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Salió con Brigitte Bardot, se mató en un Fórmula 1 y envía mensajes desde el más allá
Cuarenta y cinco años atrás, el 6 de octubre de 1973, el francés Francois Cevert se bajó la visera del casco multicolor que lo identificaba y aceleró rumbo a la pista en Watkins Glen (estado de Nueva York), en búsqueda de la pole-position para el venidero Gran Premio de los Estados Unidos de Fórmula 1. Nunca regresó a los boxes. Le habían pronosticado que no llegaría a vivir 30 años. Tenía 29 años, 7 meses y 11 días.
Desde aquella trágica desaparición a bordo de un Tyrrell-Cosworth -uno de los mejores automóviles de carrera del momento- sus amigos y gente que lo admiró aseguran que Cevert envía mensajes desde el más allá. Una sobrenatural historia de vértigo.
1959. Cita con la vidente I
La joven parisina Anne "Nanou" Van Melderen acompañó a su madre a consultar a una vidente: "Ella vivía en una casa burguesa y nada en la decoración traicionaba la relación privilegiada que ella parecía tener con el ‘más allá’", contó más tarde Anne. Al final de la consulta, la especialista le pasó su visión:
- -Tu matrimonio no durará –le anuncia- Encontrarás otro joven, que signará tu vida. Será tu gran amor. Veo sus ojos, veo el mar… lo encontrarás a la orilla del mar.
Nacer en 1944 en la París ocupada por los nazis, apellidándose Goldenberg, no era nada saludable. Por esa razón, Charles Goldenberg, miembro de la Resistencia Francesa y joyero de oficio, inscribió a todos sus hijos con el apellido de la madre de los cuatro chicos, Huguette Cevert.
Albert Francois Cevert Goldenberg era, en 1959, un adolescente que celaba a su única hermana mujer, Jacqueline, dejaba atrás diez años de estudios formales de piano y se apasionaba con la velocidad. Durante su servicio militar, en Ravensburg (Alemania), aprendió a conducir tanques de guerra y al poco tiempo ¡organizaba carreras de tanques! En la idílica Saint Tropez, a orillas del mar, se enamoró por primera vez. Era el verano de 1964 y la muchacha era Anne "Nanou".
1966. Citas con la vidente II
"Nanou" recuerda la fecha exacta por lo conmovida que quedó con la revelación. Fue el 29 de junio. Cevert había comenzado un curso de conducción de automóviles de carrera, que la joven ayudaba a pagar con su trabajo como diseñadora de vestuario en la industria cinematográfica. Ella quería saber qué tan lejos podría llegar él, y volvió a consultar a la adivina. Esta vez, ella no abrió la boca, solo le mostró una fotografía del aspirante a campeón.
- -Vos ya viniste a verme… ¡Lo encontraste! -reaccionó la vidente.
- -Sí. ¿Y qué más?
- -Veo una máquina extraña, con las ruedas pero sin carrocería.
- -Sí, es un auto de carreras. El quiere ser piloto.
- -Pasará un examen, veo un gran porvenir pero… el trabajo los separará.
Enterado, Cevert decidió ir a ver a la bruja por su cuenta sin decir quién era. La clarividente le expuso la misma visión, pero agregó un detalle escalofriante.
- -No puedo ver tu 30º cumpleaños -repuso
- -No importa -replicó el piloto, reacio- Seré campeón mundial antes que eso.
"Morirse en plena gloria –le reconoció más tarde a su amada- ¿qué muerte más bella que esa?".
Cuatro años más tarde, en 1970, Cevert llegaba finalmente a la Fórmula 1, reemplazando a su compatriota Johnny Servoz-Gavin, un desprejuiciado de flequillo para el que se había vuelto insoportable correr los riesgos del automovilismo.
Servoz-Gavin y Cevert volverían a cruzarse para la foto en ocasión de la apertura de un salón del automóvil deportivo, en París, en febrero de 1971: entre ambos posó la atractiva Brigitte Bardot.
Alto, buen mozo ("los ojos más lindos de la Fórmula 1" según la periodista especializada Laura Cerezo), Cevert era la última conquista de la actriz. Fue una relación efímera pero el efecto publicitario que eso le proporcionó al piloto fue incalculable; ella, en cambio, no le dedicó ni una sola línea en su biografía.
(Según Juan Manuel Fangio, en ocasión del GP de Mónaco de 1957, la Bardot -entonces una estrellita en ascenso- se le acercó buscando promocionarse, una oferta que el balcarceño declinó; la leyenda refiere que quien la aprovechó fue Carlos Menditeguy, el polideportista de los años ’50, fallecido en 1973, el mismo año que Cevert; una hija de Menditeguy, Isabel, fue esposa del presidente Mauricio Macri).
Solo que, con tanta promoción, el breve romance quebró el vínculo entre Cevert y "Nanou". Tal como lo había predicho la quiromántica. Cevert se relacionó luego con la princesa Cristina de Caraman-Chimay. Su hermana Jacqueline se había casado con otro piloto, Jean Pierre Beltoise.
El francés coronó su primera temporada completa en la Fórmula 1, la de 1971, con un triunfo en la carrera más rica del momento, el GP de los Estados Unidos. Una acertada decisión de último momento sobre la puesta a punto de las suspensiones le valió lo que, al cabo, sería su única victoria en la máxima categoría.
1973. El acierto de la vidente
El año arrancó para Cevert con un viaje a la Argentina, una velada en el Luna Park para ver a Nicolino Locche ganarle por puntos a Pedro Adigue y, al día siguiente, un segundo lugar en el Gran Premio de Fórmula 1, en el autódromo, detrás del campeón mundial Emerson Fittipaldi.
Aquel fue el primero de seis segundos puestos en el torneo. Cevert adoraba al escocés Jackie Stewart, el líder de la escuadra Tyrrell, de quien había aprendido casi todo lo que sabía de Fórmula 1. Stewart había decidido en secreto retirarse del automovilismo al cabo de la temporada; según los planes del equipo, Cevert sería el piloto número 1 en la siguiente temporada.
El mexicano Joaquín "Jo" Ramírez, que luego se volvería uno de los mejores amigos de Ayrton Senna en la Fórmula 1, era por entonces el mecánico encargado del Tyrrell del francés. Francois era un hombre del que era difícil no sentirse cerca. Estaba lleno de vida, amado por las mujeres. parecía más una estrella de cine o un rico playboy que un piloto, pero era realmente un piloto muy bueno. Un hombre de muchos talentos".
Según Ramírez, "Francois adoraba a Jackie y era feliz siendo segundo, aprendiendo de su maestro y esperando su turno", escribió en su libro de memorias. "En Holanda, Jackie erró un cambio a la salida de la curva Tarzan y Francois tuvo que frenar fuerte para no llevarlo por delante. Fue 1-2"
- -Estúpido, ¿por qué no me pasaste? Cometí un error, la carrera era tuya- lo increpó Stewart.
- -No es la manera en la que yo quiero ganar- fue la respuesta de Francois Cevert
El escocés ganó su tercer título mundial en Italia, antes de la excursión de fin de campeonato, por Canadá y los Estados Unidos. Entre ambas carreras, todo el equipo disfrutó de unos días de relax en las Bermudas. Desde allí, Cevert le habría mandado a la princesa de Caraman-Chimay una carta proponiéndole casamiento. Stewart escribió lo siguiente en su autobiografía, "Ganar no es suficiente": "Esos días permanecen vívidos en mi memoria como uno de los raros momentos en mi vida en los que podía apagar los motores y simplemente relajarme. Había un restaurante muy fino en el hotel, y cada noche para cenar nos poníamos saco y corbata. La atmósfera era magnífica, la comida excelente y cuando servían el café, Francois iba caminando hasta el piano, se sentaba y tocaba la Sonata nº 8 en C Menor para piano, de Beethoven, comúnmente conocida como la Patética. Era su pieza favorita y, mientras sus dedos bailaban sobre el teclado, recuerdo mirar en torno y ver como todo el mundo, particularmente las mujeres, lo contemplaba completamente encantado".
El GP de los Estados Unidos iba a ser la carrera número 100 de Stewart en la Fórmula 1. Después, anunciaría su retiro y Cevert conocería, entonces, su nuevo rol en la escuadra. Pero ese momento nunca llegó. A las 11 del 6 de octubre, al llegar a la zona de las Eses, el Tyrrell salió disparado hacia la derecha, rebotó en el guardarrail y voló por el aire, hasta caer sobre la barrera del otro lado de la pista. Los detalles de lo que se encontraron quienes llegaron pronto son horrorosos. Ramírez acepta en su libro que, cuando revisaron los restos del auto "había pedacitos de Francois en todos lados".
La profecía se había cumplido.
¿Que causó el accidente? Nunca estuvo claro. Pero aquel Tyrrell era un auto corto entre ejes, muy nervioso, una característica agravada por la decisión de Cevert -según explicó Stewart- de doblar las Eses en cuarta marcha, en lugar de utilizar la quinta, con lo que el auto perdía en velocidad pero ganaba en adherencia.
Stewart renunció a correr: su récord quedó en 99. En cambio, Beltoise, el cuñado de Cevert, compitió y llegó noveno. Fue él quien llevó de regreso a Francia las pertenencias del infortunado piloto, incluido su portafolios, que tendría un curioso destino.
"El accidente ocurrió el sábado 6, el número del auto era el 6, el chasis era el 006 y el motor era el 066", sigue Ramírez en sus memorias."No soy supersticioso. Sin embargo cuando volvimos a Inglaterra y se mandó el motor a Cosworth para revisarlo.Los mecánicos lo desarmaron y pusieron el block sobre un banco de trabajo. Sorpresivamente, ellos vieron esta enorme y pesada masa de aluminio moverse del banco y golpear contra el piso (...) Por las caras de los dos mecánicos, había que creer que algo había pasado, casi como si Francois estuviera tratando de decir algo".
Nuevos mensajes no tardaron en llegar, como contó también Stewart en su libro:
"Pasamos la Navidad de 1973 en familia en nuestra casa de Suiza, y [su mujer] Helen y yo nos sentimos conmovidos cuando [el hijo de ambos] Mark preguntó si podía tener algún dinero porque quería comprarnos un regalo de Navidad. Tenía solo cinco años, así que Helen lo llevó a Nyon, dónde decidió que quería ir a una disquería.
"Con Helen esperando afuera, nuestro hijo eventualmente eligió un álbum al azar solo porque le gustó la tapa brillante. Lo pagó con el dinero que le habíamos dado y salió apretando el paquete de manera que su madre no pudiera ver cuál era el presente.
"Cevert había sido extremadamente cercano a Helen y le había contado que, si alguna vez algo llegaba a pasarle a él, donde sea que estuviera, se las arreglaría para de alguna manera enviarnos un mensaje o alguna clase de signo para hacernos saber que estaba bien. Imagínense entonces cómo me sentí cuando en la mañana de Navidad, solo once semanas después de su accidente, Helen y yo abrimos el regalo de Mark, algo elegido completamente al azar por un chico de cinco años, y descubrimos que era un disco de la Sonata nº 8 en C Menor, de Beethoven, comúnmente conocida como la Patética". ¡La misma que Cevert tocaba en sus días de ocio en Bermudas!
Al año siguiente, en 1974, el sudafricano Jody Scheckter, que reemplazaba a Stewart en Tyrrell, llegó a la última carrera peleando el título mundial. Ironía del destino: Cevert pudo haber sido el primer campeón mundial francés de Fórmula 1, antes que Alain Prost. Nunca llegó a disfrutar de esa posibilidad.
1975. Cita con la vidente III
Un año después de la muerte de Cevert, "Nanou" contó su historia en un libro, "Un contrato con la muerte". Huguette Cevert supo entonces de la clarividente y decidió ir a verla. Llevó una foto de su hijo cuando tenía 12 años. "Hábleme de él…" pidió. La mujer puso una mano sobre la foto, cerró los ojos… "Veo mucho éxito, muchas cosas, será fantástico, lo conocerá todo el país…" y de pronto enmudeció. Abrió los ojos, miró a Huguette y concluyo:
- -Y está muerto.
La experta en literatura Connie Ann Kirk publicó el año pasado una reseña de trágicas historias de la velocidad, incluyendo la de Cevert. En 2013 protagonizó un singular episodio, que detalla en su obra: "Cuando fui a poner flores en la pista de Watkins Glen en el 40° aniversario de la muerte de Cevert se estaba disputando una carrera amateur. En el momento en que yo estaba investigando en qué lugar se había despistado, una rueda se salió de un auto y fue a pegar contra la malla de protección exactamente en ese lugar. Jackie Stewart ha dicho que, para aquellos que creen, el espíritu de Cevert estaba rondando y haciéndose notar".
También en 2013, Jacqueline Cevert aceptó la propuesta del periodista francés Johnny Rives, que desde las páginas de L’Equipe siguió durante décadas la Fórmula 1, para escribir la biografía definitiva de su hermano.
Para ese propósito, finalmente, se decidió a abrir el portafolios de su hermano que durante 40 años había permanecido intacto abierto en el desván de su casa. Allí estaban el pasaje de regreso a París (vía Toronto y Gatwick, de la compañía British Caledonian), su agenda, sus anteojos oscuros, su pasaporte ("profesión: piloto de carreras") y la llave del cuarto n° 7 del Glen Motor Inn, dónde había pasado su última noche, después de haber tocado un rato el piano....
El libro se presentó en el GP de Mónaco de 2013. El piloto francés Jean Eric Vergne utilizó en esa carrera un casco idéntico al de Cevert, para homenajearlo. Con su Toro Rosso-Ferrari partió desde la décima posición y terminó octavo. Nunca en ese año había logrado mejores resultados...
¿Otro mensaje desde el más allá?
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