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Los Juegos de Río 2016 tendrán la primera selección de refugiados bajo bandera olímpica
El viernes 5 de agosto, cinco corredores de Sudán del Sur y un maratonista de Etiopía junto con dos nadadores de Siria y dos judocas de la República Democrática del Congo ingresarán al estadio Maracaná con la bandera Olímpica como el primer equipo de refugiados
"Es una señal a la comunidad internacional sobre que los refugiados son nuestros prójimos y enriquecen a la sociedad. Estos atletas refugiados mostrarán al mundo que, a pesar de las tragedias inimaginables que ha tenido cada uno de ellos, pueden contribuir a la sociedad a través de su talento, habilidades y fuerza de espíritu", declaró Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional (COI). Por su parte, el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Filippo Grandi añadió que "su participación en las Olimpiadas es un tributo al valor y la perseverancia de todos los refugiados al superar la adversidad y construir un futuro mejor para ellos y sus familias".
Correr los hará libres
Paulo Amotun Lokoro sueña con ser campeón mundial en los 1500 metros. Hace apenas unos años, era un pastor que cuidaba de algunas cabezas de ganado que su familia tenía en una llanura situada en lo que ahora es Sudán del Sur. El joven de 24 años debió huir a Kenia debido a los permanentes conflictos bélicos que se generar en su país. Ahora vive en un campamento de refugiados donde se destacó en deportes en el colegio y recientemente ganó una plaza en el equipo de refugiados que se entrena cerca de Nairobi. "Antes de venir aquí, ni siquiera tenía zapatillas para entrenar. Hemos entrenado y entrenado hasta alcanzar un buen nivel. Ahora funcionamos perfectamente como atletas", confiesa feliz Paulo, que estará en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. "Sé que corro en nombre de todos los refugiados. Fui uno de los que estaban allí, en el campamento, y ahora tengo en una situación que apenas me podía imaginar. Voy a conocer a tantas personas. Mi gente me verá en televisión, en Facebook", agrega el mediofondista que aspira obtener un buen resultado que le permita ayudar a mantener a su familia.
Yiech Pur Biel, en 2005, se vio obligado a huir de los combates en Sudán del Sur y terminó en un campamento de refugiados en el norte de Kenia. Allí, comenzó a jugar al fútbol, pero se sentía frustrado al depender tanto de sus compañeros de equipo. Con el atletismo vio que podía tomar el control de su propio destino. El atleta de 21 años afirma que competir en los 800 metros en Río puede ayudarlo a convertirse en un embajador de los refugiados en todo el mundo. "Puedo demostrar a mis compañeros que hay oportunidades y esperanza en la vida. A través de la educación, pero también del atletismo, puedes cambiar el mundo", dice.
Rose Nathike Lokonyen huyó de Sudán del Sur cuando tenía apenas 10 años. A los 23, la atleta considera que el atletismo no es sólo un medio para ganar premios monetarios y patrocinios, sino que también es una forma de convertirse en fuente de inspiración para otras personas que vivencian su misma situación. "El día de la competencia seré extremadamente feliz y voy a trabajar muy duro y a probarme a mí misma. Representaré a mi pueblo en Río y quizás, si logro alcanzar mi objetivo, pueda regresar y organizar una carrera para promover la paz y unir a la gente", comenta la atleta que se prepara para su mayor reto, competir en los 800 metros, una prueba dura y cruel que no permite error alguno durante las dos vueltas alrededor del solado sintético.
"Sigo desarrollando mi potencial de manera permanente", explica Yonas Kinde. "Normalmente corro una vez al día, pero cuando escuché las noticias acerca del equipo de refugiados, comencé a entrenar en dos turnos, todos los días, teniendo los Juegos Olímpicos como objetivo. Es una gran motivación poder estar ahí con los mejores atletas de la especialidad", comenta el maratonista etíope. El fondista de 36 años vive en Luxemburgo hace cinco años. Trabaja como taxista, toma cursos de francés y el resto del tiempo se esfuerza para llegar a ser un mejor corredor. En octubre del año pasado, en Alemania, paró su crono en 2h17m, lo que le permitirá correr con los mejores atletas del mundo en el maratón olímpico que se desarrollará el próximo 21 de agosto.
Anjelina Nadai Lohalith se vio obligada a huir de su casa en Sudán del Sur cuando tenía seis años y desde ese momento no vio ni pudo hablar con sus padres. La corredora de 1500 metros tuvo la información que siguen vivos a pesar de la destrucción y la hambruna, motivo por el cual aumentó el ritmo de sus entrenamientos para lograr un buen resultado en Río para luego ser invitada a las grandes carreras internacionales, donde se pueden ganar importantes premios económicos y ayudar a su familia. "Cuando tienes dinero, es cuando tu vida puede cambiar", cuenta Anjelina.
Para evitar ser secuestrado por los rebeldes que reclutaban por la fuerza a niños soldados, James Nyang Chiengjiek huyó de su hogar en lo que en ese momento era el sur de Sudán. A los 13 años, como refugiado en Kenia, fue a un colegio en una ciudad de las tierras altas conocida por sus corredores y se unió a un grupo de chicos mayores que se entrenaban para pruebas de larga distancia. "Fue entonces cuando me di cuenta de que podría triunfar como corredor. Si Dios te ha dado un talento, debes utilizarlo", admite Chiengjiek, quien pedía prestadas las zapatillas a otros chicos para entrenar. "Todos hemos tenido muchas heridas por llevar un calzado inadecuado. Lo compartíamos todo. Si tenías dos pares de zapatillas, por ejemplo, ayudabas al que no tenía ninguna", agrega. Con su clasificación olímpica, James quiere inspirar a otros. "Si corro bien, estoy contribuyendo a ayudar a otros, especialmente a los refugiados. Puede que entre ellos haya atletas con talento que aún no hayan tenido la oportunidad de ser descubiertos. Tenemos que mirar hacia atrás y ver dónde están nuestros hermanos y hermanas. Si uno de ellos tiene talento, podemos invitarle a entrenar con nosotros y permitirle mejorar su vida", enfatiza el mediofondista de 28 años.
Natación y judo, también
La natación es la vida del sirio Rami Anis y la pileta su hogar. Cuando los bombardeos y secuestros comenzaron a ser muy frecuentes en Alepo, su familia lo trasladó a Estambul, Turquía, en avión para que pudiera vivir con su hermano mayor. Allí empleó su tiempo en perfeccionar su técnica de natación pero al no tener la nacionalidad turca, no pudo competir y decidió subirse a un bote inflable hacia la isla griega de Samos, para luego recalar en la ciudad belga de Gante, donde actualmente se entrena. "Con la energía que tengo, estoy seguro de que puedo lograr los mejores resultados. Será una sensación maravillosa poder ser parte de los Juegos Olímpicos", afirma el sirio que competirá en los 100 metros mariposa.
"El judo nunca me dio dinero, pero me dio un corazón más fuerte", recuerda Yolande Mabika que fue separada de sus padres durante los combates al este de la República Democrática del Congo durante su niñez. En 2013, cuando llegó a Río de Janeiro para competir en el Campeonato Mundial de Judo, su entrenador le confiscó el pasaporte y le limitó el acceso a la comida. "Me vi separada de mi familia y lloré muchísimo. Empecé con el judo para tener una vida mejor", confiesa la judoca de 28 años que, cansada tras años de abusos, huyó del hotel y vagó por las calles en busca de ayuda.
Ahora, como refugiada en Brasil, ganó una plaza en el equipo Olímpico de Atletas Refugiados y se alista en la escuela de judo fundada por el medallista olímpico Flavio Canto. "Formaré parte de este equipo y ganaré una medalla. Soy una buena atleta y esta es una oportunidad que puede cambiarme la vida", sueña. "Espero que mi historia -continúa- sea un ejemplo para todo el mundo. Quizás mi familia me verá y podamos volver a reunirnos".
A la deriva en mar abierto frente a la costa de Turquía junto con otros veinte pasajeros, Yusra Mardini no perdió la calma y supo qué hacer. La nadadora siria que estuvo presente en el Campeonato Mundial de Natación de la Federación Internacional de Natación (FINA) 2012, junto con su hermana se lanzó al agua y comenzó a nadar para remolcar la embarcación hacia Grecia. Al llegar a Alemania, en septiembre de 2015, comenzó a entrenar en un club de Berlín y ahora, con 18 años, se prepara para competir en la prueba femenina de 200 metros estilo libre en los Juegos Olímpicos. "Quiero representar a todos los refugiados y demostrar a todo el mundo que, tras el dolor y la tormenta llega la calma", afirma con convicción.
A los nueve años, Popole Misenga fue rescatado tras pasar solo ocho días en el bosque debido a los combate en Kisangani, en Congo."Un niño necesita una familia que le diga lo que debe hacer, pero yo no la tenía. El judo me ayudó a tener serenidad, disciplina y compromiso. Este deporte me lo ha dado todo", remarca el congoleño que tras convertirse en profesional pidió asilo en Brasil. "Quiero formar parte del equipo olímpico de atletas refugiados para seguir soñando, para dar esperanza a todos los refugiados y disipar su tristeza", dice el judoca de 24 años que aspira a captar la atención de su familia en Congo.
Ellos conformarán un equipo como nunca antes se vio competir en los Juegos Olímpicos. Esta iniciativa llega en el momento en que más personas que nunca -59,5 millones- se vieron obligadas a huir de sus hogares a causa de los conflictos y la persecución. Esta selección espera dejar entrever al mundo su capacidad de superación y sus talentos sin explotar.
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