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Maratón, la madre de todas las carreras
Al pasar debajo del arco que marca los 21 kilómetros, justo la media maratón, antes de girar hacia el sur por Postdamerstrasse, los pensamientos se disparan en dos direcciones.
Por un lado, a lo estrictamente personal, para comprobar que ese parcial de 2h05m25s está bastante bien para el plan de carrera en la primera maratón de mi vida, aunque a ritmo un poquito ansioso pensando en lo que todavía falta.
Y por el otro, en la mente aparece algo más global y maravilloso: ¿dónde estarían, a esa altura de la carrera, los grandes candidatos a quedarse ya no sólo con el triunfo sino con el récord del mundo?
Dos horas y un cuarto después, tendría la respuesta, anotada a mano en un rudimentario cartel, en la calle misma de salida de los corredores, unos cuántos metros más allá de la llegada: "Mens Results. Kipsang, Wilson. 2:03:23 (WR)", decía (hoy el récord le pertenece a Dennis Kimettocon 2h02m57s). Y debajo, seguía la lista de otros cuatro monstruos, hasta el quinto puesto...
Es decir: a la altura de mi media maratón, ya hacía 2 minutos y 2 segundos que el keniata Wilson Kipsang había completado los 42,195 kilómetros y con su fabulosa marca había logrado romper otra vez los relojes, corriendo a un ritmo de 2'55" por km y 20,52 km por hora.
Lejos, muy lejos quedaron los tiempos del reinado del australiano Derek Clayton, el primero en romper la barrera que parecía imposible, la de las 2h10m. Fue en 1967, en Fukuoka, Japón, y sería él mismo quién llevaría la marca, dos años después, en Amberes, a las 2h08m33s. Muchos analizaron, en aquel momento, sobre todo al ver el estado final del australiano, que terminó vomitando sangre, que se estaba llegando al límite de la capacidad humana en esta competencia.
Desde que comenzó el siglo XXI (entre 2002 y 2013) el récord mundial se ha batido seis veces, cuando por ejemplo tuvieron que pasar diez años, entre 1988 (Belayneh Dinsamo, de Etiopía, 2h06m50s) y 1998 (Ronaldo da Costa, de Brasil, 2h06m05s), para mejorarlo. Hasta dónde se llegará, ahora, es imposible afirmarlo, pero nadie se anima a poner los límites.
Berlín, con su circuito amigable y sus premios cada vez más suculentos, se ha convertido en el escenario repetido de los logros. Los últimos cinco se han registrado en la capital alemana: en 2003, Paul Tergat (Kenya), 2h04:55; en 2007, Haile Gebrselassie (Etiopía), 2h04:26; en 2008, el mismo Haile, 2h03:59; en 2011, Patrick Makau (Kenya), 2h03:38. Y este año Kipsang, de 31 años, se llevó un premio de 40.000 euros por el triunfo; un bonus de 30.000 euros por haber corrido debajo de las 2h04m30s, y otro más de 50.000 euros por haber batido el récord, además de todos los contratos que un logro así significan.
Al enorme Haile Gebrselassie se le atribuye el punto de partida del reverdecer de la vieja prueba, que en su momento tuvo los hitos de Emil Zatopek y Abebe Bikila. Lo cierto es que a las marcas y a los millones se les va sumando, cada año, otro número para sostener semejante fenómeno: el de los miles y miles que se animan a correr los antes inabordables 42,195 kilómetros, y lo hacen (lo hacemos) detrás de la huella que, sólo un par de horas antes han dejado esos monstruos.
Es, tal vez, la clave mágica e incomparable de la maratón. Los 100 metros llanos tienen la propiedad de medir, cada temporada, la capacidad de evolución humana en resultados deportivos. Pero a nadie se le ocurriría, ni podría, por más entusiasmo y recursos que tenga, largar de algún andarivel cercano al de Usain Bolt. Sin embargo, en la maratón, se puede correr por las mismas calles, el mismo día y (casi) a la misma hora en el que Wilson Kipsang bate el récord del mundo. ¿Cómo no va a ser popular esta carrera? ¿Cómo no van a ser cada vez más los que pretendan correrla? Desde los incomparables Majors (por supuesto Berlín, Nueva York, Boston, Chicago, Londres, y ahora Tokio) hasta la millonaria y atractiva Dubai, pasando, cómo no, por nuestra querida y cercana Buenos Aires, que cada día quiere ser más runner. Al fin y al cabo, sólo se trata de correr.
Editorial del 1° número de LNCorre.
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