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La experiencia de una corredorea amateur en el Pace Camp de Chile
La marplatense Lucía Bagaloni junto con otros 19 corredores argentinos estuvo en Chile participando de un campamento de entrenamiento; vivencias de una atleta amateur
A mitad del mes de octubre estaba recorriendo la semana más dura de mi preparación hacia el maratón de New York. Ese domingo tenía un fondo de 30k y completaría 140km semanales por primera vez. El miércoles de esa semana nos visitó, en Mar del Plata, Santiago Chao (uno de los entrenadores del Nike Run Club (NRC). Viajó desde Buenos Aires para reunirse conmigo y mi hermano Lucas para contarnos acerca de una experiencia para corredores que haría Nike. Para nuestra sorpresa éramos dos de los 20 participantes argentinos elegidos. El mensaje llegó con un obsequio extra: las Pegasus 33, un reloj Garmin 235 y una remera con la leyenda Runner en el pecho.
El día 17 de octubre empezó la experiencia, teníamos que cumplir 4 desafíos, uno por semana, que nos habilitaría a estar presentes en NRC Pace Camp. Esto implicaba cuatro días en Santiago de Chile para participar junto con 20 corredores de Argentina y 10 de Chile de esta experiencia.
Durante 4 semanas, todos los lunes recibimos un correo con el desafío que debíamos cumplir. Teníamos 7 días para hacerlo. Todos estuvieron a mi alcance y no tuve dificultad para hacerlos… el único problema es que estaba terminando mi preparación para mi primer maratón y debía preguntarle a Leo [Malgor], mi entrenador, en qué momento o día podía realizarlos. No tuve ningún problema y pude coordinar las dos cosas. El plus que tuvieron estos desafíos fue compartirlos con Lucas. Para ser sincera, muy pocas veces podemos hacer entrenamientos juntos ya que nuestros niveles de entrenamiento son muy diferentes.
Sin embargo pudimos compartir los distintos desafíos y apuntalarnos. Entrené mucho durante todo el año para un gran objetivo, debutar en New York.
Considero que NRC Pace Camp fue un premio a todo el esfuerzo que hice en el año. Esta experiencia tenía otro desafío en lo personal: soy mamá de la pequeña Joann. Ella tiene 1 año y 7 meses y el viaje implicaba un cambio en nuestra rutina diaria ya que iba a ser la primera vez que nos separábamos tantos días. Por suerte, como suele sucederme, en mi familia todos sabían que esta propuesta era una oportunidad única y tuve el apoyo de todos. El mensaje de todos fue único: "Tenés que ir Lucía. Es una inmejorable posibilidad de crecer".
El miércoles 16 de noviembre salimos para Buenos Aires con Lucas. Dormimos esa noche ahí, nos encontramos con Belén Casetta que también viajaba a Chile con el grupo. La expectativa crecía, era todo sorpresa, no conocíamos a nadie y tampoco sabíamos con qué no íbamos a encontrar.
El jueves 6.30, el fanático de mi hermano puso el despertador y no me quedó otra que salir a correr 10km desde Recoleta hasta Palermo. A las 10.30 ya estábamos en Aeroparque. Comenzaban a llegar todos los integrantes del Pace Camp, podía reconocer a muchos por haberlos comenzado a seguir en las cuentas de Instagram. En el avión ya comenzamos a charlar y a conocernos más. Algunos corrían mucho, otros poco, otros recién comenzaban a correr, otros hacía mucho que se entrenaban, algunos acabamos de correr un maratón y otros recién habían alcanzado la distancia de 10km. Algunos eran fanáticos del running como yo y otros no sabían ni quién era Leo Malgor.
Llegamos a Santiago de Chile, un micro grande negro nos esperaba. Nos llevó a nuestro primer destino: el hotel Sheraton de Providencia. Ahí almorzamos. A las 19 nos esperaba un Home Run (un trote por las cercanías) por el centro de Santiago. Ahí llegó la primer sorpresa, entramos a la habitación que compartí con Lucas y cada uno arriba de su cama teníamos una muda de running para salir a correr ese día. Hicimos 8km con distintas paradas terminando con una subida en el cerro San Cristobal donde nos esperaba la cena en un lugar con vista a Santiago.
El viernes arrancamos muy temprano rumbo a las Termas de Jahuel a 100km de Santiago, llegamos al mediodía. En este lugar increíble tuvimos un rato libre y aprovechamos para almorzar. Luego nos asignaron las habitaciones. Nuevamente mi compañero era Lucas, entramos y teníamos una muda de ropa Sportwear para asistir a una charla con Adolfo Almarza, un atleta que perdió sus piernas en un accidente y actualmente es el mejor del mundo en la práctica de ciclismo downhill. A las 18 de ese día teníamos programado un Long Run (un fondo largo) por Jahuel. Volvimos a las habitaciones a cambiarnos y nuevamente teníamos una muda de running para asistir al entrenamiento. Cada acción, cada situación nos sorprendía y mucho.
Nos dividieron en tres grupos. Me tocó en el más rápido liderado por el coach chileno Víctor Aravena y los de mayor nivel. Mi cuerpo estaba cansado, todavía estaba recuperándome del maratón, pero quería estar ahí. Fueron 15 duros kilómetros con muchas subidas y bajadas a casi 1130 metros sobre el nivel del mar. A la vuelta, nos esperaba un masajista, un baño de hidromasaje y una pileta con aguas termales.
Sábado a la mañana. En mi habitación el despertador sonó 6.15. Lucas se levantó y se fue trotar, esta vez no lo acompañé. Debíamos estar 7.30 para el desayuno antes de arrancar una clase de NTC. Cuando salí de la habitación, otra sorpresa más. Una caja con ropa especifica de training para asistir a la clase. No tardé ni un minuto en cambiarme la ropa y ponerme lo nuevo. La clase duró una hora aproximadamente. Elongamos, estiramos y nos relajamos un rato. Al media mañana asistimos a una entrevista con los atletas olímpicos Belén Casetta y Victor Aravena.
Partimos para Viña del Mar, llegamos al hotel y teníamos un rato libre para descansar antes del entrenamiento de la tarde. Conecté mi celular a Wifi y comencé a recibir fotos de mi bebe. Ahí empezó un nuevo viaje. Indudablemente quería tenerla conmigo ahí. Por suerte tenía a mi hermano para contenerme. Lucas supo cómo contenerme y qué decirme. Sé que no soy la única madre que viaja. Tengo la suerte de ver a diario a Marita Peralta, olímpica argentina que tiene dos hijas adolescentes. Extrañaba. Es cierto pero, a la vez, quería estar ahí aprovechando esa oportunidad. Creo que la vida es una caja sorpresas que hay que aprender a disfrutar y esta era una que me había tocado a mí. Sentía que me merecía estar ahí. Sentía que podía estar pero admito que no fue fácil.
La hora del entrenamiento se acercaba, así que nos pusimos ropa nueva, zapatillas nuevas y fuimos a otro Home Run de 8km por la costa de Viña del Mar. Fue increíble, corrimos con música, nos hidratamos y hasta paramos a bailar con un grupo de murga. Terminamos muy tarde, volvimos al cuarto a la medianoche y teníamos otra muda de ropa para running arriba de nuestras camas para asistir a la última sesión de entrenamiento al día siguiente.
El domingo muy temprano dejamos el hotel y partimos a Valparaíso. La sesión del día era Speed Run (entrenamiento de velocidad). Fuimos a una pista de atletismo perteneciente a la Escuela Naval. Un lugar increíble, una pista de ensueño, pegada a la costa con vista al mar. Hicimos una entrada en calor. Belén y Víctor estuvieron a cargo de técnica de carrera. Nos dividieron en dos grupos y realizamos pasadas de 400, de 200 y de 100 metros. Nunca había hecho pasadas tan cortas. Fue divertido y diferente ya que yo no hago ese tipo de entrenamiento.
Ese domingo paseamos por Valparaíso y almorzamos ahí. Subimos al micro negro nuevamente y nos fuimos para el Aeropuerto de Santiago. El Pace Camp había llegado a su fin. Sin dudas, se trató de una experiencia increíble que cualquier corredor podría soñar porque los sueños están para cumplirse. Y esta vez me tocó sentirme una atleta. Creo que el running sirve para esto. Para despertar sentimientos íntimos, casi desconocidos y, que muchas veces, pueden resultar hasta inverosímiles. Como este Pace Camp que se transformó en una hermosa y única realidad.
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