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¿Sigue Marcelo Gallardo? En River nadie cree que no sea parte del problema, pero todos coinciden en que debe ser la cabeza de la solución para 2023
Hay dudas sobre la continuidad del DT: jugadores, cuerpo técnico y dirigentes coinciden en que hay herramientas y materia prima para crecer y evolucionar
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Barajar y dar de nuevo. Esa es la frase que hoy retumba en los pasillos del Monumental. Mientras el oscuro 2022 empieza a decir adiós repleto de desilusiones, River necesita recomponerse. Poner los pies sobre la tierra y volver a empezar. De cero. Sin esquirlas. La renovación futbolística debe ser profunda para no repetir los constantes errores de esta temporada vacía de títulos y con escasos momentos de fútbol. Ahora le quedarán seis partidos en la Liga Profesional para sellar su boleto a la Copa Libertadores 2023 a través de la tabla anual, en un objetivo crucial desde lo deportivo y lo económico. Pero, a corto plazo, los ojos se centrarán en el capitán del barco desde 2014: en un ciclo glorioso, Marcelo Gallardo tuvo su peor año como DT millonario y su futuro hoy es una incógnita.
La ecuación es fácil: River necesita que Gallardo tome su decisión lo antes posible para aclarar el panorama. Una vez que a fines de octubre finalice el calendario, en Núñez esperan una respuesta del entrenador para comenzar a construir el futuro. Según pudo saber LA NACION, la propuesta de la dirigencia ya está sobre la mesa y sigue vigente: contrato por tres años hasta la finalización del mandato del presidente Jorge Brito. Pero el Muñeco aún no tiene una postura tomada y se vendrán tiempos de análisis y balances, mientras buscará ya mismo una reacción inmediata de un equipo que el domingo ante Argentinos Juniors se jugará una ficha muy importante ante un competidor directo por el ingreso a la Libertadores.
Sus distintos momentos durante el partido con Patronato fueron una pintura de su situación actual: cambiante, indescifrable y hasta mareado, confundido. En el primer tiempo se lo vio a gusto con los primeros momentos del equipo, pero luego visiblemente molesto por los desajustes defensivos y pocas respuestas a sus indicaciones. Luego, en la segunda mitad con el inmediato gol de rival que se puso 2-1, estuvo callado, quieto, sin dar indicaciones. Y recién reaccionó tras el empate de Juanfer Quintero. Los penales le terminaron siendo esquivos a River y el deseo de la Copa Argentina se esfumó de forma impensada en La Rioja.
“Nosotros hemos tenido un año difícil, raro, pero hay que ponerle el pecho. La desilusión que tenemos nosotros es la que también tiene la gente, de no haber podido concretar ninguno de los objetivos que tuvimos. Ahora tenemos que estar tranquilos y serenos para reflexionar y ver cómo seguimos. Siempre nos caracterizamos por ser un equipo autocrítico, de exigencias que nos ponemos nosotros para encarar el año y no se pudieron cumplir. No pudimos construir un equipo que diera garantías”, explicó Gallardo en TyC Sports tras la eliminación.
Dentro del mundo River, en un año inusual por el Mundial de Qatar en el que ni siquiera hubo pretemporada en invierno, todas las partes coinciden en la necesidad de un descanso general. Hacer autocrítica. Asumir responsabilidades. Tomar aire. Recuperar energías. Y volver a empezar. El desgaste es lógico y los déficits quedan aún más expuestos cuando el ciclo ha sido muy exitoso, sin baches tan pronunciados como el actual. Pero, pese al mal momento, no ven un equipo abatido o rendido desde lo emocional. Jugadores, cuerpo técnico y dirigentes coinciden en que hay herramientas y materia prima para crecer y evolucionar. Y se abrazan a la búsqueda constante de recuperar ese fuego sagrado que este año pareció apagarse en los momentos más cruciales.
Porque aunque los números fríos marcan un aceptable 61% de puntos logrados (ganó 26, empató 10 y perdió 12), falló cuando no debía: perdió los dos superclásicos con Boca, fue eliminado por Tigre en cuartos de final de la Copa de la Liga, cayó con Vélez en octavos de final de la Copa Libertadores, está a nueve puntos de Atlético Tucumán en la Liga con 18 por jugarse y tropezó con Patronato en cuartos de Copa Argentina.
Aunque la desazón invade al plantel y al cuerpo técnico, Gallardo hoy tampoco se permite desviar el foco porque la exigencia se sostiene: le quedan seis partidos para clasificarse a la Copa Libertadores. El entrenador no mira más allá. No puede. Su manual de trabajo no se lo permite. Pero sí se detiene a desmenuzar profundamente lo sucedido junto a sus colaboradores más cercanos. Hacerse preguntas para no repetir errores. Por eso, después de la reciente caída del sábado con Talleres, hubo una larga sobremesa con Matías Biscay y Hernán Buján hasta entrada la madrugada para conversar, debatir y profundizar sobre el enrarecido presente.
¿Cuál es el equipo titular de River? ¿Quiénes son hoy sus jugadores más regulares? ¿Qué esquema utiliza? ¿Qué plan de juego quiere desarrollar? Preguntas que hoy no tienen respuestas concretas y que exponen el presente. Gallardo ha rotado mucho y no consolidó nunca un sistema de juego: empezó 4-1-4-1, alternó con el 4-2-3-1 y el 4-4-2, volvió al 4-3-3 y al 4-3-1-2, apostó por el 3-4-1-2 en la Bombonera y ahora regresó al 4-1-3-2.
Sumado a eso, no supo encastrar los once nuevos apellidos dentro de un equipo sólido y seguro, perdió esa mentalidad competitiva y ni siquiera sostuvo la intensidad física que siempre lo caracterizó. A su vez, los jugadores no sostuvieron su nivel con constancia, muchos no pudieron dar la talla en instancias claves y el plantel padeció siempre lesiones y convocatorias. Un combo letal.
El domingo llegará el turno de visitar La Paternal desde las 20.30 en una noche con una carga emocional muy pesada. Pero la mirada de River ya va mucho más allá. Y el futuro lo quiere empezar a construir a través del aprendizaje de los golpes del presente. Con Gallardo. Porque en Núñez nadie cree que no sea parte del problema, pero todos coinciden en que debe ser la cabeza de la solución.
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