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Villa La Angostura, testigo de una nueva Misión
Una carrera completamente diferente. Así es La Misión, con 160 kilómetros non-stop en el sur de la Argentina, con un límite de 76 horas para completar el recorrido.
Una prueba que tiene más de trekking y senderismo que la posibilidad de correr cuenta con más de ocho mil metros de desnivel, lo que lleva a la mayor parte de los corredores a ir hasta el límite de su entrega.
En la edición 2016 tuvo un agregado. El desnivel llegó a los 9500 metros, con una exigencia mayor a la demás. Esto no fue un escollo para Gustavo Reyes, que con casi 27 horas pudo completar el recorrido, ganando por primera vez la competencia.
Lo cierto es que es una carrera extrema, que exige de más, en parte por la distancia, y también por el peso de equipamiento obligatorio que se debe llevar. Es que es una carrera de autosuficiencia, con sólo dos campamentos para poder comprar provisiones para continuar.
Con una gran división entre los corredores de elite y el resto, también hay una marcada diferencia entre los que pueden entrenar en lugares con desnivel y los porteños.
Además, si bien el clima permitió afrontar la carrera sin sufrir de golpes de calor como años anteriores, también sucedió que el comienzo tuvo tanto desnivel y fue tan duro que terminó por dejar afuera a varios competidores. De hecho, de los 220 competidores, uno de cada cuatro no logró llegar.
Lorena Torres se destacó entre las mujeres, terminando entre las primeras argentinas en completar el recorrido. "Las ampollas fueron muy profundas, sangraron por varios días, pero es una carrera que la volvería a hacer todas las veces que se haga. Me gustó todo, es de esas carreras que te emocionan en el alma", subrayó.
El cerro Colorado, el Newbery (dos veces), Melmot, los filos del Boul y del O´Connor, el Piedritas y el Bayo, además de los valles de Voruco, el Ujenco, el col de las Tres Nacientes, La Estacada…Traful, Corral Redondo y varios lugares más que encuadran un paisaje maravilloso y único.
"La fuerza no proviene de la capacidad física, sino de la voluntad indomable", adelanta Paula Haimovich, quien agregó: "Por momentos, de PC a PC –puestos de control- se hacen largos los tramos, pero entre charlas, ping pong de preguntas y respuestas, anécdotas, cánticos de mi famoso repertorio musical mezcla de retro e infantil, y esas extraordinarias descripciones de orientación geográfica los kilómetros seguían pasando y así llegamos a la meta".
Polainas, vaselina, cambio de medias, parches en las ampollas, geles o gomitas, nueces y el beber agua de cada arroyo son postales que unen a todos los corredores, que en su gran mayoría tardaron entre 48 y 72 horas.
En su segundo intento, Pablo Peirano no logró completar el trayecto, pero si punto de vista no dejó de ser positivo: "La carrera la tomo como un desafío personal, una conexión conmigo mismo, en un ámbito completamente diferente. Mi primera experiencia fue maravillosa, por eso repetí este año. Me llevo la solidaridad de los corredores, hacerte amigos temporales en caminatas o descansos…sin dudas quiero volver".
"Pensé que podría completar la distancia más larga, pero con el pasar de los kilómetros me di cuenta que no estaba tan entrenado como debía y mucho dolor en las rodillas me sacaron de la carrera. Lo que hice (60 kilómetros) lo disfruté muchísimo. Evalué seguir desde Traful, pero luego desistí", sostuvo.
Cruzar algunos arroyos, mojarse los pies, subir montañas hasta casi treparlas…disfrutar de noches con innumerables estrellas, dormir en "cualquier lado" (literal) es parte de la carrera.
La sensación de encarar este desafío es única. Y lo que se vive en la carrera es único. Cada uno con su ritmo, cada uno con sus sensaciones a cuestas y con una familia detrás que te espera, ya sea en la meta o en tu casa para compartir lo vivido. En cada carrera se te pasa por la cabeza dejar todo, no volver más…y a los dos días te fijas la fecha del próximo reto. Es un desafío físico, pero por sobre todo mental, casi una peregrinación, una cuestión de fe. El corazón es lo que te permite seguir adelante, por más que las ampollas te reduzcan la marcha.
La marcha por el centro de La Angostura, la música de llegada, los abrazos y las lágrimas son parte de un juego único e irrepetible. Y que una vez por año siento la necesidad de jugar. Todos tenemos un niño adentro que nos pide a gritos emprender una aventura, y esta es la mía.
Por Federico Sánchez Parodi
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