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Ultra Fiord 2016: entre lo que debió ser y lo que realmente fue
Jose Ignacio Bellorini corrió los 70k de la prueba en la que falleció el mexicano Arturo Martinez; una mirada, un pedido para evitar lo evitable
Acallada la bravura que nace de la impotencia; entre fastidio y la incapacidad por la desidia de otros, nace de uno la idea de aportar humildemente y sin dobleces un mirada crítica y objetiva de lo sucedido días pasados en Puerto Natales al pie de Torres del Piane. Hare el mejor intento de contar mi experiencia -que por las razones que siguen en lo personal fue maravillosa- y la de la competencia en general. Y lo hago desde el llano. No soy elite, sino un obrero del trail con varios kilómetros en las piernas, que entrena todos los días tratando de superarme y escuchando a quienes realmente saben. Se trata de vivir mejor, como bien lo demuestra Santiago García. Lo hago todos los días a bajas temperaturas porque vivo en la Patagonia y la montaña por suerte es mi segundo hogar. Conozco la montaña como el mar, y su belleza es directamente proporcional al respeto. La subestimación cuesta caro. Hasta la vida misma.
He corrido aquí como en exterior, y ahora mi próximo desafío es disfrutar la UTMB #OCC 2016.
Escuchando -y abusando- de la confianza de la excelente gente que tiene nuestra disciplina es que desde el año pasado fijé en agenda los 70k de Ultra Fiord 2016 como mi desafío más austral. Y para ello tuve la suerte de hablar profundamente de esta competencia con una atleta que admiro pero mucho más como persona por su integridad. Sofi Cantilo fue muy prolija y precisamente quirúrgica en la descripción de la competencia y recorrido, pero fue terminante respecto la autosuficiencia de comida y medidas de seguridad y supervivencia. Fue clara: más ropa de lo previsto, vivisac y botiquín. Anoté nuestra charla en una servilleta.
Como ya he dicho en otra publicación, sucedió lo que no debió suceder en montaña: se quebró la confianza entre quienes corremos y aquellos a quienes se la depositamos para la asistencia propia de todo Ultra. Se rompió el contrato de control y cuidado entre la organización y el corredor. Se incumplió. Lisa y llanamente, se incumplió. A diferencia de un 21k urbano, donde quizás en el kilómetro 10, la organización altere su programa y en vez de brindar bebida isotónica y fruta, de agua, el peor resultado puede ser un abandono o a lo sumo un enojo camino a casa. En la montaña, la comida en los campamentos y las medidas de seguridad cuesta la vida misma. La confianza -traducida en cuidado y control- resulta la relación bidereccional más profunda y noble entre el corredor y la organización.
En efecto, la mejor forma de desgranar esta experiencia es uniendo puntos comunes a nuestra amada disciplina del trail, para luego sí abordar asuntos que transitan entre lo secundario y continente y el núcleo duro y contenido de toda competencia y, por ende, excluyente: la obligación de control y la de cuidado. En buen romance, digamos. Obligación de hacer y dar soporte técnico (expertos socorristas de montaña, profesionales de la medicina, conocedores in situ de la zona transitada) y material logístico (alimentos, evacuación, primeros auxilios, hidratación, mudas de ropa seca y térmica, entre los más sobresalientes). Se esperaba entonces que se cumpliera ni más ni menos de lo informado. Que se cumpliera el pacto de confianza de control y cuidado. Quien sube a la montaña confía en que la organización le asegurará estos soportes, ya que el corredor seguramente así planificó su carrera en tiempos de hidratación y comidas.
En Ultra Fiord 2016 se incumplieron alevosamente estas obligaciones irrenunciables. La de control y, por ende, la de cuidado. Se quebró la confianza del corredor depositada en ellos. O sea el respeto, la fidelidad, la comunicación y el consejo. Es decir, la confianza.
Seguramente -y como ha sucedido en la ciudad de Buenos Aires con el certificado médico obligatorio- habrá en lo sucesivo alguna legislación particular -más allá la responsabilidad civil clásica en eventos deportivos- que prevean en lo específico este tipo de obligaciones y consecuencias. Es parte del andamiaje sobre el que debe apoyarse este fenómeno explosivo de runners en la montaña. Con mayor o menor experiencia. Con mayor o con mejor kilometraje sobre sus espaldas. Pero insisto. La montaña no es la calle. Una distancia ultra ni hablar.
Necesitaba ubicar en mis pensamientos ciertas coordenadas que me permitiesen separar lo importante de lo excluyente. Vamos por lo primero. Siendo la segunda edición de la carrera hubiese sido importante un mejor cuidado en el armado del kit y el soporte global de la carrera. Pero quizás no es un punto excluyente justamente porque "el producto" (sponsors, posicionamiento en el calendario) se irá acomodando con el tiempo y el peso de la historia. Tiempo al tiempo.
Pero sí resultaba excluyente una correcta y profunda charla técnica de la carrera brindada por su director técnico y un jefe de médicos y socorristas. Más aún luego de los cambios de rutas debido al factor climático. La charla técnica importa, justamente, por el profundo análisis de la superficie y el terreno, los controles médicos y vías de escape o evacuación, puestos de control y abastecimientos de líquidos y comidas. Nada de esto sucedió. ¡Nada! En el denominado Espacio Ñandú se encontraban unas predispuestas jóvenes que entregaban los kits de carrera pero en modo alguno pudieron -por más que quisieran- dar soporte técnico. No resultan idóneas según sus propias expresiones, lo cual a poco de profundizar en estos asuntos excluyentes quedaba revelada su insuficiencia técnica. Está claro que esta obligación no resultaba cumplida por un mapa "subido" a las redes sociales, ni menos por ciertos parámetros generalistas ubicados en el reglamento y en la descripción de la carrera. Y en la supuesta charla técnica tampoco se abordaron estos contenidos.
Mi carrera. La información de Sofi Cantilo y una mesa compartida con un matrimonio de corredores de elite chilenos noches antes hicieron que mi plan fuera uno solo. No debía depender de la organización en el reabastecimiento de comida y extremar las medidas de seguridad y primeros auxilios.
Previo a la carrera -justo es decirlo- había en el aire un ambiente denso. Sólo bastaba con ir al centro de operaciones de la organización –Espacio Ñandú- para advertir la crónica de este fatal desenlace anunciado. En informes no había información. Y la espera de información se transformó en una sala de espera sin esperanza, en la provincia de Última Esperanza. Algo pasaba. Todos los sabíamos. O, al menos, lo sentíamos.
Se cambió el recorrido y no hubo información alguna. Apenas, el nuevo mapa "subido" a las redes. Ahora comienzan a salir a la luz informes previos de Carabineros que recomendaban la contingencia ahora sabida por todos.
Esa tarde me convencí que debía armar la mochila a tope, más ropa técnica, vivisac incluido y mucha comida (gomitas, turrones, pan de membrillo, geles, frutas secas y hasta sándwiches). La mochila estaba extremadamente pesada, pero la autosuficiencia garantizada. Así las cosas y en mi caso la competencia fue una gran experiencia. Hice el recorrido sin problema alguno, sin lesión y con alto disfrute.
Pero la negligencia hizo mella fatal. Largamos del Mirador Grey y nunca -a ver si soy claro, nunca- se hizo control de equipos. Ni en salida, ni durante toda la carrera. En efecto, he visto con mis propios ojos corredores salir a la montaña con los cómodos chalecos sin camel back en la espalda y tan sólo los cargadores frontales. ¿Es culpa del corredor o de la organización? El poder de control y exclusión, o sea el poder de policía y de decisión, lo tiene la organización. Igualmente la omisión de soporte médico y cuadros de rescate. No habría -según me indicó un alemán que preparaba café instantáneo en el último puesto antes de Estancia Perales- un campamento base que interrelacione la salida y llegada corredores. De allí mi gran preocupación por el tránsito nocturno.
Luego de 13.30 horas de carrera, a las 23.30 horas llegué a la meta. Estancia Perales. El barco nos vino a buscar las 4 del día después. Sí, así como se lee. Casi 5 horas después nos vino a buscar el transporte para regresarnos a Puerto Natales. Otro destrato hacia el corredor.
Finalmente no quiero -ni moralmente puedo porque sería cobarde- soslayar lo sucedido con nuestro compañero corredor mexicano Arturo H. Martinez R. Confieso en estas líneas que compartí un tramo con él. Algo que, por cierto, me mortifica aún más. Fueron unos kilómetros previos a Campamento Alto. Durante este recorrido de cuesta, Arturo junto a un corredor uruguayo y otro de Chile lo acompañamos. Por el horario de carrera y teniendo en cuenta sus 100 millas posiblemente estuviera retrasado. A decir verdad, se lo veía lento. Recuerdo perfectamente sus zapatillas. No tenía polainas. Una mochila muy linda con un leoncito colgado, y un sistema de reposición de sales muy práctico. Tenía la cara pintada de negro (imagino por el reflejo nocturno), y un bastón que en dos oportunidades nos pidió regular su altura, con un anillo de plástico a rosca. Yo no pude, pero el corredor chileno en un arroyo se lo arregló. Un termo con un preparado blanco. Recuerdo su voz. Un tipo fabulosamente agradable que nos motivó y se motivó asimismo. Pero se lo veía lento en paso. Justo es decir que llegué primero al puesto de control y junto a dos corredores expresamente pedimos que no lo dejen seguir porque no lo veíamos bien. No estaba con nosotros ya en ese momento porque quedó retrasado, pero expresamente dijimos el número de corredor y su nacionalidad. La carrera siguió para mí y el domingo me enteré de lo que pasó. Evidentemente no hubo control alguno y dejaron que pase a su destino final. Mejor dicho a su destino fatal. Otra negligencia. He leído en redes sociales sobre si tenía pantalón corto o bien la cabeza descubierta. No creo que merezcan mayor análisis esos planteos pueriles. Quienes hemos transitado distancias ultra y de montaña la respetamos y mucho. No culpen ni subestimen a la víctima, háganse cargo. Un corredor necesita siempre de otro corredor pero sobre todo del puesto médico de control que le diga que no puede seguir cuando manifiesta síntomas de cansancio o en este caso de hipotermia. No culpen ni subestimen a la víctima. De nuevo, háganse cargo. A poco que se avanza en un cuadro de hipotermia bien sabido es que la sangre ocupa y se ocupa de partes del cuerpo vitales. El calor y la afectación del sistema nervioso central -cabeza por ejemplo- reflejan el cuadro de forma manifiesta. Entonces: estaba desabrigado porque era un principiante -¡cuando claramente no lo era!- o bien tenía un proceso de hipotermia avanzado de varias horas y ni la organización ni sus alarmas de control temprana lo advirtieron -ya que pasó así por varios puestos- siendo el paso al Chacabuco la estocada final de su destino. Así puesta las cosas resultaba imposible su supervivencia. Otra respuesta infantil de la organización que corren por los medios chilenos es la afirmación que por el corredor Chacabuco, donde se produjo el accidente, transitaron más de 400 corredores. Inaceptable. Muchos recitales con bengalas antes de Cromañon. Muchas fiestas electrónicas antes de Time Warp. No culpen ni subestimen a la víctima. De nuevo, háganse cargo. Esto va en tu memoria querido compañero. Háganse cargo. Asuman su responsabilidad. Todo corredor es responsable. Pero la organización es la que determina, avala o calla. Háganse cargo.
José Bellorini corrió Ultra Fiord en la distancia de 70 km con el dorsal 7302.
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