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“Las mujeres corremos”: apuntes sobre género y estrategias de comunicación
La mirada de Carolina Duek, Doctora en Ciencias Sociales, magíster en Comunicación y Cultura e investigadora del Conicet, sobre los 5k de McDonald´s, la carrera exclusiva para mujeres que año a año convoca a 10.000 corredoras
“Las mujeres corremos” fue el slogan con el que McDonald’s organizó una carrera solidaria el pasado fin de semana en Buenos Aires. La apuesta en la previa fue identificar los momentos en los que las mujeres corremos el subte, a los hijos por todos lados, entre otras acciones que anteceden, tal como se planteó desde la estrategia comunicativa, la posibilidad de correr los 3 y 5 kilómetros. Las mujeres corremos todo el día, ¿cómo no habríamos de poder correr esas distancias? Una pregunta engañosa: correr 3 y 5 kilómetros no es sencillo si uno no está mínimamente entrenado, si conoce el esfuerzo que supone una distancia extensa forzando al cuerpo paso a paso, pisada a pisada con tantas mujeres en un espacio que, en algunos tramos, se volvía intransitable. Corremos el subte en tacos, en chatas, seguimos a nuestros hijos por todos lados pero, ¿eso significa que estamos acostumbradas a correr? No, correr como actividad es otra cosa. Y es tan obvio que me avergüenza un poco tener que ponerlo por escrito.
Éramos miles. Miles de mujeres que, desde las 15 del sábado, caminábamos hacia la largada. Había sol y estaba fresco: condiciones ideales para correr un sábado. Había pocas mujeres solas, la mayoría estaba de a dos, en grupos y de a muchas. Todas con remera rosa (muy linda, digamos todo) pero rosa como en los años anteriores. Una carrera de mujeres, con todos los colores que existen, siempre presenta remera rosa. ¿Por qué? ¿Es tan difícil pensar alternativas que amplíen la gama de colores? Plantearnos estas preguntas es un paso importante para desnaturalizar lo que aparece como “dado”: el rosa no es un color de mujer, los colores no tienen género y eso lo sabemos desde chiquitos.
Como en todos los eventos masivos había “animadores” que, acompañados por la música fuerte, ordenaban el clima general previo a la largada. Chistes, comentarios generales, referencias a la música y a la cantidad de mujeres que se acercaban fueron los tópicos iniciales de quienes se ocuparon de la conducción. La carrera de McDonald’s se organiza en diferentes ciudades de América Latina hace algunos años y está dirigida a mujeres. Había miles de mujeres escuchando cuando el conductor preguntó si sabíamos las vocales. Sí, eso dijo junto con otros comentarios “graciosos” que acompañaron la entrada en calor. ¿Por qué las vocales? Había una relación entre los ejercicios de la entrada en calor y las vocales pero, de todo lo que podía decirse, preguntar si las asistentes sabíamos las vocales fue por lo menos raro. En la misma línea algunos comentarios que circularon sobre “poner huevos” (a diez mil personas que no los tienen) generaron algunos silbidos en algunos sectores del corral. Las arengas condescendientes ponían en duda la capacidad de las asistentes en completar la distancia estipulada.
Me pregunto sobre la responsabilidad de comunicación de quienes ocupan lugares de privilegio, pero no encuentro el camino que justifique, en un evento masivo de cualquier tipo, la falta de cuidado y de consciencia sobre la selección de las palabras, la subestimación de quienes escuchan y la condescendencia. Una carrera de mujeres conducida por una pareja (varón/mujer) no logra minimizar errores de comunicación en un espacio brevísimo de intervención. ¿Tan difícil es evitar la pregunta sobre las vocales? ¿Es imposible reemplazar “huevos” por “ovarios”? En un momento de transformación social importante, de reivindicación de derechos, no hay espacio para errores evitables por parte de quienes ocupan lugares de poder.
¿Es tan grave? No, claro que no. No hace falta que nadie le diga a una mujer que tiene ovarios y no huevos (aunque el uso de la genitalidad como metáfora siga siendo machista). Se trata de profundizar la mirada y entender que es en la práctica cotidiana, en las palabras que elegimos, en los chistes que hacemos y en las interacciones con otros y otras en donde reproducimos el machismo y la diferencia. ¿Hay carreras sólo de varones? ¿Se le ocurriría a alguna empresa hablar de cómo los hombres corren a sus hijos o en las conexiones de subte? ¿Algún conductor osaría preguntar a diez mil varones si saben las vocales? No puedo probarlo, pero me imagino que no.
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