímpica y el "shock de infraestructura" que toda la movida olímpica representa, alguien en la mesa recuerda una anécdota: el supermercado Jumbo que se instaló en 1982 en el sur de la ciudad, entre Villa Lugano, Villa Soldati y Villa Riachuelo, no llegó allí de casualidad, aunque sí bastante antes de tiempo: "Al inversor le dijeron que Buenos Aires se iba a postular para sede olímpica y que ahí serían los Juegos".
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