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Se retiraba esa noche, tuvo una premonición pero no la oyó: la trágica pelea de boxeo que lo cambió todo
Becky Zerlentes buscaba recuperar su corona ante Heather Schmitz; pero el 2 de abril de 2005, por los Guantes de Oro de Colorado, encontró la muerte en el tercer round
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Un instante alcanza para que una jugada del destino pueda cambiar el rumbo de la historia o la vida de alguien. La de Becky Zerlentes, una boxeadora de 34 años y campeona de la liga femenina de boxeo de Estados Unidos, ya estaba escrita. Ella misma presagió el final de su carrera, pero no pudo hacer nada contra su mala fortuna: murió de un golpe de knockout el mismo día que tenía pensado retirarse del ring y dedicarse a su vida como profesora de geografía en una universidad del estado de Colorado.
Era abril de 2005 y la USA Boxing había anunciado con bombos y platillos la pelea entre Becky Zerlentes y Heather Schmitz para los aficionados de los ‘Guantes de Oro’, en el National Western Complex de Denver, en un evento que iba a ser televisado.
Zerlentes nacida en Fort Collins, en ese mismo estado, se convirtió en la primera mujer en morir a causa de las lesiones sufridas en un combate de boxeo sancionado en ese país, como consecuencia de los golpes recibidos de su rival.
Pocos días antes de la pelea por el Campeonato Femenino Senior de Boxeo del Estado de Colorado, Becky había hablado con su entrenadora Jeane DePriest y el director de la sección de los Golden Gloves, Jesse Mora, sobre su inminente retiro. Lo había decidido junto a su pareja y por recomendación médica.
Aquella decisión no solo había salido de un mal presagio, sino de una sugerencia médica por su estado físico: ya no estaba en edad para combatir de manera profesional. Fue por eso que decidió que la pelea del sábado 2 de abril de aquel año fuese su último combate. Estaba decidida. Finalmente, pensó, colgaría los guantes para siempre y se dedicaría a la docencia, otro de sus grandes pasiones que hacía en paralelo a los deportes. Pero la premonición que había tenido sobre el cuadrilátero era más escalofriante de lo que creyó: aquel día iba ser verdaderamente su última vez en el ring y el final de su vida.
Hacía pocos años había conseguido la maestría y doctorado en Geografía de la Universidad de Illinois, en Urbana-Champaign. Casada con el doctor en economía Stephan Weiler, un profesor de la Universidad Estatal de Colorado, desde hacía un tiempo enseñaba Geografía, Matemáticas y también Economía en el campus del condado de Larimer, de Front Range Community College, un instituto comunitario de la ciudad de Westminster, que sentía como su casa y que tras su muerte creó una ONG en su nombre para un fondo de becas.
El 2002, tres años antes de su muerte, todo había sido felicidad para la boxeadora. Ese año ganó el premio regional del Golden Gloves, donde sumó su sexta victoria en la liga femenina de ese país. Tras alzarse el premio decidió hacer un break del boxeo para dedicarse de lleno a los otros deportes que practicaba por hobby y también enseñaba en centros particulares. Deseosa por sumar un último título a su trayectoria, en 2005 aceptó volver a la liga amateur de la USA Boxing, donde la esperaba Heather Schmitz para disputar el campeonato y llevarse a casa el reconocimiento que tanto quería para el final de su carrera.
La pelea más trágica de la historia
Becky estaba decidida a recuperar el título en el match. En el primer round de dos minutos había llevado bien la pelea, combinando y mezclando puños, pero en el segundo recibió un golpe que le hizo sangrar la nariz. En ese instante, el árbitro la mandó al rincón del cuadrilátero y minutos después reanudó la pelea tras confirmar que estaba en buenas condiciones de seguir. En los primeros dos rounds, las pugilistas que llevaban un casco protector en la cabeza para morigerar el impacto de los puños, repartieron golpes a mansalva. La pelea estaba pareja y el encuentro parecía desarrollarse dentro de los parámetros normales y sin grandes sobresaltos para ninguna de las dos.
No obstante, cuando el reloj marcó las 23.30, justo en el tercer asalto, la mujer recibió un derechazo en la cabeza, a la altura de la sien, que la hizo desplomarse instantáneamente.
Los minutos siguientes a su caída fueron sinónimo de tensión y angustia para los presentes. Tras varios intentos por parte de su entrenadora y el equipo para reanimarla, se acercaron a toda velocidad los médicos que estaban en el evento a practicarle maniobras de primeros auxilios. La boxeadora seguía inconsciente y enseguida fue trasladada de urgencias a un hospital de Denver.
El golpe propinado por Heather fue suficiente para mandar a su rival directo a urgencias esa misma noche. Su muerte se confirmó en la madrugada del domingo. De esta manera, Becky se convirtió en la primera mujer boxeadora en Estados Unidos en morir en el ring.
Weiler, el esposo de Becky, contó a WNYC que los médicos le habían informado que la causa probablemente pudo haber sido “el síndrome del segundo impacto”, que es cuando la persona recibe un golpe en la cabeza mientras se recupera de una lesión cerebral inicial.
Una investigación policial y de la USA Boxing
Howard Daniel, un agente de policía de Denver, fue quien dio la mala noticia al mundo del boxeo. En el informe de siete páginas se subraya que el deceso fue causado por un “traumatismo por el uso de la fuerza contundente” y se dictaminó que fue un accidente. “No quería lastimarla. Me siento muy mal y solo espero que se encuentre bien”, dijo Heather a la cadena CBS tras cancelarse la pelea y antes enterarse de que su contrincante finalmente no saldría con vida del hospital.
Luego de su fallecimiento, la policía local decidió iniciar una investigación de rutina sobre el caso rotulado como Becky Zerlentes vs. Heather Schmitz, para determinar cualquier hecho anormal que permitiera saber si hubo alguna violación a las reglas del USA Boxing o si solo se trató de un accidente deportivo. “Por ahora no se encontró nada inusual”, afirmaron en su momento los investigadores encargados de llevar el caso. Lo cierto es que Becky permaneció inconsciente durante varias largas horas hasta que finalmente se constató su muerte. La única duda que seguían teniendo los detectives era si su fallecimiento tenía algún punto poco claro en la historia. “Uno no sube al ring pensando a lastimar a la otra persona”, se defendió su victimaria, aterrorizada por lo sucedido.
DePriest, quien fuera por entonces su entrenadora y jefe de los delegados de la sección Colorado de esa competencia, se mostró consternada por la muerte. “Nadie pensó que fuera un golpe tan duro. Esto es demasiado difícil para nosotros. Era una mujer positiva a la que todo el mundo adoraba. En el boxeo es uno contra uno, pero en realidad somos todas un mismo equipo”, dijo en una nota con el medio local Rocky Mountain News.
La premonición
Hacía pocos días Becky le había confesado a su equipo que su intención era recuperar su título y retirarse porque ya no tenía las mismas condiciones físicas debido a su edad. Esa pelea estaba pensada para ser la última de su carrera boxística. De hecho, había regresado al pugilismo amateur solo para llevarse a casa los Guantes de Oro y hacer su retiro con la cabeza en alto.
Aparte del boxeo, había practicado otros deportes como el triatlón, nado sincronizado, artes marciales como el Kodokan Goshin Jutsu, disciplina en la que consiguió un cinturón negro en 1996. Entre 1998 y 1999 obtuvo un cinturón negro en Danzan Ryu Jujitsu y se certificó en masaje restaurativo Okazaki. Su mensaje hacia sus alumnas era que debían aprender defensa personal, ya que creía que era fundamental para las mujeres. En su carrera como boxeadora amateur obtuvo un récord de 6 victorias y 4 derrotas y se consagró con unos Guantes de Oro regionales en 2002.
Después de una investigación policial, finalmente, Becky fue enterrada el 17 de abril. En lugar de flores, los familiares pidieron que se hicieron contribuciones a su organización benéfica favorita o al Fondo de Becas Becky Zerlentes en Front Range Community College, el instituto donde trabajaba.
A partir de su muerte, la USA Boxing llevó adelante una serie de investigaciones sobre las reglas del boxeo masculino y femenino desde 1993 hasta esa fecha. Sucede que con el correr de los años comenzaron a registrarse más muertes de boxeadores y luchadores tras recibir un nocaut y algunas veces esto pasaba desapercibido. Hay ocasiones en que los deportistas pueden sufrir un desmayo o pueden entrar, con el transcurrir de las horas, en un estado de coma que acaba en la muerte. En la mayoría de los casos esto se debe a una inflamación cerebral que se produce en el KO. El cerebro se inflama y empieza a presionar contra el cráneo lo que causa el fallecimiento tiempo después, y por eso no se registran como “muertes dentro del cuadrilátero”.
Si bien hubo casos que derivaron en una larga investigación policial donde había acreditación del dolo, como adulteración de guantes con la intención de perjudicar al rival, el caso de Becky parece lejano a esta posibilidad. Su victimaria Heather Schmitz pudo continuar con su carrera deportiva sobre el ring y con los años siguió practicando las artes marciales mixtas.
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