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José Luis Santero, un atleta sin barreras
El atleta con disminución visual que compitió en los Juegos Paralímpicos de Londres 2012 empezó a correr hace nueve años; cómo pasó de fumar dos atados de cigarrillos y pesar 101 kilos kilos a correr un maratón; "Ya no puedo entrenar sin mis guías", cuenta
"En el km 8 ajustamos un poco. Estamos bien, pero aceleramos el paso a partir del 8. ¿Te animás?". Las palabras de José Luis Santero eran muy concretas, pero caían en un saco roto. Quería ir más rápido. ¿Tan mal íbamos? ¿Qué pretendía? ¿Estaba aburrido? El ritmo, o mejor dicho mi ritmo, ya no era a velocidad crucero: 4m30s de promedio por kilómetro no estaba nada mal para hacer un trote gentil. Pero José estaba para ir más rápido. Sus fibras se lo reclamaban, casi que se lo exigían. Por más que se tratara de una carrera en la que íbamos a conversar, su mente está maquetada para correr, para correr fuerte. Tenía un problema: esta vez, su liebre para los 10k de UNICEF no estaba a su altura atlética. "¡Y eso que ayer corriste en el Cenard!", apenas atiné a espetarle balbuceando, prácticamente jadeando y con el corazón a mil revoluciones. Con algo de resignación y bronca también es verdad.
Con una sonrisa, José entendió todo y siguió la conversación: "Vos dejalo fluir que podés. Respirá hondo y avanzá. Pensá que podés. Corré tranquilo que nos estamos divirtiendo". Un consejo que sirvió. Al menos, por unos metros pero sirvió. Toda la situación se gestaba en medio de la carrera y ante la atenta mirada de Lorena Moukarzel, su incondicional esposa que aceptó que su Jo corriera con un guía al margen del protocolo habitual. Esos con los que se prepara a diario para estar una vez más en unos Juegos Paralímpicos. Esta vez en Río de Janeiro. Como hace cuatro años en Londres, pero en tierras cariocas José correrá el maratón. "Volver a unos Juegos Olímpicos es un premio, un regalo que quería darme. A mí y a mi entrenador César Roces. Es un premio para mis liebres Diego [Santoro] y Alejandro [Luchik] que me hacen el aguante en cada entrenamiento. Sobre todo para Ale que se fue pero que sigue corriendo conmigo", explica mate de por medio. Sin un mínimo síntoma de fatiga por el esfuerzo, José elonga y conversa en la carpa del grupo de entrenamiento Accyona, montada justo enfrente del escenario adonde Julián Weich arenga sin parar a los 8000 corredores. "Ya no puedo entrenar solo como antes. Sin la ayuda de las guías se me dificulta mucho porque cada vez veo menos", añade.
La realidad del atleta que representa al municipio de Lomas de Zamora y, desde 2009, a la Fadec (Federación de Atletas Ciegos y Disminuidos Visuales) cambió drásticamente en 2005. Tras una batería de estudios supo que no sólo tenía miopía y astigmatismo, algo común en mucha gente. Padecía queratocono (cornea con forma de cono, una enfermedad progresiva). "Lo más grave es la retinosis pigmentaria que descubrí a los 28 años cuando quería operarme", cuenta Santero, quien antes de convertirse en atleta paralímpico de elite fumaba hasta dos atados de cigarrillos por día. En rigor, fumaba tanto como pesaba: 101 kilos. "El cambio fue tajante. Fumé hasta 2006. Ya llevo 10 años sin tocar un cigarrillo. Lo hice casi desde los 15 años y los últimos 5 años fumaba 40 puchos por día", rememora. Y añade: "Justo al año de dejar de fumar empecé a correr. Fue en 2007 en un año muy complicado porque en febrero de ese año falleció mi vieja por el cigarrillo y en mayo ya estaba corriendo mi primera carrera en Fiestas Mayas (hoy Carrera Maya)".
–Cuando empezaste a correr veías y ahora la situación cambió...
–Es cierto. Cuando empecé a correr veía mucho más que ahora. En 2010 aproximadamente empecé a notar que estaba perdiendo la visión. En los Juegos de Londres 2012 llegaba a ver el reloj. Hacía una pasada y podía saber el tiempo por mi mismo. Pero a partir de ahí dejé de ver el reloj y este último año y medio tuve que empezar a correr siempre con guías porque se me complica muchísimo hacerlo sin ellos. Esa es la realidad degenerativa que tengo hoy.
–Más allá de correr, ¿en qué situaciones cotidianas notaste la diferencia?
–Ahora, por ejemplo, no tengo nitidez en la visión y mi campo visual está muy disminuido a unos 5 grados. Esto también se llama mirada de caño de escopeta. Prácticamente no distingo los rostros. Antes me miraba al espejo y veía un granito, mi mirada la veía en un espejo. Hoy, ya no pasa eso. Hace tres o cuatro años podía ver un partido de fútbol. Ahora ya no. Todas estas cosas hacen que me de cuenta que el crecimiento de la retinosis es progresivo. Y eso hace que me cuesta andar solo por la calle, independientemente de que use el bastón.
Humor presente
Definir a José con una sola palabra no es una tarea sencilla. Observarlo en las carreras de calle o en la pista dejan en claro quién es. Respetado y valorado como un atleta emblema, el humor es un espacio que resalta en su personalidad. Desde el primer llamado para correr en tándem, José entendió que la propuesta era riesgosa. No por él, claro. Pero sí para él y su seguridad.
"Te voy a pedir un favor. No me escribas más porque si no dependo de que Lorena me lea los mensajes. Vos mandame audios de WhatsApp y charlamos todo lo que quieras para estar finos en la carrera. ¿Si?", fue la primera indicación montada en una carcajada enorme. "Vos vas a ser mis ojos. Las lomas de burro, el puesto de hidratación, todo va a depender de vos", enseñó con paciencia. "Lo que vos quieras o tengas dudas, preguntame. Es muy bueno que los corredores comunes se involucren con nosotros, los atletas argentinos", pidió.
Si en 2012, José Luis se dio el gusto de representar a la Argentina en unos Juegos Paralímpicos, hace unos días en la Media de Baires registró 1h16m44s que le sirven como reválida para asegurarse su segunda participación en el maratón paralímpico. "Es muy bueno repetir la presencia. Unos Juegos Olímpicos, Paralímpicos para mí, te marcan como deportista", analiza. Santero en 2012 rompió una sequía de 20 años sin maratonistas argentinos en la cita máxima del deporte paralímpico. Antes de José, el último atleta argentino que compitió en los 42,195 km fue Fabián Pasiasnik en Barcelona 1992. "Necesitamos más atletas, en todas las disciplinas y niveles. Es una necesidad para el deporte argentino", lanza Santero, antes de subirse al escenario montado a un costado de avenida Figueroa Alcorta para recibir el premio al mejor atleta no vidente de la carrera. "Esta copa es tuya. Quiero que las tengas vos. Gracias por correr conmigo. Ojalá lo repitamos", dice y se despide con un fuerte abrazo. Ese es José Luis Santero. O Jo. Como a usted más le guste
Lomas, su casa
José Luis Santero y Lorena Moukarzel capitanean el grupo de entrenamiento Auriga en el Parque de Lomas de Zamora, un pulmón verde en el que los atletas y runners de zona sur corren y se entrenan a diario. Cuenta con una pista de atletismo de conchilla y dos circuitos (uno de 3 km y otro de 1600 metros). "Estamos lunes, miércoles y viernes de 18 a 20, y los sábados de 9.30 a 11.30", sintetiza Lorena.
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